Capítulo 50: Incondicional
Siento la boca seca y un intenso dolor en mi hombro no me deja tranquilo. Los párpados me pesan, así que mantengo mis ojos cerrados. No escucho ruido a mi alrededor y eso me asusta, ¿qué tal si estoy tirado en medio de la nada? Podría pasar horas agonizando hasta morir sin que nadie me note. Aunque descarto este pensamiento, al recordar mis últimos instantes de conciencia, no lo desecho, sino que lo aparto a un lado. Milán jamás me abandonaría en esas condiciones. En el tiempo que nos hemos conocido, me he dado cuenta de cuán incondicional llega a ser.
Repaso los momentos finales, antes de que alguien me obligara a cerrar los ojos. No sé quién disparó, mas algo dentro de mí me asegura que fue papá. Porque me escuchó hablar con mi amigo la vez que me llamó a fin de reprogramar el encuentro para este sábado. Desde que oyó nuestra conversación, todo se salió de control. Discutimos demasiado, más que otras veces. Y me aterraba descubrir de qué era capaz. Mi padre también peleó con Violeta tras percatarse de que conocía a Celeste y que, en realidad, nunca fijó como objetivo robar la escritura. Le prohibió salir, pero ella nunca le ha sido fiel a sus reglas. Recuerdo que prometió comunicarse cuando encontrara un lugar donde quedarse. Sin embargo, sigo esperando alguna novedad. No logré que cambiara de opinión y se quedara.
Estaba feliz hace unas horas, puesto que Celeste me había marcado después de tanto tiempo. Acordamos que nos veríamos pronto y realmente quería cumplir esa promesa, ¿ya estará enterada de lo sucedido? Intento abrir los ojos y una luz me empaña la vista. Al principio la confundo con el sol, por lo que temo que mi miedo sea real. No obstante, luego develo que me hallo en una habitación de pálidas paredes y techo alto, con máquinas conectadas a mi cuerpo y la respiración pesada. Giro la cabeza, como puedo, para toparme con un rostro conocido. Gala me sonríe, aunque su expresión no denota completa alegría.
—Nicolás—me nombra. Tardo un poco en reaccionar, debido a que mis pupilas aún se acostumbran al resplandor del foco—. Soy Gala, amiga de tu madre, ¿cómo te sentís?
Que conoció a mi mamá es lo único que parece entrar a mis oídos. Pestañeo, sorprendido, y me relamo los labios. Necesito saber qué ocurrió exactamente, poseo tantas preguntas que no sé por dónde comenzar.
—Me duele el hombro—articulo con dificultad. Ella asiente, la escucho suspirar y la veo aproximarse a mí. Entonces aprovecho para inquirir—: ¿Qué pasó?
—Creo que mereces conocer tu verdadera historia—trago saliva, nervioso. Debe reparar en mi gesto repleto de confusión, porque me consulta—: ¿Querés que te la cuente ahora?
Asiento sin pensarlo dos veces. Dudo aguantar más con esta incertidumbre. Mi padre no deseaba que lo supiera, hecho que me instala la hipótesis de que fue él quien disparó. No quería que me enterase de algo, que me revelaran un secreto. No obstante, necesito acabar con esto. Si no escucho a Gala, no conseguiré quedarme en paz conmigo mismo, así que le presto suma atención a Gala cuando inicia su relato. Por alguna razón, confío en ella. Una parte de mí me dice que es seguro y que no miente. Además, alimenta mi confianza las miles de inconsistencias en esas explicaciones que que daba papá.
Me cuenta que él ha estado poseído todo este tiempo, lo cual me sienta cual patada en el estómago. Luego que confirma que sí me disparó por la espalda. Prosigue a remontarse casi veinte años atrás, cuando mis padres se conocieron. Me describe a mi mamá con tantos detalles que forjo una imagen mental que me hubiese encantado apreciar de cerca. No menciona nada más respecto a mi madre y prefiero no insistir, pues todavía me cuesta hablar. Simplemente deja de pronunciar su nombre en la historia y ello me provoca un revoltijo de emociones desconocidas. Me prometo pregunta sobre mamá después, cuando sea que las fuerzan no me falten y la voz no me tiemble.
Ni bien el relato termina, permanezco en silencio. Atónito por tantas escenas que irrumpen en mi mente. Sin embargo, como voy recuperando la voz le confieso las circunstancias que hemos atravesado estos años. Enfatizo en Violeta, debido a que no tengo idea de dónde esté.
—Milán mantiene contacto con ella—aclaro, por si mi amigo aún no se los ha comentado.
—No quiero presionarte, ¿de acuerdo? Pero tu padre desea venir a verte mañana, ¿te molestaría?—interroga con cuidado. La pregunta me descoloca al inicio, mas termino negando.
—Por mí está bien—contesto, aunque temeroso. No confío tanto en él como me gustaría, ¿pero qué otra cosa puedo perder? Sé la verdad y, de ese modo, distingo todo con mayor claridad.
—Iré a la sala de espera para dejarte descansar, ¿necesitás algo? Los doctores pasarán a revisarte en una hora—informa, levantándose de la silla a un costado de la cama—. Celeste me preguntó cómo estabas, le diré que ya despertaste.
Me duele hasta sonreír, pero no puedo evitarlo. A pesar de que mi sonrisa apenas dura sobre mis labios. El imaginarla preocupada por mi estado no me agrada.
—¿Dónde está?
—Aquí, igual que tus amigos—me sorprende su contestación—. Han venido a hacerte compañía, pese a que los médicos no les permitan entrar.
De pronto dejo de sentirme solo. Ese sentimiento que me ha acompañado desde que poseo uso de razón desaparece, y es aliviador. Me doy cuenta de que hay gente a la que le importo, personas a las que les importo y no me buscan a cambio de nada más que conocer cómo me encuentro. Estas últimas horas, gracias a una repentina pesadilla, creo haber despertado en una realidad más amena que agria. A pesar del dolor de mi espalda y los cables conectados a mi cuerpo, las preocupaciones me abandonan. Aun si desconozco qué sucederá a continuación.
No pienso ser capaz de cambiar el destino, pero sí de afrontarlo de la mejor manera posible y utilizarlo a mi favor.
Escucho música a través de mis auriculares con el objetivo de distraerme y acallar un poco mis pensamientos. Aunque estos se disparan cuando observo a Gala salir del pasillo. La sonrisa que esboza me tranquiliza, a pesar de que esta no se extiende y resulta bastante pequeña. Silencio la canción que sonaba para mí, dispuesta a oírla. Prometió que hablaría con Nicolás y nos contaría cuál era su estado, así que me quede. Dante fue a ayudar a papá a cerrar el estudio fotográfico, pero este último me permitió quedarme luego de que Jazmín llegara. Supongo que regresaré con ella y Luz. Me froto los brazos, en busca de calor. Un gélido aire penetra por la ventana y me estremezco al sentirlo recorrer cada fibra de mi cuerpo.
Julieta teclea en su móvil sin inmutarse, mientras que Federico va por su segunda tasa de café. Maia conversa con Venecia, mas su hablar es pausado que entreveo cierta inquietud.
—Ha despertado hace una hora—anuncia Gala, lo cual me reconforta—. Y le he contado la verdad, ya lo sabe todo.
No me esperaba escuchar eso, por lo que estoy a punto de pegar un respingo. Milán abre en los ojos, volteándose con brusquedad hacia ella. Todos intercambiamos miradas cargadas de incredulidad. La historia de Nicolás está lejos de ser agradable y dudo que este sea el momento adecuado para revelarle lo sucedido.
—¿Le dijiste que...?—apenas interroga Milán, atónito. Se pasa una mano por el cabello y, otra vez, nos calma vislumbrar la expresión de Gala.
—Omití la muerte de su madre—aclara, para nuestro alivio—. Ni a mí me apetece recordar así a mi amiga.
—Pero cumpliste tu promesa—la señala Luz, sentada junto a Jazmín. Ambas le sonríen, a sabiendas de lo mal que se encuentra por dentro.
—¿Estará bien?—le inquiero, casi en un hilo de voz que lucha por no romperse en pedazos.
—Sí, Celes—me asegura, acercándose a mí. Aproveche ese instante para repasar sus facciones, apagadas y angustiadas. No deben ser muy diferentes a las mías—. No te preocupes, se recuperará pronto.
—¿Vas a quedarte aquí?—cuestiona Venecia. Gala le da un rápido vistazo a la puerta que conecta con el pasillo.
—Sí, al menos un rato más—frota sus manos y se abraza a sí misma—. Ustedes deberían irse, el cielo no luce nada bien.
Hace dos horas regresó del hotel, sitio en que mamá optó por quedarse platicando con Daimon y Noah, tratando averiguar información respecto al paradero de mi hermana. Por otro lado, Gala no se ha movido de este lugar. Por más perturbador que sea toparse con personas en diversos estados de salud y escuchar llantos desgarradores.
—¿Creen que llueva?—interviene Federico, entretanto se acomoda en el asiento y deja escapar un suspiro—. Me estoy congelando.
—Estamos entrando a primavera, no entiendo por qué este deceso de temperatura—expone Julieta, menos abrumada que su mellizo. Mira de reojo la ventana del hospital y chasque la lengua, en desaprobación.
—Estuvo haciendo mucho calor la semana pasada. ¿No saben lo que pasa cuando...?—Federico no permite que Maia continúe. Traga un último sorbo de café y se apresura a responder:
—Sí, acabo de recordar mis detestables clases de geografía.
—De acuerdo—suspira Luz. Abandona su asiento y camina directo a Gala para fundirla en un repentino abrazo—. Creo que deberíamos ir saliendo. Si necesitás algo, llamanos.
—Claro que sí—acepta ella, finalmente.
—¿Venís con nosotras? Te dejamos en tu casa—me propone Jazmín. Asiento tras esbozar una sonrisa.
—Gracias—contesto de inmediato. No sabe cuánto le agradezco que esté a mi lado dadas estas circunstancias, no cualquiera se mostraría así.
Recorro con la vista cada silla del lugar y analizo a mis amigos. No todos pudieron venir, por lo que intentamos mantenerlos al tanto de lo sucedido.
Quizás sí sea posible despertar. Tal vez esto se trate de una pesadilla que olvidaré apenas abra los ojos. Nicolás saldrá de aquí, estoy segura. Espero que hallar una salida a este laberinto, porque no se cuánto tiempo aguanté perdida en él. No la soporto, no puedo con la imagen de Nico postrado en aquella cama de hospital. Siento mi corazón encogerse dentro de mi pecho y la sensación no me deja respirar en paz. Ya quisiera darle un abrazo.
—Vayan al estacionamiento. Ahora los alcanzamos—nos indica Venecia. Nosotros obedecemos sin rechistar y emprendemos la marcha rumbo a las afueras del centro de salud.
El frío me cala los huesos, pero me resisto a este lo más que puedo y acelero el paso. Salí tocar guitarra a cambio de algunas monedas en una plaza que creía cercana, pero resultó a varios metros del lugar en donde me estoy quedando: un cuarto que alquilé apenas ayer. El sitio no me inspira confianza en lo absoluto, mas no poseo otras opciones. Siento una gota de lluvia caer y maldigo internamente. Me sobresalto al escuchar un estruendo, que luego clasifico como relámpago.
Rocky yace escondido en mi mochila, así que percibo sus movimientos. No pensaba dejarlo solo en un sitio desconocido. Camino, analizando las calles con detenimiento. No reconozco ninguna y mis latidos se aceleran, al borde del pánico. No puedo perderme, ¿a dónde iré entonces? Necesito volver. Avanzo unos metros y me detengo, desorientada. Sin embargo, me percato de la panadería ubicada detrás de mí y me adentro en dicha tienda, dispuesta a pedir alguna referencia.
Lo que no esperaba era encontrarme a mí, encontrarla a ella. Por algún motivo me invade una tranquilidad. Empiezo a sentirme segura y, aunque se contiene, reconozco sus ganas de darme un abrazo. Considero envolverla entre mis brazos, pero recuerdo que estoy empapada.
—Vilu—me sonríe. Le devuelvo el gesto, padeciendo de repente unas ganas incontrolables de llorar.
—No sé a dónde ir, Celes—me cruzo de brazos en un intento de recobrar la firmeza de mi voz—. Me perdí.
—Vení conmigo—me suplica. Lleva una bolsa colgada del brazo y, debido al sitio, conjeturo que ha de ser comida—. No dejaré que te quedes aquí.
—No vengo sola—aclaro, cuando presiento a Rocky asomar su cabeza. Celeste, lejos de enojarse, amplía aquella blanquecina sonrisa.
—¿Es tuyo?—interroga incrédula. Asiento, menos inquieta. Sin embargo, un segundo relámpago me descoloca. Mi hermana también se sobresalta y busco su mano de inmediato—. Vamos a casa.
***
¡Hola!
Espero que se encuentren bien ❤ gracias por leer hasta aquí.
¿Creen que Franco, Azul y Dante encuentren a Violeta? ¿Ella y Celeste se llevarán bien? ¿Vilu decidirá quedarse con su hermana? ¿Se recuperará Nicolás? ¿Comprenderá lo que ocurrió con Milo? ¿Le revelarán la verdad acerca de lo sucedido con su madre?
Nos leeremos en el próximo capítulo, ¡adiós! 👋🏻
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top