Capítulo 53: Un futuro mejor
Siento mi teléfono vibrar a mitad de la clase, por lo cual aprovecho un momento en que el maestro no está observando para sacarlo de mi bolsillo y revisar la pantalla. Reconozco de inmediato el número de Violeta y temo recibir una mala noticia. Sin embargo, leo el mensaje de todos modos. Intento pasar desapercibida y no llamar la atención. Un suspiro escapa de mis pulmones y una punzada se me instala en el estómago cuando comprendo lo que escribió. Trago saliva, nerviosa, mientras tamborileo sobre el pupitre y escondo el celular como puedo. Hoy irían a recoger las pertenencias de mi hermana al cuarto que alquilaba. Aquel lugar peligroso y lúgubre que, según me contó, lo habitaban hombres mayores que llegaban todas las noches con olor a hierba.
«Estamos en tu casa. Discutí con Franco y Azul» acaba de escribirme. El temor se apodera de mí, pues por un instante pienso que decidirá marcharse y desaparecerá cuando menos me lo espere.
«Sólo me queda una hora de escuela. Regreso a las tres» tecleo a gran velocidad y guardo mi móvil. Me alivio al levantar la mirada, puesto que el profesor contonúa con su vista foja en la pizarra.
—¿Era Vilu?—inquiere Milán, sentado una carpeta detrás de la mía. Asiento y me doy vuelta, colocando mi cuaderno sobre mis rodillas para copiar el ejercicio—. No ocurrió nada malo, ¿cierto? Quería visitarla ayer pero mamá no me permitió salir hasta terminar todas las tareas pendientes. Eso me pasa por dejarlas a última hora.
—Peleó con mamá y papá—le contesto, provocando en él una reacción de suma sorpresa—. Así que volveré rápido.
—Veo que no se llevan bien—expone, pasándose una mano por el cabello. Mira de reojo el pizarrón y se muerde el labio, al notar la complejidad del problema.
—Es complicado. Apenas se conocen—tomo aire antes de proseguir. Me gustaría poder darle un abrazo a Violeta ahora—. Supongo le tomará tiempo confiar en ellos, ¿tus padres nunca discutieron con vos?—formulo, intentando hacer memoria y recordar a Venecia enojada.
—No muy a menudo—responde, entretanto se recarga en la carpeta y cruza sus brazos—. La última vez que sucedió fue cuando estrellé el auto de papá contra una patrulla policial, ¿te acuerdas? Ah, verdad. Tú no estabas.
Ruedo los ojos y guardo silencio unos minutos, pues realizo los primeros cálculos matemáticos para la resolución del desafío número uno. El maestro acostumbra a dejarnos una tarea opcional que consiste de cinco ejercicios de mayor grade de dificultad, los cuales podemos resolver y presentar la próxima clase a cambio de puntos extra en el registro. Esto puede ayudarnos en caso de reprobar o suspender cierto examen importante y elevar nuestro promedio final.
—Por lo menos Violeta ya abandonó el sitio en que se estaba quedando. Temía que algo malo le sucediera viviendo sola—detengo el lápiz con una sonrisa en el rostro. No me llevó mucho descubrir la respuesta. Pasaré al siguiente.
—Todavía no se lo has dicho a los chicos, ¿cierto?—niego y alzo la vista para enfocarlo. Milán masajes su sien, tenso ante la situación.
—Tendría contarles todo y presentarles a Violeta. No quiero presionarla—explico, ya que creo que lo que menos necesita es que la obligue a conocer nuevas personas. Primero debe acoplarse.
—Sabes que se asustarían si un día las ven juntas en el hotel o en algún otro lugar—contengo la risa, percatándome de la razón que posee—. Pensarían que están alucinando.
—Suena divertido.
—¿En serio? ¿Lo dices tú?—resopla, causando que el flequillo que cae por su frente se eleve—. Creí que eras aburrida.
—Si no he salido con ustedes durante años no ha sido porque no quería. No me encontraba en mi mejor momento—intento aclararle. No obstante, percibo una diferencia: no me aflige hablar del tema.
—¿Qué tan horrible fue? No me contestes si...—me percato de que tantea mi reacción.
—Me enseñó bastante, aunque parezca mentira. Aprendí a disfrutar cada día y descubrí que era más fuerte de lo que pensaba—se siente de maravilla admitirlo en voz alta.
—Entonces te dio una buena lección de vida—concluye y asiento. Deposito el cuaderno encima del pupitre y mi lápiz en medio de las páginas.
—Sí, pero no me agradaría repetir la historia—comento, de todos modos. Recordarlo ya no me sienta como una patada en el estómago, mas las memorias no son gratas—. ¿Vas a presentar la tarea?
—No, yo...—enarco una ceja. Milán requiere de esos puntos extras. No le va bien en matemáticas—. Me esforzaré para el examen de fin de curso.
—Puedo explicarte cuando termine—propongo, debido a que aún me faltan cuatro ejercicios. Quizás culmine pronto, pues el tema no está tan complejo para mí.
—¿Te importa si voy a tu casa?—consulta de repente y no me deja contestarle—. ¿No? Genial, mañana...—reconozco sus intenciones con facilidad.
—No necesitas ninguna excusa para venir a ver a Violeta—enfatizo. Dudo que a ella le disguste su presencia—. Le avisaré hoy que querés...
—¡No!—me interrumpe y lo escudriño, confundida—. Quiero decir, sí. Pero no.
—¿Podrías explicarte mejor?—indago, desconcertada. Milán aplana los labios y desvía su vista.
—Primero le preguntaré a mamá—señala, finalmente. Me reacomodo en el asiento apenas el profesor inicia un recorrido por nuestro salón. Quizás dispuesto a satisgacee ciertas dudas de los estudiantes—. Alegare que se trata de una reunión de estudio.
—¿De acuerdo?—me recoloco las gafas y giro hacia adelante, decidida a continuar con la tarea.
A pesar de Violeta no salga de mente ni un segundo. El domingo estuvimos hablando toda la mañana y logré convencerla de quedarse con nosotros, aunque sé que lo que influyó en realidad fue la mala vibra del lugar en que se hospedaba. Me siento menos inquieta sabiendo que estará a salvo, porque no vamos a lastimarla. Llegaré a darle un abrazo y después trataré de llamar a Nicolás, quien tal vez pueda coger el teléfono. Su estado mejora, debido a que ese disparo no comprometió ningún órgano y perjudicó sólo el lado izquierdo de su cuerpo.
Acaricio el pelaje de mi cachorro y mantengo la vista fija en cualquier punto del horizonte. Apenas penetran las cortinas los rayos de sol, pues gran parte de este fin de semana consistió en lluvias y nubes grises. Aunque prefiero el invierno, no contar con abrigo suficiente me hace desear que el diluvio pare lo antes posible. Esta vez fue diferente, porque no necesité quedarme trabajando bajos las gélidas ventiscas que amenazaban con congelarme. Pude coger un resfriado. Agradezco haber encontrado a Celeste cuando más lo necesité.
Acudí a recoger mis pertenencias al lugar donde me alojaba, acompañada de Franco y Azul, a quienes no les causó gracia. No los culpo, también detesté ese sitio. Pero era mi única opción si no quería dormir en la calle. Terminamos discutiendo porque no logré contenerme a echarles cosas en cara. Aunque no me confrontaron demasiado. La puerta del dormitorio de huéspedes se entreabre y alguien toca tres veces, antes de entrar.
—Violeta—reconozco la voz de Franco y volteo. Deposito a Rocky en el suelo para enfocarlo con claridad.
—¿Vienes a pedirme que me vaya?—retruco a la defensiva, y en seguida me arrepiento. Aquella sonrisa con que llegó decae y un profundo suspiro escapa de su pecho.
—Sé que me necesitaste y no estuve allí, pero lo estaré a partir de ahora—asegura, a pesar de lo mucho que me cuesta confiar. Intenta acercarse a mí, mas retrocedo.
—La idea de que ambos me dejen tirada no se irá tan fácilmente—confieso, mientras lucho contra un nudo instalado en mi garganta—. Perdón por...
—No te preocupes—me interrumpe. Toma asiento delante de mí, sobre uno de los sillones pegados a la pared—. Que estés aquí ya es bastante.
Una brisa ingresa por las rendijad de la ventana y cala mis huesos, por lo que me aferro a mí misma. Me pregunto cómo se hallará Nicolás luego del incidente. Anoche Celeste me contó lo sucedido y llevo dándole vueltas al tema desde entonces, pese a que su estado mejore cada vez más. Espero que siga así. Mencionó que debía conocer la segunda parte de dicha historia. Sin embargo, alegando que estas no eran las circunstancias, prometió relatármelo luego.
—Gracias por permitir que me quede—murmuro, aún de pie frente a él.
—No hace falta que me agradezcas—suena sincero. Sonrío y desvío la mirada hacia el cielo un tanto anubado—. Esta será tu casa desde hoy, así que tendrás que aguantar la comida que preparo.
—La de mi colegio es peor—bromeo, soltando una ligera risa que se extingue al recordar un detalle importante.
Sigo sin asistir. Si no vuelvo a clases corro el riesgo de reprobar el último bimestre. Aunque mis calificaciones anteriores fueran altas, no debo bajar la guardia. Algunos profesores son muy estrictos y no dudarán en llenar la casilla con mi nombre en su registro un cero cinco.
—Sobre eso quería hablarte—inicia, provocándome un revoltijo de nervios en el estómago. Temo que diga algo malo, que demuestre que le incomda mi presencia—. Pensamos en cambiarte de escuela a la de Celeste para el otro año. Imagino que llevas faltando una semana, ¿cierto?—asiento, sorprendida por la oferta—. Podés regresar a culminar este grado allí y luego empezaremos el trámite, si te parece bien.
—¿En serio?—inquiero con desconfianza. Una parte de mí aún piensa que se trata de una broma de mal gusto, que después se burlará si caigo en ella.
—Sólo si estás de acuerdo—condiciona y pestañeo, perpleja. Me acomodo un mechón de cabello detrás de la oreja, esperando que comience a reír. Pero no sucede. No bromea.
—Claro que sí—por fin accedo, sin evitar ensanchar mi sonrisa—. Si hay algún problema, no me molestaría trabajar para cubrir ciertos gastos...
—No, Vilu—niega y arrugo la frente, confundida. Esperaba que contestara con una afirmación—. Azul se encargará de ello.
Camina directo a mí, dispuesto a despedirse y aprovecho en darle un abrazo. Este lo sorprende al principio, mas reacciona antes de que me aparte. Pese a que apenas dura unos segundos, consigue reconfontarme y, de pronto, la idea de vivir aquí no me resulta tan desagradable.
Muevo mis manos sobre las teclas del piano con una agilidad que hasta a mí me sorprende. Sin embargo, aquel asombro se ve opacado por la repentina presencia de mamá, quien me observa desde lejos, conservando las distancias. Mi relación con ella nunca ha sido la mejor, pues desde que yo era pequeña pasaba los meses de viaje y, al igual que Camilo, crecí junto a papá. Martín también lo hizo, hasta que llegó a cierta edad y comenzó a acompañar a mi madre a todas partes. Por la escuela no armaron muchos problemas, pues inició clases en línea y así le fue más fácil. Recién este año parecen haberse asentado aquí, lo cual no sé aumentará nuestras discusiones o las reducirá.
—Sigue, te escucho—me pide apenas detengo la suave melodía. No suelo tocar piezas lentas, pero hoy hice una excepción.
—¿No debes ir a alguna junta o reunión empresarial?—cuestiono, a pesar de que su vestimenta indique lo contrario.
No viste muy elegante ni arreglada. Agradezco que, por lo menos, no haya sido de esas madres que obligan a sus a asistir a eventis laborales. No siente que ese sea mi mundo. Quizás el de ella y Martín sí. Yo prefiero perderme entre notas musicales, partituras y estribillos.
—No, creo que...—suspira, acercándose a mí con los brazos cruzados sobre su pecho—. Tenías razón. Necesitaba un descanso. Y no me molestaría pasarlo con vos.
—¿Sabes cuántos años han transcurrido, mamá? ¿Cuándo fue la última vez que estuviste en mi cumpleaños?—muerde su labio inferior y rehúye la mirada cargada de reproche que coloco en sí.
—En serio lo lamento, Mari—musita, levantando la vista—. Sé que estuve mal. Actué peor al no escucharte y culparte de todo. Quisiera poder cambiar el pasado.
—En vez de eso, podrías construir conmigo un mejor futuro, ¿no crees?
—Si me das otra oportunidad, yo...—niego antes de que culmine y atropello sus palabras.
—Demuéstrame que estarás a partir de ahora cuando te necesite.
***
¡Hola!
Espero que se encuentren bien y que este capítulo haya sido de su agrado. Gracias por leer :3
¿Violeta estará empezando a confiar en Franco y Azul? ¿Por qué Milán quiere verla? ¿Las gemelas asistirán a la misma escuela? ¿Cómo reaccionarán los chicos al enterarse de que Celeste posee una hermana? ¿Ámbar volverá a centrarse en el trabajo? ¿Mariana le dará una segunda oportunidad a su madre?
Nos estaremos leyendo la próxima semana, ¡adiós! ❤
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