Capítulo 11: Secuelas de un secuestro
Estoy solo, parado en medio de los intimidantes pasillos del colegio esperando que Ailín aparezca. Martín prefirió irse antes junto a Camilo y dejarnos un poco de espacio para hablar tranquilos. Suspiro nervioso, moviendo mis manos y volteo a ver si viene hacia mí, aquel nerviosismo que padezco aumenta cuando compruebo que sí. Viene acompañada de su hermano, quien acelera el paso y desaparece deblando la esquina.
—¿Podemos platicar como personas civilizadas?—preguntó acercándose, sonreía aunque sabía bien que estaba casi igual que yo.
—Quiero decirte muchas cosas—contesté emprendiendo mi marcha. Pocas personas transitan por nuestro lado, así que no siento tanta inseguridad.
—Empieza—ordenó observándome de reojo, ese detalle sólo me recordó a cuando éramos niños y andábamos juntos de aquí para allá.
—Siento mucho haberme comportado como imbécil todo este tiempo—confesé cabizbajo, aunque sé que Ailín me perdonará, pues nunca ha sido reencorosa.
—Y yo lamento haberte hecho a un lado—admitió caminando a la par mío, ¿hacía cuánto que no conversábamos de esta forma? Extrañé demasiado que hablásemos así—. Eché de menos las veces que pasamos juntos—añadió siguiéndome.
—Extraño que digas que tengo gran valor como persona y no me juzgues por padecer Asperger ni ser antisocial—expuse riendo, al tiempo en que pasé un brazo por encima de sus hombros para atraerla a mí.
Si tan sólo tuviera esa valentía de decirle lo que siento.
—Siempre te he dicho que jamás serás inferior por tener autismo—aseguró abrazándome. No sé qué pensaría si supiera cuán rápido está latiendo mi corazón—. ¿Por qué se aceleran tus latidos?—inquirió de repente. Mierda, creí que no se notaría.
—Porque estoy feliz de que hayamos vuelto a hablar quizás—repuse preocupado, temo que reaccione mal tras descubrir que he vivido enamorado de ella.
—¿Me extrañaste?
—Demasiado.
Volteé a verla, entonces mis ojos se mantuvieron en sus labios durante algunos instantes. Ojalá no haya notado eso, a pesar de que Ailín puede llegar a ser bastante inteligente y observadora.
—Nunca más volveré a dejarte—garantizó sonriente. Adoro cuando sonríe, verla feliz hace que también lo este y olvide cualquier pensamiento negativo—. Es una promesa, ¿sí? Los viejos tiempos van a volver—aseguró, ¿sabe cuánto me alegra oírlo? Esto parece sacado de algún sueño.
—Parece irreal, llegué a pensar que no volvería a tenerte cerca—Ailín negó, aferrándose más a mí y yo hice lo mismo. No pienso dejarla ir.
—Piensas mal, a los cuatro años te prometí que siempre volvería y pese a que me tardé años, regresé por ti, porque te extrañaba—comentó con voz temblorosa. Acabo de comprobar que sigue poniéndose emocional muy fácilmente.
—Gracias por no dejarme solo—agradecí sintiendo algunas lágrimas queriendo caer de mis ojos. Odiaba llorar frente a ella—. Tampoco pienso separarme de vos ahora, preparate para tenerme siguiéndote a todos lados. Menos al baño de chicas, claro—aclaré finalmente. No quisiera meterme en problemas.
—Bien, estoy dispuesta a aguantar que vuelvas a perseguirme—concluyó, justo cuando llegamos a la puerta de salida abrazados.
Celeste tenía razón, necesitaba hacer esto.
Llevaba los audífonos puestos y bastante distraído escuchando música mientras caminaba de regreso a casa con mi hermana a un costado, por eso no me di cuenta de que estaba haciéndome señas para que le prestara atención. No lo supe hasta que me quitó mis auriculares, ¡genial! Justo cuando sonaba Homicide de Eminem y Logic.
—¿Me puedes hacer caso?—inquirió Florencia, una cuadra antes de llegar a nuestra vivienda.
—¿Qué se te ofrece?—interrogué fastidiado, Flor sostenía su celular en las manos—. Si estás viendo el calendario menstrual que te descargaste y está por venirte, no voy a ir a traerte toallitas higiénicas de nuevo—sentencié avergonzado, cruzándome de brazos.
Aunque quizás encuentre otra vez a esa chica.
—Eso no, Milán... recuerda que me viene cada fin de mes—aclaró echándose a reír. Yo lo había olvidado por completo, estos últimos días sólo pienso en si van a castigarme o no—. Papá quiere hablar contigo—informó, mostrándome la pantalla del teléfono.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Van a mandarme a un internado en Groenlandia?—cuestioné asustado. De pronto tengo ganas de quedarme estudiando hasta mañana dentro de la biblioteca del colegio.
—Ni idea, dice que necesita hablarte seriamente—respondió leyendo nuevos mensajes y aumentando mis nervios. Mamá nunca dejaría que fuese enviado a otro país solo, ¿verdad? Ahora necesito que se muestre sobre protectora.
—¿No quieres ir a comer algo? Te pago lo que quieras, ¿o sabes qué? Ven, te acompaño a comprae toallas a la farmacia para tu próximo periodo—ofrecí animándola. No quiero entrar a casa, estoy a punto de salir corriendo a refugirme en el hotel.
—Tentador... pero si no te llevo papá se enoja conmigo—afianzó tirando de mi brazo, a lo cual puse resistencia. Qué bueno que soy más fuerte que ella—. Milán, por favor, no lo hagas difícil. No creo quieras que vengan a buscarnos—negué aterrado. Aquello empeoraría esta situación, debo entregarme.
Caminé contra mi voluntad, y al llegar no fui quien abrió la puerta.
Todavía temía qué fueran a decirme. Tras haber discutido de esa manera con papá, él dijo que hablaríamos después y prefirió darme espacio. Sin embargo, parece haber terminado mi tiempo de reflexión donde concluí que esa fue una experiencia única que debía vivir.
Hablar con Violeta hizo que entendiera mejor muchas cosas que antes no hacía. Entendí, por ejemplo, que estoy viviendo. Y jamás pienso dejar de hacerlo, porque resulta maravilloso.
Ambos entramos quedando frente a papá y mamá, esta sonríe queriendo tranquilizarme ya que seguro ha notado la cara de pánico que poseo ahora. Papá suspira observándome y anuncia:
—Vas a pagarme el auto.
Esperen, ¿qué?
—¿Cómo? No trabajo ni gano dinero, ¿aumentarás mi mesada?—él rió, junto a mamá y Flor que tampoco pudieron contenerse. Tomaré eso como un rotundo no, aunque estaba hablando en serio, creí que lo harían.
—A partir de este viernes, trabajarás—explicó acercándose a mí con aquella sonrisa triunfal. Veo que no tendré otra opción, pero seguro es mejor que irme a Suiza—. Todos los fines de semana serás mesero, hasta que puedas pagarme esos daños que sufrió mi automóvil—añadió, a lo cual asentí muy aliviado.
Sí, quizás debería molestarme, a pesar de eso, adoro probar nuevas experiencias y tal vez pueda hacer amigos. Prefiero mil veces trabajar que quedarme encerrado aquí sin hacer nada.
—¿No estás molesto?—consultó mamá extrañada. Florencia carcajeó a mis espaldas, debido a que sabe por qué estoy tan agradecido y feliz.
—Creyó que iban a enviarlo a estudiar a un internado suizo—se burló de mí aún riendo. Vaya, hasta acá noto su empatía, que ni piense que iré a comprarle toallas.
—Eso es ridículo, Milán, ¿qué clase de padres seríamos?—inquirió mamá muy confundida. Atiné a encogerme de hombros y les sonreí, papá achinaba sus ojos negando.
—Este viernes inicias tu vida laboral, serás un hombre de negocios—aseguró señalándome divertido. No lucía enojado, y yo tampoco lo estaba, de hecho comenzaba creer que debía pedirle perdón.
—Como ordenes—respondí sonriéndole, exhalé profundo y tras haberlo pensado unos segundos, agregué—: Perdón por haberte gritados todas esas cosas cuando discutimos, la próxima vez procuraré estar más calmado—prometí, a pesar de que conozco cuán difícil será. Siempre me he considerado completamente impulsivo.
—¿Próxima vez?—retrucó Flor, papá también estuvo enfadado con ella por haberme encubierto y haber sido cómplice, mas sus enojos terminan rápido. Igual que la vida, por ello prefiero realizar cada acción creyendo que son mis últimas horas.
—Sí, no piensen que dejaré de vivir.
Bebí un largo sorbo de café sentada en la silla frente al escritorio de papá, quien editaba algunas fotografías. Fui a verlo después de clases como se lo había prometido, y estuve contándole cómo estuvo mi primer día. Él sonríe atento a cada palabra que digo, siempre he agradecido que estuviese allí para escucharme o intentar hacerme sentir mejor.
Dijo que no debía preocuparme, y tenía razón. Nada malo sucedió, estoy viva.
—No me fue tan mal, quizás exageré un poco—reí volviendo a tomar el café que minutos previos compré dentro de la cafetería del estudio.
—¿Un poco decís?—carcajeó observándome, dejando de lado su portátil—. Supongo que mañana estarás más tranquila, ¿no es así?—asentí, volvió a centrarse en lo que hacía. Definitivamente sí, aunque espero que Jazmín no vuelva a quedarse dormida.
—La próxima semana comenzaré a estresarme con las tareas otra vez, estos días nuestras clases son introductorias—avisé, terminando de beber lo que quedaba del café. Busqué algún reloj en la pared, le dije a mamá que regresaría a las cuatro y al no encontrarle, decidí preguntar—. ¿Sabés que hora es?—interrogué, puesto que papá llevaba delante suyo el ordenador.
—Tres y media, ya deberías ir yendo a casa—indicó poniéndose de pie, dispuesto a despedirse.
Besó mi frente tras haberme dado un abrazo, y sin querer mis ojos se posaron en los dos retratos que estaban encima del escritorio. Unos metros más allá continúa luciéndose una fotografía junto a mamá, no recuerdo haber ido al lugar donde están, por lo que asumo que debieron sacársela antes de que yo naciera.
—Te aviso cuando haya llegado—le prometí. Cogí el vaso de café vacío y lo tiré dentro del tacho que había en la oficina.
—Por favor no vayas a olvidarte—negué de inmediato. Sé que resulta importante para él, no quiere pasar malos ratos ni preocuparse.
—Tranquilo, vos confiá en mí—garanticé sonriéndole. Aunque todavía tema caminar sola por las calles, no quiero causarle molestias pidiéndole que me acompañe.
Salí de la oficina y, posteriormente, del estudio fotográfico. Permanecí quieta unos segundos analizamdo lo que yacía cerca mío, atenta a cualquier movimiento. Comencé a andar volteando ciertas veces hacia atrás, pues debo estar segura de que nadie viene siguiéndome.
A mis once años, fui secuestrada y retenida durante un mes contra mi voluntad. Ahora tengo quince y estoy por cumplir dieciseis, mas aquellas secuelas del infierno siguen conmigo. Llegué a pensar que no volvería a casa, que jamás podría ir de nuevo al colegio y tampoco abrazaría a las personas que quiero. Desde que la pesadilla terminó, esa imagen que tenía de papá cambió por completo, porque él me contó su historia de principio a fin.
Y nunca lo vi tan arrepentido, se sentía demasiado culpable debido a que fue un ex amigo suyo quien llevó a cabo ese calvario. Aquello que experimenté nunca podría deseárselo a alguien, sería inhumano.
Suspiro frenando de golpe, siento que voy a comenzar a llorar y no pienso ser débil. Volteo a un costado, dándome cuenta donde permanezco parada. Acaban de abrir una pequeña fuente de soda, dos ancianos y están adentro comiendo algo, tal vez deba entrar.
Ingresé cambiando mi expresión y haciendo sonar la campanilla. Tomé asiento en una de las mesas junto al ventanal. No creí que sería atendida tan rápido, sin embargo, sucedió quizás porque había poquísima gente.
—Buenas tardes, ¿gusta que le muestre el menú de postres?
Esa voz.
Levanté mi mirada topándome con sus ojos cafés, que no hacía otra cosa que mirarme sorprendidos. Lo sé, tampoco esperé encontrarlo de nuevo.
—¿Vos trabajás aquí?—cuestioné, a pesar de que la respuesta fuese muy obvia. Él asintió sonriéndome, traía consigo una libreta en que seguro apuntaba los pedidos.
—Vienes seguido por acá, ¿verdad?—consultó, lo cual esta vez yo asentí.
—Mi papá tiene un estudio fotográfico a unas cuadras—contesté, deteniéndome a observarlo mejor. Parecía cansado, debía haber estado trabajando mucho y a jurar por su inexistente acento argentino, puedo asegurar que no es de este país—. No sos de Argentina, ¿cierto?—denegó aún sonriendo.
—Vine de Perú hace poco—respondió, lo cual explicaba por qué hablaba de dicha manera.
—¿Y qué tal?—inquirí, deseando no estar incomodándolo con tantas preguntas.
—Podría estarme yendo peor—suspiró, entonces lamenté haberle hecho recordar aquel incidente—. Estudio por las mañanas y trabajo a estas horas, es algo agotador... ¿te molestaría que me siente?—preguntó señalamdo la silla delante mío.
—No, no tengo problema—afirmé. Ojalá pueda olvidar todo lo que le dijeron ese día que nos conocimos—. Siento mucho que existan personas que no dejan de hacer sentir menos a otras—quise sonreírle, pese a que sólo atiné a mirar el suelo.
—No fue tu culpa.
—Tampoco tuya—sonreí volviendo a mirarlo.
—¿Ibas a pedir algo?—cambió de tema, mientras jugaba con ese lápiz que traía en las manos—. Tenemos torta de chocolate, alfajores, pie de manzana, helado y...—se detuvo a leer su libreta, donde supuse que apuntó algunas cosas. Intenté contener una ligera risa—. Cupcakes de vainilla y chocolate.
—No me gusta el chocolate.
—¿Qué? ¿En serio?—replicó incrédulo.
Oh vamos, ¿por qué todos se sorprenden?
—Sí, de verdad... no me veas así—reí ante su mirada de desconcierto. Tal vez le parezca raro, a la mayoría de chicas les gusta esa asquerosidad—. No soy rara por odiarlo—lo señalé, intentando parecer amenazante.
—Si tú dices... asumiré que jamás has comido ninguna torta de chocolate—terminó diciendo, volví a asentir satisfecha. Llevo odiándolo desde que nací.
—Por eso pediré unos alfajores para llevar—ordené finalmente. Debía darme prisa, faltaban quince minutos y serían las cuatro.
—¿Puedes esperar, por favor? Quieren la cuenta—indicó señalando a aquella pareja de ancianos, quienes proseguían a retirarse del lugar.
—Sí, andá, te espero—sonreí, aunque llegaré unos minutos más tarde de lo acordado.
Pienso decírselo, pero no quiero apurarlo. Ya debe haber tenido muchísimo trabajo hoy. Además, le llevaré unos alfajores a mamá a modo de disculpa por demorarme.
***
¡Hola!
Espero les haya gustado este capítulo ❣ muchas gracias por leer.
Una vez más, ojalá sus familias estén a salvo en casa y libres de cualquier enfermedad 💪🏻💚 que la salud reine en este mundo luego de ezta pandemia y que sus seres queridos estén sanos :3
¿Creen que ocurrirá algo entre Dante y Ailín? ¿Él le dirá lo que siente? ¿En qué restaurante trabajará Milán? ¿Quién será el ex amigo de Franco que llevó a cabo el secuestro de Celeste a sus 11 años? ¿Nicolás olvidará a su ex novia?
Muchas gracias por existir :3
Nos leeremos pronto 💖 ¡Adiós! 👋🏻
PDT: ¿Tienen algún postre favorito?
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