Capítulo 20: Muchos se encierran en sí mismos

A veces siento que es demasiado educado como para defenderse o protestar, nunca lo he visto alzar la voz, creo que simplemente prefiere obedecer y evitarse problemas. Sin embargo, no debió quedarse callado cuando su padre le gritó de tal manera sólo por usar una camisa floreada. No es un secreto que Joaquín posee mente cerrada, por más que Maia intente hacerlo entrar en razón. Esta vez lo escuché todo y no quedé satisfecha con ninguna palabra que pronunció, ¿qué tiene que ver ser gay con vestirse de esa forma? Resulta absurdo pensarlo, y lamento no haber intervenido.

Sé que a Julieta también le dolió, sus ojos reflejaban incertidumbre y temor, supongo que será porque teme que Joaquín se enoje, pese a que sus enojos duran poco, no son lindos.

Fui a ver a Federico al hotel y esta vez llevaba otra camisa. Espero que sea puesto que le gusta más esta que la anterior y no, por lo sucedido.

—Así que debo subir mis notas en geometría si quiero entrar al tercio superior—contaba entusiasmado. Siempre ha sido un alumno sobresaliente, igual que Joaquín, según me cuenta. Está esforzándose mucho por adaptarse a este nuevo ritmo de vida.

—No sé cómo entendés eso, pero seguí, vas bien—aplaudí recostada en el sillón. Incluso a mí comenzaba a pegarme aquella buena vibra de estudiar y sacar mejores calificaciones.

—Están fáciles los temas, no tengo problema—garantizó pasando algunas hojas de su cuaderno. Veo que este año tendré que esforzarme—. Puedo ayudarte a cambio de que te sientes a mi lado en los recreos—ofreció gustoso, a lo que sonreí. No podría rechazar nunca dicha propuesta.

—Hecho, ¿por dónde empezamos?—pregunté conforme. De todas formas iba a sentarme consigo, no planeaba ir junto a otra persona.

—¿Quieres comenzar ya?—inquirió sorprendido, entonces asentí. Esta vez no pondría excusas para estudiar—. Debo advertirte que estos temas pueden aburrirte al principio—rodé los ojos, lo veía venir.

—No tengo otra opción, Federico—le recordé agobiada, les prometí a mis padres que mejoraría no aprobaré sólo pidiéndole a Celeste las respuestas.

—Bien, presta atención, ¿de acuerdo?—volví a asentir. Él abrió de nuevo aquel cuaderno rojo de geometría y empezó la explicación.

Resultó complicado los primeros minutos, luego empecé a comprender y preguntarme por qué se me había hecho tan difícil. Quizás porque jamás he estudiado con mi mejor amigo, hemos pasado muchos años comunicándonos a distancia y ahora recién sé cómo es estudiar juntos.

—Pensé que me daría un dolor de cabeza—confesé, ya más tranquila. Creo que puedo hacer algunos ejercicios sola, y tampoco necesitaré pedir tarea a otras amigas.

—Lo único difícil para mí son las chicas, no las entiendo, ¡ni si quiera a mamá!—exclamó haciéndome reír. Admito que en ocasiones soy indescifrable, lo reconozco.

—Yo no entiendo a los hombres—aseguré tras unos segundos. Ellos son complicados, mucho menos comprenden indirectas como quien tengo en frente.

—¿Por qué? Si nos damos a entender—argumentó Federico señalando el problema resuelto hacía pocos instantes por él mismo.

—¿Por qué dicen que somos complicadas?

—Porque algunas veces están actuando normal y de pronto se enojan, Julieta es así también—recuerda Fede rascándose la nuca confundido. Debería decirle lo que me pasa cuando estoy molesta, aunque he fingido estarlo en ocasiones para fastidiarlo.

—Ustedes nos sacan de quicio primero—apunté defendiendo firmemente mi postura.

—En defensa mía, me distraes mucho—admitió observándome. No siempre sentía de tal manera su mirada sobre mí, lucía como si analizara cada detalle que poseo.

—¿Cómo sería eso?

—Eres muy bonita, Jaz, es todo—finalizó, formando en mi rostro una sonrisa que no se borraría de repente. Significa bastante que lo diga él, me importa demasiado qué piensa.

—Gracias, Fede, te quiero—manifesté abrazándolo. Ha estado conmigo desde pequeña y siento cada vez que es parte de mí, jamás sería capaz de dejarlo solo.

Necesito que sigamos juntos, imparables cual niños que jugaban en Cancún, cuando fui a visitarlo a México. Esas vacaciones nunca voy a olvidarlas, así pasen miles de años.

Caminé las pocas cuadras que separaban el estudio fotográfico de papá del restaurante en que suelo detenerme camino a casa. Ayer decidí regresar a casa rápido para avanzar un poco de ese ensayo que me dejaron como tarea, jamás he sido de dejar las cosas a última hora, ya que no disfruto de trabajar bajo presión.

Volteo cada tanto hacia atrás y a los costados, preocupada por si alguien estuviese siguiéndome, y sigo andando. Hay temores que se quedaron allí desde aquel día y dudo que quieran marcharse algún otro. Tendré que aprender a vivir rodeada de ellos, que por suerte acaban de esfumarse puesto que llegué a mi destino sana y salva.

—Hola—saludo haciendo sonar la campanilla, él se gira hacia mí y sonríe. Le echo un vistazo al mostrador, todavía quedan algunos alfajores.

—Ya pensaba que no vendrías nunca más—expone alzando una ceja. Normalmente vengo los viernes, así que debió parecerle extraño.

—Lo siento—reí acercándome a realizar mi pedido como de costumbre. Creí que estaría acompañado, porque si mal no estoy hoy trabaja con el chico que contrataron hace poco—. Pensé que no estarías solo.

—Se supone que no, pero todavía no llega mi compañero de trabajo—comentó, entonces observó de reojo aquello reloj del lugar—. Ya tendría que estar aquí.

—Por lo menos estoy yo, ¿no?

—Estuve esperándote ayer y jamás llegaste—lamentó, apoyando ambos codos encima del mostrador—. Como sea, ¿qué vas a pedir?—preguntó tras mantener un breve silencio. Pensaba pedirle lo mismo de siempre y esta vez, agregar algo de tomar.

—Tres alfajores para llevar y un jugo de fresa, por favor—sonreí echando hacia atrás un mechón de mi cabello castaño. Él asintió, adentrándose en la cocina a preparar lo que ordené y volví a quedarme sola.

Comenzaba a arrepentirme, me daba cierta inquietud estar así, sin nadie alrededor mío. Espero regresar a ser quien era antes de que mi vida quedase marcada.

Permanecí parada, observando esa puerta cada tanto y atenta a si alguien entraba de repente. No planeaba sentarme hasta que no regresara, lo cual esperaba que sucediera pronto. A pesar de todo, cuando menos pude darme cuenta volteé en el momento equivocado y ahora tenía la blusa que llevaba puesta machada de jugo.

Joder, tengo que tener mayor cuidado.

—Perdón, perdón, perdón...—se disculpaba atropelladamente y no pude evitar reírme de la situación mientras asentía—. Soy un estúpido, disculpa por... no quise hacer eso—aclaró habiendo colocado el vaso sobre una de las mesas.

Estaba dispuesta a responderle, no obstante, abrieron la puerta haciéndome voltear, ¿qué hace Milán aquí? ¿Y de qué se está riendo? Suspiré cruzándome de brazos en tanto continuaba burlándose de mí.

—¿Qué pasó? ¿No sabes tomar un batido?—cuestionó señalándome, resoplé molesta y negué. Ni si quiera sé que hace acá.

—Fue un accidente—contesté encogiéndome de hombros.

—Lo lamento—repuso arrepentido. Verme así no hacía ptra cosa que causarme gracia, no podría molestarme por esto.

—No importa, sólo pasame una servilleta, ¿sí?—él asintió, alcanzándome unas cuatro. Cuando levanté mi mirada, me percaté de que yacían sacándome una foto—. ¡Borrá eso, Milán!—exclamé perturbada, este denegó haciendo caso omiso.

—¿Se conocen?—intervino confundido y Milán asintió.

—Es mi ex—responde de pronto. Estuve a punto de gritarle que se callara, nomás no lo hice puesto que no quería quedar mal.

—Nuestros padres son amigos—corregí de inmediato. Además, pienso que esa es mejor definición que la anterior—. ¿Y vos que hacés aquí?—interrogué, a lo que Milán volvió a reírse.

—Vine a trabajar, aunque tarde, pero llegué—manifestó, no resultan extrañas viniendo de él las tardanzas. Sería raro que llegase puntual siempre—. Y sobre todo limpio, es muy importante la higiene personal, Celeste—indicó apuntándome con su dedo índice.

—Se lo tiré encima yo, fue culpa mía—contestó aquel rubio del cual aún desconozco su nombre.

—Descuida, Nico, hubiese hecho lo mismo—bromeó entre risas y siguió caminando hasta el mostrador—. ¿Puedo comerme estos?—inquirió refiriéndose a los tres alfajores restantes.

—No—sentencié al instante.

—Ya te he dicho ayer no, Milán—negó deteniéndolo antes de que pudiese tocarlos—. ¿Por qué no vas a comprar algo acá a la vuelta si tienes tanta hambre?—propuso, con el objetivo de mantenerlo alejado de los postres que debían vender.

—¿Me estás echando?—retrucó ofendido.

—Tómalo como quieras.

—No traigo dinero, olvidé mi billetera. Iré a ver que hay ahí adentro—informó haciendo referencia a la cocina del lugar. No sé di deba darme miedo quedarme sola con Nico, quizás sí, porque podría tirarme otra bebida.

—En serio perdóname, no volverá a pasa—reí asintiendo y restándole importancia. Se veía tierno así—. ¿De qué te ríes?—indagó confuso de nuevo. Seguro pensará que soy rara.

—De mí—sonreí, aclarando mi garganta. Tal vez comenzaba a parecerle extraño que no estuviese molesta pero, ¿por qué? Soy yo quien debe fijarse cuando voltea—. No estoy enojada, no te preocupes.

—¿Puedes llevarte gratis los alfajores?—suplicó apenado, estaba muy arrepentido por algo insignificante.

—Si no me cobrás, voy a darle el dinero a Milán—amenacé, pues sabía que necesitaba algunas monedas. Estoy feliz de cómo actué cuando nos conocimos, aunque sigue doliéndome que le hayan hablado de ese modo.

—Si insistes—aceptó finalmente. Creí que iría a ver qué hacía aquel compañero de trabajo que tenía, mas optó por quedarse conmigo.

Hace tiempo empecé a disfrutar su compañía, y no dudo de que seguiré viniendo a verlo por las tardes. Espero que pronto traiga aquella guitarra de la vez pasada.

Aquella hora donde venían la mayor cantidad de clientes había llegado, junto a Nicolás atendíamos algunas mesas mientras Celeste yacía chateando en su celular comiéndose los alfajores que debieron ser míos. Eran las cinco y media, sabía que se iría pronto porque no le gusta caminar sola de noche después de lo ocurrido.

Mi amigo acaba de entrar a la cocina para traer más postres al mostrador, yo termino de atender una mesa y voy a hablarle a Celeste, quien permanece concentrada y casi no repara en que estoy frente a ella.

—¿Me puedes hacer caso?—cuestioné perturbado. Sé que a veces no se da cuenta, mas puede mostrarse fría e indiferente.

—Sí, decime, ya tengo que irme—informó dejando el dispositivo a un lado y observándome. Tiene prisa, no quiere caminar por las calles nocturnas.

—¿Desde cuándo conocés a Nico?—pregunté, sin poder sacarme esa duda de mi mente. No pensé que frecuentara este lugar.

—Larga historia que prefiero no recordar, ¿alguna otra cosa?—asentí sonriendo. Él agradecerá mucho lo que vengo pensando ahora.

—Voy a darle tu número de teléfono, nomás te aviso—señalé antes de levantarme. Creo que ambos deberían conocerse más, podrían llevarse muy bien o mejor dicho, ya lo hacen.

—¿Qué? ¡Milán, te estoy hablando!—exclamó, sacando de nuevo ese mal genio. Seguro está así puesto que no hago más que retrasarla y quiere irse pronto.

—No quiero ofenderte, pero no avanzas muy rápido, podría asegurar que ni sabías su nombre—indiqué volteando a pasar una revisión rápida. Ningún cliente me llamaba, por eso supongo que podré hablarle unos minutos.

—De hecho no...—confesó cabizbaja y levantándose apresurada. Observó la calle rápidamente, luego volvió a mirarme.

—Procura no ser tan tímida.

—Seré como soy—respondió, aunque aseguraría que quería decir algo más y se arrepintió a último momento—. Decile a Nicolás que tuve que irme—añadió ella, entonces suspiré asintiendo.

—Que llegues bien a tu destino.

—Igual vos—soltó a modo de despedida.

Recuerdo haberla conocido cuando era diferente, menos insegura y sacando a flote sus sentimientos. Quizás hayan sido los golpes le dio esta vida quienes hicieron que cambiara tanto. Yo también he pasado malos momentos; no obstante, no todos reaccionaremos igual. Unos prefieren encerrarse en sí mismos y aparentar que no pasó nada.

Lo que elegí fue mentir y fingir tomarlo con humor, bromear respecto a problemas que siento que no descansarán hasta hundirme. Total, ya me alejaron de aquello que amaba hacer, extraño viajar.

***
¡Hola!

Cúidense mucho, por favor, espero les haya gustado este capítulo ❤ gracias por leer.

¿Creen que Milán le de el número de Celeste a Nicolás? ¿Federico le confesará sus sentimientos a Jazmín? ¿Ella sabrá lo que siente su mejor amigo? ¿Celeste debió enojarse por el accidente que tuvo Nico? ¿Qué piensan que le pasó a Milán? ¿Por qué dejó de viajar?

Nos estaremos leyendo pronto :3

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