Capítulo 24: Ya vamos a encontrarte
Escucho a papá hablar por teléfono, con quien creo que es Gala. No me gusta entrometerme ni oír conversaciones ajenas, sin embargo, esta capta mi atención de inmediato. Nunca ha sido un secreto lo que ocurrió con la mejor amiga de Gala, siempre he sabido cómo ocurrieron los hechos, y también sé que viene buscando a Milo desde hace muchos años, incluso a mí me parece extraño que de pronto haya cortado cualquier tipo de comunicación.
—¿Entonces no tenés ninguna idea?—preguntaba ella del otro lado. Papá negaba y suspiraba preocupado, a él le angustiaba mucho aquella situación.
—No supe nada de Milo luego de que dijo que quería tomarse un descanso del trabajo, dejé pasar unos meses y nunca contestó el teléfono, simplemente desapareció junto con su hijo—respondía bastante agobiado. Prefieeo no hablarle mucho de eso, de por sí sé que es un asunto que le trae malos recuerdos.
—Debo encontrarlos, Noah, ese chico ahora debe tener la edad de Milán—indicó Gala, desconociendo que yo yacía escuchándolos detrás del muro que me separaba de la cocina.
—¿No has pesando que tal vez...? No, olvidalo—rechazó papá. Conocía esa mirada, poseía un mal presentimiento.
—¿Que pueden haberlo poseído de nuevo? Sí, lo he pensado, pero... no sé, quiero creer que no es así—manifestó ella. No podía verla, mas era muy notorio cuán angustiada se encontraba.
—Mirá, después de años puede que encontremos a Bruno, ¿qué garantiza que no puedas encontrar al hijo de Valen?—cuestionó intentando ser optimista. Supongo que es lo único que puede hacer, no perder las esperanzas.
—Si eso llegara a pasar, sería maravilloso. Creo que llevaría bien con tu hijo—sonreí dando un suspiro, quisiera comprobarlo.
Me llevo de maravilla con mis amigos, nunca hemos tenido mayores problemas y no discutimos jamás, pero me gustaría tener un mejor amigo. La mayoría de chicos del colegio al que iba cuando viví en Italia hasta los doce años, no quería juntarse conmigo porque no aguantaban la hiperactividad que padecía.
Decidí no seguir espiando, ya que Florencia podía verme y me regañaría igual que lo haría mamá. Además, debo llegar al trabajo, hoy tengo una pequeña reunión con mi jefe acerca de nuestro trabajo. Agradezco que sea al término de la jornada, de lo contrario, me la habría perdido.
No quise interrumpir a papá y pedirle que me lleve hasta ahí, puesto que podría caminar unas cuadras. Terminé de ponerme la chaqueta y, debido al sonido que emitió mi teléfono, encendí su pantalla encontrándome con un mensaje de Violeta, sonreí al releer nuestra conversación de anoche.
"Me gustaría poder escucharte cantar en vivo algún día" escribí en respuesta a un video suyo cantando. Sigo sin saber por qué dejó de hacerlo, debe haber sido muy duro.
"Quiero pensar que podré volver a hacer lo que amo pronto" contestó ella. Estaba en línea, o al menos aquello decía WhatsApp. No quería que estuviera triste por ello, así que tuve una idea.
"Si no estás ocupada ahora, nos vemos en la plaza donde nos conocimos en cinco minutos" tecleé rápidamente, aguardando respuesta alguna. Violeta lo leyó, aquellos checks azules aparecieron casi al instante.
"Nos vemos allá" sonreí tras leer su último mensaje. Hace tiempo que nos veíamos y echaba de menos hablarle frente a frente.
Salí de casa apresurado, no quería tardar demasiado y que acabase yéndose. Casi corrí las cuadras que necesitaba recorrer para llegar al lugar, y apenas estuve ahí, descubrí que me había apresurado demasiado. Ella tardó algunos minutos, los cuales esperé a gusto sentado en una de las bancas, pasados estos, la vi aparecer junto a Rocky.
—Pensé que tardarías más, en serio no debes estar muy ocupado—rió soltando la correa del cachorro, que corrió hacia mí y apoyó sus patas delanteras sobre mis rodillas.
—Se supone que debería estar trabajando—resté importancia, ella alzó una ceja y se sentó a mi lado, mientras tanto yo acariciaba la cabeza del can. Parezco caerle bien.
—¿Y qué hacés acá entonces? No te recomiendo perder el tiempo conmigo—indicó recostándose en el respaldar del banco.
—No lo estoy haciendo, sólo quería invitarte a comer—le sonreí, pasé un brazo por encima de sus hombros y esperé a que dijera que sí.
—Ya desayuné, Milán, además no traigo dinero—intentó justificarse. Aquella actitud me recordaba a la primera vez que nos vimos, ella se estaba pesando.
—No importa, yo invito—insistí, pues debía ir al trabajo y no me apetecía separarme de ella todavía—. ¿Puedo hacer algo por ti?—consulté, producto del silencio que comenzaba formarse.
—Pero vas a llegar tarde a trabajar—se excusó, mas tenía la respuesta perfecta.
—Trabajo en restaurante, ¿vienes?—interrogué esperanzado, no obstante, sus excusas parecían no terminar.
—No creo que le permitan entrar a Rocky y tampoco pienso dejarlo afuera—contestó, volviendo a tomar la correa del cachorro.
Su actitud me daba un mal presentimiento, hasta empezaba a dudar acerca de que ya había tomado desayuno.
—No hay nadie a esta hora, Vilu, ¿vamos?—ella suspiró y, segundos después, asintió. Aunque mis dudas sobre los problemas que podía padecer eran mayores.
Realmente espero estar equivocado, pero Violeta no deja de darme señales de que estoy en lo cierto. Y quisiera equivocarme, como siempre lo hago y estoy acostumbrado. Me gustaría fallar, que sea sólo imaginación mía y ella no tenga ningún problema. No deseo que nada malo le ocurra.
De un momento a otro, y sin saber por qué, nos detenemos. Vilu cierra los ojos, aferrándose a mi brazo, ¿qué acaba de ser eso? Podría asegurar que se ha tambaleado.
—Estoy bien por si vas a preguntar, no fue nada, me tropecé—afianzó despreocupada. Asentí sin saber qué responderle y seguimos caminando, no sé qué deba hacer al respecto.
Le prometí a que iría a verlo hoy, así que no me quedó escapatoria. Estuvimos hablando ayer durante un rato, hasta que dejó de responder mis mensajes porque tuvo que volver a trabajar. Hubiese querido que sigamos hablando, puede ser una muy buena compañía cuando no tengo con quien hablar.
Cerca de las diez de la mañana, caminaba en dirección al lugar donde trabajaba volteando de vez en cuando para ver si alguien estaba siguiéndome, aunque el camino me daba menos inseguridad cada vez. Después de algunos minutos suspiré satisfecha, ya había llegado.
—Buen día—saludó Nicolás con una sonrisa. No se encontraba nadie más allí, supongo que seré la primera cliente de hoy—. Perdón por molestarte ayer, sólo empecé a preocuparme por ti.
—Está bien, no fue tu culpa—sonreí de vuelta y me acerqué al mostrador—. Ahora que recuerdo, tenía que gritarle a Milán, ¿no ha llegado?—consulté, creyendo que quizás yacía en la cocina.
—Todavía no, y debió estar aquí hace media hora, pero de todas formas no hay mucho que hacer—respondió cruzándose de brazos y rodé los ojos. Sigo queriendo hablar seriamente con Milán.
—¿No te aburres estando acá solo?—le pregunté intrigada. Yo estaría aburrida, no podría quedarme haciendo nada.
—No estoy solo, tú estás conmigo.
—Pero no siempre estoy con vos—repuse, refiriéndome al día anterior.
—Intento entretenerme como puedo—contesta, a pesar de ello, siento que hay algo que no me ha dicho—. ¿Qué tal te fue ayer? ¿Piensas dejarme con Milán más seguido?—cuestionó haciéndome reír. Esa era buena idea.
—Definitivamente, parecen llevarse muy bien ustedes dos—bromeé divertida. Volviendo al tema de Milán, sigue sin haber rastros suyos.
—No me molesta que dejes de venir a menudo, pero avísame para no preocuparme como ayer, ¿sí?—asentí bastante confundida. Ni si quiera creí que fuese a preocuparle tanto que de pronto no llegara.
—Descuida, ¿qué es lo peor que podría pasarme?—interrogué, tratando de mostrarme tranquila, puesto que sabía la respuesta a dicha pregunta.
—No quiero pensar en eso—indicó cabizbajo, a mí tampoco me agradaba hablar acerca de los peligros que existía fuera—. ¿Vas a querer tu batido?
—Sí, y procura no tirármelo encima esta vez—le recordé en broma. De todas formas, si volvía a pasar no iba a molestarme.
—Espérame aquí, ya vengo—informó él, a punto de dirigirse a la cocina.
Comienzo a creer que no debí pedirle nada, pues me da cierta inseguridad quedarme sola. Alguien puede entrar muy fácilmente y el lugar está casi vacío. Preferiría que Milán llegara ahora mismo.
—¿Puedo ir con vos?—mascullé en voz baja. Temía que pensara que descubriera mis temores y dijera que soy una exagerada, a pesar de haberse preocupado por mí ayer.
—No voy a envenenarte, tranquila— carcajeé al escucharlo. Hasta ese punto aún no llegaba mi imaginación.
—Debo estar segura de ello.
Para suerte mía, no pareció incomodarle en absoluto. Fuimos a la cocina y estuvimos platicando de ningún tema específico. No quise preguntarle nada al respecto, sin embargo, esperaba que siguiese trabajando acá los próximos meses. Se me había hecho costumbre venir a este sitio por las tardes y hablar con él.
—¿Y desde cuándo te gusta la música?—inquiere mientras prepara el batido de fresa.
—Desde que era pequeña, siempre me ha gustado cantar—rememoré sonriéndole. Esperaba que no acabara pidiéndome que cantara una canción.
—No voy a pedirte que cantes si es lo que te preocupa.
—Tampoco pensaba hacerlo—sentencié decidida. No quiero terminar pasando el ridículo, por esa razón he callado durante años y continúo negándome a compartir mi supuesto talento.
—¿Lo harías si vuelvo a traer mi guitarra?—sonrío de nuevo, buena pregunta. No obstante, dudo de animarme incluso así.
—Quizás sí, pero no te prometo nada—opté por aclarar. No planeaba hacer una promesa que jamás cumpliría, porque ni frente a mis amigos me he animado a abrir la boca.
Escuchamos algunas voces provenientes de la parte delantera apenas guardamos silencio, entre ellas reconocí a Milán, pero había alguien más allí. Imaginé que sería algún cliente, mas algo denteo de mí decía que estaba equivicada. Quería salir corriendo, y lo peor de todo era que desconocía el motivo. Juraría haber escuchado esa voz antes, o por lo menos me resulta demasiado familiar.
Alguien que conozco charlando con Milán ahora.
Y justo cuando reacciono, logrando salir de mis pensamientos, dejo de escuchar cualquier tipo de ruido. Quien sea que haya sido, se ha ido.
—¿Todo en orden?—consulta Nicolás, a lo cual sacudí mi cabeza desconcertada. Ni yo sabía qué acababa de sucederme—. Debe ser Milán.
—Vamos, tengo que hablar con él.
Tal vez esté empezando a imaginarme cosas, no debería darle tanta importancia, ¿cierto?
Fuimos a primera hora al Departamento de Investigación, mas tuvimos que esperar dos horas para ser atendidos. A pesar de todo, llegué al hotel de la mano de Devi y con una hermosa sonrisa, ¿hacía cuánto tiempo que no escuchaba buenas noticias? Quizás todo estos años de búsqueda estén dando resultado. Puede que hayan localizado a Bruno, o por lo menos han conseguido dar con su posible paradero y esta semana irán a intervenir a los supuestos responsables.
Dijeron que no debemos dar mucha información, ya que podría ser riesgoso, así que preferimos contárselo sólo a nuestros amigos cercanos.
—¿Alguna novedad del caso?—nos pregunta Luz, poniéndose de pie apenas ve que ingresamos demasiado sonrientes. No es normal, después de la desaparición de Bruno, vernos tan felices.
—No podemos dar muchos detalles, pero sí, están seguros de que fue víctima de adopción ilegal—le contesta Devi, aunque muy dolida. No estaremos tranquilos hasta tener a nuestro hijo de vuelta.
—Creen haber encontrado a la familia que lo adoptó, ellos viven aquí mismo en Buenos Aires—informé esperanzado. Tal vez así aquella intervención sea más rápida, ojalá no demoren demasiado.
—¿Y les han dicho cuándo van a traerles de vuelta a Bruno? No pueden confiarse, esas personas podrían escapar y perderían su rastro nuevamente—indicó Luz preocupada. Parece que Devi y yo no somos los únicos que no estamos calmados aún—. Deben insistirles, suficientes años ham estado sin darles respuestas.
—Sólo quiero a Bruno de regreso, no quisiera morirme sin tenerlo a mi lado—suspiró Devi, cuyos ojos brillaban producto de las lágrimas contenidas.
—Lo tendremos, y espero que pronto—aseguré intentado tranquilizarla. Tengo que permanecer fuerte.
—Algo me dice que sí, ya verán—sonrió Luz. Devi soltó un par de lágrimas, que nuestra amiga se encargó de limpiar. Desearía que pronto se conviertan en alegría, felicidad de volver al niño que tuvimos.
—A los dos meses de desaparecido, nos dijeron que probablemente estaría muerto... y ahora parecen haberlo encontrado—sollozó entre los brazos de Luz. Bajé la cabeza, no queriendo echarme a llorar también, y deseando poder gritarles a esos oficiales que estuvieron equivocados.
Bruno, ya vamos a encontrarte.
***
¡Hola!
Una vez más espero que se encuentren bien ustedes igual que sus familias 💚 y muchas gracias por leer hasta aquí.
¿Qué creen que deba hacer Milán con Violeta? ¿Ella tendrá TCA (Trastornos de la Conducta Alimentaria)? ¿Por qué Celeste tiene tanto miedo a quedarse sola? ¿Qué piensan del trato que tiene Nicolás con ella? ¿Encontrarán a Bruno pronto? ¿Luz tendrá razón?
Nos leemos la próxima semana, ¡adiós! 👋🏻
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