Capítulo 48: Le dispararon

Observo el techo de mi habitación como si fuera lo más interesante del mundo, pues acabé antes del tiempo que poseía previsto las tareas pendientes de la escuela. Tamborileo sobre el escritorio y reviso los temas que incluirá nuestro próximo examen de geometría. Álex no está en mi salón, así que descarto la idea de que me pase las respuestas. Podría pedírselas a Federico, quien siempre se presta a donar sus conocimientos. Thiago también ayudaría, de no ser porque teme meterse en problemas y ganarse un reporte de conducta que arruine su perfecto historial. Sin embargo, resulta fácil de convencer si le ofrezco comida como paga.

—¿Ya decidiste a quién suplicarle auxilio?—carcajea Álex. Resoplo, fastidiada, aunque sé que no de negaría a ayudarme si compartiéramos clase.

—¿Quién te parece más confiable? ¿Thiago o Federico?—le planteo. Él se lleva dedo índice a la barbilla, pensativo.

—Ambos—contesta, finalmente. No alivia mis dudas su ambigüedad—. También podrías pedirle a Celeste que te ayude.

—Sabés que ella nunca contribuye—me lamento. Mi meta es convencerla algún día—. La vez pasada estuvieron peleándose por resolver mis tarea y no entendí nada de lo que me explicaron.

—Celeste es demasiado competitiva y...—enarco las cejas, cruzándome de brazos—. Yo también, lo admito.

—¿Pensás que volverás a reprobar una materia?—le interrogo, aún con el episodio anterior en la memoria. Gala se enojó muchísimo cuando vislumbró su primera nota de color rojo.

—No lo creo...—murmura y desvía la mirada. Sé que le pone nervioso recibir la libreta de notas al término de cada bimestre—. Espero que no. Mi hermana nunca reprobó ninguna materia.

—Si necesitás ayuda, no dudés en pedírnosla—le sonrío. Él asiente y vuelve su vista hacia las calles del vecindario.

—¿Cuento con ustedes?—consulta, a lo que respondo afirmativamente. Quiero notarlo segueo de ello, pues carece de motivos para pensar que lo haremos a un lado.

Reconozco la presión que habita en su voz. Suele compararse con Ailín a menudo y teme fallar, cometer un error que lo lleve lejos de las perfectas calificaciones. Puede que se sienta menos tras contemplar una equivocación y la exigencia de Gala no ayuda en lo absoluto.

Un tema se me viene a la mente sin avisar, causando que voltee hacia el calendario situado encima de mi mesa de noche. Trago saliva, nerviosa, ya que desconozco los resultados que traiga. Álex yace dubitativo, inmerso en pensamientos de los que no tengo idea. Suspira y revuelve su cabello, recargándose en la pared.

—Hoy tus padres iban a hablar con Nicolás, ¿cierto?—indago y él me sonríe. Toma una bocanada de aire antes de contestarme:

—Ojalá que todo salga bien—desea desde su lugar—. Mamá prometió que me avisaría si ocurría algo, aunque lo dudo.

—No es nada lindo lo que piensan contarle—muerdo mi labio inferior y bajo la vista al suelo. Una ligera brisa primaveral se cuela por entre las cortinas y desordena mis cabellos.

—Por eso fue Milán—juega con sus manos, inquieto. No sabemos cuál será la reacción de Nicolás al descubrirlo todo—. Gala piense explicarle lo de Valentina.

—¿Qué pasó con ella, exactamente?—su entrecejo se frunce ante mi pregunta y aclara su garganta. Mala señal—. ¿Álex?

—No soy la persona adecuada para comentarte esto—concluye, anticipando el fin de aquella curiosa plática.

Opto por no insistir, ya que no me gustaría desatar una pelea. Mi amigo investiga ciertos sucesos junto a sus padres, así que alberga información desconocida para la mayoría de nosotros. Sin embargo, sabemos que no nos ocultaría algo de vital importancia.

El parque se encuentra vacío, lo cual me sorprende porque hoy es sábado y esos días más gente sale a dar una vuelta. Pocas personas transitan por las calles, quizás por la temprana hora. Respiro aire fresco, intentando tranquilizarme. Esto no será fácil. No sé cómo reaccionará al descubrir la verdad, y justamente por eso, decidí venir. Tal vez conmigo aquí le sea más fácil confiar, pues imagino que albergará miles de dudas en la cabeza. Me saco el teléfono del bolsillo y reviso los mensajes, mas apago la pantalla tras darme cuenta de que él no me ha enviado ninguno.

Reprogramamos el encuentro para este sábado a las ocho, puesto que Nicolás no quería esperar hasta terminar su turno en el trabajo. Me dirigí junto a Gala y Daimon a este sitio hace unas horas. Ambos quieren hablar con mi amigo, quien continúa sin aparecer.

—No viene—expongo, impaciente. Él no suele retrasarse. Acostumbra a ser más puntual que yo.

—No han pasado ni veinte minutos, Milán—me sonríe Daimon y palmea mi espalda, en un intento de calmarme—. Descuida, llegará pronto.

—¿Qué piensan decirle, exactamente?—inquiero, nervioso. Gala me observa, sin saber qué responderme—. ¿Toda la historia?

—Aún no sabemos con qué versión haya crecido—me contesta ella. Tiene razón. Primero deberíamos cuestionarle por ello, así vemos qué tan confundido está.

—¿Entonces qué procede?—indago, carente de ideas. Lo que debemos contarle se halla lejos de lo agradable.

—Primero vamos a presentarnos. Espero que nos ayudes con eso—me pide Daimon, a lo cual asiento de inmediato.

—¿Debería llamarlo?—interrogo, indeciso. Puedo volver a sacar mi teléfono y marcar su número, pero no quiero que se sienta presionado.

—Aguardemos un poco más—contesta Gala. Suspiro y me empino, tratando de observar la otra cuadra—. Dudo que se echara para atrás a último momento.

—Vendrá, no te preocupes—me sonríe Daimon. Seguro ha notado lo inquieto que estoy.

Achino mis ojos y realizo el esfuerzo de ver. Casi canto victoria cuando lo visualizo caminando hacia nosotros. Le agito una mano en señal de saludo y lo invito a acercarse. Se detiene al percatarse de la presencia de las dos personas junto a mí. No obstante, lo animo a continuar su recorrido. Luce contento, a pesar de todo. Imagino que me contará por qué luego de que hablemos. Me aproximo a la pista para recibirlo y darle un abrazo. Sin embargo, una silueta oscura aparece detrás de él, desenfunda un arma y dispara. No me da tiempo a advertirle, el proyecto sale casi en el acto e impacta en su espalda, provocando que caiga al suelo.

Escucho a Gala gritar y corro hacia el lugar, aterrado por la sangre que embarra el pavimento. Posee los ojos cerrados y las manos frías, lo que causa que el pánico crezca dentro de mí. Daimon llama a emergencias, mientras yo permanezco a su costado. Le hablo con la esperanza de que, siquiera, realice algún movimiento. Pero yace inconsciente.

—¡Llama a una ambulancia!—exclamo, desesperado. Daimon conversa por teléfono con la operadora, tan pasmado como yo.

Levanto mi mirada, en busca de aquella sombra y la encuentro por ningún lado. Se ha esfumado. Desapareció antes de que pueda detenerla. Y otro ruido. Un estruendo se oye en el interior de ese callejón aledaño al parque. El sonido de una sirena llega a mis oídos e imploro a gritos que se trate de los médicos viniendo en camino. La chaqueta de Nicolás está manchada de sangre, igual que su camisa. El panorama parece sacado de una película de terror.

Daimon se apresura al callejón. Saca un extraño aparato de su bolsillo y arremete contra el sujeto que allí se esconde. Mientras Gala, con lágrimas en los ojos, se agacha a revisarlo. Pido que sea una pesadilla, porque no lo entiendo, ¿acaso Nicolás merecía esto? Justo hoy, que iba a saber la verdad y aclararía todas sus dudas. Se suponía que este día terminaría de la mejor manera, no así. No con su vida pendiendo de un hilo.

Es fuerte, sé que sí. Él puede con todo. Pestañeo excesivamente, queriendo despertar. No lo concibo. No asimilo ni digiero la escena que he presenciado hace escasos minutos, en donde las cosas parecían ir por el sendero correcto.

Visualizo la pantalla del teléfono y releo nuestra última conversación, aquella que tuvimos hace apenas unos minutos. Sé que irá a ver a Milán, Gala y Daimon, así que no quise retrasarlo. Acordamos reunirnos luego en el hotel. Imagino que será mañana, porque hoy debe trabajar hasta las ocho y acaba bastante cansado. Me alegró escuchar su voz después de semanas. Puede que le sorprendiera mi llamado, mas no discutimos en ningún momento. Me pidió perdón, pero lo interrumpí alegando que fui yo quien debió ser más comprensiva.

Mi celular emite una llamada entrante. En un principio pienso que se trata de Nicolás. No obstante, el nombre de Milán figura allí, ¿acaso ambos no estarían juntos? Un mal presentimiento se apodera de mí y lucho por apartarlo, aunque este crece a medida de que transcurren los segundos. Le contesto sin más, deseando ponerle fin a mis interrogantes.

—¿Qué sucede? ¿No deberías estar con Nicolás ahora?—inquiero, confundida. Dudo que haya decidido no presentarse o cancelar a última instancia. Cuando lo llamé me dijo que iba en camino.

—Le dispararon—balbucea, con hablar entrecortado. Se me congela la sangre y necesito sostenerme del escritorio para no cae.

Miles de pensamientos me invaden a contrarreloj y, de un instante a otro, los ojos se me llenan de lágrimas al escenificar lo peor. Sostengo el teléfono como puedo, pues las manos me tiemblan y el aire me falta.

—¿Qué?—titubeo, entretanto deseo haber escuchado mal.

—Estamos en el hospital, lo llevaron de emergencia—responde y acaba con mis esperanzas. Intento ralentizar mi respiración, mas nada otorga resultado—. Avísales a los chicos, por favor. No me moveré de aquí hasta recibir noticias.

—¿Cómo está?—inquiero, aunque con miedo a conocer la respuesta.

¿Qué tal si se encuentra en estado crítico? ¿O si el proyectil le lastimó algún órgano importante? No soportaría verlo sufrir y padecer secuelas graves. El silencio de Milán incrementa mi nerviosismo. Me aclaro la garganta para incitarlo a contestar, puesto que las palabras se atascan en mis dientes.

—No lo sé—confiesa, quebrado. Reconozco los intentos fallidos que realiza por aparentar firmeza—. Estaba sangrando demasiado y no reaccionaba.

Me quedo helada, con el mundo cayéndose a pedazos sobre mí. Dejo escapar un suspiro. Los recuerdos que poseemos juntos surcan mi mente y me estrujan el corazón. Nicolás me sonreía, tomaba mi mano y me acompañaba al estudio fotográfico de papá, ya que me daba miedo caminar sola. Traía su guitarra e insistía tanto que terminaba cantando a su lado. Varias veces permanecí despierta hasta pasada la medianoche conversando por teléfono, muchas otras me perdí entre sus abrazos. Lo extrañaba, demasiado, y ahora de pronto nuestras memorias se ven amenazadas.

—Iré para allá—aseguro, debido a que no soy capaz de mantenerme al margen.

Nuestra llamada culmina, porque realmente no hay mucho que decir, sino que hacer. El temor instalado en mi interior es indescriptible. Tengo miedo, y esta vez no está para abrazarme. Hoy quiero derrumbarme, pero quizás ya no en secreto. No me importa que me vean llorar, me basta con enterarme que se recuperará pronto.

Bajo las escaleras, casi tropezando en el trayecto, con el corazón en la mano y los temores revoloteando a mi alrededor. Dante se acerca a mí apenas me ve. No suelo romperme delante de nadie, por lo que sus ojos reflejan inmediato terror. Me abraza antes de que pueda pronunciar palabra y acaricia mi cabello. Respiro de forma entrecortada, visualizo borrosa la sala de estar y las piernas me fallan.

—¿Qué ocurre, Celes?—cuestiona, alarmado. Quizás le sorprenda verme así.

—Llamá a mamá y papá—contesto, tragándome las lágrimas. Dante pestañea, desconcertado, sin procesar por completo la noticia. Carraspeo y me froto los ojos—. Nicolás está en el hospital.

—¿No estaría con Milán?—interroga, a lo que niego. Quise aferrarme a esa idea al comienzo y no resultó, la pesadilla arribó a mis costas de todas formas.

—Alguien le disparó y lo internaron de emergencia—contesto. Dante me observa, estupefacto.

Nuestros padres salieron esta mañana al estudio fotográfico, por lo que estamos solos en casa. Pero no creo que tarden demasiado en llegar. Necesito averiguar el estado de Nico, ya que Milán tampoco posee información. Necesito saber que estará bien y que esto sea sólo un trago amargo de la vida, una realidad que se difumine y quede hecha polvo. Porque no la acepto, no puedo. Este no era momento para que ocurriera algo así.

***
¡Hola!

Espero que se encuentren bien junto a sus seres queridos, ¡feliz Año Nuevo! Ojalá este 2021 les traiga más alegrías que tristezas ❤

¿Cuál creen que sea el estado de Nicolás? ¿Los chicos se enterarán pronto? ¿Quién le disparó? ¿Despertará pronto? ¿Álex sabe algo importante que los chicos no? ¿Daimon y Gala le contarán a Nico la verdad?

Nos leeremos la próxima semana, ¡adiós! 👋🏻

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