Capítulo 63: Verdad revelada

Los días transcurridos se me hicieron eternos. Dieron inicio a una rutina constante que consistía en pasar la mayoría de las noches aquí con la esperanza de que mi hija despertara. A veces cedía ante el cansancio y era Franco quien se quedaba aquí, porque ninguno de los dos queríamos dejarla sola. Necesitábamos estar allí cuando abriera los ojos y tomar su mano. No sé si alcanzó a escucharnos en el estado que se encontraba, pues aunque también estuve en esa posición, ha suscitado bastante tiempo. Aun así, solía cantarle una canción mientras trenzaba su cabello y acariciaba sus nudillos.

Recién ayer por la tarde vislumbramos un ápice de luz, dado que finalmente regresó en sí. Sin embargo, no permaneció muchas horas despierta producto de un fuerte cansancio. Los médicos nos explicaron que ello puede deberse a la falta de nutrientes. Lo primero que Violeta nos preguntó fue si volvería a caminar, a lo que le respondimos que sí. Ahora se remueve en la cama y voltea levemente a observarme. Fuerza una sonrisa, a pesar del abatimiento que la abruma.

—Estoy muy cansada—murmura, con los ojos entrecerrados—. ¿Cuánto rato llevas aquí?

—Llegué temprano por la mañana—respondo, afligida. Suspiro hondo, producto de una punzada en el pecho al veroa de esa forma—. No te preocupes por mí. No pasa nada.

—Perdón por salir así el día que...—su voz se apaga. Quizás por la carencia de energías o debido a la repulsión que le provoca recordar el accidente.

—No es tu culpa, Vilu—le aseguro en un titubeo. Temo que se altere cuando escuche lo que planeo comentarle, mas me atrevo a pronunciar—: Lo sabemos todo. Los médicos nos contaron acerca de las cicatrices en tus brazos y sobre tu problema con la comida. No quisimos decirte nada ayer porque acababas de despertar, pero es necesario que sepas que estaremos aquí para apoyarte. No te voy a juzgar. Yo también viví algo similar y comprendo que te sientas así.

La veo palidecer y revolverse entre las sábanas. Sus comisuras tiemblan igual que su mano izquierda, con la cual se halla conectada al suero y, por fijarme en las lágrimas que acumulan sus ojos, demoro en darme cuenta de que busca la mía.

—Perdón—masculla tan bajo que presiento que sus fuerzas se evaporan—. Lamento haberlos tratado así desde un principio. Ustedes fueron quienes me trajeron a este lugar y han tenido que aguantar noches enteras acá porque yo no supe mirar que un auto venía por la calle a toda velocidad. Siento mucho pensar que me dejarían tirada.

—No confrontaré tus razones. Te hemos dado demasiadas—me apresuro a secar una lágrimas que corre por su mejilla—. Sólo queremos que no otorgues una segunda oportunidad para hacer las cosas bien y explicarte lo que de verdad sucedió. Cuando salgas de aquí iremos donde un amigo que sabrá responder a todas tus preguntas. También te pagaremos la operación de garganta que requerís para volver a cantar.

Entreabre los labios sin formular ninguna contestación. Quizás producto del asombro, tal vez a causa del cansancio. Se limita a asentir y recortarse correctamente de costado, estirando el brazo izquierdo donde permanece conectada la vía.

—Gracias, Azul. Celeste tenía razón. Jamás fueron malas personas—hace un ademán de frotarse los ojos con la manga de la bata, mas termino limpiando su rostro yo—. ¿Cómo está mi hermana? ¿Vendrá a verme hoy o mañana.

—Regresará esta tarde—le garantizo. Celeste no cancelaría su vista a última hora. Durante todos estos días ha frecuentado el sitio, pese a los malos recuerdos que le causan—. Vilu, siento muchísimo no haberme percatado antes de qué te ocurría. Debí saberlo, pero no lo vi. No descubrí a tiempo lo que sucedía detrás de tus rechazos y la comida que dejabas en el plato.

—¿En serio pasaste por lo mismo?—consulta, incrédula, y asiento.

—Es momento de que conozcas una parte de mí. Sólo escuchame, ¿sí? Dentro de un rato las enfermeras te traerán el desayuno. Por favor, acaba los panqueques—muerde su labios inferior y trata de afirmar con la cabeza. No obstante, parece que desea regresar a sus sueños.

—De acuerdo—acepta y no paso por alto que le echa un discreto vistazo a su abdomen.

—Necesitás ayuda, Vilu—le sonrío con tristeza. Me mira decaída y no contradice mis palabras—. Apenas salgas de aquí acudiremos juntas a un médico. No estarás sola en esto de ninguna manera. Me quedaré con vos.

—¿Lo prometes?—asiento en un santiamenén y entrelazo mi dedo meñique con el suyo.

—Claro que sí. Traté de hacer este proceso más llevadero. Espero no defraudarte otra vez—anhelo en voz alta. Me reconforta la sonrisa se dibuja sobre los labios de Violeta.

Heridas que creía cerradas se abren hacia ella pasados unos minutos, puesto que empiezo a contarle cada detalle. Aunque a diferencia del pasado, no me avergüenza rememorar mi historia. Tampoco me envuelve la incomodidad mientras Violeta me escucha con atención. Observo se reojo la puerta de la habitación que da al pasillo y visualizo a los doctores desplazándose de un lado a otro. Las encargadas de la comida de los pacientes llegarán en cualquier instante.

Espero que mi hija termine, por lo menos, el cincuenta por ciento del plato. Me quedaré consigo hasta Franco retorne junto a Celeste a las tres y luego regresaré por la noche. Sin más preámbulos, empiezo a recapitular entre las páginas de mi vida que pensaba enterradas.

Tecleo en el portátil de papá y volteo a ambos lados para corroborar que nadie se acerque a la cocina. Encendí la computadora desde aquella habitación que ocupo arriba, en la segunda planta del hotel. Sin embargo, la conexión a internet no era tan sólida y necesitaba ingresar a mi correo electrónico. Gala me comunicó que envió a la dirección que le indiqué algunas fotografías y videos de mamá, por lo el corazón va latiéndome a mil por hora. Me sudan frío las manos y percibo una adrenalina recorrerme de pies a cabeza.

Encuentro los mensajes en la bandeja de entrada y camino unos pasos directo a la entrada para cerrar la puerta. Hecho esto, presiono la diminuta ventana dentro del e-mail que me guía hacia un video de tres minutos. Aguardo a que cargue el archivo y apenas lo hace, la silueta de una mujer rubia con una guitarra parecida a la mía salta a mi vista. Según su alrededor, me sorprendo deduciendo que se localiza aquí, mas mi asombro disminuye al recordar que mamá fue amiga de Gala. Seguro vino a este hotel muchas veces junto a ella. Cierro los ojos cuando una dulce melodía penetra en mis oídos, mas los abro de golpe ni bien comienza a cantar.

—No sabes cuánto quisiera haberte conocido.

Escucharla cantar provoca que mis latidos de aceleren. No me contengo a subir el volumen y acariciar la pantalla con mi mano, como si de alguna forma así se abriera un portal que me transportara a ese momento. Leo su nombre en la parte superior del archivo y me acerco al monitor. Observo cómo rasguea el instrumento y de inmediato asocio dicha escena con todas aquellas veces que he tocado guitarra. Debo verme igual a ella. Quizás nos parecemos en algo.

El video avanza y me muestra a mi padre caminando directo hacia ella después de que terminara de cantar. Este termina y presiono el siguiente, el cual demora poco más en cargar. Sin embargo, inicia con una serie de fotografías en ciertos lugares aledaños al hotel que reconozco, a pesar del tiempo que debió transcurrir desde que las fotos fueron sacadas hasta ahora. Al final de estas, otra filmación se apodera de la pantalla. La voz de mi madre me sume en un estado de paz que se ve interrumpido cuando alguien abre de golpe la puerta: es papá.

—Valentina—murmura, perplejo, y pestañea antes de aproximar a su ordenador—. ¿Quién te envió esos videos?

Por un momento, dudo en delatar a Gala, temiendo que él se enoje. Pese a que no luce molesto, sino conmocionado. Esa grabación acaba de colarse por una grieta en su mente y estoy seguro de que no saldrá de allí tan fácilmente.

—Gala—le respondo. Asiente y pasa una mano por su cabello, conmocionado—. No quisiste contarme nada respecto a mi madre, así que recurrí a mis propios medios. Celeste me acompañó a hablar con Gala para buscar las respuestas que no quieres darme.

Freno mis palabras al descubrir que ha desviado la mirada. Puede que me haya excedido. Tal vez tuvo sus razones, ¿qué tal si le duele tanto lo sucedido que evita tocar el tema? Por cómo suspira profundo, imagino que debe ser así.

—Lo siento, entiendo que...—me interrumpe negando con la cabeza.

—No, Nicolás. Yo habría hecho lo mismo en tu lugar—admite, para mi sorpresa. Intento que no note el asombro en mis ojos cuando los abro en grande—. No deseaba que supieras qué ocurrió con tu madre porque no estaba listo para confesarte la verdad.

—¿Ahora lo estás?—inquiero, con cuidado. Su vista permanece clava en algún punto del suelo—. Perdón si te presiono, es sólo que... siempre anhelé conocerla. Lo único que me gustaría saber es dónde puedo encontrarla.

—Valentina murió hace quince años.

Mi mundo se viene abajo. Siento que empieza a caerse a pedazos y que su peso me aplasta. Lágrimas me queman los ojos y me limito a negar, esperando que me diga que bromea. Que no habla en serio, que mamá sigue con vida, que también desea conocerme. Dejo de oír su voz en el video dado que este llega a su fin tras la última nota de esa canción que entonaba con una sonrisa. Inhalo y exhalo, agitado a pesar de no haber corrido no realizado esfuerzo físico. Papá trata de contenerme en un abrazo, el cual apenas correspondo a causa del impacto.

—¿Por qué...?—no logro culminar, pues de mi garganta escapa un sollozo que se fusiona con los de mi padre—. Pero quería que nos conozcamos, cantar con ella. Necesitaba observarla en directo y no a través de una pantalla.

—Tu madre se suicidó—otro golpe que me produce escalofríos. En la filmación lucía feliz, alegre y perdida en una suave y dulce melodía—. Cuando estaba embarazada de vos, Declan la amenazó con dispararle en el vientre y Valentina no quería perderte. Durante esos tiempos sus apariciones eran constantes, así que sacó una licencia para tenencia de armas y adquirió un revolver sin inconvenientes. Aquel día, colocó la pistola que traería en su cien y disparó allí, dándome tiempo para llevarla al hospital y siquiera salvarte a vos. Tenía demasiado problemas en la cabeza a raíz de la muerte de su hermano y su madre. Nunca acudió a un médico. Por lo que no sé si lo tomó como...—aspira profundo, con la mandíbula tensa—. Excusa para dejarlo todo. Siempre he sospechado que venía recibiendo amenazas por parte de él.

—Comprendo por qué...—trago saliva, víctima de un agrio sabor en el paladar—. No estabas preparado para contármelo.

—Nunca lo estaré—se lamenta, notablemente afligido.

—Tampoco habría estado listo para escucharlo—confieso y volteo hacia la pantalla, que ha cobrado un color negro debido al término de los videos.

—Quisiera poder volver en el tiempo y estar a su lado aquella tarde para evitar que eso sucediera—desea con sumo pesar, basta te agobiado—. Merecías tener a tu madre y Valentina soñaba con conocerte. Jamás te abandonó.

—Fui un estúpido al creer que sería capaz de ello—me reprocho a mí mismo y cubro mi rostro con las manos.

—A tu mamá no le gustaría oírte decir eso—me asegura él y asiento, con la cabeza a punto de explotar. Los párpados me pesan y apuesto a que yacen enrojecidos.

No esperaba chocarme contra una realidad así de dura. Incluso podría asegurar que aguardaba que mamá no quisiera saber de mí. Sin embargo, esto me sobrepasa en distintas maneras. Sí, ahora poseo clara su historia. Pero un nuevo dolor se instaló en mi interior.

***
¡Hola!

Espero que se encuentren bien ❤ en donde sea que me leen.

¿Cómo creen que se sentirá Nicolás luego de recibir una noticia así? ¿Milo le contará más a su hijo respecto a su madre? ¿Nicolás le contará a alguien sobre lo que le ocurrió a su mamá? ¿Violeta se recuperará y será operada de la garganta? ¿A dónde la llevará Azul en busca de atención médica? ¿Cómo será el proceso?

Nos leeremos la próxima semana, ¡adiós! 👋🏻

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top