Capítulo 5: Cartas
Los oficiales detuvieron el auto en el centro de la ciudad, donde algunas tiendas se exhibían con vitrinas impecables y cristales claros. El policía que había atendido a Alicia la noche del asesinato y desaparición, le abrió la puerta en gesto de caballerosidad, a lo que Alicia lo observó con extrañeza.
—¿Quieres una malteada, café o algo más?
—Una malteada basta.
Se encaminaron al frente del aparcado, donde había una cafetería hogareña y cálida. Las personas en el local eran tan sonrientes y alegres, que eso pareció acabarse cuando Alicia Edevane entró en la cafetería. Los rostros eran más lúgubres con cada pasó que adentraba a la joven al negocio. Los oficiales se dieron cuenta de aquello y ordenaron su pedido lo más rápido para apartar una mesa.
Al sentarse, Alicia observó como todos ponían sus ojos en ella con lástima e incomodidad por su presencia.
—Bien, señorita Edevane. Estamos aquí porque tenemos muy poca información sobre sus padres, y queríamos que usted nos respondiera algunas preguntas— Habló uno de los oficiales.
Alicia asintió y ellos se miraron entre sí, cómplices.
—¿Sus padres algunas vez tuvieron algún tipo de inconveniente con alguna persona o personas?
—No. Mi padre era muy bien aplaudido por sus grandes trabajos, y mi madre era una muy buena mujer.
—¿No recuerda alguna persona que tuviera alguna razón para hacerles algo así a sus padres?— Preguntó con intriga el otro oficial, dejando que su compañero recibiera los pedidos junto a Alicia.
Alicia tomó su malteada de fresa y bebió por la pajilla de colores.
—La noche del asesinato les comenté que había estado llegando de una fogata hecha por mis compañeros de la preparatoria. Uno en especial esa misma noche me observaba de forma repelente y misteriosa.
—¿Alguna historia en particular con ese chico?
—Louis Shawnbord. Ese era el nombre del chico— Dijo— Nunca nos llevamos muy bien. Hace algunos años tuvimos un percance por su culpa, y desde ese momento sus padres y él nos han mirado por sobre el hombro. ¡Son unos grotescos!
—Entiendo... — Habló el canoso con algo de duda en su voz— Entonces asegura usted que la familia Shawnbord tiene algo que ver.
—Nunca lo dije de esa forma, pero no hay que fiarse de los cuervos, aunque muchas veces son los pajarillos los que también tienen pico para ahuecar.
Alicia dejó a los oficiales rendidos por aquel comentario tan inusual, contemplando su alrededor como si nada le importase y aún fuese una niña.
🐰
—¿Cuando podré ayudarlos en la búsqueda de mi padre?
—Señorita. Nosotros hacemos el trabajo, y sé que es preocupante todas las amenazas que ha recibido pero es mejor que esté fuera de esto. Las personas son muy peligrosas.
Alicia carcajeó a causa de aquel comentario.
—Los peligrosos son los que no tienen rostros de monstruos.
En ese instante, justamente el auto pasó por el vecindario de Alicia y su casa se mostró en ruinas por el incendio, pero algo llamó la atención de la chica. Alicia obligó a detener el auto y rápidamente se lanzó de éste, contemplando a su viejo Glendel menearse en la acera caliente de la calle.
—¡Pequeño glotón! ¿Donde estuviste?
Glendel se aproximó a ella en cuanto la vió. Alicia se arrodilló y lo sostuvo entre sus brazos sin alguna expresión débil.
Los oficiales salieron corriendo del auto rápidamente, molestos por la actitud de la joven. Cuando se aproximaron a ella y divisaron lo que tenía entre brazos, suspiraron y dejaron sus respiraciones descansar. Pensaban que algo malo había ocurrido.
—Solo es Glendel— Anunció Alicia, dejándolos con la boca semiabierta y los ceños levemente fruncidos.
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—Alicia ve a tu habitación, por favor. He colocado ropa limpia para que puedas cambiarte esa que te hemos dado hoy. Creemos que aquella es más cómoda para dormir. También le daremos un lugar a tu mascota por los momentos, luego veremos que hacer con ello.
Alicia caminó sosteniendo a Glendel entre sus brazos y asintiendo a la madre superiora, adentrose a la edificación del orfanato. Los oficiales se despidieron de ella en la lejanía y desviaron su mirada a la monja.
—¿Alguna vez han notado alguna actitud un poco inusual en la joven Edevane?
—Madre, creo que la situación la puede volver un poco indiferente y cerrada. Hay que ayudarla.
La madre superiora suspiró con cansancio.
—Es que es tan extraña. No actúa como una joven de su edad, y es un poco sombría. Sus expresiones siempre están en la nada, y de hecho, tuvo un inconveniente con una joven pequeña de nuestras instalaciones. A veces creo que es desalmada.
—Madre, por favor... No diga eso sobre la joven Edevane... — El oficial no pudo seguir defendiendo a la chica, pues su compañero, algo dubitativo intervino en la conversación que mantenían aquellos dos.
—¿Podría decirnos que tipo de incevniente ha tenido Alicia?
—Bueno, oficial. Verá que ésta mañana ella apareció algo tímida y la dirigí al comedor principal donde estaban algunos pequeños jugando y desayunando. La chica observó como una de nuestras huérfanas había tomado sin consultar la muñeca que le pertenecía a Alicia, con la misma que llegó aquella noche. La joven Edevane se abalanzó sobre la niña y la sostuvo fuertemente del brazo. Gracias a Dios no pasó a mayores, pero fue una situación muy inusual, teniendo en cuenta que la chica es algo aniñada.
Los oficiales se preocuparon al escuchar la confesión de la monja, y pensaron justo en lo mismo.
—Alicia nos informó que años atrás ella tuvo un inconveniente con la familia Shawnbord. Quizás deberíamos preguntarles que ha pasado con la joven. También necesitamos buscar algún culpable por lo ocurrido y no tenemos a alguien más sino a esa familia.
Los oficiales se miraron entre sí, y se entendieron el uno al otro.
—Tenemos que hablar con los Shawnbord.
🐰
—Dios, que bueno que estás aquí.
Alicia abrazaba a Glendel con cariño y él ronroneaba con cada caricia. La joven permanecía acostada junto a su gato, consintiendolo y demostrándole cuanto lo había extrañado.
—Maldita monja. Quiero irme a mi casa.
Nadie podía comprender a la joven, pues ella era un tanto testaruda y convertía sus mundos mentales en su personalidad. Ella nunca se sintió sola, tampoco acompañada. Simplemente era una Alicia independiente desde que nació.
Alicia giró su mirada hasta la muñeca y encontró algo escondido detrás de ella. Caminó hasta donde el juguete se encontraba de forma sentada sobre uno de los estantes de limpieza en la pequeña pieza de habitación. La joven la tomó y sacó lo que había a sus espaldas.
Era otra nota con la misma ortografía y el mismo color rojizo en su caligrafía. Era una hoja sucia, arrugada y se le veían rastros de polvo. Dedujo que la persona que tenía a su padre era una persona asquerosa y poco higiénica. Con sumo cuidado y sentimientos de repugnancias Alicia la leyó para sus adentros.
«No involucres policías en cosas de dos. No hacen falta esos oficiales tan petulantes, creyendo que algún día encontrarán a tu padre por sus propios medios.
Dejame decirte, Alicia, que no necesito de ellos y lo que necesitaba de tu padre lo puedo obtener. Te quiero a ti, mi preciada muñeca. Tanto como tu quieres las que tú padre ha hecho para ti. Así que es mejor jugar limpio y en silencio.»
Alicia sintió su piel erizarse y sus ojos llenarse de rabia. Alguien había jugado sucio secuestrando a su padre y asesinando a su madre. No podía creer por completo lo que había leído, pues era tan descabellado, aunque en Villa Linda las caras sonrientes siempre escondían los más sucios y abominables secretos. La joven rompió la hija en muchos pedazos, entrando en una crisis de ira. Comenzó a golpear los estantes y tirar cosas a su alrededor, causando mucho ruido.
—¿Qué está pasando aquí?
La madre superiora apareció quedándose anclada en el piso, sin poder moverse. Alicia continuó pataleando mientras se revolcaba en la cama cual niña. Los ojos de la madre se abrieron grandemente y algunos niños y novicias comenzaban a acercarse a la puerta para husmear el ataque de Alicia.
—¡Alicia, calmate!
La monja entre tantos nervios logró moverse por instinto, llegando hasta la joven y abrazándola con fuerza para que no siguiera revolcándose en la cama. Glendel se había bajado de ella, y se sentó en el suelo observando como su dueña gritaba por la ira.
—¡Traeme un vaso de agua, por favor!— Ordenó la monja a una de las novicias, sintiendo como la chica relaja a sus músculos cada vez más.
Alicia estaba hecha un desastre. Su cabello rubio se encontraba desordenado y su dormilona estaba arrugada por los movimientos tan bruscos que había dado. Ya tranquila, le dieron agua de beber y la monja pidió que todos se fueran a sus aposentos.
—¿Que te ha pasado?— Preguntó la madre superiora molesta por la actitud tan aberrante de la joven.
—Quiero irme de aquí.
—Vas a entender que de aquí no puedes irte. No hay salida de lo que ha pasado, enfrenta tus miedos.
La madre le echó una mirada gélida y salió como alma que lleva al diablo del armario.
🐰
Al día siguiente la joven Alicia amaneció con dolor en sus músculos. No había dormido muy bien la noche anterior, pues tenía una pesadilla de lo más horripilante; pesadilla donde su padre era degollado frente a ella, y no podía hacer nada.
Desayunó con las miradas de todos los jóvenes encima y terminó por encerrarse en su pequeña habitación para ordenarla. Le había guardado un poco de comida en un plato de plástico a Glendel, y éste comió sin angustias.
Alicia estaba exasperada de estar encerrada en ese sitio donde los niños la juzgaban sin conocer su historia y la tachaban de loca. Debía encontrar a su padre a toda costa, aunque tuviera que hacerlo sola. No le contó a la madre sobre la nota que había recibido, y eso la hizo pensar nuevamente en aquella amenaza. Todo eso significaba que el secuestrador estaba más cerca de lo que creían y tenía acceso al orfanato.
La joven salió de la habitación con el corazón latiendole a mil por hora, y se acercó a una de las novicias que se encontraba cerca de la entrada hablando con unos niños. La novicia con educación la saludó, incomoda.
—Buenas tardes, señorita Alicia. ¿En qué puedo ayudarla?
—Señorita, ¿no observó a nadie extraño entrar en el orfanato ayer?
La novicia la miró con extrañeza, frunciendo el ceño levemente y girando su cabeza un poco como sí aquello pudiese hacerle comprender de forma más eficaz.
—No, señorita. Nadie visitó el orfanato ayer. Ni siquiera padres adoptivos, solamente los oficiales que vinieron por usted como tengo entendido.
—Muy bien. Muchas gracias.
Alicia se disponía a correr de allí pero la novicia le tomó del brazo, llamando su atención.
—Disculpe, joven, que sea tan entrometida. Pero, ¿por qué pregunta aquello?
No le respondió de inmediato y endureció su mirada como sí se convirtiera en otra persona. Alicia la dejó plantada con las palabras en la boca y pasó de largo, marchandose.
Recorría cada pasillo tratando de encontrar a la madre superiora. Le preguntó a muchas novicias y a monjas lo mismo y todas ellas respondieron exactamente igual: No habían visto a nadie salir ni entrar del orfanato, excepto a los oficiales. Alicia caminó en el último piso del orfanato y encontró a la madre superiora hablando con algunos niños mientras los ayudaba en tareas del día. Ella se acercó inquieta y le habló:
—¿Ha visto a alguien extraño entrar en el orfanato?
—Buenas tardes para tí también, señorita Alicia. ¿En qué puedo ayudarla?
Alicia maldijo a sus adentros. ¿Cómo una madre podía ser tan ridículamente chocante sí se suponía que eran el símbolo de bondad? O por lo menos ese era el concepto que se tenía sobre las novias de Dios.
—Madre, solo necesito que me responda a eso.
—No he visto a nadie extraño entrar al orfanato. ¿Por qué lo preguntas? Tu interés es notorio.
—Por nada. He estado un poco estresada con el tema de la desaparición de mi padre y la muerte de mi madre. Los extraño.
—Entiendo. Nadie extraño puede entrar sin nuestro consentimiento y sin previa cita.
Alicia asintió y se marchó a su habitación.
🐰
Los oficiales caminaron con gallardía hasta la residencia de los Shawnbord, donde casualmente encontraron a la señora de la casa regando algunas flores en su jardín tan vivo. La señora se acomodó el cabello y el vestido en cuanto vió a los hombres acercarse, luego de ello se retiró los guantes de jardinería y sonrió.
—Buenos días, señora Shawnbord.
—Buenos días, caballeros. ¿Se les ofrece algo?
La señora Shawnbord se acercó más a ellos para encararlo. Era extraño que un día como aquel dos hombres visitaran su hogar.
—Somos parte del equipo policial de Villa Linda, señora. ¿Tendría un momento para hablar con nosotros?
La mujer frunció su ceño con burleria y se cruzó de brazos, impaciente.
—Estamos hablando, oficiales.
El oficial más joven interrumpió la mirada retadora de la mujer, para tratar de apaciguar aquella tensión que podía cortarse en el aire.
—Verá, tenemos que hacerle algunas preguntas y tomará algo de tiempo. Es un asunto sobre Alicia Edevane. ¿Le suena su nombre?
—No tengo nada que ver en lo que le sucedió a la joven Edevane. Y si me disculpan, me tengo que retirar en estos momentos, hoy es mi cumpleaños— Anunció la mujer con inquietud.
Los oficiales no entendieron el comportamiento tan nervioso y descontrolado de la mujer, si hacía par de segundos estaba completamente calmada. El mayor de éstos sostuvo la mirada con la mujer y el otro lo tomó del brazo, despidiéndose de ella con rapidez. La mujer no se inmutó al verlos marchar de su jardín.
Subieron al auto exhaustos por la conversación tan corta que habían mantenido con la señora Shawnbord, y que, la idea de que ella se negara a hablar con ellos era totalmente alocada. Algo debía esconder aquella dama para no querer implicarse en asuntos de los Edevane y la policía . Ellos nuevamente pusieron rumbo a la estación donde tenían trabajo que hacer.
🐰
Las horas habían pasado y el aburrimiento había llegado consigo. Alicia no podía entretenerse en su habitación pues ya había organizado y limpiado todo de pies a cabeza. Glendel salía de la habitación de vez en cuando a hacer sus necesidades y a pasear por el orfanato, obteniendo la atención de los niños.
Esa vez, Alicia se encontraba sola, con la única compañía de aquella muñeca tan oscura y maquiavelica. No quería imaginar que su padre la había fabricado, siempre le habían gustado esos lindos modelos de muñeca que siempre hacía. La muñeca tenía una mirada viva, cabello oscuro y ropa en combinación con su aura tenebrosa. No entendía con que propósito la habían dejado para ella, pero quizás, la persona que secuestró a su padre quería confundirla con esas notas tan extrañas. Alicia tomó a la muñeca y salió de la habitación.
La joven tomó rumbo a la salida del orfanato, decidida a dar una vuelta. Pero en cuento llegó a la entrada, una de las monjas le había hablado.
—¿Hacía dónde va, señorita Alicia?
—Dígale a la madre superiora que decidí dar una vuelta.
Alicia estaba decidida a buscar pistas sobre lo ocurrido con sus padres, y nadie en el orfanato podría detenerla. La muchacha se alejó lo más que pudo junto con la siniestra muñeca vampiresca, mientras que la monja la llamaba a gritos.
—¡Joven Alicia, espere! ¡La madre superiora... — Pero la monja detuvo sus vanos intentos en llamarla, ya que la joven chica de cabellos rubios no le había hecho caso y había desaparecido de su campo visión— ¡Ah! ¡Por Dios! Éstas sjovencitas de hoy en día ya no hacen caso a lo que los mayores les dicen.
Los colores del cielo empezaban a hacer un contraste lleno de vida. Jugando con matices y tonos violáceos, naranjas, rosas y amarillos. Las calles se veían más solitarias y las luces de las farolas en cada acera alumbraban en vano. La noche aún no se hacía presente, y la joven Alicia aprovechó eso.
Caminó hasta su antigua residencia, y aunque le tomó algo de tiempo pudo sentir como sus ganas de saber eran más grandes que su indiscutible falta de ejercicio en el cuerpo. Alicia no caminaba, ni se ejercitaba, por eso muchas veces se veía tan débil y joven. Ella llegó en el preciso momento donde algunos vecinos caminaban por el vecindario tranquilamente, por lo cual se llevó muchas miradas curiosas y lastimeras.
Alicia observó su casa desde la acera. Se veía desgastada y con muchas manchas a causa del incendio. No había rastro de vida en el lindo jardín que algún día regó junto a su madre. Tampoco encontraba como entrar a aquella casa sin salir tosiendo, ahogada y algo fatigada por las cenizas que podían producirle alergias. La casa estaba deteriorada y en ruinas. Alicia caminó entre algunos escombros que habían en el césped muerto fuera de la casa, escuchando como crujían bajo sus pies. La casa tenía puertas y ventanas destruidas. Todo había perecido allí.
Hasta que algo se movió dentro de la casa y Alicia pudo divisar la silueta de un hombre corriendo de un extremo a otro, escondiéndose de ella. Alicia sin pensarlo revisó la casa de arriba abajo, sin importar que hubiese polvo y cenizas de lo que un día fue un gran hogar cálido, tratando de quitarse así la duda de quién había irrumpido en sus viejos aposentos, sin éxito alguno.
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