Capítulo 4: Ernest
Alicia llegó corriendo apenas sus compañeros la dejaron a una cuadra de su casa. No contaba con que encontraría la puerta de entrada semi abierta, y un olor peculiar llenando sus fosas nasales. Ella se adentró en su casa, observando como todo se encontraba desparramado en el piso, o roto.
«Madre mía. ¿Qué ha pasado aquí?» Pensó la rubia para sus adentros. Sentía que podía correr peligro y la rabia la inundó. No tanto por ella, sino por sus padres.
—¡Mamá! ¡Papá! ¿Donde están?— Gritó Alicia lo más fuerte posible, llegandole un olor a chamusqueado a sus fosas nasales— ¡Papá! ¿Donde están? ¡Por favor, respondan!
Pero nadie respondió a su llamado.
Alicia se desesperó y entró a la cocina buscando a su madre. Al entrar, divisó a Flavia sentada en una de las sillas del comedor, con heridas abiertas desde un lado de la garganta hasta el otro extremo. Alicia sólo podía ver con asombro como su madre ya no se encontraba en el mundo, dejándola sola con la incognita de que había pasado y quien había hecho aquello. Se acercó a su madre, sin prestarle atención a la cocina que se encontraba ardiendo en llamas. Trató de despertarla con lágrimas en los ojos y un rubor sanguinario en su rostro.
—¡Mamá! Despierta, mamá. ¿Quién te ha hecho esto? ¿Dónde está papá?— Alicia la mecía a su madre entre sus brazos, tratando de despertarla del sueño tan profundo en el que se hallaba.
Cada que la movía podía verse el hueso asomarse por la herida abierta, llenándose de flujos. Para Alicia eso no importaba, su madre había muerto y su padre desaparecido, y sólo la venganza rondaba sus pupilas cuál veneno.
—Mamá...
Mientras miraba a su madre con desconcierto, una nota se dejaba entrever a contraluz de las llamas, tomando la atención de Alicia. La tomó entre sus manos y leyó la misma caligrafía que había recibido con anterioridad.
“Si no quieres perder a papi, sal de casa.”
Alicia arrugó la hoja en sus manos y la destruyó por completo. No pudo seguir lamentando la muerte de su madre, pues las llamas tomaron la mayor parte de la cocina, y la joven empezaba a perder el oxígeno. Alicia salió de casa con la mente martirizada.
En la entrada casa se encontraba una muñeca, como si mirara fijamente a Alicia, como si ésta pudiese poseer una forma de alma enganchada con ella. Alicia se acercó con cuidado y la tomó, llevándose otra nota que colgaba en su pecho.
“Papi la hizo para ti. No temas, mejor cuidala porque a papi podría pasarle algo.”
—¡Maldición!
Todos los vecinos salían de sus casas conforme las llamas tomaban el hogar de lo que un día había sido la familia Edevane.
Alicia no pudo dejar de ver a la muñeca con desasosiego y un poco de rabia. Algo había ocurrido, y habían tomado a sus padres como un juego. No entendía quién había hecho tal catástrofe ni qué razones tendría para hacerlo, pero aquello era tan sanguinario que no importaba cuánto llorara, no se quedaría de brazos cruzados.
🐰
Rato después llegaron los policías, paramédicos y bomberos. La gran casa Edevane había sido destruida totalmente por la capacidad del fuego que había albergado en ella hacia momentos atrás. Tomaron a Alicia, haciéndole preguntas y ayudándole con su respiración, asegurándose de que no se hubiese llevado alguna quemadura o algún daño físico, aparte del mental.
—Bien. Daremos la orden de buscar a su padre por toda la ciudad. Señorita Edevane, haremos todo lo posible por encontrarlo, y encontrar al responsable de lo que ha ocurrido. Por lo que me ha contado y enseñado en la nota que le mandaron hay alguien que quiere tomar venganza contra su familia, y al parecer su padre es un rehén con importancia. Por algo no se deshicieron de él.
—Papá...
—Es mejor llevarla a un lugar donde pueda pasar la noche— Dijo uno de los oficiales conversando con el detective encargado del caso.
—Señorita Edevane, por favor, acompañenos.
Alicia tomó el brazo de aquel detective que no se sabía su nombre o apellido, quien había estado con ella desde que encontraron la catastrófica escena. Algunos cuchicheos tomaron por desprevenida a la muchacha, alterandola más de lo que debía.
«Su padre debe estar muerto. Ella irá a una casa de jóvenes sin hogar. Nadie querrá adoptarla siendo tan extraña» Muchos más comentarios llegaron a oídos de Alicia como cuál pajarito cantando por las mañanas.
La joven entró en una de las patrullas, y dejó su mente descansar por un pequeño lapso de tiempo.
🐰
—Joven, hemos llegado. Pasará la noche aquí. Si tiene algún inconveniente puede informarle a alguna de las encargadas para que pueda hacernos alguna llamada.
Alicia desde el auto observó la edificación con angustia, y descartó la idea de dormir en un orfanato.
—No me quedaré aquí.
—No hay más lugares en donde pueda pasar la noche, señorita Edevane. Creo que es lo más apto teniendo en cuenta que su padre ha desaparecido.
—Ustedes quieren hacerme creer que están investigando a mi padre, y en realidad lo dan por muerto o culpable— Soltó Alicia sin pelos en la lengua— Es mejor que no intente nada que yo no sepa, porque mi padre puede correr peligro.
El oficial entendió rotundamente la molestia de Alicia, y trató de tranquilizarse para no comenzar una disputa con la joven.
—Todas sus dudas y quejas serán resueltas mañana, joven Alicia. Es mejor que baje, por favor.
Sin más, Alicia se vió en la obligación de bajar y observar como una monja se acercaba a ella para recibirla con pesar mientras acomodaba su hábito.
—Buenas noches, oficial— Dijo la madre superiora un poco nerviosa ante la presencia tan sombría de la muchacha y la muñeca tan maquiavelica que poseía entre brazos. La miró con desánimo y se atrevió a hablarle— Tu debes ser la joven Alicia.
Alicia se mantuvo en silencio y la mujer no insistió en que ella se presentase. Para ella era mejor si Alicia no decía ni una palabra. La monja la ayudó a entrar y la guió entre luces tenues a llegar hasta una pequeña habitación desocupada.
En la habitación solo había una camilla y y estantes con cosas de limpieza. Era el armario de conserje, o eso había pasado de ser, ya que ahora sería el incómodo dormitorio de la joven.
—Sé que no es mucho, tampoco tenemos muchos recursos. Pero puedes pasar las noches aquí.
—Gracias.
La madre superiora asintió, recibiendo su agradecimiento con buena fé y cerró la puerta tras su espalda, dejando a la muchacha un poco desorientada de cómo viviría a partir de ahora. Alicia comenzó a despojar la camilla de las pocas sábanas finas que tenía. Se percibía el olor a suciedad y el polvo comenzaba a rozarle la punta de la nariz. No había sitio, ni espacio donde estar o colocar la muñeca tan extraña que llevaba, así que se metió a la camilla junto a ella, observándola con recelo. No había reparado en las facciones tan finas y perfectas de la muñeca. Parecía una persona realmente. Tampoco parecía alguna creación de su padre, pues él siempre hacía muñecas coloridas y llenas de vida, y aquella era todo lo contrario.
—Nunca había conocido una muñeca tan extraña como tu— Dijo Alicia como si la muñeca fuera a escucharla y consolarla— Voy a encontrarte, papá. Aunque sea lo último que haga en mi vida.
Y sin tantos rodeos, Alicia se dejó rendir en brazos de Morfeo junto a la única pista que tenía sobre su padre.
🐰
Alicia había despertado temprano, desorientada. Había salido del pequeño armario de conserje en el que se le había ordenado dormir, y observó como algunas novicias caminaban con premura entre algunos niños y jóvenes adolescentes. Sentía pequeños dolores palpitantes en su cabeza, como si el recuerdo de la noche anterior le hubiese causado algún malestar tan fuerte como para desorbitarla. La madre superiora que la guió anoche apareció saludándole con la cabeza y llamandola por su nombre.
—Alicia, acércate.
La joven se acercó con recelo, observando el rostro taciturno de la monja.
—Desayunaremos en el comedor principal. Puedes ayudarnos con los niños.
Y sin más, la monja caminó esperando que ella procesase las palabras de forma rápida y le siguiera el paso. Alicia no consiguió ordenar sus sentimientos y sintió su estómago rugir del hambre. No había ingerido nada desde el almuerzo del día pasado, y necesitaba tener fuerzas para hablar con los oficiales.
—¿Donde están los oficiales?
—En la policía, joven Alicia. ¿Que clase de preguntas son esas? — Se mofó la madre superiora.
—Deberían estar aquí. Deberían estar trabajando en buscar a mi padre.
Alicia dejó de caminar y consiguió que las miradas de algunos niños se fijarán en ella y en su vestimenta sucia. No se había percatado de que no tenía nada que ponerse y lo que llevaba puesto estaba hecho un desastre.
—Sé que es difícil para ti, pero debemos tener fé en que Dios los guiará a encontrar a tu padre.
—Necesito hablar con ellos.
—Lo harás. Después de que desayunes y te des una ducha.
—Bien.
Las dos se dirigieron al comedor y la madre superiora enseñó cada rincón del lugar para que Alicia se familiarizara con el orfanato de Villa Linda. La joven se sentía cada vez más confundida y con muchas ganas de salir corriendo de aquel lugar. Las miradas eran lastineras y acusatorias. Escuchaba cuchicheos en donde no debian haber, y miradas fuera de lugar por parte de las monjas y novicias.
—Están pensando dejarme aquí, ¿cierto?
—No soy quién para decirte aquello. Pero es mejor que conozcas estos aposentos ahora, a que luego den una mala noticia y no conozcas para nada el lugar— Dijo la monja con parsimonia, mostrándole la fila para recibir el desayuno. Alicia apretó su mandíbula ocasionandose dolor en las hileras de dientes que se encontraban a los costados de su boca. La monja se dió cuenta de aquello y le habló nuevamente— No es tan mala estar aquí, después de algún tiempo te acostumbras.
—No voy a dejar a mi papá.
La monja prosiguió con su trabajo, incomoda. Alicia era una muchacha un tanto fría, que incluso, podía helarte la sangre con mirarte a las ojos sin emitir ningún sonido. Por esa razón la madre superiora no quiso seguir discutiendo con ella, ya que su actitud no era la de una joven adolescente de su edad, y era algo sombría.
Una niña de rizos naranjas corrió entre los niños que se encontraban cerca de la entrada del comedor, gritando con alegría y emoción.
—¡Miren lo que me he encontrado! Seguro me lo ha dejado el ratón de los dientes. ¡Anoche se me cayó uno, y me encontrado esta linda princesa en el armario de limpieza!— Dijo la niña con emoción, enseñándoles a sus compañeros lo que tenía entre brazos.
Eso llamó la atención de la joven Alicia, y al ver que se trataba de su muñeca corrió en busca de ella. Al llegar a la niña de cabellos rojizos, la tomó de la mano y le arrebató la muñeca con fuerza. Alicia estaba furiosa y con las mejillas ruborizadas por el agite.
—¡Oye! Dame mi regalo.
—¿Quién crees que eres para tomar las cosas que no son tuyas?— Preguntó Alicia, apretando la mano de la niña con fuerza.
—¡Sueltame! ¡Me estás haciendo daño!
—¡Eres una entrometida!
—¡Alicia! Sueltala— Gritó la madre superior al ver el alboroto que se había armado por culpa de la adolescente.
—Ella tomó lo que no le concierne.
—¡Sueltala, he dicho!
Con una mirada siniestra, Alicia soltó a la niña que ya empezaba a sollozar por el miedo que le causaba la mayor. Alicia suspiró resignada y decidió salir de aquel comedor antes de que todo empeorara.
—No te vas, Alicia. Primero vas a comer, y luego serás castigada.
Alicia hizo rodar sus ojos y con molestia desayunó con las miradas de todos encima de ella.
🐰
—¡Maldita, monja! Es una molestia— Susurró Alicia, aprovechando que las demás monjas no le estaban prestando tanta atención.
A la joven Alicia le habían impuesto el castigo de limpiar todas las estatuillas de la capilla en el orfanato. El tiempo que tenía era valioso y fundamental para encontrar a su padre.
Llenó su cabeza de pensamientos turbios con respecto a la noche pasada. No habían tenido la decencia de dejarle pasar aquel mal estrago por lo menos por esa vez. Alicia recordó a su mascota Glendel, quién no había sido vista por ella a la hora del incendio. Se le ocurrió, quizás, que el animal rondaba las callejuelas de Villa Linda con temor por no tener hogar.
—Tienes visitas, joven Alicia— Habló una monja que había entrado de imprevisto a la solitaria capilla.
Alicia le asintió, caminando hasta la recepción del orfanato donde algunos agentes y la madre superiora la esperaban con miradas gélidas. Al llegar, Alicia pudo percibir como los policías se miraban entre sí, cargando con algo que querían avisarle a la joven.
—Buenas tardes, señorita Edevane— Saludaron los dos hombres uniformados al unísono.
—Buenas tardes, oficiales.
—Alicia, los oficiales quieren hacerte algunas preguntas con respecto al caso de tu familia— Habló la monja.
—¿Saben algo de mi padre?
—Señorita Edevane, estamos indagando a fondo, pero sinceramente no hemos conseguido alguna pista para llegar al asesino. Esperábamos que pudiera dar una vuelta con nosotros, con el permiso de la madre superiora, para hacerle algunas preguntas.
La joven Alicia Edevane suspiró, y resignada caminó hacia la salida sin nada que decir.
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