Capítulo 3: Una vida mejor
Papá acababa de darnos la noticia, regresaríamos a Buenos Aires y no puedo habérmelo tomado mejor. Extrañaba ir allí, dejé de ir cuando crecí ya que el trabajo de mis padres aumentó dificultado que encotrarámos unas semanas libres. Lamento haber perdido contacto con algunas personas, entre ellas Martín y Dante. Espero poder reparar ciertos errores, hace años que no los veo ni mantenemos una conversación. Éramos muy unidos de niños, por eso siento tanto que haya tenido que cambiar.
Fui a buscar a mamá, quien supuse debía estar trabajando; sin embargo, descubrí que tecleaba rápido en su ordenador. Supe qué estaba haciendo de inmediato pues pese al paso del tiempo, ella no ha parado de buscarlos. Se lo prometió a Valentina.
—¿Alguna novedad?—consulté temiendo respuesta negativa, la cual llegó pronto. Volteó sonriéndome, quería aparentar que no le dolía demasiado—. Valen está contenta, ¿sabés? Vos jamás has cesado esta búsqueda y seguís conservando esa fe de que podrás ubicarlos—añadí acercándome, abrió sus brazos y fui a abrazarla. Admiro bastante que nunca haya decidido rendirse.
—Tengo que encontrarlos, sobre todo a Nico, hice una promesa y debo cumplirla—recordó reteniendo unas cuantas lágrimas, incluso algunos recuerdos vagos llegaron a mi mente. Poco recordaba de Valentina, murió mientras yo tenía dos y no pudo conocer a Álex.
—Te admiro, mami, Valen debe estar orgullosa de vos—garanticé intentando sonreírle, pese a que a mí también me causaba dolor, ¿qué sería de Nicolás? Debe continuar vivo, no hay ninguna razón que demuestre lo contrario.
—Gracias, linda—sonrió depositando un tierno beso en mi mejilla derecha. Siempre hemos conservado esperanzas, ¿por qué no hacerlo ahora? Necesitamos pensar positivo y continuar indagando, Valentina nos lo agradecerá—. Todavía recuerdo cómo era, cabello rubio y ojos cafés, poseía ligero parecido a Milo—rememoró nostálgica, alcanzó a verlo una vez pero quedó grabado dentro de su mente.
Valen se suicidó teniendo a Nico dentro suyo, Milo llamó avizándonos que lograron sacarlo con vida y estabilizarlo. Lamentablemente, ella no sobrevivió al disparo. Mi madre tiene muchas dudas puesto que a veces cuesta creer que fue quitarse la vida fue lo único que pudo hacer.
—Quizás sea bueno hacer otro viaje a Perú—sugerí pensativa, a ese país fueron a vivir Milo y Valentina antes de que Nicolás naciera.
—Sólo estoy segura de que moveré cielo y tierra—afirmó mamá, adoraba escucharla tan decidida. Poquísimo sabemos acerca del hijo que tuvo Valen, calculamos que debería tener dieciséis y además, ser peruano.
—Ya verás que lo encontraremos, cada vez estamos más cerca—afiancé sonriente, de nada serviría andar pesimista porque llamará a cosas malas, las cuales no queremos.
—¿Vos creés que pueda cumplir mi promesa?—asentí confiada, es capaz de conseguir lo que ni si quiera imagina. Mamá sabrá qué hacer llegando a Argentina, seguiremos buscando.
—Claro que sí—le sonreí, necesitaba verme segura y animada. De alguna manera podría transmitirle buena vibra, ánimos que ayudarían a no darnos por vencidas.
Tenemos que hacer esto, Valentina estará agradecida con nosotras.
—Ailín, encontré estos dibujos abajo, ¿vas a llevártelos?—indagó Álex asomándose a vernos. Observé mis trazos y esos colores que hacían resaltar al pedazo de papel que había estado en blanco.
—Sí, debo haberlos olvidado, gracias—respondí recibiéndolos, luego los abracé feliz de tenerlos conmigo. Nunca he perdido ningún dibujo así que me dolería que pasara.
—¿Cuánto te tomó hacer eso?—consultó mamá, apoya bastante cada cosa que hago al igual que papá. Ellos han sabido cómo acompañarme durante competencias de arte o exposiciones, hecho que agradezco.
—Una mañana sin salir de mi habitación—carcajeé, Álex suspiró riéndose puesto que él y mamá saben exactamente qué hago cuando estoy encerrada.
—Por lo menos no está viendo el celular—expuso Álex esbozando cierta sonrisa. La mayoría de adolescentes sólo ve aquel aparato descuidando todas esas bellezas que tiene nuestro mundo, yo decido retratarlas.
—Ustedes no son unos adictos—nos sonrió mamá, casi ni usábamos ese dispositivo. A no ser que saliéramos y necesitáramos comunicarnos o avisar sobre algo importante.
Creo que el origen de la sonrisa que llevo en mi rostro es Julieta, ella llegará dentro de poco para quedarse a vivir aquí. Papá me lo dijo ayer y no he dejado de sentirme contenta por aquella noticia, mamá tiene una reunión después del trabajo así que llegará tarde, mi padre debe estar viniendo. Pasamos mucho tiempo juntos desde que tengo memoria, siempre hemos sido unimos pese al paso de los años, con él realmente puedo compartir cualquier cosa.
Muchos le preguntan cómo hace para no ponerse celoso cuando comienzo a contarle sobre algún novio.
Y no me equivocaba, llegó justo ahora, sabía que volvería temprano.
—¿Qué tal te fue?—consulté viéndolo entrar, dejó su abrigo colgado del perchero y sonrió suspirando. Ser médico no es nada fácil.
—Tuve que darle un diagnóstico devastador a alguien—comentó sentándose frente mío, tenía esa sonrisa triste que posee cada que detecta algo malo.
—¿Qué pasó?—interrogué dudosa, no sabía si quería saber acerca del tema. Duele escuchar que murió uno de sus pacientes o padecen de graves enfermedades cardiacas.
—Un paciente tiene cáncer al corazón—indicó mirándome, esperaba que reaccionara pero permanecí quieta, costaba procesar dicha información. Son casos bastante raros y aislados.
—Primera etapa, ¿verdad?—pregunté esperanzada, a nadie le desearía pasar por cierta enfermedad. Sé cómo ataca, vi a Celeste sufriendo durante años víctima de leucemia.
—Intermedia, lo envié a oncología y espero tener noticias de que ha sanado pronto—deseó bastante afligido. No pudo haber escogido mejor profesión, sin duda posee esas ganas de querer ayudarnos a todos.
—Me recordó a Celes, ella estuvo padeciendo por años—él asintió recordándolo también. No fue la única pues Franco, Azul y Dante temían lo peor. Estuvimos a punto de perderla.
—Hay que agradecer que ahora está sana y, ¿sabés que quiere ser oncóloga?—inquirió papá, entonces recordé que hace dos semanas mientras hablabámos lo mencionó.
—Sí, nos dijo a mí y a Jazmín—contesté sonriéndole, intentaba aparentar que no me ponía tan mal ese tema. Varias veces escuché que lloraba al regresar de las dolorosas quimioterapias.
—Encontrarán una cura, lo sé—afirmó papá viniendo a abrazarme. Soy incapaz de disimular u ocultarle mis sentimientos, termina averiguándolos y diciéndome que todo estará bien.
—Ojalá que sí, muchos niños dejarían de morirse—solté cabizbaja alejando los malos momentos que pasamos. Costaba ver a una amiga cercana sufría y peleaba por vivir.
—Pensemos positivo, ¿sí?—volví a sonreírle, de aquello hablando diciendo que papá sabe qué y cuándo decirlo que necesito oír. Jamás puedo imaginarnos teniendo mala relación—. ¿Cómo te fue? ¿Lista para empezar este año escolar?—resoplé asintiendo, estaban terminando estas vacaciones y comenzaríamos dentro de poco.
—Estuve alistando la ropa que llevaré puesta el primer día—conté haciendo un repaso mental. No había uniforma, eso significaba que podía vestirme a mi manera siguiendo códigos de vestimenta, nada más.
—Ya te parecés a Jazmín—rió papá, ¿sentía que exageraba? Tenía que estar preparada, ¿por qué dejar para mañana lo que puedo hacer en estos instantes? Además era entretenido hacerlo.
Saber que seguiremos siendo unidos me hace sentir más segura, papá estará allí como viene haciéndolo. Nunca traicionó mi confianza, creo que podemos contarnos de todo.
Rodeada de muñecas y con más de cinco collares puestos, finjo tomar la taza de té que me ofrece mi hermana menor. Adoro recordar mis épocas, cuando era pequeña solía tener así a papá aunque preferiría... no, en realidad, estoy bien pasando tiempo juntas. Extrañaré asistir a sus cafés apenas entre a clases, elegiría estar acá todo el día a resolver problemas matemáticos. Papá dice que debo sacar mejores notas, río imaginándome pidiéndole ayuda a Celeste.
—Jaz, ¿por qué tenemos que ir al colegio?—inquirió haciendo un puchero, ella también tendría que regresar a nuestra rutina diaria. Levantarnos temprano, desayunar, vestirnos y salir de casa.
—Porque es importante para nosotras—contesté lo que mamá siempre dice cada que le cuestiono del tema. Aún no tengo definido qué estudiaré, espero poder hacerlo este año.
—¿Otro poco?—interrogó acercándome su tetera de juguete, asentí dejando que echara más bebida. Fingí terminarla y volví a ver los chocolates de plástico.
—¿No querés comida de verdad?—pregunté sonriendo, tuve una idea bastante buena que nunca podría rechazar.
—Quiero tacos—respondió decidida, ama la comida mexicana y justamente eso, no sé cocinar. Federico hace unos deliciosos, pronto podré pedirle que nos prepare unas enchiladas o aquello que Alison quiere.
—¿Chocotejas? Prometo aprender a cocinar las próximas vacaciones—aseguré haciéndola reír. Quizás puesto que lo he prometido demasiadas veces y hasta ahora no aprendí a preparar otra cosa.
—Si les ponés dulce de leche, te ayudo—condicionó quitándome los collares del cuello. Han pasado varios años, sin embargo, seguimos teniendo aquella costumbre.
Decidí aprender a realizar chocotejas debido a que forman parte de sus postres favoritos. Alison cocina conmigo y hacemos que mamá termine regañándonos por comer mucho chocolate.
—Pondremos lo que quieras—indiqué sacándole esas gafas que yacía usando. Ella accedió conservando aquel mandil que traía puesto, íbamos a necesitarlo.
Si acababa ensuciándose, mi madre podía enojarse aunque siendo sincera, jamás la he visto furiosa en mis quince años.
—Entonces vamos, antes de que llegue alguien—sugirió mientras se adelantaba escaleras abajo. Desearía poder trabajar como niñera de esta dulce niña siempre, pese a que crecerá y tal vez ya no quiera quedarse cocinando.
Puedo afirmar que extrañaré tenerla cerca.
—¡Ali, esperame!—exclamé yendo tras mi hermana. Recuerdo esa alegría que sentí ni bien papá me dijo que llegaría Alison, tenía ocho y contaba los meses para que naciera.
Pensé que mamá estaba mal, vomitaba y poseía mareos que alcanzaron a preocuparnos muchísimo. No obstante, luego de acudir a doctores le dieron dicha noticia. Fue emocionante ser testigo del desarrollo de Ali, acariciaba el vientre donde se encontraba y percibía sus movimientos. Comenzó a patear durante ese octavo mes, haciendo después completamente sana.
—¡Jazmín te acabaste el dulce de leche!—vociferó molesta, mordí mi labio al confirmarse mis sospechas. Sí comí de más hoy, anhelo que quiera ayudarme igual o si no iremos a comprar al Vivero Bar.
—Perdón... ¡sabés que le pongo mucho a las tostadas!—intenté excusarme ganándome una mirada fulminante. Se cruzó de brazos enojada y comenzó a desabrocharse ese delantal—. ¿Qué hacés? Dijiste que ibas a ayudarme, podemos ir a comprar más—propuse todavía entusiasmada, Alison pareció aceptar.
—Nomás porque te quiero, Jaz—sonreí apenas pude escucharla. Sonaba tierna y pocas veces lo decía, me recuerda a Daniela que expresa escasas ocasiones sus sentimientos.
—Y yo a vos—afiancé abrazándola, no puso resistencia esta ocasión. Sin duda nos llevamos de maravilla, papá ama vernos en tanto pensamos que trabaja.
Quiero que esté orgulloso de mí, por lo que debo mejorse aquellas notas que saco. Debo hacerlo pese a que no tenga idea.
Tras una larga jornada de trabajo doy mis últimos pasos para llegar a casa, abro la puerta y veo a papá allí. Miraba televisión mientras bebía, ¿no tenia nada mejor que hacer? Siempre que le digo que deje de tomar termina insultándome. Violeta prefiere no entrometerse, yo sigo intentando hacerlo cambio quizás porque es mi padre.
—Estoy terminando de empacar mis cosas—comenté queriendo iniciar una buena conversación, detestaba discutir y tampoco poseía excelentes ánimos después que Lidia terminara conmigo.
Recogió sus libros esta mañana, quise hablar con ella pero otra vez terminó negándose a escucharme.
—Pensé que ya habrías acabado—bufó molesto, parece enojarle hasta un mínimo detalle. Su temperamento cambia cuando toma, no debería beber tanto alcohol puesto que sólo daña nuestro organismo.
—No, perdón, terminaré rápido—aseguré nervioso, temiendo que terminara enojándose. Solía golpearme aprovechando que era niño y me costaba defenderme—. ¿Es necesario que vayamos a Buenos Aires?—papá asintió dándole otro sorbo a esa botella, estuve a punto decirle algo hasta que recapacité. No deseo discutir ahora.
—Sí, nos vamos en dos días—respondió cortante, entonces supe que no había nada más que pudiera hacer. Dolería dejar Perú, acá crecí. Incluso Rocky, el perro de Violeta, iba a extrañarlo. Al menos eso dio a entender comenzando a ladrar de pronto—. ¡Calla a ese animal de mierda! Ni sé por qué no le doy veneno—vociferó furioso, a pesar del insulto que soltó supe que preferiría volver a su cerveza.
Desearía encontrar una vida mejor, ¿qué hubiera pasado si mamá no me hubiese abandonado? Intenté varias veces buscarla y desistí por falta de apoyo.
***
¡Hola!
Gracias por leer, espero que les haya gustado :3
¿Creen que Nico encuentre a su madre? ¿Gala y Ailín encontrarán a Nicolás? ¿Alison dejará de jugar con Jazmín algún día? ¿Ella podrá subir sus calificaciones? ¿Daniela podrá reencontrarse con Julieta?
Luego estableceré horario de actualizaciones 💙 en el próximo capítulo saltamos en el tiempo.
Nos leemos pronto, ¡adiós! 👋🏻
PDT: El 18 de febrero fue el Día del Síndrome de Asperger.
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