Capítulo 60: ¿Qué dicen los animales?
Los primeros rayos del sol se cuelan entre los cristales y sonrío al sentir la calidez de una primavera que recién florece. El lugar se encuentra casi vacío, ya que la clientela suele llegar pasadas las nueve. Me limito a observar nuestro alrededor y vuelvo a fijar mis ojos en mi cuaderno. Necesito presentar un ensayo de Historia este lunes y, dado que ayer me centré en estudiar para el examen de matemática, todavía me falta la mayor parte. Ailín permanece en silencio, sin despegar su vista de mí, lo cual consigue ponerme nervioso. Pese a que el momento no me resulta incómodo, me esfuerzo por disimular. Desvío la mirada hacia Martín, quien carraspea y enarca las cejas desde su silla. Expulso un suspiro y trago saliva. Ella siempre ha sido muy intuitiva y posee una gran habilidad para descifrar los sentimientos que esconde alguien. Espero que no haya notado nada extraño en mí.
—¿Todo en orden?—casi me sobresalto al escuchar la voz de Ailín. Martín contiene una risa y vuelve a centrarse en sus apuntes.
—Sí, es sólo que...—mi mente busca cualquier excusa, pero al final opto por fastidiar a mi mejor amigo—: Martín me desconcentra.
—¿Ahora vas a echarme la culpa?—replica el aludido, apuntándome con su lápiz—. Estoy igual de ocupado que tú con la tarea de geografía que debí presentar hace dos semanas.
—¿Y por qué no la entregaste cuando te correspondía?—le increpa Ailín. Martín se rasca la nuca, sin saber cómo contestar.
—Porque lo olvidé—reconoce, apenado. Aunque ello no me sorprende. Le he sugerido miles de veces utilizar una agenda para organizar su tiempo—. Dante me distrajo, me lleva por un mal camino.
—¿Yo qué tengo que ver con tu pésima memoria?—protesto y Martín desdeña, en un encogimiento de hombros.
—Cuando estábamos en preescolar, me convenciste de escapar al baño sin el permiso de nuestra profesora—tuerzo los labios. Si mal no recuerdo, eso ocurrió al revés—. Prueba inequívoca de la mala influencia que representas. Me corrompes.
—Dudo que Dante hiciera algo así, Martín—siento que me recorre una corriente eléctrica apenas ella coloca su mano sobre la mía—. En todos sus años de escuela no se ha ganado ni un sólo reporte de conducta.
—¿Cómo puedes estar segura? Recién hemos vuelto a estudiar juntos—no demora en darse cuenta de que habló de más.
Sabe que no me agrada rememorar el tiempo que pasé solo. En medio de intimidantes pasillos y profesores exigentes. Rodeado de estudiantes que iban a un ritmo diferente al mío y con los que me costaba demasiado relacionarme. Cada que alguien se me acercaba con intenciones de iniciar una conversación, me alejaba. Las palabras desaparecían y sin planteármelo, brotaban de mi boca respuestas tajantes. Estas causaban que no establecieran contacto conmigo de nuevo. No los culpo. Quizás habría actuado igual que ellos.
—¿Lo ves capaz de faltarle el respeto a algún maestro o copiar en un examen?—formula Ailín y, tras echarme una ojeada, Martín niega de inmediato.
—Soy un alumno ejemplar, ¿a que sí?—la ligera risa que suelgo se detiene cuando develo que ella sigue sin soltarme, mas no parece tomarle tanta importancia.
—Si te consideras de ese modo, no destruiré tu autoestima—me señala Martín. Chasques la lengua y se vuelve a visualizar las hojas de su cuaderno.
—¿Gracias?—dudo. Sin embargo, no tardo en descubrir que bromea.
Un sonido alcanza mis oídos y frunzo el entrecejo al desconocer de dónde proviene. Ailín saca su teléfono del bolsillo y me percato de que se trata de un mensaje. Teclea una respuesta y lo guarda por segunda vez. Termina el último bizcocho que quedaba en aquel plato que pidió antes de ponerse de pie.
—Debo irme—anuncia, justo como esperaba e intento que no devele mi desilusión—. Le prometí a mamá que me encargaría de las compras de esta semana.
—¿Nos vemos mañana?—interrogo y ensancho una sonrisa al observarla asentir.
Pasa a despedirse de nosotros y depositar la propina en el mostrador del Vivero Bar a fin de que Valentín o Devi recojan dichas monedas después. Me rodea en un abrazo, el cual recepciono con cierta sorpresa. Mi pecho se pega al suyo y, por un instante, temo que descubra lo rápido que late mi corazón ante su cercanía. Apenas dura unos segundos, pero estos son suficientes para que mis sentimientos revoloteen y retuerzan mi estómago. Diviso cómo sale a la calle y me pierdo en su forma de caminar, algo tan sencillo que no pensé identificar en ella.
Martín permanece callado a mi costado. Aclara su garganta minutos después y volteo, abandonando los pensamientos en que me pierdo. También me trae de regreso a la realidad el ruido de esa campanilla situada encima de la puerta, que anuncia el ingreso de algún cliente. Los pasos de Valentín provenientes del pequeño almacén ubicado detrás se aproximan a la entrada. Agarra el dinero que Ailín dejó sobre el mostrador y nos saluda, agitando su mano.
—Nunca has sentido lo mismo por otra persona, ¿verdad?—no me avergüenza negar. Callo mis sentimientos por miedo a no ser correspondido.
—Jamás—tomo una bocanada de aire y tamborileo sobre la mesa. Me distraigo oyendo el pedido del joven que acaba de llegar—. A veces me asusta no saber cómo reaccionar cuando estamos cerca. Los nervios podrían delatarme en cualquier momento.
—Si tarde o temprano lo descubrirá, ¿no crees que lo mejor es arriesgarte?—lo miro como si terminara de proponerme una locura—. Si continúas guardándote lo que te sucede, vivirás para siempre preguntándote qué hubiera sido de ustedes si te hubieses atrevido a contárselo.
—Quizás tengas razón—concedo, una vez que proceso sus palabras—. ¿Pero qué tal si arruino nuestra amistad? Nada volvería a ser igual que antes. No quiero que nos distanciemos de nuevo.
—Ailín de verdad te quiere. Estoy seguro de que no se separaría de ti—me garantiza y esboza una sonrisa de lado.
—De acuerdo—accedo, a fin de cuentas. Martín bebe un largo sorbo del café que ordenó y detiene su mirada en el cabello de aquel cliente.
—¿Nunca has pensado en cambiar tu color castaño?—cuestiona y me dispongo a negar. Definitivamente no. Quizás este sea el único tono que quedaría bien—. Yo quisiera ese azul con mechas verdes.
No me sorprende su deseo, puesto que mi amigo adora probar cosas nuevas. Conociéndolo, dicha idea no saldrá de su mente con facilidad y rondará por esta hasta realizarse. Hace unos meses me comentó que planeaba hacerse un tatuaje. No obstante, continúa indeciso porque sus preferencias cambian de manera constante y puede que, si eligiera —por ejemplo— un dibujo de dragón, poco después querría sustituirlo por una frase.
Valentín retorna al almacén y el muchacho se dirige a los servicios higiénicos localizados en una esquina. Me reacomodo sobre la silla y giro para enfocar a Martín. Sin embargo, casi me atraganto con mi propia saliva y pestañeo, perplejo frente a lo que observo. Él parece no percatarse.
—¿Cómo es que...?—tartamudeo, atónito. Ladea la cabeza confundido, así que le indico que se dé vuelta para verse reflejado en el cristal de la ventana.
Su cabello ha cambiado de color a ese azul con mechones verdes. Los ojos del chico eran azules, mientras que los de Martín, cafés oscuros. Pero estos poco a poco adoptan una distinta coloración. Soy testigo de la forma en sus pupilas mutan a una tonalidad más clara. Intercambiamos vistazos, desconcertados. Pese a que su trasformación cesa y vuelve a la apariencia que le pertenece.
—¿Qué ha sido eso?—articula, en un hilo de voz. Parpadea y, por primera vez, descubro que se ha quedado en blanco.
Y quién no. Si lo ocurrido sacaría de sus casillas a cualquiera. Talla su rostro con las palmas, desconcertado. Me observa, entre asombrado y asustado. Espera que le diga que esto fue obra de la gran imaginación que posee, mas no considero mentirle.
—No tengo ni la menor idea.
Repaso las operaciones resueltas en mi cuaderno y coloco el lápiz al centro para no perder la página. Dentro de mi mente aún circula lo ocurrido ayer con Celeste. Fue mucho mejor de lo que había imaginado todo este tiempo y saber que ella sintió lo mismo que yo, vuelve aquel momento mucho más especial. Releo el último mensaje que me envió y le sonrío a la pantalla. Acordamos vernos este lunes, después de clases. Quizás vengan los chicos también, mas no me incomodaría de ninguna manera que estuviesen aquí.
Mi padre yace frente a mí, agachado para visualizar mejor los botones del horno. Se pasa una mano por el cabello y resopla, al no comprender cómo funciona aquel electrodoméstico. Aseguró que era un buen día para preparar un pastel y, aunque creí que no lograría nada, me he llevado una sorpresa. Sólo resta hornearlo y estará casi listo. Golpeo con el lápiz las hojas de mis apuntes y aguardo que se decida a abrir la puerta.
—¿Vas a tardar un poco más?—cuestiono en broma. Voltea hacia mi dirección y lo escucho suspirar. La mesa ha quedado hecha un desastre.
—¿Sabés si hay un manual de instrucciones? Temo malograrlo y meterme en problemas—expone, dubitativo. Niego con la cabeza, aunque quizás pueda ayudarlo—. Quería agradecerle a Noah de cierta forma por permitirnos quedarnos aquí.
—¿Pensaste que nos echaría a la calle?—tomo su silencio como una respuesta afirmativa.
—Jamás hemos sido los mejores amigos—contesta y luce apenado. Cierro mi cuaderno para prestarle mayor atención—. Técnicamente somos primos, pero no unidos. Por eso me alegra que vos y Milán sí.
—Nos conocimos en el trabajo—le cuento, pues nunca antes tuve oportunidad. Apenas hablábamos, puesto que solía no encontrarse en casa—. Al principio me pareció un tanto extraña su presentación, pero no demoré en darme cuenta de que era una buena persona. A veces un poco impulsivo y enérgico. Aprovecha cualquier oportunidad para burlarse de mí.
—Sí que me faltó entablar amistades en la escuela o universidad—apunta, pensativo. Lo imagino recordando determinados momentos de su vida y una nueva hipótesis nace entre miles de pensamientos.
¿Qué tal si conoció a mamá en uno de esos lugares? No acostumbra a platicar conmigo respecto a su pasado y ello puede deberse a que le traen de regreso malas memorias. Sin embargo, ¿por qué ella sería una? Tal vez dado que optó por abandonarme. Quizás por ese motivo de esfuerza tanto por olvidarla y enterrarla en algún rincón de su mente.
—¿Allí conociste a mi madre?—me atrevo a interrogar. Eso lo descoloca, pues pestañea y retrocede. De inmediato reparo en sus ojos brillosos, que aparentan contener varias lágrimas.
Me asombra la rapidez con que sube y baja su pecho. Da media vuelta, apoya sus brazos sobre la encimera y empiezo a arrepentirme cuando forma puños con sus manos. Sus músculos se tensan y apenas oigo un sollozo, me pongo de pie y camino hacia él. No ofrece resistencia al abrazo que le doy, sino que cede sin dejar de cubrir su rostro. No desea que lo vea llorar.
—Tu mamá...—articula con dificultad y utiliza la manga de su camisa para frotarse los ojos—. La extraño, Nico. Heredaste el color de su cabello y aquel amor que sentía por la música. Ella tomó una decisión. No sé si en un sacrificio o porque no se hallaba bien mentalmente. Solamente lo hizo.
—¿Qué sucedió? ¿Dónde está? Desearía conocerla—mi padre niega apenas culmino. Lo cual me instala un mal presentimiento.
—Me temo que ya no es posible—debe darse cuenta de que pienso insistir y sacarle información, por tanto añade—: Por favor, ¿podemos cambiar de tema?
Asiento, no muy convencido. A pesar de todo, acepto al vislumbrar un gran dolor en su mirada. No consigue ocultarlo ni disimularlo. Se nota a simple vista y me provoca mayor intriga. Si a papá le duele contarme la historia, tendré que develarla yo mismo.
—Te ayudo a limpiar la cocina—propongo, en tanto acaricio su espalda.
—Prometo decirte lo ocurrido apenas me sienta listo—me garantiza. Le sonrío y no lo alejo cuando se aproxima a abrazarme.
En parte, era lo que deseaba. Mantener una estrecha relación con papá y poder confiar en él. Que abandonara su papel autoritario y rígido, que seamos como dos amigos incondicionales y estar seguro de que contaré con su apoyo.
Cuando salgo de ordenar algunas cajas del almacén, los chicos ya se han ido. Me dejaron el dinero del café que pidieron en la mesa y salieron sin despedirse, lo cual me parece extraño viniendo de ellos. No obstante, me distraigo con la cantidad de clientes que llegan conforme las horas transcurren. Devi ingresa trayendo a Bruno consigo y se adueña del mostrador. Así que me tomo un pequeño descanso y aprovecho para llevar a mi hijo a dar una vuelta por el parque. Caminamos las cuadras que nos separan del más cercano al Vivero Bar y dejo que juegue en unos columpios situados a escasos metros de donde me ubico. Procuro no perderlo de vista en ningún momento, porque el temor de que alguien venga a arrebatármelo continúa presente. Pese a que con Devi, le hemos mencionados miles de veces que jamás platique con extraños. Por más amables que estos luzcan y aun si afirman conocernos o ser amigos nuestros.
—¡Papá!—me grita desde el tobogán, juego del que desciende con rapidez. Una paloma lo sigue en pleno vuelo y se detiene bajo mi asiento—. ¿Tienes un poco de comida? Necesita llevarle algo a sus pichones.
Observo cómo esta gorjea y Bruno se inclina para posicionarse a su nivel. Me quedo estupefacto cuando noto que él parece comprender al ave. Mi hijo le formula una pregunta mientras acaricia sus plumas. Más tarde, levanta la mirada y señala un árbol a su alrededor. Esta emite un sonido, el cual no entiendo en lo absoluto, pero Bruno sí.
—¿Sabes qué quiere comunicarnos?—no duda en asentir. Tratando de salir de mi asombro, busco el sándwich que guardé en mi mochila.
—Su nido está en ese roble. Tiene tres pichones que no sobrepasan las dos semanas.
Confío plenamente en Bruno. Sin embargo, tras darle algunas migajas de comida al ave, escalamos por las ramas y contemplamos a determinada distancia aquello que menciona. Cuento las crías, esperando equivocarme, mas no sucede. Son tres. No hay forma de que mi hijo trepara y las viera, estuve mirándolo todo el tiempo.
***
¡Hola!
Gracias por leer hasta aquí ❤ espero que se encuentren bien y que les haya gustado :3
¿Creen que Bruno puede comunicarse con los animales? ¿A qué se debió el cambio de apariencia que sufrió Martín? ¿Se lo dirá a sus padres? ¿Nicolás descubrirá por su cuenta lo que le sucedió a Valentina o esperará a que Milo decida contarle? ¿Celeste lo ayudará con ello? ¿Acudirán a Gala?
Nos leeremos la próxima semana. Que tengan un lindo día, ¡adiós! 👋🏻
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