Capítulo Ocho
Capítulo Ocho: Ferrajh & Saynam.
"Salvaje no es quien vive en la naturaleza, salvaje es quien la destruye"
El alboroto creció entre la multitud luego de que el viejo hablara, todos se movían de un lado a otro, hombres y mujeres se mantenían en movimiento para cumplir lo antes posible las órdenes dadas.
Los quedo mirando asombrado, sin poder creerlo.
Estamos rodeados de personas, que, aunque vistan y tengan diferente color de piel y rasgos mucho más llamativos que los nuestra, son como uno. Tienen brazos, manos, piernas, todo.
Mis ojos buscan los amarillos de la chica, tienen algo que los demás no tienen, algo especial y estoy seguro que cada uno de los presentes lo saben. Ella miraba a Raúl quién se encontraba concentrado en unos perros gigantes, estos caminaban junto a las personas como si estuvieran cuidándolas, la chica se acerca lentamente hasta quedar frente a nosotros tan cerca que puedo apreciar con mayor ímpetu el color de estos, nunca en mi corta vida he visto tal cosa, es tan solo maravilloso.
Ninguno de nosotros se mueve, en este momento es mejor no hacerlo, ya hemos corrido demasiados riesgos.
- Esto es demasiado increíble – susurro para mi mismo.
Creo que necesitaré de años para poder asimilar esto, hacer este propio hecho de una experiencia es totalmente asombroso, puede que nos quieran matar en este momento, pero para mi en este momento son dioses.
- Frente a ustedes se encuentra nuestra Agorera – el anciano camina hasta quedar tras la recién llamada "Agorera" – tan solo intenten avanzar hasta ella y los lobos arrancaran cada extremidad de su cuerpo sin ninguna compasión.
Trago duro, este hombre es de temer.
Observo al señor con algo de temor. Puede que parezca un anciano de más de una década y que en cualquier momento podría caerse y caerse, pero su aura de autoridad y mirada desafiante da a mostrar todo lo contrario.
- Mi nombre es Arcadio y soy el patriarca de Saynam, la tierra sagrada y viviente. En este momento están bajo nuestra autoridad.
- Señor, con todo el respeto que no debería de darle, le pido que...
- ¡Silencio! – el hombre corpulento del cual se sostenía el patriarca apunta a Lucas con su dedo – non licet ad exitum ullum verbum in fronte sacrae.
Su voz es grave y autoritaria como cada mirada puesta sobre nosotros.
Siento una mano sobre mi cabeza y como esta aprieta su agarre causándome unas fuertes punzadas en ella, mi mente de un momento queda en totalmente desconectada de mi cuerpo y sentidos. Una imagen aparece tan rápido del mismo modo en que se desvanece. Suelto un gruñido a la par que abro mis ojos los cuales no sabía que mantenía cerrados.
- ¿Qué viste? – levanto mi mirada hasta topar con ese amarillo que me encandila. Esa mirada tan encantadora y misteriosa de antes dio paso a una mirada feroz y espeluznante, su mirada era tan profunda que podía perderme en ellos, aunque quisiera apartar mi mirada de ellos era totalmente imposible. – ¿Qué te mostró?
- Un... - por mi cabeza pasaron miles de imagines, pero no podía pensar acorde lo que necesitaba – no tengo idea de lo que era – en mi mirada se podía ver lo perdido y confundido que estaba.
La agorera se agachó hasta quedar en mi altura, acaricio mi frente para luego dar un fino golpe en ella.
- Descríbelo.
Suspiro.
- El lugar era totalmente... estaba muerto, en ruinas, todo era gris, parecía... - trato de moverme, pero un solo movimiento podía significar problemas o eso creía yo – Ni siquiera sé que parecía.
- ¿Cómo eran los derrumbes?
- Parecía una ciudad, una ciudad luego de un enorme desastre.
- ¿Si te lo mostramos lo reconocerías? – sus ojos cada vez son más penetrantes.
- Creo – es la última palabra para que ella se aleje y camine hasta una pequeña vivienda de madera de tronco.
Todo a nuestro alrededor se relaja, al fin puedo respirar con algo de tranquilidad. Como siempre las dudas abarcan en mi sin poder ser resueltas, ¿todo tiene que ser tan complicado?
Muevo mi vista hacia los chicos, ellos me miran buscando una respuesta a lo anterior a lo que solo puedo responderles con una mueca y negando con mi cabeza.
- No sé que está sucediendo, pero por lo que más quieran no metan la pata – Mosett infla su pecho para luego dar el suspiro más largo de la historia – muero de hambre, me duele to...
- ¡Te he dicho con cuidado, imbécil! – una voz chillona la cual reconozco perfectamente nos alerta.
A lo lejos podemos ver como traen a Isabelle quien se encuentra en nuestra misma situación, solo que la traen a rastras, se remueve tratando inútilmente de zafarse del agarre de una mujer corpulenta la cual le gana en varios centímetros. Sus ojos nos observan y chilla feliz, trata de venir a nuestra ayuda, pero nuevamente falla.
Mi cuerpo es alzado al igual que el de los chicos y somos arrastrados a la misma vivienda donde entró la chica de ojos misteriosos. Isabella es la primera en entrar seguida de mi y de los chicos, al estar dentro se siente un aura totalmente ligera. Lo primero que llama mi atención es la amplia mesa en el centro, todo a mi alrededor era de troncos y húmedo, se notaba que cuidaban todo a la perfección.
Nos sientan bastante brusco en unas sillas no muy cómodas, pero es un gran alivio para mi espalda y cola, el anciano toma asiento en el centro de la mesa y su lado el mismo hombre y la agorera, otras personas se sientan con malas caras dirigidas hacia nosotros, creo que nuestra presencia no es muy solicitada.
- Jóvenes viajeros – el anciano ve un punto fijo en las paredes mientras habla – frente a sus ciegos ojos y bajo sus insensibles pies se encuentra Saynam, una de las tierras sagradas.
- ¿Cómo llegaron a estás tierras? – uno de los que tienen mala cara pregunta mirando a Lucas.
- No recordamos nada, solo despertamos nosotros y unos más en medio de árboles – me apresuro a decir. No podemos dar la localización de nuestro pueblo.
- Es imposible... - el mismo hombre de antes golpea la mesa molesta.
- Agradezcan que están vivos, si fuera por mí, sus ojos ya estarían adornando mi colección.
- Tranquilízate – la chica se levanta sin aguantar estar quieta por lo visto y se pasea a nuestro alrededor – no podemos matarlos, Él lo mandó. Se comunicó conmigo, hace mucho no lo hacía – se queda mirando a Raúl poniéndolo nervioso – puedo sentir el viento y la tierra intranquila, algo viene y por la comunicación que tuve con ÉL fue fuerte y clara, no los tocamos – su mirada se fija en el gruñón.
- ¡Los otros están talando nuestros árboles y lastimando todo! – otro de cabellera blanca se levanta enfadado – tan solo escucha el llanto de los árboles, sé que lo sientes y duele... a todos nos lastima.
- Déjanos matar a los demás y a estos de acá nadie los tocará.
- Esto no se puede tomar a la ligera, tenemos que hablar con los otros, irá un grupo de guerreros, nuestra señora y los viajeros a visitar a los Ferrajh.
- Hace años no se juntan los del bosque con la tierra seca, el desierto no es un ben lugar para nuestros lobos – el hombre mano derecha del anciano habla asombrado.
- Está hecho, visitarán cada una de las fuerzas, comenzarán con los Ferrajh, desierto total.
De un momento a otro una tela cubre mi vista y un fuerte golpe me hace perder la conciencia.
En que me he metido.
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Un fuerte golpe me hace abrir los ojos lentamente, esto se está volviendo una costumbre...
Veo a mi alrededor y nos encontramos en movimiento, estoy sobre un hombro y que una espalda baja es mi vista, comienzo a moverme y el hombre que me cargada me deja lentamente en el suelo.
- Al fin despiertas, pesas – el hombre no es nada más que un chico que bordea nuestra edad.
- ¡Ian! – el grito de Raúl e Mosett me hacen concentrarme más, ellos caminan hasta mi – al fin despiertas, nosotros despertamos hace unos minutos, eras el único que faltaba – Lucas y un Mosett desanimado nos alcanzan, nos mantenemos en movimiento, siguiendo a unos hombres altos quienes a sus lados tenían lobos de diferentes pelajes, eso me da miedo.
- No entiendo nada de lo que sucede... - mi voz sale rasposa.
Mi garganta está seca, creo que uno de los hombres lo nota y me acerca una botella con agua, veo que no son malas personas como lo parecen, caminamos y no podemos hacer nada más que seguirlos ya que unas cadenas envuelven nuestras muñecas sin dejarnos escapatoria, aunque en mi cabeza no existe tal opción, de una cosa estoy seguro y es que quiero respuestas.
Nos detenemos bruscamente al llegar a la división antes vista por nuestros ojos, lo verde se acaba dando paso a una arena amarillenta. Nos quedamos parados un buen rato sin que nadie se mueva, nadie cruza hasta que se escucha un sonido fuerte, como si fueran gruñidos, suena como una máquina, a los lejos se pueden divisar a unas personas sobre, si no me equivoco, unas motos.
Frente nuestro está Ferrajh, la tierra muerta.
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