Miré por la ventana, cerrada, como siempre. Era de noche y las estrellas brillaban, en cambio no podía ver la Luna. Wendy jugueteaba con sus rizos castaños en su cama.

— Hum, Alicia tenía algo que contarte. — soltó de pronto.

— Te escucho.

— Me volveré a Londres. — la miré a los ojos.

— ¿Te vas?

— Em sí, Cherise dice que estoy mucho mejor, que mientras tome mis pastillas podré llevar una vida totalmente normal.

— No, no. — dije al pronto algo confundida — No puedes irte.

— Me voy mañana; está decidido.

Me quedé en silencio, con el ceño fruncido. Realmente no quería que ella se fuera era mi...

— Wendy, ¿qué soy para ti? — me miró raro.

— Pues mi amiga.

— Ah.

Se formó un silencio incómodo. Me acosté en mi cama.

— Buenas noches, Wendy.

— Buenas noches.

Miré al techo y cuando me di cuenta estaba llorando. No sabía que me pasaba. Pero sentía un gran dolor en el pecho. ¿Era porque mi mejor amiga se iba? ¿O porque quizás yo sentía algo más?

Y el dolor, pasó a la rabia. Comencé a gritar. Wendy me abrazó intentando calmarme.

— ¡NO! ¡SI TE VAS ME IRÉ CONTIGO! — grité sollozando.

— Shhh, calla. Vendrán a por ti si llamas mucho la atención.

— ¿¡POR QUÉ ERES TAN ESTÚPIDA!? ¡PODRÍAS HACERTE LA LOCA Y QUEDARTE!

— Eso es egoísta por tu parte. Yo no soy feliz aquí.

— ¿Ah y yo acaso lo soy? Rodeada de locos, anoréxicos, esquizofrénicos y demás... ¡Y YO SOY LA QUE ESTÁ PEOR DE TODOS! Y sí, tú hacías un poco menos irritante el estar aquí encerrada. Pero... Ahora te vas.

Abrieron la puerta y me agarraron varios enfermeros.

— ¡NO SOLTADME! ¡ESTOY HABLANDO CON ELLA! — gritó intentando soltarme.

— ¡ALICIA!

— ¡WENDY! — grito con todas mis ganas — ¡TE QUIERO! ¡TE QUIERO! ¡TE QUIERO!

— Alicia...

— ¡TE QUIERO! — grito una vez más antes de que me inyecten unos calmantes y me pesen muchos los párpados.