Capítulo 35: Confía en ti

Estoy tranquilo hasta que llega la tarde del sábado y veo más cercano el lunes. No quiero ir al colegio, fue un error pensar que este año sería diferente. Me equivoqué al creer que las cosas cambiarían, ¿acaso lo han hecho? Nunca he sido amante de ir a la escuela, pero siempre mantuve buenas calificaciones para tener contentos a mis padres. No son de exigirme demasiado, mas yo lo hago de forma inconsciente. No soy conformista ni deseo estancarme, aspiro a más cada día y quizás eso fue el problema. Tal vez querían las notas altas que sacaba y les frustraba no conseguirlas. Empeoró todo cuando descubrieron mi problema de audición.

Concentrado, sigo buscando información para un trabajo de anatomía. Federico y Jazmín me dijeron que si quería podía ir a la casa de esta última; sin embargo, no quise arruinar su momento a solas. Espero que él tome valor y le confiese de una vez sus sentimientos, aunque lo veo complicado.

—¿Tarea?—pregunta mamá, entrando a la cocina. Asiento y suspiro agotado, pues esto está resultando más difícil de lo que creí.

—Y para el lunes—aclaro agobiado, mientras tecleo e ingreso a un nuevo enlace. Entonces desemboco en una página que consigue revelarme algunos datos que apunto de inmediato.

—Suerte con eso—me sonríe, echándole un vistazo al computador—. Sé que podrás.

—Quiero subir mi promedio este bimestre—expongo y volteo a mirarla. Mamá frunce el entrecejo apenas ve los complejos gráficos del aparato digestivo que encontré.

—No dudo de vos, pero no se ve nada sencillo.

—No lo es—le doy la razón y niego. Sí que tendré que esforzarme mucho—. Prefiero la música.

—Ya te veo en grandes escenarios, como tu papá—asegura. Y quiero creerle, anhelaría poder estar tan convencido de ello.

—Estaba pensando en grabar un video con mis amigos, ¿qué te parece?—consulto, puesto que su opinión siempre ha sido importante para mí.

—Estaría genial—suelta sin detenerse a pensar, lo cual me hace sonreír y dejar de lado las preocupaciones.

Hay gente que confía en mí, existen personas que piensan que soy capaz de lograr cualquier cosa. Y aquello resulta increíble, debido a que yo lo veo muy lejano.

—¿Lo decís en serio o por compromiso?

—De verdad, Thiago—me apunta con el dedo índice.

—Gracias por confiar en mí—exhalo y froto mis manos. Debería centrar mi atención en la investigación, así olvidaré ciertas cosas.

—¿Cómo no hacerlo? Sos mi hijo favorito.

—Porque no tengo hermanos.

—Sí, con vos tuve suficiente—afianza y río. Sabe cómo liberarme aunque sea unos segundos del estrés escolar.

—¿Y si te digo que quiero hermanos?

—Qué pena, no quiero más hijos—contesta mamá, colocando detrás de su oreja un mechón de cabello rubio—. Pero puedo comprarte un perro si te hace sentir mejor.

—¿Ah sí? A los ocho años te pedí uno y dijiste que no—le recuerdo descontento. Fue la primera vez que me enojé, porque realmente quería un amigo de cuatro patas.

—Sabés que representan una gran responsabilidad.

—Y estoy dispuesto a asumir—afirmo a la primera.

—¿Y qué hacemos con mi alergia?

Buen punto, lo estaba olvidando. Pese a esto, una mascota sería una buena compañía.

—Hay perritos con pelaje hipoalergénico.

Mamá asiente, lo cual me hace pensar que después de años he logrado convencerla. No obstante, luego vuelve a reírse.

—No.

Supongo que debo darme por vencido, vengo intentándolo desde hace años y no creo que cambie de parecer. Mamá no suele ser voluble, por lo tanto, es todavía más difícil. Sin embargo, pueden no gustarle tanto los animales pero jamás lastimaría a ninguno. La conozco y sé qué clase de persona es. También estoy seguro de que nunca me daría la espalda ni de pondría en mi contra, mas requiero de un valor que no poseo para decirle la verdad, lo que ocurre tras las paredes de la escuela. Esas que quiero dejar pronto, que mi secundaria pase rápido.

Camino de un lado a otro, nervioso y con las manos dentro de mis bolsillos. No sé cómo reaccione ni qué pensará de mí después de que le diga la verdad. Quizás lo haga entender muchas cosas de mi comportamiento, pero también puede que crea que estoy exagerando, o en el peor de los casos, que soy algún tipo de loco. Forjamos una sólida amistad desde que empecé a trabajar aquí, por lo que no me arrepiento tanto de haber conducido un auto sin licencia y siendo menor de edad. Algo bueno tenía que salir de todo eso.

Suspiro y froto mis manos, preparando las palabras que creo correctas. Estamos por empezar nuestro turno, así que no hay más con nosotros. Observo el reloj, dándome cuenta de que faltan veinte minutos.

—¿Y bien? ¿Qué querías decirme?

—No me apures porque no es fácil—contesto, desconociendo la manera de iniciar esta conversación.

—Si quieres puedes decírmelo cuando terminemos.

—No, gracias—rechazo, ya que me conozco y sé que no será buena idea—. Estaré torturándome hasta ese entonces.

—De acuerdo, te escucho.

—Que no me apresures he dicho.

—Lo siento—ríe al escucharme protestar—. Tómate tu tiempo.

Vuelvo a mis cavilaciones durante unos instante en que considero echarme hacia atrás y decirle cualquier otra cosa menos lo que realmente sucede. Sin embargo, no quiero seguir siendo un cobarde que no se atreve a hablar de sus problemas. Según mi psiquiatra, ese es el primer paso para superar los miedos.

—Tengo trastorno de hiperactividad, me lo detectaron a los dos años.

—¿Y pensaste que iba a juzgarte por ello?—cuestiona un tanto dolido. Guardo silencio, pues estaría mintiéndole si le dijera que no.

—La mayoría de personas no lo entiende, ni siquiera mis padres—me encojo de hombros. Incluso a ellos les cuesta comprenderme, aunque aprecio que intenten hacerlo.

—No pasa nada, Milán—le resta importancia—. Bueno, ahora entiendo por qué no puedes quedarte tranquilo.

—Y eso que vivo medicado.

—Aun así eres buena compañía—no tarda en reconocer—. Supiste escucharme tosas esas veces que te hablé de mi ex novia, y se necesita mucha paciencia para no haberme golpeado.

—Estuve a punto, pero me diste pena.

—¿Debería agradecerte?

—Claro que sí—afirmo divertido y le doy otro vistazo al reloj de la pared. Nos quedan diez minutos—. Sigo esperando un gracias.

—¿Gracias?

—De nada—sonrío, cruzando los brazos sobre la encimera de la cocina—. Ahora, ¿qué quieres para tu cumpleaños por aguantarme?

Descubrí hace poco que el suyo era sólo un día antes del mío, hecho que me sorprendió. Lástima que no poseo ganas de celebrar. Lo que de niño me tenía entusiasmado, hoy no hace más que traerme de vuelta agrios recuerdos.

—Quiero ver a Celes.

—¿Y por qué a ella si me tienes a mí?—resoplo indignado. Le regalaré un chicle si continúa así.

—Sabes que la echo de menos.

—No entiendo—expongo confundido. Siento que algo no termina de convencerme, puesto que no pensaba que las cosas tomarían este rumbo.

—¿Qué no entiendes?

—Por momentos pensé que ella te diría que sentía los mismo.

—Tampoco puedo obligarla a corresponder mis sentimientos, será mejor que sigamos siendo amigos—acepta con cierta tristeza en su voz.

—Tal vez tenga miedo, qué sé yo—comento y tamborileo encima de la mesa, bastante pensativo.

—No soy tan feo, ¿o sí?

—No me refiero a ti—carcajeo, dispuesto a explicarle—. Hay personas que le temen a eso que los mortales llaman amor.

—En ese caso yo también tengo miedo—confiesa tras unos minutos de silencio, en que lo único que oímos son las manecillas del reloj—. No quiero volver a tener una relación como la que tuve con Lidia.

—Y yo no quiero relaciones.

—¿Te rompieron el corazón?

—Terminaron conmigo en mi cumpleaños—respondo, recordando ese momento. No obstante, aquella no es la razón por que odio ese día.

—Eso debió doler—asiento, a pesar de que albergo memorias más dolorosas.

—Uno se acostumbra.

Sin darnos cuenta, el reloj marca la hora en que iniciamos nuestro turno. El tiempo pasó rápido como la mayoría de veces y debemos empezar a trabajar. Luego de dicha plática, dejo de sentir un peso. Creo que este ha sido reemplazado por una sensación de libertad, tranquilidad ya que puedo mostrarme como soy. Y pensaba que terminaría mal. Quizás sea demasiado pesimista, debería pensar positivo siquiera una vez.

Le sonrío al teléfono apenas leo su último mensaje. Quisiera ir a verlo hoy, pero mi maestra de ciencias nos dejó demasiada tarea y tengo prohibido salir hasta terminarla. Sin embargo, la suerte parece estar de mi lado, porque Federico se ofreció a ayudarme con lo que necesitara. Así que aquí estamos, juntos como de costumbre, intentando entregar un buen trabajo de investigación y acabar los cuestionarios que nos enviaron.

Por lo menos es teoría, sería peor si fuera matemática.

—¿Encontraste algo?—consulto, levanto la vista del teléfono y lo veo tecleando en su ordenador.

—Algunas cosas—responde sin apartar los ojos del monitor—. ¿Crees que nos den puntos extras por poner datos rebuscados?

—Espero que sí, porque no escribiré a mano a cambio de nada.

Nuestra profesora se negó a que el trabajo lo presentáramos impreso, quiere una infografía redactada con buena letra y ortografía. Ya puedo despedirme del maratón de películas que planeé para este fin de semana.

—¿Piensas que Luz sepa sobre esto? Estudió Medicina después de todo—pregunta, alejándose de la pantalla y dejándome ver ciertas imágenes que buscó.

Las observo sin comprender mucho, puesto que se trata de una fotografía del aparato digestivo. Inclino la cabeza, confundida, y me encojo de hombros.

—Sí, pero ella es psiquiatra—le recuerdo. Mamá no se especializó en gastroenterología—. Podrías preguntarle a tu papá.

—Evito hablar con él últimamente—contesta, y no hace falta que diga más. Sé sus motivos, porque estuve allí la vez que lo trató pésimo por algo tan simple como su forma de vestir.

—Espero que cambie la manera de pensar que tiene—expongo con total franqueza. Reconozco que hasta a Julieta detesta oírlo hablar así.

—Yo también, no me gustó que dijera eso.

Suspiro y se pasa una mano por el cabello. Dejo mi teléfono sobre la mesa de centro para después acercarme a él y darle un abrazo. Sus músculos se tensan al principio, pero reacciona besando mi frente.

—Que te dé igual lo que diga, para mí seguís siendo especial y único.

—¿Qué tan especial?—interroga. Aunque creo ver un tono divertido, este desaparece muy rápido y se torna serio.

—Muchísimo, no sabría decirte cuánto—contesto segura de mis palabras.

Jamás había conocido a alguien así, que cuide tanto de la gente que quiere y ayude a los demás. Se preocupa por mí, ha estado apoyándome siempre y nunca hemos peleado.

—Gracias por estar conmigo—niego, esbozando una sonrisa.

—Gracias a ti por no dejarme sola—tomo su mano y apoyo mi cabeza en su hombro.

—Espero que sigamos siendo mejores amigos—desea, desconcertándome un poco, pues desconozco a qué viene ello.

—Por supuesto que sí, lo hemos sido desde niños.

Asiente y vuelve a observar la computadora. Puede que esté estresado con el trabajo, lo entiendo, también me siento así. No nos han dado mucho tiempo y debemos escribir bastante.

Regreso a mi tarea de anotar la información que recolectamos, procuro no omitir ningún dato y darme prisa. Todavía poseo esperanzas de tener algunos minutos libres, a pesar de que las posibilidades sean escasas. Debo entregar esto a primera hora el día lunes y no quiero reprobar anatomía.

—Descuida, Jaz, estoy seguro de que ambos sacaremos la nota más alta.

—Vos tal vez, no creo que yo—rechazo desconfiada. Si comparamos nuestras calificaciones, las mías están muy por debajo de lo que él obtiene.

—Confía en ti, que estoy seguro de que podrás lograr lo que sea.

—No cambies nunca—concluyo, jugando con el lápiz que utilizo.

Agradezco que haya estado respaldándome. Es lo que siempre he necesitada y aquello que me aterraría perder. Desconozco qué nos tenga preparado la vida, pero deseo tenerlo allí. A mi lado, porque así todo se torna más sencillo.

***
¡Hola!

Espero que les haya gustado este capítulo y que se encuentren bien con sus familias :3

¿Qué problema creen que tenga Thiago? ¿Mara sospechará de lo que le pasa? ¿Milán celebrará su cumpleaños? ¿Qué piensan de la actitud de Nico cuando Milán le contó su problema? ¿Por qué habrá estado tan pensativo Federico? ¿De quién era el mensaje que leyó Jazmín al comienzo?

Nos leeremos pronto, ¡adiós! 👋🏻

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