Capítulo 15: Miedo al pasado

—Si todo sale bien, Bruno crecerá desconociendo su pasado y podremos mentirle a nuestro gusto, así usará sus poderes a favor de nosotros—sonrió Daniel, causando que de aquellos ojos que poseía brotara cierta luz rojiza.

—Saldrá de acuerdo a lo que hemos planeado, Nicolás desconoce que es hijo de una actual ser de luz y Valentina no puede hacer nada al respecto, ambos sabemos que no se dignará a regresar—aseguró Declan lo suficientemente convencido, pues sabía que ella no aparecería hasta que le dieran una orden de poder hacerlo—. Al menos no por el momento, y tampoco se atreverá a atacarnos si tenemos a Nico.

—Creo que con él lograremos mantenerla alejada, si Valen decida dar un paso al frente, su hijo sufre las consecuencias—declaró Daniel convencido, quien no tendría miedo de cumplir las amenazas—. Así de sencillo, y no es tan tonta.

—Nos conviene que sea inteligente, no como la vez anterior que se pegó un tiro antes de que le dispararas—rememoró de mal humor. Aquello no lo llevaba entre sus planes—. Nicolás ni si quiera debió nacer, debieron morir los dos—resopló casi iracundo. Detestaba recordar esos errores que cometió.

Buscando entre las cosas de mi habitación, la encontré después de mucho tiempo. Sabía que estaba por algún lado, porque jamás sería capaz de tirar aquel regalo que me hicieron durante esas batallas que peleé por años.

El doctor que trataba mi leucemia tenía una hermana, quien realizó en Perú cierta campaña para donar cabello a personas que pasaban lo mismo que yo, ella visitó la clínica donde yacía internada y me entregó esa peluca.

Cuando tenés cáncer, cambiás totalmente de apariencia física y tu vida nunca vuelve a ser igual, empezás a vivir con temor de que aquella pesadilla regrese.

—Mirá lo que hallé por ahí—le indiqué a mamá, levantando aquello que concerbo como trofeo de guerra. Ella sonrió apenas se volteó a verme—. ¿Recordás esto?—inquirí, pese a conocer cuál sería su respuesta.

—Cómo olvidarla...—masculló extendiendo sus manos, queriendo recibirla entre ellas—. Quien sea que te haya donado este cabello debe tenerun buen corazón—aseguró ya sosteniéndola y acariciándola, hecho que me hizo esbozar una pequeña sonrisa.

No es de mi agrado recordar lo que tuve que afrontar, sin embargo, teniendo la peluca conmigo resulta siendo menos complicado y doloroso.

—Tenías mucho miedo, ¿verdad?—consulté, sentándome a su lado. Siempre supe que no sólo había sido difícil para mí, sino también para mis padres.

—Claro que temía perderte—afianzó consternada. Hablar de los momentos que creí serían mis últimos segundos con vida sigue deprimiéndola—. Pero vos venciste a la leucemia y hoy estás completamente sana, acabas de regresar al colegio y continuarás sacando buenas calificaciones—respuso en seguida, a lo cual asentí.

—Ya hemos vuelto a la normalidad, no tenés de qué preocuparte, ¿sí? Tengo todo controlado—le garanticé dando un breve suspiro. Era aliviador saber que mañana no tendría quimioterapias.

—Sos más fuerte que yo a tu edad.

—¿Por qué decís eso?—indagué confundida. Si hay alguien que me inspiró a luchar, fue ella. Simplemente quise que estuviera orgullosa de mí.

—Porque a tus catorce años has sabido afrontar bastantes obstáculos y eras vos quién intentaba tranquilizarnos a nosotros—acusó señalándome, entonces no pude evitar reír. No deseaba preocuparlos, así que trataba de restarle importancia a mis dolencias físicas y apartar los miedos que poseía.

—Parece mentira que este año vaya a cumplir quince...—suspiré de nuevo, acariciendo esa peluca que sostenía sonriente. Por alguna razón, comencé a mejorar tras recibir este obsequio y eso la hace todavía más eapecial.

—No vas a querer ninguna fiesta para tu cumpleaños, ¿cierto?—negué decidida. Jamás lo he celebrado, mamá y papá tampoco insisten. Creo que preferimos pasar ese día de manera sencilla.

El día de mi cumpleaños albergo una sensación de vacío, la que aún no consigo comprender y que se queda conmigo las veinticuatro horas. Por ello me hice una promesa, y consiste en que celebraré solamente cuando haya podido entenderla o dejar de sentirme así.

—No, mamá, gracias.

—De acuerdo, respetaré tu decisión—aceptó cabizbaja y echádole otro vistazo a aquella peluca. Sus ojos deprendían dicho brillo singular, que aparece cada que está triste.

—Aunque podemos hacer algo pequeño aquí—sugerí contra mi voluntad.

Detestaba verla afligida, y si estaba de esa forma por responderle que no otra vez, tendría que romper la promesa que me hice.

—No, Celes—rechazó volviendo a sonreírme—. Estaba pensando, descuida, estoy bien—consolidó pasados unos segundos. Quizás cometí un error al sacar el tema del cáncer que padecí.

Como sea, espero no haberle fallado nunca.

Camina alrededor de la cocina observando cada detalle como si nunca hubiese visto una, hecho que me exaspera en cierto modo. Finalmente deja de dar vueltas y se detiene frente a mí, aunque sin quedarse quieto del todo, porque coge una de las galletas ubicadas sobre la bandeja y decide llevársela a su boca luego de percatarse de que tenía chispas de chocolate.

—Sí sabes que esas son para vender, ¿no?—interrogué bastante perturbado. Él asintió restándole importancia y continuó masticando.

—Están buenísimas, ¿quieres?—consultó con la boca llena y tendiéndome una, a lo que negué. No quería ganarme problemas, a pesar de que no he almorzado por falta de dinero—. No eres argentino, ¿verdad? Yo tampoco, soy italiano—comentó, habiéndose dado cuenta de carecía del acento característico de este país.

—¿Pero vives aquí desde hace mucho?—inquirí, mirando rápidamente el reloj. Todavía faltaba para empezar nuestro turno.

—Digamos que sí, nací en Milán y viví allá hasta los diez años—contestó girándose a buscar mediante la mirada otra cosa que pudiera comerse—. ¿No tienes hambre con tantas tortas a tu costado?—cambió de tema, causándome gracia.

—Sí, bueno, no he almorzado—suspiré cansado. Fui a cantar al centro esta mañana, así que terminé agotado, y lo peor vino al darme cuenta de que me faltaba mi billetera.

Justo hoy que había ganado muchas monedas.

—¿Por qué? ¿No encontraste ningún restaurante abierto? Mira, unas cuadras más arriba está la avenida donde puedes comprar comida—sugirió, a lo cual esta vez sonreí. Prefería no decirle nada, pues temía que fuera de esas personas que se creen superiores a los otros.

—Gracias, es que no conozco mucho esta ciudad—elegí mentir, por suerte pareció creérselo—. Iré allí luego—afirmé, procurando no levantar sospechas. Comenzaba a caerme mejor.

—Sólo ten cuidado con los delincuentes, por el resto no debes preocuparte—indicó tendiéndome otra galleta, la que terminé aceptando. Hubiese querido que alguien me dijera eso antes de ser asaltado—. Y dime, ¿de dónde vienes?—indagó, ocasionando que recuerdos de mi antigua vida regresaran.

Allí estaba Lidia, quien continúa sin responder mis mensajes. Ahora pienso menos en ella, mas no significa que haya dejado de extrañarla y que no me duela lo último que me gritó.

Las quemaduras con cigarrillos que terminaba haciéndome cuando se molestaba siguen en mi brazo, a pesar de que sean menos notorias cada día. Ojalá deje de fumar, siempre le dije que eso perjudicaría su salud.

—Vine de Perú hace poco más de un mes—confesé, entonces sus ojos verdes parecieron iluminarse. Podría jurar que estuvo a punto de gritar emocionado.

—¿Y qué tal? ¿Cómo es la comida? ¿Qué tipo de lugares hay? Dicen que tiene mucha cultura y paisajes maravillosos, ¿has visitado el Amazonas? ¿Conoces Cuzco?—me bombardeó de dudas apenas solté el nombre del país donde nací.

—¿A qué se deben tantas preguntas?—cuestioné riendo por lo bajo. Milán agachó la cabeza y pasados unos instantes volvió a mirarme.

—Amo viajar, dejé de hacerlo por un maldito accidente que sufrí y ahora estoy intentando encontrar otra actividad que me ayude a controlarme. Conocer tu país era uno de mis sueños—relató apenado. Por primera vez en esta tarde, dejó de mover sus manos y voltear cada dos por tres a los costados—. Y perdón, no te pregunté tu nombre, ¿quién eres?—sonrió apartando aquel tema de repente, quizás ya que le resultaba doloroso.

—Soy Nicolás—informé a fin de cuentas. Después decidí contestarle todas sus interrogaciones anteriores—. Si tanto quieres saber, nuestra gastronomía fue elegida como mejor destino culinario por quinto año consecutivo, el centro de Lima es muy turístico y hay varios museos por ahí. No he visitado la selva ni Cuzco—lamenté, de todos modos despertando su curiosidad e interés.

—Apuesto a que es hermoso—garantizó maravillado y manteniendo aquella sonrisa que traía—. Luego de terminar, ¿crees que podamos ir a comer? No soy ningún acosador, tranquilo—se excusó previamente.

—La verdad es que me robaron lo que gané cantando en el centro, por eso no almorcé—admití con ciertos temores. Aún tenía miedo de que comenzara a insultarme y atacarme por no poseer dinero o ser inferior.

—No importa, yo invito.

Qué agradable sujeto.

Tal vez sea hora de entablar una buena relación con quien pasaré los fines de semana trabajando en este lugar.

—Gracias—le contesté sin saber bien qué decirle. Pocas personas se mostraban generosas conmigo y me costaba desenvolverme, jamás he sido de hablar demasiado o hacer amigos fácilmente.

—Sí que eres de pocas palabras—carcajeó, comiéndose una tercera galleta.

—No suelo presentarme cantando—recordé entre risas. Milán hizo lo mismo, rememorando minutos previos. Al final terminó cayéndome de maravilla, dejando a un lado la primera impresión.

—Yo menos, quise ser original.

—Intenta no espantar a los clientes así—reí de nuevo, él asintió volviendo a levantarse. Lo conozco desde escasos minutos y ya sé que le cuesta permanecer inmóvil.

—Soy nuevo en esto, intento hacerlo como puedo—finalizó, acomodándose la camisa frente a un espejo del lugar.

Si está nervioso por comenzar, consigue manejarlo excelente.

No podía dejar de ver el video, quizás porque pocas veces lo había escuchado cantar o tal vez debido a que tiene una voz increíble. Thiago aceptó a enviarme aquella grabación donde canta junto a Manuel, su padre, aunque todavía teme publicarlo en alguna red social. Vino a visitarme y acaba de irse, Thiago sabe que mamá estaría aquí y papá tampoco, le dije que ambos tenían planeado salir a ver los negocios de mi madre.

Me sorprende que alguien como papá haya accedido, suelen aburrirle esas cosas; sin embargo, no veía a mamá desde unos meses y puede que aceptara sólo para pasar tiempo con ella. Por eso estoy sola en nuestra terraza, desconociendo qué hacer a continuación.

—¿Has visto a Martín?—interroga Camilo, a lo que niego de inmediato. Debe haber ido a ver a Dante, su mejor amigo, viene visitándolo más seguido esta semana—. ¿Sigues enojada o me parece?—inquirió observando mejor mis expresiones.

—Sólo estaba pensado—respondí, aún recordando la última discusión que tuve con mamá.

Antes Camilo y yo solíamos ser más unidos, no obstante, crecimos y fue acercándose más a Martín. Cuando vivíamos en Panamá, ambos salían a fiestas de la escuela mientras que yo me quedaba junto a papá, tratando de hacer música todo el tiempo posible para no sentirme sola.

A veces siento que sólo a mi padre le importo.

—Te veo y no puedo creer que hayas cambiando tanto, Mari—suspiró Camilo, mirándome de abajo hacia arriba esbozando una sonrisa. Sé por qué lo dice, de niña discutía menos y aguantaba más—. Puede que no pasemos mucho tiempo juntos, pero seguirás siendo mi hermana quieras o no—asentí tratando de sonreírle.

—Decidiste alejarte, y yo decidí no detenerte.

—No digas eso, hacés que me sienta mal—suspiró Camilo, de alguna manera dándome la razón. Pensaba disculparme, mas él añadió—. Podemos hacer algo ahora si no estás ocupada, ¿vemos una película?—sugirió tomándome por sorpresa.

Puede que quiera regresar a esos viejos tiempos donde éramos cercanos, o por lo menos creeré aquello.

—¿Te sentís bien?—consulté riéndome sólo para molestarlo.

—No es gracioso—me señaló fingiendo estar enojado, actuación que le salió muy mal—. Perdón si alguna vez no estuve cuando debí estar—agregó arrepentido. Probablemente volvamos a distanciarnos, pese a ello, aunque sea habremos pasado esta tarde a nuestro lado.

—Casi no se nada de tu vida.

—Pues tuve dos novias y un hijo—bromeó de repente. Extrañaba esos chistes, hacía muchísimo que no los escuchaba viniendo de él.

***
¡Hola!

Gracias por leer hasta aquí 💜 espero que estén bien donde quiera que vivan. Cúidense mucho, por favor, y procuren no salir más de lo necesario. A mi familia ya le tocó perder a alguien, ojalá a ustedes no les toque jamás 🙏🏻💪🏻 Vamos a salir de esta, todo pasará.

Ojalá les haya gustado este capítulo :3

¿Creen que Milán y Nico se lleven bien? ¿Bruno, el hijo de Devi y Valentín, sigue vivo entonces? ¿Quién le habrá donado cabello a Celeste cuando estuvo enferma? ¿Por qué Azul nunca le insistió a Celes celebrar su cumpleaños? ¿Camilo volverá a ser más unido a su hermana?

Una vez más, mis mejores deseos para todos. Saldremos de esta situaicón 🧡🥰

¡Nos leemos pronto, adiós! 👋🏻

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