Capítulo 7

Narra Wendy

No volví a saber nada más de Alicia en semanas, sus chillidos de dolor aún resonaban en mi cabeza.
No dormía desde entonces, lo cual distorsionaba mi realidad, lo notaba, estaba perdiendo la poca cordura que me quedaba.

Wendy, la ventana. — escuché un susurro.

— ¿Eh? — miré y una sombra recorrió la habitación. Me froté los ojos, no podía ser él.

La ventana se abrió con un fuerte viento.

¡Wendy mi sombra! — Él estaba ahí, el mismo Peter Pan.

— No puedes ser real. Sólo estoy loca.

Wendy vamos, no tenemos tiempo, tienes que venir conmigo. —  dijo mientras intentaba atrapar a su sombra. Entonces me tiende la mano.

Dudé un segundo. Pero se la di. Él me arrastró a la ventana. Estaba en la cornisa.

¿Recuerdas? Fe, esperanza y... — cierro los ojos — Polvo de hadas.

Entonces cuando justo voy a saltar alguien me agarra De la bata y me empuja hacia la habitación.

— Perdona, pero Nunca Jamás no queda ahí. — enfoco quién es.

— ¡Alicia! — la abrazo — No te escuché entrar.

— Ya ya, loca del coño, deberías volver a la realidad.

— ¿Realidad?

— Wendy, ¿estás bien? ¿Estás bien? ¿Estás bien? ¿Estás bien? ¿Estás bien?

Abro los ojos. Miro alrededor. Estoy en el bosque. Hay varios oficiales a mi lado. Una ambulancia. Al lado está el hoyo. Mierda.

Veo una camilla entrando en una ambulancia. Escucho una reportera hablando. Varios cámaras.

— ¡ALICIA! ¿DÓNDE ESTÁ ALICIA? — Un policía me agarra.

— Tranquila chica.

— ¿¡ES LA DE LA CAMILLA!?

Me escapo de su agarre y entro a la ambulancia.

— ¡QUÍTENSE QUIERO VERLA! — los enfermeros me agarran — Sólo quiero verla...

Un doctor suspira, y decide destapar la manta que la cubre. Miro su rostro, pálido, le cae sangre de la nariz, pero conserva su maldita sonrisa que siempre pone. Ella abre lentamente los ojos.

— Estoy bien... — dice con apenas voz.

*            *           *

La veo dormir en la camilla. El sonido de los pitidos dicen que su corazón sigue funcionando.

Un doctor entra en la sala.

— Me temo decirte, que está bastante grave. Recibió un golpe fuerte en la cabeza, y ha entrado en coma.

Escucho como mi corazón da una punzada.

— No sabemos si acaso llegará a despertar. — comienzo a llorar.

— ¿Puede dejarme sola con ella? — él asiente y sale de la habitación.

La miro escucho su pesada respiración. Acaricio uno de sus mechones.

— Dime, ¿cómo estuvo el País de las Maravillas? ¿Viste al conejo blanco? ¿Al sombrerero? ¿Quizás ahora hueles una flor rara? ¿Quizás tomas un café? ¿O pintas rosas blancas de rojo? Cuentame, por favor, pero no te marches.

Silencio. Me siento en la cama. La miro. Le doy un pequeño en los labios.

— Por favor.

De repente los pitidos paran. Los enfermeros entran rápido a la habitación y me llevan fuera.

¡Carga!

— Cargando. Cargado.

— Uno, dos, ¡FUERA! — se escucha una descarga, y lloro más fuerte — No hay respuesta. ¡Carga!

— Cargando. Cargado.

— Uno, dos, ¡Fuera! No hay respuesta.

— ¡MIERDA!

Repitieron este proceso varias veces. Nada.

Despejen la cama.

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