Capitulo XII
Cabalgaban sin parar, los gritos de Ryu azuzando al caballo competían con el aullido del viento y el crepitar del fuego que consumía las aldeas por donde pasaban. No se detuvieron ante el caos en que estaba sumergida isla Mon.
Cerca de los límites del castillo, columnas de humo se alzaban ominosas al cielo. Ryu aumentó la marcha y Karan temió que el pobre caballo no lo soportara.
Atravesaron la muralla casi derruida para encontrarse con el paisaje que dominaba toda la isla: las chozas de los súbditos de sangre sucumbían ante el fuego.
El caballo se resistió cuando Ryu de nuevo apretó sus costados, dio un último relincho y cayó exhausto tumbándolos a ambos. Vampiro y cazador se levantaron dejando atrás al animal caído. Frente a ellos se libraba una cruenta batalla. Enardecidos, luchaban vampiros y cambia formas.
En medio del caos, una mujer de rostro adornado con pintura de guerra montaba un caballo tan negro como su pelo. Blandía una espada y gritaba enfurecida cada vez que su filosa hoja arremetía contra un enemigo.
El muchacho miró fascinado la temible estampa. La mujer vestía algunas partes de armadura como el peto y las muñequeras; incluso en su cuello llevaba un torque de bronce; en el cabello negro, plumas de cuervo eran sujetas por broches de oro. Su caballo corcoveaba mientras ella lo dominaba para arremeter contra un enorme cambia formas que se le iba encima sujetando una lanza.
El cazador tardó en apartar la mirada de la prodigiosa figura. No podía ser otra sino Morrigan que acudía para ayudarles.
Karan desenvainó a Claimh Solais y por un momento el resplandor lo cegó. La filosa hoja se hundió con una facilidad pasmosa en la gruesa piel de los monstruos que le atacaban. A pocos palmos de él, Ryu también batallaba con una sencilla espada de aquellas que recogieron en una de las aldeas arrasadas.
Luego de algún tiempo de batalla, el cazador estaba exhausto, había cosechado la cabeza de casi una decena de cambia formas. Con la respiración desacompasada se irguió, miró a Ryu quien continuaba peleando con otro hombre lobo.
El rey vampiro dio un salto, con un poderoso golpe de la espada cercenó la cabeza del monstruo.
Ryu giró y sus ojos violetas le encontraron. De inmediato le sonrió y avanzó hacía él. Ya no quedaban contendientes, todos habían sido vencidos.
Pero el cazador no pudo celebrar, de entre los caídos una figura abominable se irguió. Se movió tan rápido que solo pudo ver de soslayo el pelaje oscuro abalanzarse sobre él.
El monstruo apretó su mano alrededor de su cuello cortándole la respiración. En un intento desesperado porque lo liberara, el cazador arañó su poderoso brazo, agitó la espada sin que esta lograra acertarle. El aire le faltaba y la visión comenzaba a nublársele. A lo lejos escuchó el grito de Ryu.
Antes de que el rey vampiro pudiera socorrerlo, llegó al galope la mujer guerrera. Levantó su espada y de un solo movimiento decapitó al cambia formas que lo estrangulaba. Karan cayó al suelo, tosiendo para llenar de nuevo sus pulmones con aire.
Ryu se acercó a él, se acuclilló y lo sostuvo de los hombros hasta que normalizó su respiración. A su lado se posicionaron unas botas de caña alta. Morrigan, su salvadora, había descendido del caballo y se agachaba al lado de los dos.
—Cazador, ¿estáis bien? —le preguntó la diosa.
Karan, asintió, sorprendido de que acudiera en su auxilio. Luego ella se dirigió al vampiro:
—¡Pensé que habías muerto! Phidias dijo que huiste; y la bandrui que estabas a salvo...Pero no volvías... —Entonces su voz se quebró y gruesas lágrimas rodaron por sus mejillas.
Ryu se separó de los brazos del cazador y tornó a consolar a la diosa. Algo no cuadraba. ¿Morrigan lloraba por Ryu?
—Estoy aquí, Lía —le dijo el vampiro acariciando sus cabellos—. He vuelto.
El cazador finalmente entendió. Quien pensó era Morrigan, no era otra sino la princesa Lía, la hermana de Ryu.
Lía, a quien confundió con Morrigan, fue quien hizo frente a los cambia formas que atacaron el castillo. Les contó que en ausencia de Ryu, se hizo cargo y comandó su ejército de vampiros. Cuando él y Ryu llegaron, a pesar de que aun luchaban, ella tenía la situación casi controlada. Sin embargo, los alrededores del castillo no eran más que un extenso campo lleno de cadáveres tanto de vampiros, soldados humanos y hombres lobos. Eran pocos los vampiros y humanos que se mantenían de pie.
—Vamos adentro —dijo el rey después de escucharla, ayudando a levantar al cazador—, tenemos mucho de qué hablar.
Dejaron atrás los terrenos llenos de muerte y destrucción y se encaminaron al castillo.
***Hola, mis amores. No me resistí a poner a Lía como toda una guerrera celta.
En esta antigua civilización la mujer, a diferencia de las antiguas culturas como la romana y la griega, tenía un papel importante en la sociedad. Podían ser druidesas, tener cargos políticos (recordemos a la mítica reina Boudicca) y como no, ser guerreras o mejor aún: reinas guerreras. De hecho, reinas guerreras abundan en las historia de los celtas.
Las mujeres celtas podían ejercer muchas profesiones, incluso abogado o juez, como Brigh, una famosa mujer-brehon. Tenían derecho de sucesión, podían heredar propiedades y seguir siendo propietaria de cualquier bien que aportaran al matrimonio. Si el matrimonio se disolvía, no solo se llevaba sus propiedades sino cualquier cosa que su marido le hubiera dado durante los años de casados. Tanto la mujer como el hombre podían divorciarse. Si un hombre "había caído en su dignidad" (cometido un crimen, perdido sus derechos o exiliado) esto no afectaba a la posición de la esposa. La mujer era responsable de sus deudas, no de las del marido.
A pesar de ser una cultura primitiva, la mujer celta tenía un posición igualitaria con respecto al hombre en la sociedad.
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