Capitulo XIV
Lentamente abrió los ojos sin recordar dónde estaba, mucho menos cuanto había dormido. Se giró en la cama y se halló solo. Luego el calor ascendió a sus mejillas al rememorar los besos y las caricias de Ryu sobre sí, que lo cubrían como una segunda piel. ¿Cómo era posible que sucumbiera ante él? ¿Qué no se hubiese podido controlar? Solo existía una explicación: el vampiro le atraía mucho más de lo que supuso. ¿Se arrepentía? Se asombró ante la respuesta que la daba su corazón: No lo hacía.
Paseó sus ojos por la habitación y vio en una esquina una gran tina de madera llena de agua, en una mesa a su lado objetos para el baño y ropa limpia.
Karan se levantó y sumergió su cuerpo desnudo en la pila. El agua refrescó su piel todavía encendida por la pasión reciente. Ryu no estaba y eso le daba margen para pensar con claridad, lejos de la fascinación que su presencia le producía.
Después de lo sucedido con el vampiro se preguntó qué haría, cómo volvería a la orden de Dagda luego de romper sus votos, de liarse de esa manera con él. Nunca había escuchado de nadie en una situación como la suya, no existían precedentes. Sin embargo, hizo lo que hizo, no podía cambiar el pasado. Y tampoco quería hacerlo.
Luego de bañarse tomó las ropas de lino dispuestas en la mesa: camisa interior blanca, túnica hasta la mitad del muslo azul ultramarino con los orillos dorados y pantalones de color crudo; todo quedaba perfecto en su cuerpo. Por último, se colocó el torque de bronce en el cuello. Una vez listo, salió de la habitación.
Recorrió el largo corredor subterráneo hasta la puerta que daba a la cámara contigua al gran salón, donde reposaba el cuerpo de Phidias. El cadáver ya no estaba allí y Karan supuso que lo preparaban para su funeral. No pudo evitar sentirse de nuevo mal por la pérdida del vampiro. Lo único que lo consolaba era pensar que Phidias se encontraba en las islas más allá del mar, ya no experimentaría penurias, ni desgracias. Podría descansar al fin entre inacabables banquetes y vino exquisito.
Nostálgico, continuó hasta llegar al gran salón, allí halló a Ryu.
Apenas lo vio, el rey vampiro le dedicó una enorme sonrisa. Sus ojos violetas, tan cálidos, sacudieron su corazón. Karan avanzó y se sentó a su lado.
—Come, debes estar hambriento —le dijo Ryu en voz baja con una suave sonrisa.
Lía, a su lado derecho, mientras llevaba a los labios pequeños bocados de fruta los miraba con curiosidad.
—Parece que me he perdido de algo.
—Muchas cosas han pasado, hermana. —Fue la lacónica respuesta del vampiro, luego agregó muy serio—: Después del funeral de Phidias partiremos en busca del gran druida y el alfa.
Karan se llevó algo de cordero a los labios. El joven cazador le dedicó una mirada fugaz al rostro concentrado de Ryu, pensando probablemente en la batalla por librar. Se preguntó qué significado había tenido para él lo ocurrido entre ambos. Una punzada dolorosa le hirió el corazón al recordar aquella vez en que lo vio con su súbdito de sangre, follándolo antes de alimentarse de él. Quizás, para Ryu lo de ellos no significó nada diferente a lo que acostumbraba hacer con sus vasallos.
A pesar que ese pensamiento le dolía, continuaba sin arrepentirse de lo sucedido entre los dos. Sin embargo, se dispuso apartar sus sentimientos. Era un guerrero y en ese momento debía concentrase en la batalla por venir. Si lo sucedido entre Ryu y él no significaba nada para el vampiro, aquello no tenía por qué trastornarlo. Pasó lo que pasó, hizo lo que hizo y seguiría adelante sin arrepentirse de sus acciones.
La voz de Lía lo sacó de sus reflexiones.
—Melifer me ha manifestado su deseo de acompañarlos, sabe la ubicación del templo.
—No confío en ella —le contestó Ryu mientras llevaba un vaso con vino a la boca—, es una druidesa. Que diga la ubicación, pero no la llevaré con nosotros.
—¿Cuál templo? —preguntó Karan, confundido al no saber de qué hablaban.
—Cuando me mostraste tu visión —explicó Ryu—, junto con la espada de luz había un templo, ¿lo recuerdas?
Era cierto, en las dos visiones que le mostrara la bandrui, vio en la espesura de un bosque blancas paredes cubiertas de hierba. Sabía que pertenecían a un templo. Cuando era pequeño, en algún momento, su madre le llevó a uno parecido.
—Pienso que deberías llevarla —le refutó Lía—. ¿Quién mejor que ella para saber cómo enfrentarse a Amergin?
Ryu reflexionó con el mentón apoyado en sus manos entrelazadas.
—De acuerdo, pero a la menor duda la mataré, no permitiré una nueva traición. —Luego giró hacia Karan, su semblante mutó la expresión a otra más suave y risueña. Una de sus manos apretó ligeramente la del cazador, a lo que él la retrajo como si el solo tacto le doliera. Ryu pareció no darle importancia, con voz baja le preguntó—: ¿Has descansado? Supuse que estabas agotado, no quise despertarte.
La familiaridad con la que le hablaba lo aturdió un poco. Incómodo, le contestó de manera cortante.
—Sí, gracias. ¿Cuándo será el funeral de Phidias?
El semblante de Ryu se entristeció antes de contestar.
—Dentro de algunas pocas horas, luego partiremos. Le he pedido a una de mis doncellas que te asista, yo todavía debo encargarme de algunas cosas en el castillo.
Parecía que Ryu estaba impaciente por deshacerse de él. Ante sus palabras, una de las jóvenes sirvientes se acercó solicita, esperando por el cazador. Karan se levantó sin decir nada y siguió a la doncella. Atravesaron el salón rumbo a la recámara contigua, y de allí a la entrada del pasillo disimulado tras las colgaduras azul y oro en la pared.
Quería convencerse de que lo sucedido entre ambos no tenía importancia. Era un hombre y tener sexo ocasional con otros hombres o con mujeres era normal, muchos de sus compañeros lo hacían a pesar de la prohibición de la orden, y aquello no modificaba sus vidas. De seguro para Ryu era igual. Pero por más que lo intentaba, no podía alejar el desasosiego en su interior. No lograba sentirse cómodo reflexionando de esa manera.
¿Qué quería?
Poco a poco el recuerdo desagradable de Ryu con el pelirrojo volvió a deslizarse, igual a una serpiente venenosa, en su mente. El pensamiento de que para el vampiro él no era diferente a uno de sus muchos súbditos se afianzó.
Entró a la habitación del rey vampiro y despachó a la joven de debía asistirlo, deseaba estar solo.
En la cama, impoluta reposaba Claimh Solais, a su lado dos juegos de cotas de malla y capas de gruesa lana, ambas azules como las usaba Ryu. Suspiró al tiempo que tomaba una de las capas entre sus manos. Karan se sentía frustrado, no podía entenderse. Quería aceptar el hecho de que entre el vampiro y él solo hubo sexo y nada más, algo normal entre hombres, algo a lo que no debía dar mayor importancia ni muchas vueltas, pero no podía.
De nuevo se interpeló, ¿qué quería?
—Bien, bien —se dijo así mismo—, debo concentrarme en lo que está por venir y dejar de pensar tonterías. —De pronto empezó a reír—. Tal vez ni siquiera sobreviva, tal vez el alfa de los cambia formas me mate.
—¡Jamás permitiría algo así!
Cuando escuchó la voz grave y profunda, se giró sobresaltado hacia la puerta. Ryu acababa de llegar, el origen de su confusión y tormento. Sin poderlo evitar el corazón se le aceleró.
—¿Cómo podrías evitarlo? ¿Acaso eres dueño del destino? —le preguntó Karan, molesto, sin entender por qué.
El vampiro acortó la distancia entre los dos y rodeó su cintura. Cuando intentó besarlo, el cazador lo esquivó.
—¿Sucede algo? —le preguntó Ryu, desconcertado.
Maldijo que no pudiera ocultarle su pensamiento como hacían los druidas. Si tan solo hubiese aprendido algo de su madre.
—Sólo no quiero que vuelvas a besarme, no seré tu súbdito de sangre. —Se recriminó internamente por el tono de sus palabras, había fallado al intentar que no sonaran como un reproche.
Ryu se separó ligeramente de él, lo miró a la cara buscando los ojos que el cazador le rehuía.
—Ya veo. Eso crees, que te deseo de la misma forma como lo hago con mis súbditos de sangre.
Karan se soltó de él y se dio la vuelta. Odiaba mostrarse vulnerable, que leyera su pensamiento y pudiera creer que le exigía algo.
—Jamás podrías ser igual a uno de mis súbditos, Karan. Si no quieres tener nada más conmigo, está bien. —Ryu calló por un momento y luego agregó—. No es lo que deseo, pero respetaré tu reticencia hacia mí.
Karan se giró y lo encaró. Continuaba sintiéndose furioso.
—¿No es lo que deseas? ¡¿Y qué es lo que deseas, Ryu?! ¡¿Qué quieres de mí?!
El vampiro lo miró sorprendido por su arrebato, su ceño se frunció dándole un aspecto confundido.
—¿Quieres saber realmente lo que deseo? —lo interpeló caminando hacia él— ¿Cómo no te has dado cuenta en todo este tiempo?
La garganta se le secó cuando Ryu lo sujetó con fuerza y lo atrajo hacia él. Contra su boca volvió a hablar:
—Parece que no he sido claro con mis acciones.
Entonces el rey vampiro capturó sus labios con un ímpetu inusitado. La mano apoyada en su espalda le atrajo más a él, tanto, que Karan podía sentir perfectamente su gran excitación.
Al cazador comenzó a nublársele de nuevo el pensamiento ¿Qué era lo que había decidido? ¿Que no lo dejaría besarle de nuevo? ¿Que no sería su súbdito? ¿Qué no estaría otra vez con él?
Ryu se movió sin dejar que se separara de su cuerpo, besándole de la boca al cuello y otra vez de vuelta.
—Entonces te lo haré saber con mis palabras —susurró en su oído el vampiro, continuando su discurso, estremeciéndolo cuando le acarició la oreja con la lengua—. En el otro mundo acepté quedarme en las huestes de Nuada no para salvar la humanidad, sino para salvarte a ti. No habría soportado perderte. —Hizo una pausa para besarle el cuello y el mentón—. Te deseo y no como a un súbdito de sangre. Lo que siento, cazador, va mucho más allá de la simple atracción sexual o la necesidad de alimentarme. Te quiero.
Si quedaba algún resto de cordura en su mente, en ese momento se derrumbó al igual que la duda. Su corazón tembló ante la declaración. Ya no quería continuar resistiéndose, sino por el contrario, deseaba entregarse a la avalancha de emociones que le provocaba Ryu. Entendió eran esas palabras las que había esperado escuchar de él.
Se abrazó a su antiguo enemigo y ambos cayeron sobre las pieles de la cama. Necesitaba sentirle piel con piel. Desesperado y torpemente empezó a quitarle la ropa, a lo cual el vampiro pareció fascinado por su iniciativa.
Cuando ya no hubo nada que se interpusiera entre los dos, Karan lo besó tal como Ryu lo había hecho con él la primera vez, con profunda pasión. Descubrió que hacerlo jadear y gemir era un potente estimulante, escuchar esa voz ronca clamar por él lo incendiaba. Se abocó a lograr que Ryu continuara disfrutando y a la vez él deseaba probar cada centímetro de ese cuerpo firme, pétreo, pero también de piel suave y sedosa.
De pronto Ryu los giró a ambos dejándolo debajo. Sus ojos brillantes lo miraron llenos de deseo, tanto que sintió vértigo, la sonrisa torcida le afloró a los labios.
—Eres perfecto —le dijo el vampiro en voz baja y seductora—, tan perfecto como los rayos del sol, como el cielo, como la luz del día.
Ryu se sumergió en su boca dejándolo sin aliento antes de sentarse a horcajadas sobre su masculinidad enhiesta. Cuando Karan sintió su interior apretándolo, gimió.
Los ojos violetas llameaban. El vampiro se inclinó sobre Karan, lo abrazó y volvió a sentarse junto con él para tenerlo a disposición de su boca. Retornó a besarlo, a saborearlo a placer mientras se movía, lento y tortuoso sobre él. Así, sentados y abrazados, Ryu incrementaba el ritmo hasta que entraron en una frenética y ardiente danza. Aun tocándose, besándose, ambos se corrieron jadeando en la boca del otro.
Si la primera vez fue sorprendente, esta había sido perfecta. Además de su cuerpo, Karan sentía que podía acariciarle el alma, se fundieron en un solo ser.
La cabeza de Ryu descansaba en el hueco entre su cuello y su hombro, pequeños besos desperdigados, la respiración fuerte, el aliento ardiente sobre su piel mientras su miembro todavía palpitaba dentro de él.
—No vuelvas a pensar nunca más —le dijo entrecortado el vampiro sin separarse de él— que esto entre nosotros no significa nada para mí, que tú eres igual al resto.
El cazador parpadeó varias veces ante el significado de sus palabras. Lo abrazó más fuerte y le besó el hombro en un intento de transmitirle todo cuanto sentía, aunque estaba seguro que no hacía falta, Ryu ya lo sabía.
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