Capítulo 68: Quiero ser como tú

Decidimos llevar a Milán al psiquiátra, Luz nos recomendó asistir a una clínica donde fue a hacer sus prácticas cierta vez. Después del incidente de ayer, Noah me convenció de que sería buena idea pues estaba más que claro que nuestro hijo tenía un problema. Realmente estoy esperando que no sea tan grave, de lo contrario sufriría demasiado. Desde ahora suele verse como el niño que arruina todo y estorba con su mala conducta cuando no, a él voy a amarlo siempre.

Ojalá todos pudieran comprender eso.

Tomé a Milán de la mano ni bien entramos, observaba a ambos lados curioso. No sabía qué hacer primero.

-¿Qué es esto?-preguntó confundido, había algunos juguetes en aquella sala de espera. Noah fue directo a secretaría ya que quería saber cuándo sería momento de pasar.

Suspiré sin saber cómo explicárselo, le sonreí indicándole que se sentara conmigo. Aunque conociéndolo, dudo que pueda quedarse tranquilo hasta entrar.

-Queremos que evalúen tus conocimientos antes de que empieces a ir al colegio-mentí puesto que no pasó por mi menta alguna otra idea. Milán pareció creerme, confía mucho en nosotros.

-¿Entonces veremos a un profesor?-asentí nerviosa, odiaba mentirle. Quisiera terminar esto rápido, que nos digan que Milán está completamente sano y podamos volver a casa.

-Algo así, ya verás-contesté guardando silencio. Noah venía hacia acá trayendo consigo unas hojas y dos lapiceros.

-Debemos rellenar estos datos, seremos los siguientes-afirmó él, luchábamos por matenernos confiados y calmados para no preocupar a Milán, quien podría darse cuenta de que ocultábamos ciertas cosas.

Pedían información tanto materna como paterna y por supuesto, datos de Milán. Preguntaban nombre, edad, fecha de nacimiento, entre otras informaciones. Miré a mi hijo de reojo, caminaba hacia esa caja en la cual guardaban varios autos de juguete. No debía estresarme, podría afectarle a Flor.

-¿Terminaste?-consulté, Noah asintió. No deseábamos hablar, porque Milán lograría escucharnos. Incluso puede que presienta que estamos mintiéndole.

-No importa qué diagnostico nos den, seguiré junto a él-aseguró haciéndome sonreír, y fue a devolver esos apuntes. Jamás pensábamos abandonarlo, no obstante, tampoco anhelábamos que tuviese problemas o trastornos psiquiátricos.

Éramos los unicos allí, Luz tuvo razón al recomendarnos además ir a estas horas, eran las primeras del día y poca gente vino. Sólo un paciente yacía adentro, luego entraríamos.

Intenté tranquilizarme observando a Milán, apenas llevaba jugando tres minutos y aquellos autitos de carrera estaban regados por el suelo. No quedó ningumo dentro de la caja. Entonces deseé que siguiera sonriendo, igual que mientras jugaba, que nadie borrara su hermosa sonrisa.

-Gracias, nos vemos la siguiente consulta-oímos despedirse a una señora, esta salía junto a un niño que padecía síndrome de Down. Milán continuaba inmerso y no notó nada, yo observé a Noah sabiendo que deberíamos ingresar.

Vimos a aquel doctor sosteniendo algunos papeles, aquellos que habíamos entregado.

-Milán García Iturbe-llamó llamando la atención del aludido, lo observó alzando una ceja y sonrió-. Pasen, creo que sé a qué vienen-añadió analizándonos, intenté devolverle ese gesto pero nomás atiné a coger de la mano a mi hijo y seguir al doctor.

Noah cerró dicha puerta blanca tras haber entrado. Lo primero hizo Milán fue ir a hacia una mesa con lápices de colores y hojas blancas, el psiquiátra caminó hacia él dispuesto a indicarle que hiciera un dibujo. Supongo que así empezaría aquella evaluación.

Me alegraba ver que fueran tan unidos. Ellos son todo lo que podría haber pedido algunas vez: fuertes, valientes y de corazón noble. Federico trata a todos por igual, jamás lo he visto burlarse ni alejarse de un niño por su aspecto o comportamiento. Julieta defiende lo que cree correcto, nunca se la puede hacer cambiar de opinión y mucho menos convencer de que no podrá lograr algo.

Hace unos años recibí cierta interesante propuesta, que luego pasó a hacerse realidad. Conseguí trabajo en México, Cancún, así que Maia y yo tuvimos que dejar Buenos Aires. Sin embargo, vamos cada vez podemos aprovechando nuestras vacaciones. Cuando llegué a este sitio no significaba nada, después cobró importancia ya que aquí nacieron mis hijos, mellizos. Los estoy viendo crecer acá.

-¿Conseguiste pasajes?-interrogó Maia apenas entré a casa, causando que Fede y Juli observaran aquellos boletos que traía conmigo.

-Sí, salimos este viernes-afirmé, esto debió darles de seguro mayor seguridad. Ambos miraban detenidamente aquellos papeles, queríamos que aquel viaje fuera sorpresa pero ya veía que Maia lo había olvidado-. Regresamos a Argentina por unas semanas-anuncié de forma oficial pues quise ahorrarles ese trabajo de sacar conclusiones apresuradas.

Con dos años contaban con pasaportes y varias salidas del país, sorprendente, ¿verdad? Recuerdo haberlos llevado al hotel ni bien cumplieron un mes de vida. Y lloraron por el zumbido de oídos durante nuestro vuelo, asombroso.

-¿Estará Jazmín?-quiso saber Federico, Maia frunció su entrecejo. Solía ser celosa respecto a algunas cosas, por ejemplo de las chicas. Tampoco pensaba discutir, porque tampoco planeaba dejar que Juli se vinculara con chicos.

-Supongo que sí-respondió Maia, encogiéndose de hombros. Federico rió tras presenciar aquel gesto-. Tendremos que levantarnos temprano, ¿cierto?-negué, esta vez sería diferente.

-Tenemos vuelo nocturno, sale a las siete de la noche-contesté, Julieta sonrió aplaudiendo, le gustaba vivir nuevas experiencias mientras que Maia me miró confundida-. Se terminaron pasajes del horario matutino-reí nervioso, esto no le hizo tanta gracia debido a que insistió mucho en que comprara pasajes de manera anticipada y no a última hora para evitar salidas nocturnas.

-Como sea, podremos ir a despertar a los chicos-carcajeó pensándolo mejor. Tomamos esta desición tras recibir una llamada de Ámbar desde Panamá, lugar donde decidió terminar su carrera de turismo, diciendo que nos encontráramos este fin de semana en Buenos Aires.

-¿Tiempo que no ves a Ámbar?-Maia asintió nostálgica, esperaba que pronto coincidamos y podamos vivir más cerca. Ambas suelen mostrarse unidas así que extrañam pasar tiempo al lado de la otra.

-Dos años, Joaquín, ni si quiera conozco a Mariana-lamentó refiriéndose su última hija. Ámbar tuvo a Martín, después nació Camilo y finalmente Mari, a quien aún no conocemos.

-¿Podemos empezar a empacar?-inquirió Julieta, entusiasmada. Adoraba ver sus ojos brillar de aquella forma, desprendían felicidad.

-Si querés, vamos, te ayudo-ofreció Maia acercándose a nuestra hija menor. Federico se quedó pensativo, sin embargo, sonreía.

Julieta y Maia fueron arriba dejándonos a nosotros solos. Él siguió jugando moviendo de derecha a izquierda ese auto color rojo y haciéndolo chocar con los carros de su hermana.

Tocaba mi guitarra a pedido de Mari, ella no puede dormirse sin que le toque uma canción antes. Ámbar llegará tarde del trabajo otra vez así que a mí me toca acostar a los niños, Martín y Camilo están dormidos, sólo falta Mariana. Nuestra menor hija, quien tiene dos años y está por cumplir tres.

Con Ámbar suelo turnarme e intercalar bastante bien, por ejemplo, mañana tengo ensayo como solista ya que nuestro grupo decidió retirarse después de habernos convertido en padres, pese a esto, yo continúo grabando algunas canciones y la próxima semana pienso volver a grabar junto a Manuel. Por eso acordamos viajar a Buenos Aires.

-Toca, por favor, y canta-pidió sonriéndome. Adoro pasar mis últimas horas del día haciendo música, lo mejor es que Mari disfruta este momento tanto como yo.

-¿Qué canción querés?-pregunté dispuesto a cantarle lo que elija, no obstante, ella negó.

-Cualquiera, tú escoge-respondió emocionada, acomodándose entre las sábanas para oírme bien. Parecía sentir aquello que siento cuando me expreso de esta manera, amor.

-Cantás conmigo, ¿de acuerdo?-Mari asintió, tengo buenas expectarivas de mi hija. Puede que decida dedicarse a este tipo de arte en un futuro.

-¿Siempre cantaremos juntos?-inquirió temerosa, quizás temía que dejáramos de hacerlo algún día pero podía quedarse tranquila porque aquello nunca pasaría.

-Claro que sí, Mari-afirmé observando aquella foto enmarcada a un lado de su habitación. Puede sonar extraño, no obstante, Ámbar quiso tener una fotografía de la última ecografía de nuestros hijos así.

Comencé a cantar "Carpe Diem" debido a que esa canción suele pedírmela muy seguido. Aún no puede pronunciar algunas palabras, a pesar de ello, pudo seguirme durante esa canción. Analiza atenta cada movimiento que hago y todas las notas que salen de mi guitarra, puedo afirmar que ella seguirá voluntariamente mis pasos.

-Quiero ser como tú de grande-confesó pese a tener apenas dos años. Amé oír eso, y desde aquel entonces decidí apoyarla. Debía esperae a que crezca, así podría inscribirla a clases de algún instrumento o si prefiere, canto.

-Yo quiero que vos seas feliz, haciendo lo que amás-afiancé observándola, poseía aquellos ojos soñadores que jamás dejan de brillar. Realmente quisiera que ninguna fuerza apagase ese resplandor.

-Quiero tocar eso-señaló mi guitarra, todavía no sabía el nombre de este instrumento musical. Tiene mis genes, estoy seguro de que aprenderá rápido-. ¿Irías a escucharme cantar?-indagó pensativa, le era importante que estuviera allí.

-Por supuesto, tu mamá también-aseguré, podís prometerlo cielos enteros y estaría dispuesto a entregárselos. Sé que llegará más lejos de lo que se proponga-. Y haceme un favor, ¿podés?-movió su cabeza de manera afirmativa. Mari amaba las buenas promesas-. Hacé música desde el corazón-concluí acariciando sus cabellos. Ella sonrió, dándose cuenta de que tenía que dormirse.

-Te amo, papi-admitió en tanto apagaba la luz de aquella lámpara que había al lado de su cama.

-Yo también-suspiré dejándola ahí, dormida. Concilia velozmente el sueño cuando hay una canción previa a esto.

A veces creo que espera este instante durante todo nuestro día. Quizás sea su hora favorita, lo cual aprecio demasiado.

Si me hubieran dicho hace años que terminaría así, jamás lo habría creído. Jazmín está próxima a cumplir tres años, así que Luz y yo estamos planeando una fiesta sopresa. Queremos hacerlo memorable, para que de ese modo pueda quedarse grabado dentro suyo y recordar de la mejor manera su niñez.

Culminé mis estudios de derecho mientras que Luz terminará medicina, después decidió que se especializaría en psiquiatría.

-Papi, ¿cuándo viene Fede?-preguntó de forma inocente. Sólo era Jazmín haciendo amigos, nada más, no debía ponerme celoso.

-Este fin de semana-le respondí sonriendo, vestía algunas muñecas con sombreros y les colocaba collares aunque parecía aburrida. Tal vez quería compañía.

-¿Podemos ir a ver a Celes?-inquirió observándome, no sé si sabe pero a esa mirada no puedo negarle nada. Diré que sí al inicio.

-Sí, claro, dejame decirle a Franco que nos encontremos en el hotel-accedí cogiendo mi teléfono celular. A pesar de fuera bastante probable que Celeste estuviese allí, no estaría de más avisar.

A Franco y a mí nos alegra esta situación, que nuestras estén creciendo juntas y tengan un vínculo muy cercano. Pasan juntas la mayor parte del día, lo cual seguirá siendo igual mientras vayan a la escuela pues pensamos enviarlas al mismo colegio. Creo que podrían definirse como mejores amigas pronto.

-Si mi cumpleaños se acerca, el de mi prima también, ¿no?-asentí, Jazmín es mayor por tres semanas. Suspiro de repente dándome cuenta del terrible momento que revivirán Azul y Franco.

Celeste cumplirá otro año, eso quiere decir que recordarán aquello sucedido tiempo atrás. Perdieron a Violeta, hermana gemela de Celes, quien nació demasiado débil y no pudo sobrevivir. Por esa razón quizás nunca han querido celebrar tal acontecimiento, además su hija tampoco parece quererlo. No quise decirle nada a nadie, sin embargo, ella podría extrañar inconscientemente a Vilu.

-Franco dice que están allá-anuncié habiendo leído cierta respuesta al mensaje que envié instantes anteriores-. ¿Vamos?-sonrió asintiendo, era costumbre que pasaran jugando las tardes. Tenían gustos parecidos y se llevaban de maravilla.

-Espero que ya no esté triste-me detuve confundido, Celeste jamás yacía de aquella manera, ¿y si tenía razón? Sus padres suelen ocultarle el hecho de que tuvo una hermana que murió.

-Diviértanse, ¿sí? Para eso son las amigas-le guiñé un ojo a Jazmín haciéndola reír. Ella intentó hacer lo mismo, adoraba verla imitar algunos gestos que poseía.

***
¡Hola!

Espero que les haya gustado este capítulo 💙

¿Creen que Violeta extraña a Celeste? ¿Celes y Jazmín serán siempre mejores amigas? ¿Mari amará la música? ¿Milán tiene TDAH? ¿Federico y Julieta seguirán siendo así de unidos?

Gracias por leer y votar :3

Se les ama ❤ ¡Adiós! 👋🏻

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