Capítulo 54: Tiempo para asimilar

Sabía que me costaría confiar y abrirme hacia él después de todo lo ocurrido, mas creo mostrar un progresivo avance. Han pasado dos semana y papá no ha dejado de venir a preguntar por mi estado. Al principio se limitaba a quedarse en la recepción durante unas horas y retirarse, según Gala. No entró a verme hasta que lo descubrí parado en la puerta y lo invité a pasar. Desde aquel jueves, aparece aquí todas las tardes y, aunque quisiera contarle algo divertido, mi estancia en este hospital no es interesante ni en lo más mínimo.

Creo que estamos aprendiendo a conocernos, aunque él todavía no saca el tema de mamá y prefiero no mencionárselo. Le he hablado sobre mi gusto por la música, el cual no pareció sorprenderle. Quizás por las tantas veces que me escuchó tocar guitarra o cantar sin darme cuenta. A pesar de que casi nunca se encontraba en casa.

—¿Entonces tocas más de un instrumento?—me pregunta, sentado en la silla ubicada junto a mi cama. Asiento y me paso una mano por el cabello. El dolor ha disminuido considerablemente en mi hombro—. Sé que no puedes hacerlo ahora, pero me gustaría oírte cantar cuando salgas de aquí.

—¿Seguro? A veces desafino—papá ríe y niega. Guarda silencio apenas unos segundos, pero son suficientes para que deje entrever una expresión melancólica.

—No importa, Nicolás—garantiza, recargándose en el respaldar—. ¿Qué tal te va en la escuela?—cambia a un nuevo tema—. Me acerqué la semana pasada a presentar tu justificación respectiva. No te preocupes por tu ausencia allí. Los directivos me aseguraron que no interferirá en tus calificaciones finales.

—Genial. Lo último que necesitaba era reprobar Inglés—suspiro, aliviado. A pesar de que Milán me ayudara con varias tareas de esa materia, se me complica bastante—. No voy bien en ese curso.

—Descuida, he visto tu promedio—no sé si eso deba tranquilizarme—. Eres mejor que yo en el colegio. Solía sentarme al fondo del salón y recuperar las horas de sueño perdidas.

—Me gusta cumplir con lo que me corresponde—admito. Intento quedar bien con los maestros la mayoría de veces. Nunca sufrí ningún altercado y tampoco acostumbro a armar problemas—. Mi materia favorita es música, aunque sólo tenemos dos horas a la semana.

—La mía fue Economía, por eso luego estudié Administración—me comenta. Un impulso me incita a preguntarle si conoció a mamá en la universidad. Sin embargo, opto por no indagar. Tal vez no sea buen momento—. Al final me gradué. No sé cómo, pero lo hice.

—¿Piensas volver a trabajar?—inquiero y él asiente. Imagino que estará buscando empleo.

—Lo intentaré, aunque mi currículum no es el del todo amplio—contesta, tamborileando sobre los brazos de la silla—. ¿Tomaste los antibióticos esta mañana? Ayer dejé la caja de pastillas aquí.

—Sí, no soy tan olvidadizo como parezco—afirmo con una sonrisa. Me levanté a coger agua del dispensador a unos metros de mi cama y consumí los medicamentos que me recetaron—. ¿Sabes cuánto me darán el alta?

—La próxima semana, según me dijeron la última vez que pregunté—responde sin detenerse a recordar—. De todas formas deberás hacer reposo en el hotel un tiempo.

—Lo sé, pero prefiero eso a quedarme en este sitio. Me agrada la atención, sólo que...—trago salivo y suspiro, en busca de las palabras correctas—. Pasan tantas cosas y dudo ser capaz de soportar ver a personas cruzar los pasillos en medio de un llanto desconsolado.

—Te entiendo, a mí tampoco me calma este ambiente—titubea. Su voz pierde firmeza y le cuesta reponerse. Recurre a lo mismo de siempre que tocamos un tema que parece afectarle y desvía la charla—. Intenta distraerte con el móvil. Apuesto a que tus amigos estarán enviándote mensajes.

—Anoche hablé con ellos—me froto los ojos, cansado. Permanecí despierto hasta que unos gritos me hicieron querer dormir—. Asisten a otra escuela, pero se ofrecieron a ayudarme con lo que necesite.

—Estoy considerando cambiarte a esa escuela, ¿quisieras que estudiasen juntos?—me consulta.

—La pensión resulta un tanto elevada—contesto, a sabiendas de que sus fondos bancarios no son ni de lejos millonarios—. No hay problema si no...

—Tengo un plan de contingencia si por alguna razón no puedo pagarlo—enarco las cejas y permito que continúe, interesado—. Tus buenas calificaciones alcanzarían una beca sin dudarlo.

Quizás no sea bueno crearme ilusiones, mas cuando menos me lo espero estas están por las nubes. Me encantaría. Vería a Celeste todos los días y a Milán, con quienes hablé hace unas horas. Aún no pienso mencionarles nada, aunque sea no hasta que mi matrícula en su escuela esté completa.

Siento que terminaré con dolor de cabeza después de esto, pero no me queda otra opción. No pienso dejar que ellas hagan mi tarea por mí, porque de lo contrario jamás aprenderé a resolver este tipo de ecuaciones y mi examen final será un fracaso. Por primera vez, quiero darle una buena noticia a mamá y decirle que aprobé con la nota más alta, sin necesidad de que me pasaran las respuestas mediante un papel por debajo del pupitre.

Violeta culmina el último ejercicio y me tiende la hoja para que visualice la resolución. Sonrío, a pesar de no comprender ni la tercera parte.

—¿Podrían traducirme estos jeroglíficos?—les pregunto, rascándome la nuca. Quien solía ayudarme a no salir reprobado era Nicolás, mas ahora no deseo molestarlo.

Presenté los problemas del desafío que dejó el profesor de matemáticas la semana pasada. Sé que intentó disimular su asombro al ver cómo le entregaba el cuaderno. Incluso le expliqué la manera en que los resolví sin que me lo pidiera, pues sabía que dudaría de mí y pensaría que copié la tarea. Ahora trato de completar el reto de este tema. Me hace falta el ejercicio cinco. El resto de resultados los obtuve por mi cuenta.

—¿Qué nos darás a cambio?—cuestiona Celeste. Por la forma en que juguetea con el lápiz, parece hablar en serio—. ¿Dinero? No nos vendría...—Violeta codea su brazo antes de que termine.

—Si quieres te explico yo—asiento con una sonrisa. Se acomoda un mechón de cabello detrás de la oreja y viene sentarse junto a mí.

Su hermana yace en el sillón del frente, entretenida con el móvil. Acabó primero de resolver todos los problemas y ya goza de tiempo libre. Supongo que progresaré poco a poco. Hasta ahora siento que he dado un corto avance. Espero no retroceder. Me cuesta no perderme en la voz de Violeta mientras trata de explicarme el ejercicio. No obstante, me esfuerzo por concentrarme y prestarle atención. Al final resulta que no estaba tan complicado y bastaba con emplear una fórmula de la que no poseía conocimiento. La anoto detrás de mi cuaderno, por si la necesito en alguna emergencia de vida o muerte.

—¿Entendió?—consulta Celeste, al cabo de un rato. Violeta asiente, desde mi costado derecho.

—El aprendiz progresa. Creo que tiene remedio—responde, con el dedo índice en el mentón, como si estuviese pensando—. Mantengámoslo a prueba un par de semanas más.

—Podrían cambiar de locación de estudio para hacerlo interactivo—propongo, sin caer en cuenta todavía. Ambas se observan unos segundos y finalmente, niegan.

—¿Se te ha olvidado que aún no les hemos dicho nada a los chicos? Sólo saben de Vilu nuestros padres y sus amigos—me recuerda Celeste. La aludida se muerde el labio inferior y regresa su vista a los apuntes.

—No sé cómo reaccionen—masculla. No levanta la mirada y tamborilea sobre la mesa—. ¿Qué tal si no les agrado?

—Eso no sucederá, te lo aseguro—trato de brindarle seguridad. Pese a que comprendo sus inseguridades a la perfección—. Querían conocerte.

—¿Aún creen que soy tu novia?—me encojo de hombros. A veces todavía tocan el tema.

—Celeste, ¿sigues pensando que...?

—No, mi hermana no tiene malos gustos—ruedo los ojos al escucharla, mientras Violeta disimula una risa. Debería hacerlo más seguido, aunque se ría para burlarse de mí.

—¿Y tú tampoco? Porque Nicolás no es tan simpático que digamos—ella aprieta los labios y vuelve a centrarse en el teléfono cuando su móvio emite un sonido—. Sé que no puedo esconderme el resto de mi vida y que los chicos me conocerán tarde o temprano, pero primero quiero llevarme bien con Franco y Azul.

—No te apresures, todo a su tiempo—le sonrío y tiro de su blusa para que recargue su cabeza en mi hombro.

Sentirla cerca provoca que los cálculos matemáticos y mi preocupación por aprobar pase a segundo plano. Dejan de importarme las calificaciones, pues descubro que son sólo números que no me representan. Aunque sí son importantes si quiero ingresar a la universidad en un futuro. Sin embargo, no definen la clase de persona que soy.

El Vivero Bar está vacío un sábado por la mañana. Apenas han abierto las puertas, así que todavía no se asoma ningún cliente. Me reúno con Devi, Luz y Venecia; aprovechándome un poco del silencio del lugar y la calma que me transmite. Violeta lleva menos de un mes viviendo con nosotros y aunque sé que le costará acoplarse, nuestras discusiones han disminuido, pero no desaparecido. Suele retirarse a su habitación después de cenar sin intervenir en la conversación que intento crear. La siento distante, lejana a mí, y dolida. No quiero imaginarme la falta que le hice todos estos años y cuánto me necesitó a su lado.

—¿Creen que algún día confíe en mí?—interrogo, temerosa de una respuesta negativa. Mis amigas intercambian miradas y sonríen, para luego asentir. Un suspiro brota de mis pulmones, aliviada.

—Trata de acercarte. Utiliza lazos, Celeste puede ayudarte—me propone Luz, quien entrelaza su mano con la mía—. Pero sobre todo, demostrale que no querés lastimarla.

—Y no te preocupes por los chicos, aún no les hemos contado nada—afirma Devi. Venecia asiente, dándome a entender lo mismo—. Violeta podrá venir al hotel cuando se sienta lista, sin presiones.

—Milán no le dirá nada a nadie, te lo aseguro—me garantiza. Una ráfaga de viento entra por la ventana y me desordenada el cabello—. A las once pasaré a recogerlo. Espero que no haya estrellado tu auto para cuando llegue.

Agradezco que intente hacerme reír, puesto que lo consigue con facilidad. Por un minuto, siquiera, puedo despejar mi mente y sentirme liberada. Milán nos comentó que conoció a mi hija un día en el parque, mientras ellas paseaba a Rocky. Me alegra que se lleven bien.

—A Bruno también le costó adaptarse a nosotros—indica Devi. Realiza una pausa para beber un largo sorbo de su taza café—. Al principio no nos tenía confianza y ahora adora salir a jugar a la pelota con Valentín.

—Forma parte de un proceso, ¿sí? Dale un tiempo—me pide Luz, acariciando mi hombro—. Intenta acercarte de a poco, sin forzarla. Puedes empezar hablándole de temas que sean de su interés.

—¿A Violeta le gusta la música?—indaga Venecia, enfocándome.

—Pues llegó con una guitarra, así que sí—dejo entrever una sonrisa. Jamás olvidaré el día en que la vi parada a mitad de la cocina—. En cierto modo, siento que nos parecemos. Me duele que luche por alejarse de mí y ponerme obstáculos.

—¿Qué tal se lleva con Franco?—inquiere Devi, sentada a mi izquierda.

—Mejor que conmigo—no sé si me lamento. Quisiera que permitiera darle un abrazo—. Con Dante aún no ha cruzado más que algunas palabras.

—Tenele paciencia—tomo una bocanada de aire y asiento. Hablar con Luz me reconforta. Siempre está dispuesta a escucharme—. No ha salido corriendo de casa. Eso significa que posee razones para quedarse y, en cierta parte, quiere hacerlo.

—¿Ustedes piensan que...?

—Que cuando menos te des cuenta, tendrán una linda relación—complementa Venecia. Oírla levanta mis ánimos y me hace aferrarme a las esperanzas que aún me quedan.

Recuerdo que la escuché llorar el otro día, después de que discutiéramos. Quise entrar, pero me abstuve por miedo a empeorar las cosas. Aunque quizás en el fondo Violeta esperaba que entrase. Observo la hora en el reloj de pared y tras percatarme de que son apenas las diez, pido una segunda porción de tarta de manzana.

***
¡Hola!

Espero que encuentren bien junto a sus familias. Cuídense mucho ❤

Ojalá les haya gustado este capítulo :3

¿Creen que Violeta aceptará conocer a los chicos? ¿Cómo reaccionarán ellos? ¿Se llevarán bien? ¿Ya le darán el alta a Nicolás?
¿Él volvera a hablar con Celeste? ¿Lo cambiarán de escuela? ¿Vilu mejorará la relación que tiene con sus padres?

Gracias por leer. Hasta la próxima semana, ¡adiós! 👋🏻

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