Capítulo 11


Desde que April había sido asesinada, Damián sentía que había muerto con ella. No podía aceptar su ausencia y todos los días le era imposible no recordarla. Era acusado de un crimen que no cometió; decían que había matado a su amada.

Ahora huía con su cuerpo para revivirla en las montañas de Garcún, pero todo aquel que descubría su secreto, lo creía demente, jamás comprendían sus razones y juzgaban su pasado. Las amistades que construyó por el camino, lo abandonaron en cuanto supieron del cuerpo y habían corrido el rumor que por las noches fornicaba con un cadáver.

Procuró ser aún más cauteloso y no confiar en nadie, solo quería seguir por su camino sin establecer vínculo con cualquiera que dijera ser su amigo hasta que conoció a Rose. Aquella chica se había ganado su cariño. Era hermosa, inteligente, agradable y una buena mujer. Pensar que había descubierto también su secreto y que podía perder su amistad, le aterraba en gran manera, pero ahora debía contestar a sus preguntas.

—Puede que lo que voy a explicarte sea difícil de creer, pero puedo demostrarte que no soy un asesino. Si mis argumentos no son suficientes y tienes dudas, te prometo que me alejaré de ti para que no tengas miedo de mí. Te dejaré el arco y la flecha, más todo el dinero del que dispongo para que regreses a tu hogar. No es mucho, casi no me queda nada, pero es todo lo que tengo.

—Te escucho Damián, dime todo por lo que has pasado.

Él asintió y ambos se sentaron sobre el mueble para conversar. Mientras le contaba todo sus pesares a ella, Damián no era capaz de mirarla a los ojos

—Como sabes, mi nombre es Damián Jolstein, era un joven escudero que servía fervientemente a una casa mayor de nobles que tenía sus dominios al norte del lago Anferlot. En especial, servía a mi gran amigo, el caballero Robert Kensenter. Con él combatí durante dos años contra los bárbaros provenientes de las tierras del norte.

»Durante nuestras expediciones siempre me hablaba de su hermana reflejando cuanto la extrañaba. No la conocía pero por las anécdotas que me contaba de ella, sabía que era alguien especial. Siempre quise conocerla y un día, hace poco más de dos años, cuando regresamos al gran fuerte de los Kensenter, se celebró una gran fiesta por nuestra llegada. Allí la conocí; jamás imaginé que me enamoraría con solo verla. Ya la creía hermosa por la personalidad bondadosa con la que su hermano la había descrito, pero jamás, jamás esperé que su apariencia irradiara tanta belleza.

»Durante aquellos días establecí con ella una relación que se fue convirtiendo en algo mucho más grande que una amistad. Habíamos fantaseado muchas veces con una vida juntos, un sueño que el destino nos tenía prohibido vivir.

—¿Y qué pasó? ¿Por qué tú y esa chica no podían estar juntos?

—Mi familia atravesaba una crisis financiera que nos llevaría a la quiebra. La única solución era arreglar un matrimonio con alguna familia de nobles muy rica y poderosa, un plan del que yo no tenía conocimientos. El problema era que los Jolstein nunca fuimos una familia que tuviera mucho que ofrecer así que conseguir tal trato parecía imposible. Sin embargo mi padre consiguió la manera.

»Una de las familias más poderosas de Ástergon, los Colingers, tenían una hija de treinta y cinco años a la que no habían podido casar porque estaba loca. Por eso ofrecían una dote muy tentadora para aquel noble codicioso que sólo le importara el dinero, las tierras y el poder. A mi padre mi opinión no le interesaba en lo absoluto y pactó con los Colingers nuestro compromiso.

—Debió haber sido muy duro para ti cuando te enteraste.

—Sí, pero no solo yo tenía un matrimonio arreglado. April había sido comprometida con uno de los nobles de la familia Findergrey; una familia que odiaba a la nuestra por problemas del pasado. Nos enteramos casi el mismo día.

—¿Los Findergrey? ¿Hablas de los nobles que tienen sus dominios a los arrendadores del pueblo de Garcún y que mantuvieron encerrado a este pueblo durante décadas?

—Así es, una familia cuya reputación nunca ha sido de fiar. Por eso ninguno de los dos quiso aceptar su compromiso con el deber. Nos amábamos y no queríamos que nadie nos dijera que no podíamos estar juntos. Yo propuse la idea de escapar y ella aceptó.

Damián culminó aquella frase conteniendo el llanto. Pensaba que si jamás hubiera hecho aquella propuesta, April nunca hubiera sufrido las consecuencias de aquel error.

—¿Se fugaron los dos?

—Sí, habíamos abandonado todo por estar juntos. Estuvimos huyendo durante quince días, y en una ocasión en la que acampamos a las orillas de un río vivimos uno de los momentos más felices y apasionados de nuestra vida. Nunca, nunca imaginé lo que sucedería después al anochecer.

»Unos hombres encapuchados y armados aparecieron sorprendiéndonos. A mi me ataron con cuerdas a un árbol mientras la golpeaban y abusaban de ella frente a mis...

Las palabras de Damián, apenas audibles, se habían tornado inentendibles. Rose, conmovida por la historia de su amigo estaba convencida de su sinceridad. La chica a la que amaba había sido violada y golpeada hasta su muerte.

—Hice todo mi esfuerzo por desatarme hasta que lo logré. No esperaban lograrlo, ni siquiera yo sé cómo fui capaz de hacerlo. Sorprendiéndolos, los ataqué pero alguno de ellos escaparon. Corrí hacía ella y la vi morir frente a mí. No se si me habrá escuchado pero le pedí que me perdonara al mismo tiempo que le decía cuánto la amaba.

—Pero Damián, ¿Por qué habrías de disculparte con ella? No tienes la culpa de lo que pasó.

—Yo tuve la idea de escapar, yo planifiqué todo.

—¿La obligaste a viajar contigo?

—No, ella nunca se negó.

—Entonces no puedes cargar con la culpa... Esos hombres son los causantes.

—¡Algunos hombres huyeron y no fui capaz de salvarla! Soy un inútil.

Impotente, Rose no supo qué más decir. Era evidente que Damián no quería ser consolado y escucharlo era lo mejor que podía hacer. Guardó silencio y esperó hasta que él continuó con su historia.

—La noche en que April murió, no sabía qué hacer, me encontraba perdido. Había escuchado que los prodigios curanderos podían hacer algo por ella.

—Pero no pueden. Ellos solo curan personas con su poder. Para poder revivir a alguien, el curandero debe morir, y debe intentar la resurrección antes de que el difunto cumpla tres días.

—Lo sé, si el cuerpo está muy descompuesto, es imposible tal labor. ¿Cómo conseguiría en tan solo dos días a alguien que estuviera dispuesto a morir por darle la vida a una desconocida?

—Pero esa chica no se ha descompuesto Damián ¿Cómo es eso posible?

—La noche en que April murió, un hombre anciano apareció. Estuve apunto de matarlo creyendo que era uno de los hombres que nos habían atacado. Pero el anciano tenía una vara que alzó contra mí. De ella surgió un destello que me derribó. Golpeé mi cabeza contra un árbol y casi pierdo el conocimiento. Se acercó hacia ella y puso algo en su cuello, luego se dirigió a mí y me entregó ésto.

Damián sacó de su cuello un collar que Rose reconoció de inmediato. Tenía la misma figura de una persona que yacía dormida tal cual como el collar de April, pero esta figura no miraba hacia el abismo sino hacia el firmamento. Pensó que era la parte que completaba el collar siendo estos uno solo.

—¡Es igual al que tiene esa chica! —expresó sorprendida.

—Son un mismo collar que se divide en dos. No sé qué lo hace funcionar, pero mientras yo porté esta parte su cuerpo no va a descomponerse. El hombre que me lo entregó me habló de Esra, la bruja de los perdidos. Me dijo que ella se encontraba en las montañas de Garcún, que fuera hasta allá. Me advirtió que no recurriera a los curanderos. Al ver el collar ellos me condenarían por usar magia negra. Al preguntarle por qué me ayudaba me contestó que no lo hacía por mí, que era un favor que le debía a dicha bruja.

—Entonces eso lo explica todo. ¿Por qué te culpan de la muerte de April y de tu padre?

—No lo sé, creo que todo ha sido obra de los Findergrey. Me enteré de que mi padre había muerto y me culpaban de ello.

—¿Por qué? No lo entiendo. ¿Por qué habrían de creer que un hombre mataría a su amada y a su padre?

—Mi padre pactó el matrimonio, dijeron que yo lo asesiné por rencor y para secuestrar a April contra la voluntad de ella. También dijeron que la asesiné por mi supuesta obsesión, alegando que si ella no sería para mí, yo la prefería muerta a que estuviera con otro.

—Imagino que no quisiste probar tu inocencia solo para venir a revivirla.

—Así es. Si sabían del collar y de mi intención de llevarla a Garcún para revivirla, me castigarían y a ella la sepultarían. La magia negra está prohibida y en muchos casos tal práctica se paga con la muerte.

Después de haber escuchado los argumentos de Damián, Rosé no tenía ninguna duda que decía la verdad. La historia no sería fácil de creer para cualquiera, incluso no sería fácil para ella, pero si no fuera por la bondad y el sentido de la justicia que veía en él, si no fuera por el sufrimiento que fue capaz de notar tras aquellos ojos que simulaban frialdad en aquella noche que lo conoció, tal vez no le hubiera creído.

—¿Me crees? —preguntó Damián— ¿No tienes algún sermón que quieras darme? Dime la verdad y lo que piensas. Creas lo que creas, jamás tendré nada que reprocharte.

—Yo te creo, Damián, claro que te creo, pero también pienso que deberías dejar de culparte por un suceso del que eres totalmente inocente, pienso que ella te amaba y que jamás se arrepintió de haber huido contigo a pesar del precio que le tocó pagar.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque yo no me hubiera arrepentido en su lugar.

La respuesta de Rose fue para Damián inesperada. ¿Qué significaba eso? ¿Acaso Rose le acababa de confesar que le amaba? Escuchar tal declaración creaba dentro de él sentimientos encontrados. Se sentía honrado al creer que una chica como ella pudiera sentir amor por él, pero al mismo tiempo se sentía triste al pensar que no podía corresponderle. Rose merecía alguien que la amara y no un hombre que estuviera obsesionado con revivir un cadáver. No sabía qué decirle pero Rose, al ver su expresión, aclaró mientras tartamudeaba:

—Quiero decir que..., que si yo amara a alguien como Rose te amaba a ti, estaría dispuesta a sufrir cualquier calamidad por estar con esa persona.

Una vez más los sentimientos confusos se apoderaron de Damián. No sabía si sentirse aliviado o decepcionado, pero creía que lo mejor era pensar que Rose no tuviera algún interés romántico hacia él. Intentó sonreír con naturalidad pero no pudo, y haciendo un esfuerzo comentó:

—Algún día encontrarás a alguien a quién amar, y estoy seguro de que esa persona te va a corresponder como mereces.

Rose no contestó, solo desvió la mirada. Había encontrado a la persona que amaba pero esta no le correspondía y sentía que no podía hacerse la idea de querer a alguien más.

Después de un breve silencio se puso de pie y tomó de la biblioteca uno de los libros. Comenzó a hojear con rapidez, había recordado cierta imagen que guardaba relación con el collar que Damián y April portaban.

—Damián, mira —dijo una vez que había encontrado la imagen. El se acercó y observó el collar que él y Rose poseían—. Sabía que lo había visto en algún lugar pero no podía recordarlo porque en el libro aparece completo y no dividido.

—Dice que es el collar de Dórencar, El dios de la muerte.

—Sí, así es, y mira qué más dice del collar: «El cuerpo que yace dormido mirando al firmamento representa la vida. Esta es la parte del collar que debe portar la persona que está dispuesta a hacer el ritual de resurrección, mientras que aquel que yace dormido mirando al abismo representa la muerte, y es la parte del collar que debe portar el difunto. La razón por la que el cadáver no se descompone es porque se alimenta del sufrimiento de aquel que porta la carga, lo que produce una energía oscura que el dios de la muerte usa para preservar el cuerpo. El collar se encarga de mantener los recuerdos y los sentimientos que alimentan el deseó de revivir a la persona que ha perdido».

—Es por eso que siempre la recuerdo y sueño con April por las noches.

—Damián, deberías dejar el collar.

—¡No! No lo haré.

—Te está haciendo daño. Ese collar es la causa por la que no puedes aceptar la realidad.

—Entiendo, pero yo estoy dispuesto a pagar las consecuencias. He decidido este camino y voy a transitarlo hasta alcanzar mi objetivo.

—¿Y si no lo logras? ¿Y si todo es una mentira?

—Correré el riesgo.

—Damián, nosotros no tenemos el control de nuestras vidas. Apenas podemos escoger si queremos luchar o desistir, pero hay cosas que aunque nos duela, debemos ser capaces de aceptarlas y seguir adelante. No eres el único que ha perdido a un ser que ama y de la forma más injusta. ¿Qué te hace pensar que ella debe vivir como para enfrentar a la misma muerte?

Había escuchado aquellas palabras más de un par de veces, y sabía que negar la verdad en ellas era inconcebible. Sin embargo, al escucharlo de Rose, sentía que la fuerza de su argumento le llegaba más al corazón. Recordaba que April, en aquella tarde otoñal que compartieron antes de su muerte, le había dicho algo parecido. Una parte de su corazón quería escuchar a Rose, y otra parte de su ser se negaba a ello.

—No lo sé. Yo sólo sé que la amaba con locura, que ella no merecía un final así, y que nunca pude despedirme. —contestó mientras derramaba lágrimas y sus labios temblaban de conmoción—. Solo quisiera haber tenido de ella un último recuerdo en qué la viera sonreír.

Rose intentó acercarse a él para abrazarlo y consolarlo, pero Damián se apartó, se disculpó con ella y salió de la cabaña para caminar. Ella en cambio, se quedó sentada dentro de la cabaña. Intentaba asimilar todo lo que había vivido aquel día.

Se sentía confundida. Aún le costaba asimilar que cerca de ella se encontraba un cuerpo sin vida que a pesar de tener dos años no se había descompuesto. Le costaba creer todo lo que Damián había sufrido. Sentía miedo de que subiera a las montañas, un lugar peligroso del que nunca se había escuchado regresar a una persona común.

Se sentía triste, pues creía que volvería a quedarse sola, que Damián jamás la vería con los ojos que ella anhelaba y nunca volvería a amar a alguien como lo amaba a él. Rose, se supo pérdida. Sabía que él subiría pronto a las montañas pero no sabía que haría una vez que él se marchara. 

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