Capítulo 46: Ejército de aliados

Una extraña sensación se acrecienta conforme pasan los minutos. Salió hace una hora y no ha regresado, ¿por qué tarda tanto? Prometió que volvería rápido. Descuelgo mi abrigo del perchero y me lo coloco, dispuesta a salir a buscarla. Sin embargo, resulta entonces que la puerta se abre, quitándome un peso de encima. Aunque mi tranquilidad no regresa del todo. Sé que algo ha sido, puedo notarlo con facilidad porque parece no encontrar palabras. Y otra vez, aquella presión en el pecho que provoca que mis manos tiemblen y los latidos de mi corazón se acelera, a pesar de no realizar ningún esfuerzo físico.

—¿Qué sucede? Dijiste que no demorarías demasiado—articulo como puedo. Porque un nudo se instala en mi garganta sin motivo específico.

—Vi a alguien en el hotel—responde, causando que se me erice la piel. Trago saliva, esperando que continúe—. Y era igual a mí.

—¿Quién?—inquiero, expectante. Una idea surca mi mente de repente, mas la descarto al instante. Es imposible.

—Se llama Violeta—su nombre resuena dentro de mi cabeza y un escalofrío me recorre el alma. Tambaleo, necesito sostenerme de la pared para no caer—. ¿La conoces? ¿Qué pasa? ¿Estás bien?

Intento asentir, mas de pronto me invade un sentimiento asfixiante. Trato de procesar sus palabras, las cuales me sientan cual patada en el estómago. No puede ser, ¿o acaso existe una posibilidad de que sea cierto? Respiro de forma entrecortada, lo que preocupa a mi hija. Lucho por reponerme cuanto antes.

—Es tu hermana, Celes—admito, tras un prolongado e inquietante silencio—. Tu gemela.

—¿Cómo? ¿Desde cuándo tengo una hermana?—alza la voz, sobresaltándose. Imagino que le costará digerir cada palabra que brota de mi boca.

—Hay algo que debo contarte—admito, entrecerrando los ojos. Suspiro en un intento de regular las emociones que me absorben—. No soportaré guardarme esto por más tiempo.

—¿Guardarte qué?—replica, conmocionada. Sus manos también tiemblan y se le dificulta sonar firme—. Mamá, ¿podés decirme qué ocurre?

Eso mismo me pregunto. Por mucho que busco no hallo respuesta y eso me exaspera, ¿será que esto es imaginación mía? Jamás pensé que llegaría a dudar de lo sucedido. No obstante, hoy más que nunca anhelo contestaciones a las interrogantes que formula mi cerebro.

—Ni siquiera yo lo sé—levanto la mirada al borde de un ataque que no sabré de qué manera afrontar—. Pero me gustaría que todo fuese real y no, un sueño. Porque lo he soñado tantas veces que no reconozco si estoy dormida o despierta.

—Me preocupas—muerde su labio, nerviosa.

Tomo una bocanada de aire antes de encaminarme hacia el sillón, corto trayecto en que miles de ideas me vienen y van. Celeste se sienta conmigo, igual de tensa. No comprende nada, hecho que me ocasiona culpabilidad. Entonces procedo a revelarle la verdad, relatarle paso a paso aquella historia que tuvo lugar hace años. Revivirlo no hace menguar el dolor. Creo que lo intensifica, mas descubro qué tan aliviador es. Un peso abandona mis hombros, el aire deja de ser irrespirable y la atmósfera se apacigua. A pesar de ello, sigo rota. Dudo algún día poder superarlo por completo, pues la harida parece abrirse con cada segundo que transcurre.

En un momento la cargaba entre mis brazos y al otro, me notificaban que acababa de fallecer. Contarlo significa que la daga vuelva a clavarse en mi pecho. Celeste no puede contenerse, se abraza a sí misma y derrama algunas lágrimas. Lucha por no llorar, mas noto desde lejos cuánto le duele.

—Pero está viva, mamá—insiste, casi incrédula. Incluso a mí me cuesta procesar tanta información—. La he visto hoy, somos iguales.

—Voy a llamar a tu papá, iremos con Daimon y le pediremos las cámaras de seguridad—me aclaro la garganta, respirando pausadamente a fin de calmarme—. Quiero asegurarme.

—Es mi hermana, estoy segura—afianza, llevándose una mano al pecho. Me encantaría saber qué tipo de sentimientos ha encontrado ahora.

—¿Venís con nosotros o te quedás aquí?—inquiero, pues no pienso dejarla sola si no desea. Ella niega, respira hondo para armarse de valor.

—Iré con ustedes.

Busco mi teléfono por la sala de estar y lo ubico encima de la mesa. Le marco a Dante a toda prisa, quien no tarda en atender. Acordamos encontrarnos dentro de unos minutos en el hotel y, pese a que exige conocer qué ocurre, decido no contárselo por teléfono. Llamo a Franco para pedirle que salga del estudio fotográfico y se dirija a nuestro mismo destino.

Me parece extraño no oír respuesta, porque la mayoría de veces atiende el teléfono. Sin embargo, no le doy mucha importancia y decido llamarla más tarde. Quizás Violeta esté ocupada. No quiero molestarla ni interrumpirla. Guardo el celular de mi bolsillo y acomodo algunos cuadernos que dejé regados sobre el escritorio de la habitación que poseo en el hotel. Justo cuando pensaba sentarme a estudiar, como el estudiante responsable y empeñoso que soy, me interrumpen unos golpes en la puerta. Mamá prometió que pasaría a buscarme a las siete, así no puede ser ella.

—¿Quién es y qué...? ¿Celeste?

Verla parada afuera, de brazos cruzados, me sorprende muchísimo. No esperaba encontrarla allí y dudo que venga a pedirme tarea, porque normalmente sucede al revés.

—Necesito hablar contigo—contesta. El tono con que lo dice me provoca un extraño presentimiento.

—Escucha, no vamos a regresar...—intento bromear para aligerar el ambiente que se torna cada vez más tenso.

—Es en serio, Milán—echa su cabello hacia atrás. Me percato de sus ojos rojos, lo cual no resulta común en ella. Algo ha sucedido—. Vos estabas saliendo con una chica, ¿verdad?

Mis mejillas no pueden evitar teñirse de rojo. Carraspeo, nervioso, sin saber la razón por que de pronto estoy sonriendo. Cosas raras me están pasando, antes no me sentía así.

—¡No!—exclamo, tan repentinamente que se sobresalta. Enarca las cejas, confundida—. Sólo somos amigos.

—Como sea—desdeña, a rápido pronunciar. Respira profumdo y se lleva el dedo índice a la cien—. Dijiste que se parecía a mí.

—Oh, sí. Son idénticas—sonrío, aunque desde hace una semana no hemos podido vernos. Espero que dentro de poco—. Debería presentártela algún día.

—¿Cómo se llama?—insiste, lo que en un inicio no me resulta peculiar.

—Violeta—ensancho mi sonrisa al recordarla, aunque esta se borra tras notar un detalle. Bien, creo que me he perdido—. ¿Por qué te has puesto pálida?

—Nada, no pasa nada—niega, con voz temblorosa. Esto último me hace dudar acerca de la veracidad de sus palabras.

—Luces como si acabases de ver un fantasma—confieso, desconcertado. No tiene buen aspecto, pasa una mano por su frente y da media vuelta, dispuesta a retirarse.

Puede que no esté atravesando un buen momento, ¿debería darle privacidad? Suele agobiarse cuando está alrededor de personas que no cesan de exigirle explicaciones por su actitud. Pienso en dejar que se marcha y preguntarle a Jazmín luego, ya que ambas mantienen una relación muy cercana y quizás sepa algo. No obstante, Celeste regresa sobre sus pasos.

—Si podés llamá a tus padres, Daimon quiere ver a todos rápido—su pedido ocasiona que me tema lo peor. Las veces que han dado esa indicación, no escondieron ninguna buena noticia.

—Me estás asustando—confieso y desando, adentrándome en mi habitación. Creyéndola, por un instante, una especie de refugio.

—¿Y crees que yo estoy tranquila?—replica, tomándome por sorpresa. Levanta la voz y desvía su mirada, no queriendo sentirse expuesta.

—¿Qué ocurre? ¿Es malo?—deseo conocer lo antes posible. El que Daimon esté involucrado en esto, no me inspira mucha confianza.

—No, para mí no—me asombra la seguridad con que lo niega. Juega con sus manos, conmocionada—. Quiero que sea real.

—¿Segura que no has tomado nada que...?—interrogo, mas casi al mismo tiempo sufro una interrupción. Celeste me señala y asiente.

—Sí—afirma, entretanto lucho por tragarme mis dudas—. Sólo marcales a Noah y Venecia, después bajá si querés.

—De acuerdo—accedo, para no causarle mayor incomodidad.

Considero enviarle un mensaje a uno de los chicos, porque tal vez ellos estén mejor informados. A pesar de que no acostumbro a ser el último en enterarme de lo que sucede.

—Y no le escribas sobre esto a nadie más por el momento—resoplo, puesto que la situación me sobrepasa. Desconozco la forma en que deba actuar.

—¿Por qué?—intervengo, aunque no a modo de protesta. Luce demasiado alterada y no deseo fastidiarla.

—Dejá de hacer tantas preguntas, me ponés nerviosa—apunta, al borde del colapso. Suspiro y revuelvo mi cabello, desesperado.

—Perdón...—me disculpo, inquieto. Tamborileo sobre el marco de la puerta en un vago intento de tranquilizarme—. Pero no entiendo absolutamente nada.

—Me imagino que lo sabrás luego.

Y con esto dicho, emprenda la marcha y se pierde a lo largo del pasillo. Opto por llamar a mamá, quien me responde igual de confundida. Papá tampoco posee idea alguna, así que les pido que se den prisa. La curiosidad, a fin de cuentas, acaba siendo más grande y me hace bajar las escaleras para escuchar desde un rincón.

Son demasiadas las emociones que siento que me atacan. El futuro es incierto, puedes creer que será de una manera y luego, como por obra del caprichoso destino o arte de magia, realiza un giro capaz de explotarte la cabeza si no resultas ser lo suficientemente fuerte. Intento mantenerme firme, aunque la voz se me va al ver las imágenes de la cámara de seguridad. Al principio, conservaba mis dudas, pero ahora estas acaban de evaporarse. Azul no puede contenerse más y estalla en llanto, por lo que la abrazo con fuerza, igual que Celeste.

Dante parece haberse quedado atónito ante todo esto. Apenas procesa lo sucedido y no sabe de qué manera reaccionar, porque recién pudimos confesarle qué ocurrió hace un par de años. Respiro hondo, pues trato de mostrarme firme. Mi hija me toma de la mano y sonríe, a pesar que solloza junto a su hermano.

—Ya no me falta nada—suspira Celeste, acariciando la pantalla del portátil de Daimon—. Estoy completa ahora.

Acaricio sus nudillos, también dibujando una sonrisa que nadie podrá arrancarme. Cuando Azul me escribió un mensaje pidiéndome que viniera, pensé que algo terrible había ocurrido. Me alegra afirmar que estaba equivocado.

—Entonces, ¿nunca fuimos dos?—interroga Dante, volteándose a observarnos. Traga saliva, dubitativo—. ¿Somos tres?

Asiento, aunque sintiéndome culpable por habérselo ocultado durante años. Él y Celeste no pasaron muy gratas experiencias, así que no supimos cómo contárselo sin hacerlo doloroso. Sin embargo, la historia tomó un rumbo diferente.

—Creemos que Declan, la contraparte de la madre creadora, hizo con Violeta lo mismo que con Milo—expone Daimon, realizando algunos apuntes en un cuadernillo marrón de tapa dura—. Y si es así, ella debe conocer a Nicolás.

—Iré por mi hija—afirmo, decidido. No permitiré que la alejen de nosotros por más tiempo. Su lugar está aquí—. ¿Hay manera de ubicarlos?

—Si localizamos a Nicolás será fácil llegar a Violeta—asegura, con una expresión optimista. Aunque no me sienta bien pensar en todo lo que pudo sufrir—. Puede que estén juntos, imagino Declan habrá querido formar un ejército de aliados con ellos y Milo, aunque que este se encuentre poseído aún no está confirmado.

—¿Y creen que Violeta sepa la verdad?—interviene Azul, un poco menos alterada. No obstante, se le dificulta pronunciar—: ¿Qué tal si le dijeron que la abandonamos o algo así?

—Me temo que contra eso no puedo hacer nada—se lamenta Daimon y suspiro, resignado—. Tendrán que ganarse su confianza.

—¿Qué hacemos si resulta que nos odia?—titubea Azul, apoyando su cabeza en mi hombro.

—Quiero creer que no—murmuro, más para mí mismo. Todavía albergo fe suficiente para pensar que Violeta estará a nuestro lado pronto, como debió ser desde el principio.

Anhelo recuperar los años que nos obligaron a perdernos. Necesito que me dé la oportunidad de significar algo, pese a que quizás no sea fácil. Supongo que al comienzo, dudará y desconfiará, mas entenderé cuando necesite espacio.

—Les aseguro que no.

***
¡Hola!

Espero que se encuentren bien y les gustase este capítulo :3

¿Cómo piensan que reaccione Violeta ante todo esto? ¿Qué estará pensando Milán? ¿Los padres de Violeta se enterarán también de sus problemas? ¿Cuándo le dirán la verdad a Nicolás? ¿Qué opinarán los chicos cuando lo sepan? ¿Quién creen que haya dicho las últimas palabras del capítulo?

Gracias por leer hasta aquí, ¡hasta la próxima semana! 👋🏻


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