Capitulo XIII

Ryu miró hacia arriba, al adarve y al torreón, para dar la orden de que bajaran el puente. Atravesaron las barricadas ubicadas afuera de las altas murallas y cruzaron el puente. Dentro del castillo, en el patio de armas, había más trincheras custodiadas por algunos vampiros y soldados humanos pertenecientes a los súbditos de Ryu. Avanzaron en medio del caos que eran los pasillos interiores hasta el gran salón, donde varios sirvientes y doncellas se aliviaron al verlos entrar.

Los vampiros que exhibían profundos cortes y heridas en sus cuerpos, empezaban a ser atendidos por los sirvientes. Las doncellas desaparecían rumbo a las cocinas, otras llegaban trayendo vasos y jarras de vino.

Ryu, Lía y él se sentaron, agotados, alrededor de la gran mesa junto a otros pocos vampiros sobrevivientes. Todos empezaron a beber aliviando la sed. Para su sorpresa, Karan vio entre los presentes a Melifer que se les acercaba.

—¡Por la gracia de los dioses! ¡Ambos están aquí! —exclamó la bandrui deteniéndose ante ellos.

El rey vampiro se paró con una siniestra expresión en el rostro, la sujetó muy fuerte de un brazo y la levantó un poco del suelo. La mujer gimió aterrorizada.

—¡Malditos druidas! ¡Todo esto es su culpa, les han dado mi sangre a los lobos y han desencadenado el desastre!

Karan intervino y deshizo el fuerte agarre de Ryu.

—¡Nos salvó! Gracias a ella estamos aquí.

Karan apartó a la bandrui quien había empezado a llorar.

—Vi las visiones —dijo la mujer entre lágrimas—, pero no los planes del gran druida Amergin. Él los ocultó de mí. Solo sabía que una gran tragedia se cernía sobre Britania y que la sangre del rey vampiro y del cazador druida estaban involucradas. Fue Amergin quien interpretó las visiones, quien proclamó la profecía. Ahora que toda ha ocurrido finalmente pude entender lo que veía.

Melifer se sentó derrotada y cubrió su rostro lloroso con sus manos.

—¡Amergin se ha vuelto loco! —continuó explicando entre sollozos la bandrui—. ¡Todo esto lo ha hecho él! Quiere una gran guerra entre vampiros y lobos donde al final no quede ninguno. Está convencido de que eso es lo que desean los dioses. ¡No le importa las miles de vidas humanas que se sacrificarán en el proceso!

—Después que ustedes se fueron a la ceremonia de samhain—contó a su vez Lía—, Phidias regresó herido y nos dijo que el alfa de los lobos estaba presente en la Asamblea. Nos contó lo que hizo y todo lo que sucedió luego de beber la sangre de ambos. Después llegó Melifer y nos explicó que la traición había sido maquinada por el gran druida en complicidad con los lobos.

»Gracias a Melifer y a Phidias pudimos prepararnos para enfrentar este ataque de la manada del alfa.

Ryu escuchaba sentado, con la frente apoyada en su mano diestra. Al terminar Lía su explicación, levantó el rostro y miró a su alrededor.

—¿Dónde está Phidias?

La expresión de Lía se ensombreció, con voz trémula contestó:

—Insistió en estar al frente cuando los lobos atacaran. —Un par de gruesas lágrimas empezaron a rodar por su rostro—. ¡Gracias a él sigo con vida!

—¡¿Dónde está?! —bramó Ryu.

Lía señaló con sus ojos la cámara contigua al salón. El rey se levantó y vaciló antes de dirigirse hasta allá con paso lento.

Karan, sin pensarlo fue tras él.

Era una cámara más pequeña. Sobre una gran mesa de madera reposaba el cuerpo decapitado del vampiro. Alguien ya se había encargado de limpiarlo. Phidias aguardaba por los honores de su funeral. Para Karan ver allí al vampiro que siempre fue tan sereno y ecuánime era terrible, no podía creer que estuviera muerto.

Ryu avanzó hacía el cadáver, se detuvo frente a él y lo contempló, de pronto cayó de rodillas. Sus manos se apoyaron en el filo de la mesa, mientras su cabeza gacha dejaba salir gruesas lágrimas.

El guerrero corrió hacia él, se inclinó y le rodeó los hombros con sus brazos. El pesar de Ryu lo alcanzaba, constreñía su corazón.

El vampiro se soltó de la mesa y para asombro del cazador, le rodeó el cuello. La cabeza de negros cabellos buscó apoyo en su pecho para llorar su silencioso dolor.

Por un momento dudó, pero luego, arrastrado en el vórtice de aflicción en el que se hallaba Ryu, Karan lo abrazó con fuerza deseando poder consolarle.

Fue un momento extraño. Para el cazador, ese al que abrazaba, ya no era su enemigo, nunca lo fue. Muy por el contrario, lo sentía más cercano que a nadie en su vida.

Al cabo de un momento, Ryu se separó ligeramente.

—¡Malditos lobos, malditos druidas! ¡No descansaré hasta vengarme!

Y tornó a llorar de nuevo.

Karan lo sostuvo de los hombros y lo levantó.

—Vamos debes descansar. Te llevaré a tus aposentos.

Ryu asintió. Así, el vampiro lo guio a una pequeña puerta disimulada entre las colgaduras azules y doradas de la pared. Recorrieron un corredor de piedra iluminado por antorchas, que parecía descender profundamente en las entrañas del castillo. A pesar de que estaban bajo tierra, el aire no era pesado. Cuando Karan miró hacia arriba vio, muy alto en las paredes, pequeñas ventilas que proveían el frescor que respiraban.

Se detuvieron casi al final del pasillo frente a una gran puerta de madera tallada, en el centro estaba labrado el emblema del clan: un cuervo con sus alas extendidas.

Ryu empujó la puerta y entró mientras Karan se daba la vuelta para regresar.

—No te vayas, por favor —escuchó a sus espaldas el cazador—. No quiero estar solo.

En el umbral, Karan dudó. Pero la voz del vampiro, impregnada de tristeza, sacudió de tal forma su espíritu que se volteó y miró a Ryu en el centro de la habitación, esperando ansioso por su decisión.

El joven guerrero entró, el vampiro le señaló uno de los sillones cubierto de pieles para que se sentara.

—Juro no hacerte nada —le dijo con una sonrisa triste. Luego se sentó en la gran cama cubierta de pieles al igual que los sillones.

Karan lo observó. Sus ojos violetas veían algún punto en la pared de piedra, parecían cansados y habían perdido todo el lustre amatista que les caracterizaba.

—Era mi único amigo —dijo de pronto el vampiro—. Cuando todavía éramos mortales vivimos juntos en una diminuta aldea, mucho antes incluso de que Britania fuera lo que es ahora. Pronto fuimos solo nosotros tres: Lía, Phidias y yo.

Lágrimas silenciosas volvieron a correr por su rostro. La garganta del cazador se apretó, no encontraba qué decirle. Por experiencia sabía que en casos así no existían palabras de consuelo. Se levantó y caminó hasta él, posó su mano sobre el hombro del vampiro y lo apretó suavemente. Ryu lo sorprendió cuando se puso de pie y lo abrazó de nuevo.

Otra vez aquella extraña sensación de familiaridad, como si abrazarlo fuera lo más natural del mundo.

El vampiro le soltó y se separó de él apenas lo suficiente para que Karan pudiera ver sus ojos cristalizados por las lágrimas, tan claros como aquellas flores de lavanda que usó para curarlo en la cueva.

Fue algo esperable, una consecuencia lógica de la cercanía, de lo que habían pasado juntos y aunque no quisiera reconocerlo, de la poderosa atracción que sentía hacía Ryu. Casi sin darse cuenta se acercó y acabó con la distancia que los separaba. Se atrevió a probar los labios que lo habían quemado de esa manera tan fascinante.

Por un breve instante Ryu no reaccionó, quizás sorprendido por la osadía del cazador. Pero su vacilación duró menos que un suspiro. Envolvió las manos en la cintura del joven guerrero y lo atrajo hacia sí. Firme y a la vez suave acariciaba su espalda mientras profundizaba el beso.

Las sensaciones que Ryu le hacía experimentar le dejaban escaso margen a su conciencia, que se disolvía poco a poco en un mar embravecido por la pasión. Sin embargo, sabía que se condenaba sin escapatoria posible. Se lanzaba al abismo y descendía en caída libre. Resignado, solo esperaba sobrevivir al impacto final.

Las manos de Ryu acariciaban su espalda y brazos por encima de la ropa sin dejar de besarlo. Pronto se hicieron de los broches y cordones que la mantenían en su sitio. Una a una las prendas, rotas y ensangrentadas por la batalla, cayeron en el piso del aposento, Karan se encontró expuesto sin siquiera sentir frío, al contrario, ardía.

—¿Estás seguro de esto?

El escalofrío que le produjo la voz ronca de Ryu en su oído le hizo estremecer. Claro que no estaba seguro o, mejor dicho, sabía que era algo prohibido, pero en ese momento era lo que deseaba y no tenía voluntad para oponerse. En respuesta lo miró a los ojos, sujetó los costados de su rostro con sus manos temblorosas y volvió a besarlo con toda la pasión de la que no sabía, era capaz.

Fue todo lo que Ryu necesitó. Si hasta ese momento Karan sentía que se quemaba, ahora estaba seguro que después de ese incendio no quedarían ni sus cenizas. Ambos cayeron en la cama en medio de las mantas y pieles, Ryu comenzó a deshacerse de sus ropas si dejar de besarlo, mientras el cazador, con timidez, le ayudaba. En poco tiempo ambos estaban desnudos.

Ryu comenzó a dejar un camino de besos húmedos que iban desde sus labios y descendían por su cuello, clavícula y pecho. A los labios le siguió la lengua ardiente del rey. Cuanto podía hacer el cazador era cerrar los ojos y morderse para contener los gemidos que querían salir de su garganta.

Cuando sintió la boca de Ryu rodearle, abrió los ojos, ya no se pudo reprimir. Como una cadena escaparon de su boca quejidos de placer mezclados con suspiros. Jamás sintió algo así. Sus dedos desesperados se hundieron en el cabello del rey vampiro y le arañaron el cráneo. No sabía qué quería, si alejarlo de su masculinidad que era deliciosamente engullida o pedirle que nunca se apartara. Sus labios y su lengua que le recorrían de arriba abajo y le succionaban le estaban enloqueciendo, hasta que no pudo más. Con un último gruñido se vino en la boca del rey.

El joven cazador tardó unos instantes en recuperar la conciencia, cuando se dio cuenta, Ryu seguía sobre él, besando y lamiendo cada parte de su cuerpo. La boca del vampiro se cerró sobre la suya; la lengua, cual brasa de fuego, se hundió en su boca aun envuelta en su propio sabor. Karan se dejó arrastrar de nuevo por la pasión que sentía y no parecía tener fin. Sus manos atrajeron el cuerpo de Ryu sobre el suyo, recorría su espalda acariciando los músculos pétreos tensados ante su toque. Quería más, mucho más del vampiro.

Ryu se posicionó entre sus piernas y muy lento comenzó a empujar, dilatándolo. Karan se aferró a él en un intento de aminorar la incomodidad; cuando Ryu vio su ceño fruncido, lo besó profundamente para tranquilizarlo. El joven guerrero inhaló con fuerza y volvió a atraerlo, alentándolo a que continuara. Poco a poco ambos se acoplaron. Cada vez que el vampiro empujaba, Karan alucinaba recorrido por el placer cuando su miembro duro chocaba en su interior. Pronto los movimientos se hicieron más rápidos y frenéticos llevándolos a la locura, Karan se encontró excitado de nuevo.

Cuando el cazador creyó que ya no podía existir nada más intenso que eso, Ryu lamió su cuello, sus colmillos se clavaron profundamente en su piel y el mundo a su alrededor dejó de existir. A medida que empujaba en su interior, succionaba su sangre; olas de placer lo recorrieron elevándolo a un mundo desconocido. Todo dentro de él se derritió, temblaba de pies a cabeza arrasado por el profundo goce que le otorgaba el vampiro. Sin poder contenerse más, en medio de gemidos, el joven guerrero dejó salir cintas blancas que mancharon el abdomen del vampiro.

Ryu también fue alcanzado por la vorágine. Gruñía de placer repitiendo su nombre justo en su oído, estremeciéndose y estremeciéndolo. Alternando susurros obscenos con lamidas de las gotas carmesíes que brotaban de su cuello, mientras el líquido caliente se derramaba en su interior.

Entre jadeos cansados y besos, el vampiro se separó de su cuerpo y se tumbó a su lado. A Karan le llevó algunos minutos recuperar el sentido de la realidad, entender lo que había pasado entre los dos.

—Espero, que, no quieras, arrancarme, la cabeza —le dijo Ryu con palabras entrecortadas por el cansancio—. Dijiste que si volvía a besarte...

Karan, con la respiración desacompasada, achicó sus ojos y frunció el ceño, se incorporó y miró al vampiro.

—¡Cállate! —le interrumpió avergonzado y todavía temblando por el reciente orgasmo. Ryu se giró hacía él y sonrió con ternura.

—Como ordenes —le respondió en medio de la sonrisa. De inmediato lo atrapó en sus brazos y volvió a besarlo.

Sintiéndolo de nuevo, ardiendo sobre él, Karan supo que pronto su cuerpo estaría muy dispuesto para una segunda ronda. 

***Hola amores, Adoré escribir este capítulo (aunque siento algo de pena, es la primera vez que escribo una escena +18 entre chicos) y espero que lo disfrutaran tanto como yo.

Voy a aprovechar para hacer las notas que me faltan y puedan tener, de aquí al final, una lectura ininterrumpida.

Karan ha mencionado en varios capítulos "cosechar cabezas". Esta era una expresión habitual entre guerreros celtas. la cabeza era la parte mas importante del cuerpo pues era allí donde residía el alma. La cabeza del enemigo era un trofeo y a menudo las colgaban de sus caballos y las conservaban en sus casas, embalsamadas y se oponían a devolverlas a las familias del difunto. Les dejaré el link como enlace externo por si quieren leer mas al respecto.

En cuanto al color azul, el favorito de nuestro sexy vampiro, me parece interesante comentarles, que el pigmento azul ultramarino, al principio de la edad media era considerado de gran valor, muy costoso, digno de la realeza. Conseguirlo era difícil, pues se obtenía de la piedra semipreciosa, lapislázuli. Esto lo llevó a ser comparado, incluso con el oro, llamándole oro azul.

Con esto me despido, ha sido un verdadero placer escribir esta novela corta, que es en realidad una historia alterna a "La noche oscura", con algunos de sus personajes. Yo tengo debilidad por el "enemies to lovers", en la noche oscura Karan y Ryu son enemigos y no pude resistirme a shipearlos (Sí, yo hago eso con mis personajes, así de enferma soy). Si quieren a un Ryu hetero, vayan a leer "La noche oscura."

Pronto publicaré los dos últimos capítulos y el epílogo. Seguimos leyéndonos, muchas gracias por acompañarme, los quiero.


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