Capítulo 47: Encuentro esperado
Tamborileo sobre la mesa en un vago intento calmarme. Me muerdo el labio inferior, inquieto, y observo aquel frasco de pastillas frente a mí. Considero tomar otra, porque dudo que una sea suficiente para tranquilizarme. No puedo sacarla de mi mente ni un segundo, y me asusta. Jamás sentí algo similar, ¿estaré enfermo? No creo que forme parte de la vida diaria sentir un cosquilleo en el estómago apenas esa persona irrumpe en tu cabeza, lo cual sucede todo el tiempo.
Llegué a casa después de la escuela y fui directo a mi habitación. Traté de resolver algunos ejercicios matemáticos, mas acabé rindiéndome. Quisiera que quitaran esas materias que sólo sirven para hacerme sufrir y rellenaran el horario con idiomas. Incluso Historia me gusta más, pues adoro aprender sobre culturas distintas.
—¿Qué te tiene tan distraído?—consulta mamá, quien entra a la cocina de repente.
—Seguro sigue pensando en su novia—contesta mi hermana. Florencia me saca la lengua y coge una taza del fregadero, dispuesta a prepararse un café.
—¿Novia?—nuestra madre alza las cejas, sorprendida. Flor se ríe, desde su lugar, sin pronunciar palabra alguna. Me aclaro la garganta antes de responder.
—Violeta—contesto, decidido a revertir los pensamientos que le causó Florencia—. La conocí hace unos meses, ya te lo conté.
El día que descubrieron todo, hablé con mis padres. No podía guardarme nada, así que les relaté cada detalle que conocía. En un principio, se mostraron perplejos, igual que yo. Porque ni siquiera albergaba idea de que Celeste tuviese una hermana gemela. Atribuí su parecido a simples coincidencias.
—¿Y son novios?—cuestiona, con una ceja elevada y mirada expectante.
—¡No! ¡Sólo amigos!—me veo en la obligación de volver a recalcar. Aunque dicha idea no me disgusta en lo absoluto—. Te aseguré que no volvería a salir con chicas.
—¿Por qué? Yo quiero una cuñada—replica Florencia, cruzándose de brazos. Le echa dos cucharas de azúcar al café y gesticula un mohín cuando bebe un sorbo. Debe estar caliente.
—No—rechazo de inmediato. A mamá le sorprende mi tono, por lo que frunce el entrecejo—. Estoy bien así.
—De acuerdo...—aprieta los labios, no muy convencida. Sin embargo, opto por no ahondar más en ese tema—. ¿Sabés algo de Nicolás?
Asiento y desvío mi vista. Hablamos anoche durante una hora. No pude evitar contarle que Gala iría a buscarlo a su trabajo el sábado y, a pesar de que pensé que se negaría, aceptó bastante a gusto. Aunque programamos el encuentro para antes del inicio de su jornada laboral, a horas de la mañana en el parque ubicado cruzando dicha calle. Se lo comentaré a Gala después, imagino que disminuirá sus nervios y no le molestará esa diminuta variación.
—¿Puedo ir este fin de semana?—inquiero, cogiendo por sorpresa a mamá. Florencia la observa por el rabillo del ojos, escrutando su expresión—. Nicolás confía en mí. Tal vez si voy sea más fácil.
—Por mí no hay problema—me sonríe mamá. Suspira profundo y ladea la cabeza—. Avisale a Gala con unos días antes, ¿sí?
—Claro, no te preocupes—afirmo, satisfecho. Me ahorro comentarle de la llamada, pues ambas me pidieron no mencionarle nada al respecto a Nicolás.
No soy bueno mintiendo. Tampoco fui capaz de ocultarle algo así. Él no se ha quedado tranquilo después del incidente en la fiesta de Federico y Julieta, por lo tanto, lucho por ayudarlo como mejor pueda. No le he preguntado si volvió a hablar con Celeste tras ese día y prefiero continuar sin cuestionarle. Nicolás me hubiese informado, así que deduzco que ella no se ha comunicado por ahora.
Espero que todo salga mejor de la escena que se reproduce en mi imaginación. No sé si Gala le revele a mi amigo lo que sucedió realmente con su madre, pero estaré listo para contenerlo si lo necesita.
Camino hacia el punto de encuentro con las manos en los bolsillos y la mente en blanco. Si pensaba decir algo, se me ha olvidado. Intento respirar hondo para tranquilizarme, mas no logro mi cometido. Un sentimiento de culpa me ocupa por completo, aunque no poseía otra opción y acudí a la primera idea que surcó mi cabeza. Tomo una bocanada de aire, antes de acelerar el paso y sufrir un repentino escalofrío. Trago saliva, nerviosa. No sé cómo reaccionará al observarme de nuevo.
Milán se encargó de citar a Violeta, a pesar de que al principio no estuvo de acuerdo en lo absoluto. Después me indicó la fecha y hora, puesto que el plan original era que yo fuera a verla. Decidí no contarle nada a mis padres, porque no deseo abrumarla.
Vislumbro una silueta igual a la mía conforme voy acercándome al lugar. Es realmente fácil reconocerla, mas no aproximarme. Los nervios me atacan con mayor intensidad y desconozco el modo de librarme de ellos. Aprieto los labios, ansiosa, y troto hasta llegar a donde encuentra. El corazón me lata como si acabase de correr una maratón, el aire comienza a volverse pesado y un nudo se instala en mi garganta. Sin embargo, no considero retroceder bajo ninguna circunstancia.
—Violeta—la llamo, en un susurro, por lo que me sorprende que voltee. Quizás sienta mi presencia, pues no soy muy sigilosa.
—Sabía que no vendría Milán—admite, para mi asombro. Enarco las cejas y trato de sonreírle.
—¿Él te lo dijo?—ella niega, entretanto rehúye la mirada que le lanzo. Pero no luce incómoda.
—Tal vez te parezca raro que presienta cuando estás cerca—responde, largando una respiración.
Me detengo a analizar su aspecto unos minutos. Viste colores oscuros y es de contextura delgada. Sus vaqueros negros se ajustan a su cintura con bastante facilidad. Lleva puesta una chaqueta manga larga que le cubre los brazos y su cabello castaño cae por sus hombros, formando ondas.
—Debes estar muy confundida—doy por hecho. Ella asiente, suspicaz. No termina de confiar en mí.
—¿Cómo no estarlo? Somos iguales—me señala. Su observación acaba sacándome una sonrisa—. Y no recuerdo haberte visto antes.
Un debate interno se forma de repente, porque realiza cierto ademán de retroceder y no pienso dejarla ir otra vez. Necesito asegurarme de que se encuentra bien. No quiero que le suceda nada malo y el presentimiento que poseo no ayuda.
—¿Vendrías conmigo?—indago, con doble intención. Quisiera llevarla junto a mamá y papá.
—No iré a ver a tus padres—contesta, tajante. Develo un temblor en su voz, como si esta estuviese a punto de quebrarse.
—Sé que piensas que te abandonaron, pero no es así...—resopla, de brazos cruzados. Sin embargo, no se aleja. Incluso podría afirmar que la distancia que nos separa disminuye.
—Entiendo que los defiendas—murmura, dolida. Entrecierra sus ojos en un intento por contener las lágrimas—. Te eligieron a ti.
—Ellos no escogieron a nadie—sentencio y avanzo unos pasos hacia ella, quien permanece inmóvil. Me observa, expectante.
—Prefirieron quedarse contigo—titubea, aferrándose a sí misma. Trata de comunicarme algo a través de su mirada, mas noto un detalle que quizás pasé por alto.
—No sos argentina—apunto, desviando el tema de nuestra conversación. Violeta niega, tras aclararse la garganta.
—Crecí en Perú—comenta y suspira, rellena sus pulmones de aire para esbozar una pequela sonrisa.
—Yo siempre he estado aquí—me encojo de hombros.
—¿Y te gusta Buenos Aires?—inquiere, con una timidez que adoraría desaparecer. Me gustaría que confiase en mí, aunque un puente no pueda construirse de la noche a la mañana.
—Supongo que estoy acostumbrada a esta ciudad—giro a observar las calles, pero regreso mi vista a Violeta tan rápido como puedo. Temo que aproveche un descuido para marcharse.
Justo entonces, la siento tambalearse sobre sus pies. Casi por inercia, tomo su mano y rozo su piel. Así se da nuestro primer contacto físico y un revoltijo de emociones me recorren de pies a cabeza. La invito a sentarse en uno de los bancos de madera y sonrío cuando tira de mí para que me sitúe a su lado. Espero que esto no sea nada de lo que deba preocuparme. Quiero preguntarle, pero me resisto porque tampoco deseo agobiarla.
—Celes—volteo al escuchar el diminutivo de mi nombre y acaricio sus nudillos. No parece incomodarle que estemos tan cerca—. ¿Cómo creciste?
Su pregunta me descoloca. Tenso la mandíbula y detengo mis pensamientos. Ella afianza el agarre en mi mano, alentándome a hablar. Me mira con intriga, la misma curiosidad que tengo yo por conocerlo todo. No obstante, unos sombríos recuerdos me invaden a contrareloj y requiero de apretar los dientes para no echarme a llorar. La vida nunca se mostró buena conmigo, desde antes de ser diagnosticada con leucemia, ya había afrontado demasiados conflictos.
—En casa con mamá y papá—resumo, sin otorgarle detalles. Debe saber que miento o presentir que estoy ocultándole ciertas cosas, mas opta por no indagar.
—Me gusta tu sonrisa—confiesa, cuando, sin darme cuenta, una se dibuja sobre mis labios al sentir su cabeza apoyada en mi hombro.
—Y a mí tus ojos—admito, a lo que escudriña, incrédula.
Minutos después, me ofrezco a comprarle una bebida caliente en aquella cafetería del frente. Al comienzo rechaza la invitación, pero accede al cabo de un rato. Mi error radica en dejarla esperando afuera, porque cuando salgo del lugar con dos chocolates en mano, me percato de su ausencia. Otra vez vuelvo a estar sola.
Sé que me arrepentiré de esto luego, pero no podía permanecer allí. Quería invitarme a comer. No he probado bocado desde hace días y temo dejarme en evidencia. Salí corriendo como una cobarde que no posee mejor idea que huir de sus problemas. No me encuentro bien. Volví a sufrir otro mareo, aunque dudo que se diera cuenta. Y si lo hizo, imagino que no quiso preguntarme al respecto. Saco las manos de mis bolsillos para girar la manija, pues luego de mucho andar he llegado a casa. No percibo ningún sonido, lo cual me llena de tranquilidad. Sin embargo, un ruido en la cocina capta mi atención y me dirijo hacia allí, dispuesta a averiguar de qué se trata.
—¿Nicolás?—interrogo, alzando una ceja. Pensé que estaría trabajando esta tarde.
—Rompí un vaso, lo siento—desvía su vista a los fragmentos de vidrios y suspira, agobiado—. Iré por la escoba y el recogedor.
—¿Estás bien?—niega, abrumado. No se necesita mucho esfuerzo para develar que algo le ocurre.
—Me duele la cabeza, por eso no fui a trabajar hoy—responde, rascándose la nuca. Imagino que habrá querido tomarse una aspirina y, por accidente, dejó caer el vaso.
—Eso explica por qué luces tan demacrado—observo, parada en el umbral.
Las ojeras bajo sus ojos se han intensificado y, aunque no me confiese los motivos, creo conocerlos. Quizás una de sus razones sea cierta chica de ojos verdes —parecidos a los míos— y cabello castaño. No quise tocar ese tema con Celeste hace un rato, porque no deseaba incomodarla y podríamos acabar discutiendo.
No la conozco demasiado, pero me sorprende la conexión que nos une. Es mi hermana, después de todo. No me caben dudas. Siempre creí que me abandonaron por falta de dinero, mas la hipótesis con que crecí se desmoronó tras enterarme de la existencia de quien parece ser mi gemela. No sé quiénes son mis padres, y tampoco me interesa saberlo.
—¿Recuerdas a la chica de la que te hablé?—traga saliva, nervioso. Recorre con su vista la habitación en busca del recogedor—. Resulta que papá está obsesionado con lastimar a su familia y quiere que lo ayude.
—No harás nada, ¿verdad?—consulto, expectante. Ralentiza mi respiración verlo negar al instante.
—Jamás—rechaza, mientras barre con cuidado los pedazos de vidrio—. Así me eche de casa, ya veré a dónde voy.
—Celeste no se merece ese tipo de cosas—afirmo sin dudar. Espero volver a encontrármela pronto y, sobre todo, no salir corriendo de nuevo.
—¿La conoces?—interroga, al tiempo en que detiene su labor.
—Desde que fui a robar la escritura del hotel—su mirada puesta en mí cambia. Me observa con desconfianza, por tanto, elevo el volumen de mi voz—: ¡No me mires así! ¡No me llevé nada! Salí con las manos vacías, sólo acudí para que tu padre dejase de molestarme.
Y sé que algo anda mal cuando escucho a alguien aclararse la garganta detrás de mí. Un escalofrío recorre mi cuerpo y temo darme la vuelta, a pesar de que no poseo otra opción.
***
¡Hola!
Espero que se encuentren bien y que hayan pasado unas feliz Navidad en compañía de sus seres queridos. Ojalá gocen de buena salud 🥳🎄
¿Quién creen que escuchó a Violeta? ¿Por qué ella teme voltearse? ¿Qué consecuencias traerá? ¿Cómo asimilará la verdad Nicolás? ¿Milán estará ahí para su amigo? ¿Celeste se contactará con Nico? ¿Las gemelas volverán a encontrarse?
Nos leemos pronto, ¡adiós! 👋🏻
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