Capítulo 69: No quiero que te olvides de mí
Su cumpleaños número tres se acerca y ella no está aquí. La habitación donde supone que debería estar yace vacía, aproveché que Celeste y Dante salieron junto a Franco para entrar a ese dormitorio. Los globos que pusimos encima del cartel que lleva escrito su nombre permanecen ahí, desinflados. Hay ropa dentro de sus cajones, una cuna intacta, además de algunos peluches. Traigo un vestiro color lila entre mis manos pues aunque sé que no podrá usarlo esta vez, decidí comprárselo. Sigo haciéndole regalos pese a que no esté con nosotros, porque algo me dice que tarde o temprano volveremos a vernos. Quizás nos encontremos luego, años luz después, en vidas distintas.
—Mirá lo que te compré, Vilu, ¿te gusta?—pregunté sin obtener respuesta, el viento movió las cortinas, entonces quise creer que estaba ahí. La imaginé jugando mientras reía igual que Celes, sonriendo y achinando aquellos ojos verdes—. Voy a dejarlo acá, ¿de acuerdo?—volví a interrogar, nadie contestó. Dejé esa prenda sobre aquella cuna color blanca.
A veces quería despertar y que todo haya sido una horrible pesadilla, tenerlas a ambas vivas como nada hubiera pasado. Quisiera que estuviese corriendo de un lado a otro disfrutando del simple hecho de estar viva. Hoy yo tengo dicho privilegio, Violeta no.
Escucho a alguien entrar, lo cual logra sacarme de mis pensamientos. Recordé que debía salir rápido ya que no estoy lista para decirles a Celes y Dante la verdad, ¿cómo les explico a dos niños que su hermana murió? Es doloroso recordarlo.
—Los dejé con Matías, no tenés que salir—informó Franco llegando hacia mí, venía solo y seguro sabía dónde estaría. En estas no consigo alejar cualquier pensamiento de Luci, quien debería estar conmigo ahora—. ¿Pensás decírselo algún día?—inquirió él, bajé mi mirada pensativa.
—No sé, todavía duele—contesté rememorando esos sollozos, Vilu derramó varias lágrimas cuando luchaba por sobrevivir.
—Mañana pensaba ir a comprarle algo, ¿vos qué has pensado?—consultó intentando sonreír. Luz dijo que debemos recordarla con amor, a pesar de que sea bastante difícil.
—Le compré esto—señalé el vestido lila, Franco sonrió asintiendo. Ambos quisiéramos que ella estuviera frente nuestro, llamándonos mamá y papá.
—Creo que deberíamos decirle a Ari—hizo referencia a Celeste, utilizando su segundo nombre—. Más adelante claro, tal vez al cumplir doce años—asentí suspirando, sería duro cominicarle semejante suceso.
—¿Qué te parece cuando tenga las fuerzas necesarias?—planteé dolida, odiaba hablar del tema porque debería estar preparando una fiesta de cumpleaños doble y no, otra ida al cementerio.
—Sacarás fortaleza, ¿sí? Iremos a dejarle flores de nuevo este año—negué dejando caer lágrimas. Incluso si le dejara todas las flores del mundo, no lograría descansar tranquila.
—Por supuesto, no puedo faltar, sólo desería tenerla junto a mí para no tener que hacer esto—aclaré tratando de calmarme. Él besó mi frente, abrazándome después. Sabe lo que necesito en instantes así.
—Vive aquí—llevó una mano a su pecho, gesto que me hizo esbozar cierta pequeña sonrisa—. Por Vilu, debemos, permanecee fuertes.
Miraba por la ventana el atardecer caer sobre Caracas, Venezuela, intentando asimilar cierta noticia que me golpeó años atrás. Valentina murió, dio su vida por Nicolás, de quien justo ahora no sabemos nada. Perdimos contacto unos meses, luego quise volver a comunicarme y no obtuve respuesta.
Ella estaba recibiendo constantes amenazas de Daniel, fue cuando se vio acorralada entre dos opciones que decidió pegarse un tiro. Podrían dispararle y morían ambos, Nico y Valen, o con suerte mi amiga sobrevivía mientras que él moría. Valentina eligió dispararse, dándole tiempo a Milo de llevarla al hospital y salvar a Nicolás. Logró que naciera sano, aunque prematuro. Apuesto a que desde donde está sonríe habiendo cumplido aquello que quería.
—Seguiré buscando, no voy a rendirme—afirmé observando ese colorido cielo de tonos amarillos, rojos y anaranjados. Necesitaba posar mis ojos ahí para encontrar paz.
—Mami, ¿extrañas a Valen?—asentí, Ailín sonrió porque sentía lo mismo. Ella pudo conocerla, siendo apenas una bebé—. Ahí está—señaló la primera estrella que apareció. Estaba anocheciendo.
—Nos sonríe, ¿verdad?—consulté, mi hija movió su cabeza de manera afirmativa. También extrañana a Valentima, aunque tenga vagos recuerdos de quien fue.
—¿Este viernes salimos a Buenos Aires?—preguntó, tal vez dándonse cuenta de que hablar del tema no era algo que me pusiera bien.
—Claro que sí, debemos ir haciendo las maletas ya para no estar empacando a última hora—recomendé observándola, Ailín yacía entusiasmada debido a que insistió desde hacía mucho regresar.
—Ojalá que mi hermano se divierta—rió haciendo referencia a Álex, quien posee dos años. Nosotros planeamos quedarnos algunas semanas, dispuestos a reencontrarnos con amigos y ponernos al día.
—Espero que ambos se diviertan bastante, sé que van a comportarse bien—aseguré confiada, ellos jamás me han traído problemas. A veces pienso que son demasiado tranquilos, nunca hacen ningún escándalo.
—Como siempre, no te preocupes—afianzó, Ailín intentaba mantenerme contenta aunque estando ella junto a mí, viviré feliz—. Gracias por seder a mis súplicas—agredeció sonriéndome, hecho que consiguió hacerme reír.
—Tu papá y yo los amamos, queremos que estén alegres así que... bueno, accedimos a viajar—suspiré, pues Daimon sigue no estando tan de acuerdo. Teme volver y que sucedan cosas malas puesto que Álex también resultó ser cristal.
—Eres la mejor mamá de todas—afirmó abrazándome, sonreí en grande tras oír sus palabras. Adoré oír eso viniendo de Ailín, sabe expresarse hermoso a sus cuatro años.
—Y vos la mejor hija, te amo, hermosa—besé su frente levantándola del suelo. No importa qué nos llegue a pasar estando fuera, prometo que daría todo por mantener a Ailín y Álex a salvo.
Valentina me dio esa lección, hoy ya no vive pero estará dentro mió durante eternidades. Continuará teniendo aquel título de mi mejor amiga y compañera, alguien que luchó y murió entregándose a sí misma por el bienestar de Nico, a quien anhelo encontrar pronto.
—Permiso, ¿se puede?—consultó Daimon, trayendo consigo a Álex. Pensé que aún dormía, seguro acababa de despertar.
—Mamá—llamó desde el marco de la puerta, extendiendo sus brazos.
No podía pedir más que poder compartir esta experiencia de formar una familia con Valen, ha de estar feliz allí arriba. Contenta y cuidándonos de cualquier adversidad.
Dejamos a Milán en el hotel porque no queríamos que nos hiciera preguntas. Fuimos a recoger los resultados del examen psiquiátrico que le hicimos, aquí está aquel esperado diagnóstico, lo tengo entre mis manos temiendo abrirlo y encontrar un resultado positivo. Venecia teme igual, pues me observa dudosa, ninguna sabe quién decidirá abrir este sobre.
—¿Querés hacerlo vos?—inquirí, entendía si prefería que fuera yo quien hiciera esto. Sin embargo, ella asintió tomando cierta iniciativa.
—Sea como sea, es mi hijo y lo amo—garantizó suspirando. Amaba oírla hablar así, demostranso que su amor iba más allá de cualquier problema. Le entregué ese sobre, Venecia sonrió nerviosa y comenzó a sacar aquellos papeles donde ponían el resultado.
—Sí tiene trastorno de hiperactividad—suspiró, entregándome esas hojas. Podía leerse claramente que Milán padecía TDAH. Nos recomendaban empezar a tratarlo y también detallaban algunos patrones de conducta.
—Eso explica que... oh, vaya—manifesté sorpresa, no obstante, sabía qué tenía que hacer: apoyar a Milán. Supongo que más adelante podremos explicarle acerca del trastorno que lo acompaña, hoy apenas tiene dos años.
—Nuestro terremoto no se dejará vencer—aclaró Venecia, reí al escucharla decirle de dicho modo. Sonaba lindo, debido a que Milán puede tener varios defectos pero seguiremos amándolo.
—Flor tendrá un gran hermano—afiancé, ella todavía permanecía dentro del vientre materno. Y seguro adoraría a Milán, ya quisiera verlo teniendo a su hermana ahí presente.
—Obvio que sí—sonrió Venecia. Milán disfrutaba de acompañarnos al doctor aunque tuviera que quedarse afuera por ser muy pequeño—. ¿Crees que peleen?—me encogí de hombros. Serán niños, así que es bastante probable.
—¿Que clase de hermanos no han discutido?—cuestioné haciendo memoria, tuve amigos que solían pelearse con sus hermanos y a fin de cuentas, terminaban riéndose juntos—. Además una pelea no significa que se odien—agregué tranquilizándola, también depende del caracter de cada uno.
—¿Pensás regresar a Italia?—indagó entonces. Milán nació allá, justo el año en que nació tuve que viajar producto del trabajo y todo ocurrió ahí, supimos que Venecia estaba embarazada para luego dar a luz. Decidimos así a mi hijo justamente por haber nacido en dicha ciudad.
—Sería curioso que Flor naciera...—mis risas me interrumpieron. Ella supo a qué hacía referencia, por lo tanto no pudo contenerse y comenzó a reír.
—Demasiadas coincidencias—negó calmándose. Entendí analizando aquella situación que muchos padres se enojarían con la vida porque su hijo tuviese TDAH, nosotros sonreímos al tenerlo. Varios no poseen aquella suerte de tener hijos vivos, tuvieron que perderlos o verlos morir.
—Somos afortunados, ¿sabés?—Venecia asintió, comprendiendo el motivo de lo que decía. Padres esperan tener hijos ilusionados, recibiendo horas después del parto esa noticia de que no sobrevivirán—. Estaremos juntos, nada conseguirá separarnos—aseguré sonriéndole. No nécesitabamos consuelo ya que nunca estuvimos tristes.
Terminaba un trabajo de la universidad en mi laptop, mis últimos años de carrera eran realmente agotadores y necesitaba hacerlos bien. Siempre fui sobresaliente, ocupo los primeros puestos desde que inicié aunque tuve que sacrificar muchas cosas. Por ejemplo, salir menos con Emma, aunque el hecho de vivir juntos terminó uniéndonos más. Las cosas se tornaron más hermosas cuando descubrimos que Daniela vendría a este mundo, hasta entonces somos felices teniéndola a ella y Tomás, quien ahora debe estar a una hora de salir del colegio.
Dany tiene dos años, nació llevando consigo un llamativo cabello rojizo, por eso Emma dice que nos parecemos mucho.
—¡Papá, papá!—exclamó, sus gritos venían de nuestra sala. Pensé hacer cierta pausa e ir junto a ella, sin embargo, corrió hacia mí antes de que pudiese hacer algo—. ¿Qué hacés?—preguntó subiéndose con dificultad a la silla de mi costado, intentaba ver lo que escribía.
—Ensayo del último tema—le respondí sonriente, adoraba que se interesara por esto. Daniela alzó una ceja, curiosa seguía mirando esa pantalla.
—¿Y cómo vas?—interrogó intrigada, solía llamarle mucho la atención cualquier cosa que hiciera—. ¿No pensás ponerle dibujos?—cuestionó haciéndome recordar. Faltaban agregar las imágenes al proyecto, luego debía imprimirlo y estaría terminado.
—Sí, gracias, estaba olvidándolo—expuse echándolo otro vistazo a mi trabajo pues debía quedar casi perfecto, Dany rió mirándome tan concentrado—. Es importante esto, falta poco para empezar a trabajar—afirmé, pensé que sonriería pero ella asintió suspirando. Y planeaba decirme qué ocurría, Daniela no guarda secretos.
—No quiero que te olvides de mí, papi—volvió a suspirar cabizbaja, ¿a eso le tenía miedo? Puedo asegurarle que jamás pasará y puede quedarse tranquila. Debe preocuparle bastante, Dany pocas veces me llama de esa manera.
—Claro que no, siempre estaré ahí cuando necesités a alguien o simplemente allí estaré pese a que te moleste mi presencia—garanticé tratando de animarla. Ser médico sería sacrificado, no obstante, podría darle la vida que merece y sobre todo, ayudar a quienes lo necesitan.
—Prometelo—pidió extendiéndome su dedo meñique, Emma le enseñó a hacer esas cosas. Se veía adorable haciéndolo y puede que no expresa tanto sus sentimientos, a pesar de esto, sé que me quiere.
—Prometido, señorita—afirmé, aquello pareció tranquilizarla porque sonrió bajándose del asiento. Miró el reloj confundida, sabía que teníamos que ir por Tomás pese a que no supiera ver la hora.
—Sale en media hora, ¿vamos?—Dany saltó emocionada, indicándome que sí. Esperaba ansiosa esta parte del día donde regresábamos con Tomás y aprovechábamos para ir por algún helado o postre, dependiendo de cómo este el clima.
—Una pregunta—anunció acercándose, hay demasiadas cualidades que adoro de Daniela, mas mi favorita es que no se calla nada—. Si sos doctor, salvás vidas—asentí dándole razón, decidí explicarle de qué trabajaría apenas comenzó a tener fluidez al hablar—. ¿Serás superhéroe?—inquirió viéndole de cierta manera inocente y distinta.
—Digámoslo así, salvaré personas—comenté siendo testigo del brillo que apareció en sus ojos. Dany tiene un gran corazón, adora ayudar a quienes lo necesitan igual yo y enterarse de que voy a salvar gente, debió significar demasiado.
—Te quiero—confesó ladeando su cabeza, exteriorizando aquellos hermosos sentimientos que posee.
***
¡Hola!
Weno, espero que les haya gustado este penúltimo capítulo :'D Aliados 3 acaba en el capítulo 70 (o sea el próximo) y regresa Aliados 4 ❤
Tomaré una media semana de descanso y edición a este libro y también para hacer los edits de presentación de cada personaje. Gracias por leer :3 se les ama 🌎
¿Creen que Inti deje de lado a su hija Daniela? ¿Dónde estarán Milo y Nicolás? ¿Violeta realmente murió? ¿Cómo vivirá Milán teniendo TDAH? ¿Él y Flor se llevarán bien? ¿Se divertirán Álex y Ailín en Buenos Aires?
Dudas resueltas en Aliados 4 👌🏻 gracias todos, ¡adiós! 👋🏻
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