Capítulo 59: Un nuevo misterio

El viernes llega casi sin darme cuenta, lo cual dispara cierta ansiedad que llevaba guardada. Acomodo el cuello de mi camisa frente al espejo y me peino el cabello con las manos. Trago saliva, nervioso, antes de que mi mirada recorra la habitación para corroborar que todo se encuentre en orden. Me asomo hacia el pasillo y debido a que no lo ubico, conjeturo que debe haberse marchado junto a Noah. Mi padre retomará su trabajo como administrador y el padre de Milán no dudó en ofrecerle un puesto, hecho que agradezco bastante. Suspiro mientras examino mi reflejo y sonrío, intentando relajarme. Sé que Celeste llegará en cualquier momento, por ello me sobresalto cuando mi móvil suena de repente. No distingo bien el nombre desde donde me sitúo, ya que posee la pantalla rota. Así que me aproximo a esa pequeña mesa de noche al costado de mi cama.

Por un instante pienso que llama para cancelar, porque ha cambio de parecer a última hora o a causa de un contratiempo. Sin embargo, no tardo en descubrir que se trata de Milán.

—¿Estás ocupado?—consulta, apenas descuelgo. Niego, aunque no pueda verme.

—No, descuida—rechazo de inmediato. Creyendo conocer cuáles son sus intenciones, le cuestiono—: ¿Necesitas que te ayude con un trabajo?

—En este caso, no te busco sólo para que me expliques la tarea. Quiero hablarte de...—escucho una puerta cerrarse del otro lado de la línea—. Un tema diferente—enarco una ceja, extrañado—. ¿Seguro que nadie te escucha? ¡Inspecciona el ambiente!

—Estoy solo, Milán—aclaro, con mi entrecejo fruncido producto de la confusión—. ¿En dónde...?

—Me acabo de encerrar en el ático de mi casa, no preguntes—señala y lo imagino apuntándome con su índice. Contengo la risa ante de dicha imagen—. ¿Puedes prometer que no te vas a burlar de mí?

—¿Volviste a chocar el auto de tu padre?—tanteo la respuesta. El silencio que guarda Milán me hace creer que quizás la he fastidiado con esa pregunta, mas reparo en que ríe por lo bajo.

—Le aseguré que me portaría bien de ahora en adelante, así que lamento informarte que no—contesta, tras aclararse la garganta—. ¿Cómo averiguas si sientes algo por alguien?

—Cuando las palabras no te alcanzan para describir lo que te sucede al estar cerca de esa persona—un calor enrojece mis mejillas y me giro levemente a observar la puerta—. Al menos de ese modo supe que quería a Celeste no sólo como una amiga.

—¿Pero qué ocurre con quienes no están hechos para las relaciones?—develo una pizca de melancolía y temor en el tono que emplea—. Dudo que se me den bien.

—¿Por qué piensas eso?—le inquiero. Arrugo la frente, desconcertado.

—Porque a veces soy muy impulsivo y no mido riesgos ni consecuencias—oigo que toma una profunda respiración—. Tampoco me considero un ejemplo a seguir. Durante toda mi vida mis maestros me han tildado de mala influencia para los demás y no me gustaría arrastrar a Violeta al agujero en que tarde o temprano voy a caer.

Frena de golpe y sonrío sin poder evitarlo. Descubro de ese modo a qué se debía su repentina actitud. Entiendo sus temores, ya que de cierta manera comparto algunos. Celeste siempre ha tenido más dinero que yo y fue por esa razón que creí que jamás se fijaría en mí. Entiendo que la raíz de los miedos que lo abruman sea el trastorno de hiperactividad que le diagnosticaron de pequeño.

—No los escuches. Eres un gran amigo—afirmo. Desearía que saquí para darle un abrazo—. Tal vez ella también te vea de la misma forma.

—¿Debería decírselo?—titubea, dubitativo.

—Si en algún momento te percibes listo, claro que sí—unos pasos ascienden por las escaleras, motivo por el que bajo la voz—. Sin presiones, ¿sí?

—De acuerdo—lo imagino sonriendo—. Suerte con tu cita.

El corazón me late rápido. Intercalo una mirada entre mi reflejo y aquel pasillo casi desierto. No necesito salir de la habitación para saber que ha llegado. Me paso una mano por el cabello y trato de peinarlo. Mi respiración se vuelve entrecortada por un minuto, mas logro reponerme a tiempo. La veo detenerse en el umbral y observarme desde allí, con una ligera sonrisa de lado. Le conté a Milán que hoy me reuniría con Celeste, por tanto, comprende qué debo cortar la llamada.

—Suerte con tus estudios—me limito a pronunciar. Sonrío de lado y giro hacia donde ella se encuentra.

Nuestros ojos conectan por una milésima de segundos, la cual no me habría molestado en lo absoluto que se alargara. Me rasco la nuca, puesto que no hallo las palabras correctas para iniciar una conversación.

—Primero que nada, buenas tardes—comienza Celeste. De brazos cruzados, se acerca a mí y desvía la vista—. Lo siento si tardé mucho.

—Viniste a cantar conmigo, ¿verdad?—asiente, para mi sorpresa. Esperaba que pusiera cualquier excusa—. Gracias por no dejarme plantado.

—Nunca haría algo así—me garantiza. No me cuesta confiar en que dice la verdad. Ella no es de ese tipo de persona—. ¿Afinaste tu guitarra?

—Lo olvidé—entrecierro los ojos. Me pasé la noche entera dándole vueltas a lo que sucedería, como si así disminuyeran mis nervios—. Tengo la cabeza en otro siento. Perdona.

Se encoge de hombros, restándole importancia. Agarra el instrumento que reposa sobre una silla delante de la ventana, toma asiento allí y retuerce las clavijas tras acomodarla en su regazo. Un cosquilleo recorre mi estómago al divisarla tan concentrada en los acordes que realiza para verificar el sonido apropiado. No será una guitarra de último modelo, pero le cogí bastante cariño. Un parche cubre la parte inferior y la madera se nota gastada, aunque sigue pareciéndome perfecta. Celeste levanta la vista, descubriéndome a mí observándola de reojo.

—¿Cómo te llevas con tu papá?—me pregunta de repente.

—Mejor de lo que pensé en un inicio—confieso y suspira, aliviada. Me siento en la silla de su costado y le recoloco un mechón detrás de la oreja—. Aunque todavía me quedan muchas dudas y no sé si él quiera resolverlas todas.

—¿Cuáles, por ejemplo?—me entrega el instrumento y lo recibo con una sonrisa.

—Qué le ocurrió a mi madre y por qué cambia de tema cada que intento indagar al respecto—rasgueo las cuerdas y me deleito con el sonido. No obstante, paro cuando alguien toma mi mano—. Lo poco que escuché fue que decidió abandonarme con meses de nacido.

—¿No te parece extraño?—asiento, afligido—. Podrías insistir. Comprendo que sea importante para vos.

—¿Y si no cede?—mi voz se apaga, a causa del nudo creciente en mi garganta—. Necesito saber qué sucedió, Celes. No estaré tranquila hasta encontrarla. Quiero conocerla.

—Si tu papá no te cuenta la verdadera historia, te acompaño a ver a Gala—su afirmación me sorprende y restaura en mi rostro la expresión relajada que mantenía—. Era mejor amiga de tu mamá, ¿no? Seguro conseguimos sacarle información.

—No tienes que...

—Te ayudaré de todos modos—me interrumpe. No me percato de la lágrima que se desliza por mi mejilla hasta que Celeste la limpia—. ¿Cantamos una canción? Ya me preparé mentalmente.

—¿Puedo hacer algo antes?—acorta la distancia que nos separa, causando que nuestros alientos se mezclen. Me paralizo un instante al verla tan cerca.

—Te quiero.

Reacciono atrayéndola a mí y acabando con los escasos centímetros que se interponen entre nosotros. Sonrío a mitad del beso cuando revuelve mi cabello y rodeo su cintura. Si hubiera alguna manera, guardaría este momento dentro de un cofre del tesoro bajo mil llaves, para que nada pudiera borrarlo de mi memoria jamás. Aunque bien sé que ello no sucederá nunca. Cualquier inseguridad que perturbaba mi mente desaparece y los pensamientos que me inquietaban se esfuman. Ojalá no regresen pronto, prefiero que se pierdan en el exterior.

Tamborileo sobre la encimera y observo el frigorífico sin atreverme a abrirlo. No quiero comer, pese a que mi estómago cruja producto del hambre. Temo aumentar unos kilos, subir de peso y que el resto empiece a notarlo, así que procuro distraerme recorriendo el lugar. Pensé que alguien más estaría aquí, aunque no escucho voces provenientes del jardín ni de la segunda planta. Tuerzo los labios y me planteo enviarle un mensaje, mas cambio de opinión porque no deseo molestarlo. Ingreso a las aplicaciones de mi móvil con curiosidad y examino varias. Azul me entregó este nuevo dispositivo ayer, ya que mi celular anterior subsistía por arte de magia. Mi última conversación de WhatsApp fue con Celeste, quien debe continuar arriba junto a Nicolás. Me alegra que se animara a cantar con él. Quizás graben un video y después logre convencerla de mostrármelo.

Una voz en la puerta ocasiona que voltee y sonrío, a pesar de que tardo en reconocer a quién le pertenece. Viene hablando por teléfono; sin embargo, cuelga la llamada en cuanto me ve. Suspiro, aliviada por encontrar compañía. La hermana de Federico, Julieta, permanece inmóvil unos instantes. Ello me sorprende al principio, hasta que recuerdo mi parecido físico con Celeste. Puede que intente averiguar a quién de las dos posee en frente.

—Soy Violeta—opto por presentarme, a fin de acabar con sus confusiones. Ella me sonríe—. ¿Qué tanto crees que nos parecemos? Milán todavía no halla las siete diferencias.

—Desde que los vi juntos supe que no eras Celes—responde en un tono bastante jovial—. Ustedes nunca estuvieron saliendo, ¿cierto?

—Sí salimos—mis comisuras tiemblan pues contengo una risa—. Como amigos, somos amigos. No sé qué les habrá dicho exactamente.

—Nos gustó molestarlo con que eras su novia—confiesa y ruedo los ojos. Imagino que sí, aunque quisiera conocer cuáles fueron las respuestas que dio Milán.

—¿Y él les negó todo?—curioseo y Julieta asiente. Casi de forma automática, mi sonrisa se borra. Sin embargo, procuro reponerla pronto para que no perciba ningún cambio.

—Lamento si sacamos conclusiones apresuradas—se disculpa, un tanto apenada—. Milán dejó de quedar con chicas hace mucho. Quizás por eso nos sorprendió tanto verlo contigo.

—¿Tú fuiste la que nos sacó la fotografía?—consulto, más divertida que enojada. No me molestó en lo absoluto y Milán tampoco.

—Fue Federico—responde el nombre de su mellizo, delatándolo—. Perdónalo, nunca ha tenido novia y le agrada fastidiar a los demás. Espero que te caiga bien, es un poco intenso a veces.

—¿Estabas hablado con él?—señalo su móvil, el cual sostiene entre sus manos. Julieta vuelve a asentir—. Llegaste en el momento justo, porque Celeste sigue con Nicolás y comenzaba a aburrirme. No creí que el hotel estuviese casi vacío.

—Los sábados solemos ir al centro comercial o a dar una vuelta por el parque. Otros prefieren quedarse en casa o realizar las tareas que entregaremos durante la semana—me explica. Ojalá consiga acoplarme a su rutina. Me gustaría formar parte del grupo que constituyen.

—¿Les molestaría que fuera con ustedes algún día?—indago, dubitativa. Julieta niega de inmediato.

—De hecho, planeábamos invitarte a ti y a Milán al cine—me asombra su respuesta, pero de un modo negativo. Me siento cómoda con ellos, así que no sería mala idea.

Al principio creí que no encajaría, que proveníamos de mundos diferentes y que nuestras vidas no iban de la mano. No me equivocaba con lo segundos, pues cada persona es un plantea distinto. No obstante, ellos me obligan a acoplarme y facilitan el proceso. Ninguno me ha tratado despectivamente debido a mi aspecto físico o al modo en que crecí. Ni siquiera formularon demasiadas preguntas, lo que en parte agradezco.

—Por mí no hay problema—aseguro, entusiasmada. El pensamiento instala cierta ilusión que espero realizar—. Adoro ver películas de terror y burlarme de los efectos especiales.

—¿No te sugestionas con todas esas escenas?—muerdo mi labio inferior y desvío mi vista, pensativa. Sin embargo, no demoro en rechazar—. En ocasiones me perturba mucha sangre. Por eso no seguiré los pasos de mi padre y no seré doctora. Creo que el médico de la familia estará en Federico, a él le interesan las ciencias. Es su segunda opción después de estudiar música.

—¿A ustedes les gusta la música?—mis ojos deben brillar ahora mismo. Con tan sólo esuchar esa palabras, emociones revolotean en mi interior.

—Sabemos tocar guitarra, piano y ukelele. Grabamos algunos temas en nuestros ratos libres, cuando la escuela no se dedica a complicarnos esta existencia—echo a reír, con una sonrisa cada vez más firme en mi rostro. No se irá, porque ha mencionado la pasión que me mueve—. ¿A ti te agrada?

—Me ayuda a desconectar—finjo no darle mucha importancia. Podría pedirme que cante y entonces, no encontraré excusa alguna.

***
¡Hola!

Espero que les gustara este capítulo y que se encuentren bien ❤ cuídense bastante. Gracias por leer.

¿Creen que Violeta siga llevándose así de bien con los chicos? ¿Cómo será su relación con Julieta? ¿Vilu siente algo por Milán? ¿Él le dirá qué siente a Violeta? ¿Nicolás y Celeste indagarán respecto a la madre de Nico? ¿Acudirán a Gala o Milo hablará solo?

Nos leemos la semana que viene, ¡adiós!

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