8. Horrible.
*Brontë*
Scarlet me llevó a su despacho y me sentó en un sillón frente a su gran escritorio de caoba. Estaba aturdido, había visitado por primera vez en mucho el País de las Maravillas, había sido una experencia sobrecogedora, pero habíamos vuelto, y no comprendía el por qué.
Me alegré mucho al volver a ver a la vieja y loca liebre de Marzo, ella era a la que, sin saberlo, había echado más de menos, solo la superaba Alicia. Pero eso era totalmente razonable, desde el primer instante en que la vi, cuando solo era una cría, cuando aún podía comprender el incomprensible País de las Maravillas, desde ese momento, algo se removió dentro de mí, algo absolutamente distinto de todo lo que había visto y experimentado nunca. Ella era la clave, la salida, la luz. Ella lo era todo.
Scarlet carraspeó, molesta, estaba sentada sobre el escritorio con las piernas cruzadas, sus rodillas rozaban las mías. Se inclinó hacia delante, apoyando sus huesudos codos sobre sus rodillas, de modo que su rostro quedaba a unos centímetros del mío.
-Brontë...- Suspiró con resignación y se mordió el labio.- Cariño... ¿Qué estás haciendo?
Arrugué la nariz, no comprendía su pregunta, ella volvió a suspirar.
- Ella no te conviene. Lo sabes ¿Verdad?- Negué con la cabeza.- Está loca.
-¿Y yo no lo estoy?- Murmuré, estaba agotado.
-¿Lo estás?-Inquirió.
-No lo sé...
-Pero sabes que ella si lo está ¿No es cierto?
No sabía que responder, quería decirle que no lo estaba, que se equivocaba, pero sabía que eso no era cierto, sabía que tal vez sí lo estaba, pero admitirlo hubiera sido admitir que yo lo estaba tambien, y tenía tanto miedo de admitirlo que no me atreví, y me quedé callado, rendido, sin saber que decir ni hacer, estaba desarmado.
-¿Qué es lo que esperas de ella? ¿Que es lo que quieres?- Dejó unos segundos para que recapacitara, pero no sabía que responderle, esas eran dos de las preguntas que me habían estado rondando por la cabeza desde que descubrí que la amaba, pero no tenía respuestas y eso me asustaba cada vez más.
-No lo sé.- Estaba al borde de las lágrimas, tragué saliva, me humedecí los labios y clavé la mirada en el suelo. Su mano apartó unos mechones de mi cabello de mi rostro y me los colocó tras la oreja, acariciando mi pómulo con su uña esmaltada, me estremecí.
Scarlet se inclinó hacia mí, alzó mi rostro cogiendome de la barbilla, se acercó más a mí, estaba aturdido y no sabía que hacer, el corazón me latía a mil por hora. Cuando sus labios ya casi rozaban los míos me apraté rápidamente. Ella me miró ladeando la cabeza, confusa.
-Brontë...
-No puedo... yo... lo siento, pero no puedo...
Ella se irguió, orgullosa. Dio la vuelta al escritorio y se sentó tras él.
-Muy bien.
-Scarlet yo...
-Está bien.- Se pusó sus gafitas sobre la nariz, revolviendo el papeleo con gesto serio. Sacó un grueso sobre marrón de entre otros tantos que había en su escritorio y lo deslizó por la mesa hasta mí. Lo reconocí al instante, eran los informes que recogíamos de nuestros pacientes.
Me incliné hacia delante para ver mejor las letras escritas sobre este. Parpadee, confuso. Las letras formaron palabras ante mis ojos, pero tenían que estar equivocadas, no podía ser cierto.
En tinta negra, con las letras bien remarcadas, había un nombre.
Mi nombre.
*Alicia*
El cielo era blanco y el suelo morado, había caido sobre este y aún no me había levantado, me puse de rodillas, el mundo cambió y giró, y caí en la parte blanca, que supuse que era realmente el suelo, miré hacia arriba, hacia el morado que hasta hace unos instantes había acariciado. Me puse en pie, estaba triste, dolida, furiosa, desolada, no sabía que hacer.
-¡¡Cheshire!!- Lo llamé.- ¡Cheshire! ¡Por favor!
-Alicia... pequeña traviesa... para de gritar, acabarás despertando al mundo- Su sonrisa flotó ante mis ojos.
-Cheshire...
-El mundo duerme, así que baja la voz o acabarás despertándolo. Y tú no quieres despertarlo ¿Verdad?
-Por supuesto que no.
-Shhh...
-Pero Cheshire...
-¡Susurra!
-Vale.- Susurré.- ¡Pero si tú estás gritando!
-Pero yo soy un gato.
-¿Y...?
Su rostro apareció por completo, puso los ojos en blanco y bostezó, como si le cansaran ese tipo de preguntas.
-Porque soy un gato, y el mundo permite que los gatos griten de noche, no le molesta. Pero una Alicia como tú... Seguro que se despertería al instante. Y créeme, tiene muy mal despertar.
-Cheshire... Tenemos un problema.
-Dado que lo desconozco no puedo tenerlo, no lo has compartido conmigo, así que solo es tuyo. Tu problema.
-Cheshire... estamos perdiendo al Sombrerero...- Su sonrisa se invirtió.
-¿Qué has hecho, pequeña revoltosa?
-Es la reina roja. Está allí, y lo tiene en su poder y yo no puedo hacer nada y... no puedo, me rindo.
-Entonces ya puedes gritar, el mundo no se despertará. El mundo está muerto sin él.- El gato se fue desvaneciendo lentamente en el aire.
-Cheshire...
-Ya no eres la verdadera Alicia, estás perdiendo tu muchosidad. Sin muchosidad no hay Alicia, ni Sombrerero, ni País de las Maravillas, todo desaparecerá, todo dormirá.
-Cheshire, tienes que ayudarme.
-Ya no soy ese al que llamas, ya no soy Cheshire, no soy gato, no soy nada.
-Te necesito. Necesito que me ayudes a salvarlo.
-No puedo, solo la verdadera Alicia podría hacerlo, pero ya no está. Ha desaparecido...
-No te vayas.
-Yo siempre estaré aquí, eres tú la que se va.
-No...-Susurré.
El País de las Maravillas había desaparecido, estaba en la habitación, tumbada boca arriba en el suelo.
El País de las Maravillas me había rechazado y ya no había vuelta atrás, debía encontrar la forma de volver, de recuperar el País de las Maravillas, de recuperar al Sombrerero, porque estaba empezando a creer a mi padre y odiaba eso.
"Es horrible, realmente horrible. ¿Cómo pueden ocurrirle tantas cosas horribles a una misma familia? Es horrible, ciertamente horrible."
Y no quería serlo, no quería ser horrible nunca más.
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