Capítulo 39: Avistamientos extraños
Al día siguiente le pido que venga, porque siendo sincero, extrañaba escuchar su voz y tenerla a mi lado. Durante las últimas semanas apenas hablamos, por lo que de alguna manera quiero recuperar el tiempo perdido. Pensé que nuestro vínculo estaba perdido, que había arruinado la amistad que construimos desde que nos conocimos y que nada volvería a ser igual que antes. Sin embargo, con ella nunca puedes estar seguro de algo, todo está sujeto a cambios. Creo que es la persona más impredecible que he conocido.
Siento como si mi corazón se detuviera cuando abre la puerta, haciendo sonar aquella campanilla colocada encima, y me sonríe. Intento devolverle el gesto, mas su presencia me pone demasiado nervioso luego de lo que hablamos ayer.
—¿Por qué me mirás así?—increpa, entonces niego y me apresuro a aclararme la garganta.
—Perdón—suspiro, no queriendo incomodarla.
—¿Para qué me llamabas?—indaga, cruzándose de brazos. Trago saliva, desconociendo bien qué responderle, puesto que no tenía ningún plan.
—Quería estar contigo—le confieso, observándola fijamente. Y así descubro el brillo que sus ojos verdes empiezan a emitir.
—Sos muy directo a veces—señala Celeste. Apoya los brazos sobre el mostrador y ladea la cabeza.
—Lo sé—río, dándole razón. Ella guarda silencio unos segundos, lo que me hace tener la impresión de que está pensando qué decir.
—Iba a venir aunque no me lo pidieras—admite, desviando su mirada. Yo no dejo de sonreírle.
—¿Eso quiere decir que me extrañaste?—retruco con intención.
—No he dicho que...—alzo una ceja, incrédulo. Por lo cual se ve obligada a retractarse—. Sólo un poco.
—Te quiero.
—Tal vez no te lo haya dicho primero, o no lo oigas viniendo de mí a menudo. Quizás no sea una cosa que escuches siempre ni que repite a cada minuto, pero...—realiza una pausa y toma aire, lo que aprovecho para tomar su mano—. También te quiero.
Nuevamente, la emoción anterior me aborda y tengo que luchar por no tartamudear al hablar después.
—Me alegra oírlo.
—¿Cuándo vas a hablar con Jazmín?—pregunta, trayendo de regreso a mi memoria el detalle que había olvidado por completo.
—Puedo decírselo mañana—propongo, pues deseo aclarar las cosas lo más pronto posible.
—Hazlo cuanto antes, ¿sí?—asiento. Coloco un mechón de cabello detrás de su oreja y siento cómo se estremece cuando mis dedos le rozan la piel.
Caigo en cuenta de que estamos demasiado cerca. El mostrador nada hace para separarnos, lo que ocasiona que nuestros alientos se mezclen. Acaricio su mejilla con mi pulgar y la veo sonreír ante mi tacto. Ahora Celeste acaricia el dorso de mi mano y mis latidos se aceleran. Podría quedarme así durante horas, mientras sea con ella y no necesitaría otra cosa. Por un momento todo a mi alrededor desaparece y llego a pensar que estamos los dos, solos en un mundo que cada día te lleva a descubrir sentimientos nuevos.
No obstante, la puerta vuelve a abrirse y, por inercia, nos alejamos el uno del otro.
—¡Lo siento! ¿Interrumpo?—consulta Milán, a punto de estallar en carcajadas.
—¿Qué haces aquí?—bufo fastidiado. Celeste rueda los ojos y se gira hacia su amigo.
—Trabajo aquí—contesta, hecho que me entero de yacía olvidando. Hoy tenemos turno hasta las ocho.
—¿Y tenías que entrar sin tocar?—replica Celes. Parece que no fui el único que hubiese querido quedarse así mayor tiempo.
—Lamento mucho haber arruinado el momento, pero debo admitir que fue divertido—señala y chasquea la lengua. Deja su chaqueta en el perchero junto a la puerta de entrada y camina con dirección a la cocina.
—¿Ya te vas?—indago, a pesar de lo obvio que resulta.
—¿Quieren que me quede?
—Vete, por favor—sonríe Celeste. Milán se encoge de hombros y obedece, despareciendo de nuestro rango de visión—. ¿En qué estábamos?
—Dije que te quería, y me dijiste que tú también—le recuerdo, aunque sé que no lo ha olvidado.
Rodea el mostrador y se posiciona a mi costado, dubitativa por unos minutos, mas finalmente hace lo que venía esperando. Me abraza rodeando mi cuello y le correspondo enredando mis brazos en su cintura, atrayéndola hacia mí, pese a que no sé si podemos estar todavía más juntos.
Sí, en efecto, la eché de menos. Como nunca pensé extrañar a alguien, la extraño a ella. Y no quiero que esto termine. Me siento afortunado por haberla encontrado, y espero que estemos así siempre.
Tendrá que irse en un rato, sin embargo, no puedo evitar pasarla bien estamos juntos. Quisiera que tengamos mayor tiempo, mas supongo que será luego. Federico tiene que terminar un trabajo luego de ayudarme con matemáticas, curso que se me está haciendo bastante difícil ahora misma. Creo que no esperaba que los nuevos temas se tornaran tan complicados. No obstante, debo esforzarme el doble si quiero obtener un buen promedio otra vez, pues estoy cumpliendo la meta que me tracé a principio de año.
—Entonces despejas la variable, operas la ecuaciones y de esa manera llegas a que el valor de la incógnita es setenta y cinco—explica mi mejor amigo, moviendo su lápiz sobre el papel para señalarme algunos números que me esfuerzo por comprender—. ¿Alguna duda?
—No, está bien—asiento, echo hacia atrás mi cabello y suspiro agotada.
Hemos hecho veinte problemas de álgebra esta tarde, comienzo a pensar que voy a colapsar. No sé si superaré las notas que saqué el bimestre anterior, lo cual me pone un tanto nerviosa. Federico se da cuenta y toma mi mano, queriendo hacer desaparecer la tensión que aparece de repente.
—Deberíamos hacer un descanso—indica, lo que acepto, abrumada—. ¿Qué tal si escuchamos música?
—Buena idea—respondo y lo observo expectante, aguardando el momento en que saque su teléfono y una canción empiece a sonar—. ¿No vas a...?
—Mi celular está sin batería, lo siento—intenta sonreírme, apenado. Le devuelvo el gesto y busco mi móvil, porque no tengo mayor inconveniente.
Pero cuando enciendo la pantalla, me encuentro con un mensaje de Nicolás. Ingreso a nuestra conversación y lo leo, hecho que me hace fruncir los labios. Quiere hablar conmigo mañana, ¿debería preocuparme? Apenas llevamos saliendo una semana.
—¿Qué ocurre?—inquiere Federico, al ver que me he quedado observando la pantalla fijamente—. ¿Jaz?
—Nicolás me envió un mensaje—contesto, sacudiendo la cabeza para volver a la realidad en que estoy—. Quiere decirme algo importante mañana.
Teclea una respuesta afirmativa, porque pienso si hay algún problema entre nosotros, podemos solucionarlo hablando. Después de todo, así se resuelven las cosas.
—Seguro no es nada malo—me sonríe, lo que elijo creer para quedarme tranquila.
—Espero que no—deseo en mi interior, pese a ello, trato de mostrarme serena—. En serio me gusta, Federico.
—Pase lo que pase, estaré aquí contigo, ¿de acuerdo?—consulta al notarme nerviosa.
—Te contaré qué me dice luego—informo, y él asiente, ya dispuesto a oírme—. ¿A ti nunca te ha gustado nadie?—me atrevo a preguntarle.
Traga saliva y percibo que se tensa al escucharme. Carraspea, volteando a ambos lados, como buscando algo que desvíe nuestra plática.
—De momento no—confiesa, entonces entiendo que quizás le daba vergüenza admitir que nunca se ha enamorado de nadie.
—No voy a juzgarte nunca, podés decirme cualquier cosa—garantizo, afianzando mi agarre en su mano.
—Sí, tienes razón. No sé en qué estaba pensando—asiente y aquella blanquecina sonrisa retorna a su rostro.
No dudo en abrazarlo, pues de ese modo consigo una tranquilidad tal, que no sentía desde hace mucho. Me alegra saber que él siempre estará allí, y no es algo que crea sólo por sus palabras, sino también porque me lo ha demostrado con hechos durante años, y eso pesa más que cualquier frase que pueda soltar. Tengo una certeza, una afirmación que nunca sale de mi mente y es que las amistades verdaderas nunca terminan.
Pierdo la noción del tiempo entre las teclas del piano y con una melodía que no deja de repetirse en mi cabeza, retumba generando un eco que plaga todo a su paso de notas musicales. Apunto algunas ideas en el cuaderno que poseo a mi costado y ceso mi ritmo, pues nunca está de más a hacer una pausa, a observar lo que te rodea en busca de inspiración. Puedes encontrarla en cosas simples, sentimientos, experiencias y hasta dolores que temes sacar a relucir. Sin embargo, siempre vale la pena sacarlos a flote.
El hotel casi nunca se queda callado, olvidable ha sido el día en que no he oído nada viniendo aquí. Tengo muchos recuerdos acá, memorias que no olvidaré así transcurran años.
—¿Practicando?—la voz de Thiago me saca de mis ensoñaciones.
Viene de la cocina con dos vasos de jugo de naranja. Nos encontramos en el parque que está a unas cuadras y vinimos juntos, aprovechando que nuestra carga estudiantil disminuyó un poco. Aunque de todas formas, llegaré a casa a estudiar para los próximos exámenes.
—También estaba pensando—me encojo de hombros y vuelvo a colocar mis dedos sobre las teclas del órgano.
—¿Son nuevas esas partituras?—indaga, señalando las hojas situadas en el atril. Asiento y me revuelvo sobre el asiento, nerviosa, porque estoy atascada en el final y quiero tenerla lista pronto.
—No parecía tan difícil cuando escogí tocar esta pieza, pero tengo problemas para terminar—le señalo la última parte y él frunce el entrecejo. Traga saliva, dudoso, y niega.
—Quisiera poder ayudarte—suspira, lo cual me hace pensar que no se cree capaz de ejecutar dicha melodía.
—¿Piensas que no lo lograrás?—interrogo. Thiago desvía la mirada, como si le avergonzara responder que sí.
—Si ni siquiera vos podés hacer eso, yo menos—expone apenado. Y me cuesta pensar que me cree superior.
—¿Qué o quién te ha hecho creer eso?—replico enojada, porque desde hace un tiempo siento que hay algo que no me está contando.
—Nadie, sólo...—guarda silencio y se rasca la nuca—. Tus padres son seres de luz.
—¿Y ello qué tiene que ver?—alzo una ceja, desentendida. Thiago no sabe cómo responderme y mira el reloj, queriendo cambiar de tema o encontrar una excusa para irse.
Marcan las ocho con veinte veinte minutos, lo cual significa que sí, tendremos que irnos en unos minutos. A pesar de que no deseo partir, le prometí a papá que llegaría a cenar. Él y mamá van a preparar mi comida favorita, hecho que no pienso desaprovechar.
—Es tarde—suelta tras un rato de silencio.
Reconozco sus intenciones rápidamente y me dispongo a exigirle que me cuente lo que le sucede. No obstante, la puerta se abre y Celeste ingresa, volteando hacia ambos lados. Thiago se apresura a saludarla, y ella le responde, extrañada por el comentario que le hace.
—¿Qué decís?—inquiere confundida, y empiezo a sentirme así yo también.
—Te vimos hoy hablando con Milán en el parque—explica Thiago, pero nuestra amiga se encarga de desmentir aquello.
—Fui al trabajo de Milán, allí hablé con él—aclara Celeste, a lo que niego anonadada. No puedo haberme equivocado de persona—. No he ido al parque hoy, Thiago.
—Los vimos a ambos esta tarde—Celes tuerce los labios y vuelve a negar.
—No he ido ahí, Mari—repite. Comienzo a considerar que miente pero, ¿por qué lo haría? No tiene motivos, así que descarte dicha idea—. ¿Qué fue lo que viste?
Bajo mi vista hacia su ropa y reparo en que es distinta a la que recuerdo. No creo que se haya cambiado, por lo cual suspiro y me limito a aceptar que debimos confundirnos.
—Puede que haya sido la novia de Milán—ríe Thiago, pues todavía seguiremos molestándolo unas semanas más.
—Se parece mucho a ti, ahora que me doy cuenta—acaricio mi mentón y le sonrío.
—Tal vez nos la presente algún día.
Y de verdad espero que lo haga, porque me gustaría verlas de cerca. Apuesto a que nos caerá bien, estoy segura al cien por ciento. Ojalá que Milán decida hacerlo pronto. Quizás podamos salir, ir al cine juntos y pasar un momento agradable, conocernos mejor.
***
¡Hola!
Espero que se encuentren bien en casa, que les haya gustado y, ¡FELIZ HALLOWEEN! 👻🎃
¿Se disfrazaron? Si es así, ¿de qué?
Gracias por leer :3
¿Por qué creen que Federico se haya puesto nervioso cuando Jazmín le realizó esa pregunta? ¿Qué piensan que pase con Nico y Celeste? ¿A quién vieron con Milán, Mariana y Thiago? ¿Milán les presentará a Violeta a los chicos? ¿Él debió llegar a su trabajo justo en el momento que lo hizo? ¿Qué querrá decirle Nicolás a Jazmín?
Nos leeremos pronto, ¡adiós! 👋🏻
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