Capítulo 21: Boletos de avión

"Esto no terminará bien, estoy de que Ada se arrepentirá muchísimo por haber aceptado mi ayuda" pensaba equivocadamente Gala al tiempo en que se preparaba para toparse con ella, Iris y Fermín. Valentina iba a su costado, sin embargo, sus nervios no disminuyeron. Se encontraron con ellos en breves instantes y durante un largo lapso de tiempo, nadie quiso tomar la palabra ante el ceño fruncido de Ada a causa de aquella confusión que sentía.

—¿Qué pasó? ¿Por qué vinieron tan rápido?—cuestionó Iris, ya con un mal presentimiento debido a la situación.

—Escapó, el rayo estaba roto. Lo siento, fue mi culpa por no estar pendiente de esto y distraerme en la fiesta—se lamentó Gala, ofreciendo sus más sinceras disculpas. Le mostró aquel vidrio roto que antes contenía al padre destructor y posó su mirada en el suelo.

—Es de humanos equivocarse—Iris puso una mano arriba indicándole a Ada que guardara silencio todavía—. Siempre lo supe, era difícil que se quedara ahí. En algún momento dejarían solo el rayo y él escaparía. Solamente pensé que estaría encerrado durante más tiempo dándome plazo para idear algo.

—Él es una energía muy poderosa—aclaró Fermín sabiamente, porque conocía la historia muy bien—. Es el encargado de todos los desastres naturales: terremotos, tsunamis, inundaciones, sequías, entre otros. Por eso se trata del opuesto de Iris, mientras ella crea, él destruye. Y quiere acabar con la nueva raza de humanos con superpoderes.

—Siempre existirá, es necesario que lo haga pero tenemos como objetivo impedir la destrucción del mundo, eso quiere—complementó Iris, notablemente preocupada. El destino mundial peligraba, aunque había un gran detalle a su favor—. Ahora está suelto, buscando aliados, gente vulnerable que esté dispuesta a vender su alma. Los seres de luz se quedarán, al hacerlo, aquellos descendientes tendrán poderes formando así parte de la raza nueva. Él quiere impedir su nacimiento, a toda costa. Les diré desde ya que los futuros hijos de sus amigos y ellos mismos, estarán y están en peligro pues, como dije, busca aliados para acabar con la vida de los chicos si es posible ahora, evitando que den vida a esa nueva generación.

—¿Por qué no simplemente destruye el mundo ahora?—inquirió Daimon, quien hasta ahora no entendía ese punto importante.

—No tiene poder para eso, solamente Iris es capaz y nunca lo haría—respondió Ada señalando a su amiga.

—¿Entonces qué debemos hacer? ¿Cómo sabremos dónde está?—interrogó Gala sin librarse del sentimiento de culpabilidad.

—Yendo al país más vulnerable que hay en Sudamérica, Venezuela—le contestó Valentina, quien también lucía algo intranquila. Tal vez sentía culpa, igual que su amiga.

—Ustedes vayan—Fermín se dirigió sólo a Daimon y Gala—. Nosotros junto con Valentina nos quedaremos aquí, hay una manera de rastrear su energía. Probablemente él incluso recorra gran parte de América del sur, pero tendrá que llegar ahí y estarán ustedes.

—Les avisaremos cuando eso pase—avisó Iris. Gala asintió, ni terminaba de procesar todo; sin embargo, ¿podía negarse? No, ella se sentía responsable.

—¿Por qué no voy yo?—reclamó Valentina, frustrada.

—Sos un ser de luz, él se dará cuenta. Si te detectó estando en el cuerpo de Milo, volverá a hacerlo—le recordó Ada. Observó la visión cabizbaja de Gala y sonrió, se notaba que quería ayudar. Muchísimo—. Daimon, avisanos cuando tengan los pasajes. Deben ser los más próximos posibles.

—De acuerdo, tendré todo bajo control—aseguró el susodicho.

Ellos no sabían nada, pero las cosas a partir de ese momento jamás serían iguales en su vida. Algo se aproximaba, una bendición y destrucción. Resumiendo los términos, un futuro agridulce y radical cambio.

***
Estamos haciendo mal, eso lo tengo por seguro. Vamos a lastimarla, aquello está demasiado claro para mí. Heriremos sus sentimientos, esto logra sobrepasar mis límites. ¿Quién dijo que es bueno? Salir de tus fronteras tiene su lado negativo. Ella no se merece esto, pero tampoco puedo dejarlo. Siempre albergué sentimientos por él, ¿de qué me sirve seguir negándolo? Sí, me enamoré como jamás creí hacerlo. Y no es que tenga un largo historial, nunca he tenido novio. Sólo salía con chicos durante un tiempo, nada serio, después los trataba mal cuando terminaba aburrida de ellos.

Ahora sé que decía conocerme a mí misma, solamente hablaba, porque eso no es verdad. Tenía un concepto errado y creí que pertenecer a este mundo donde siempre estás al lado de alguien, no era lo mío. Yo me aburro, cambiaba a un chico por otro, en ningún momento permanecí junto a alguien durante más de un mes. Estuvo en mis instintos ser así.

—¿Qué tanto me ves?—cuestioné toscamente. Él supo que algo andaba mal, conoce muy bien cómo soy.

—¿Te molesta?—inquirió mirándome con sus ojos cafés, lo cuales desprendían un lindo brillo al ser iluminados por el sol—. Tú también estás viéndome.

—Ya sé, no soy tonta, Nicolás—le contesté cortante. Él se cruzó de brazos y evité sostener su mirada porque si lo hacía, terminaría sintiéndome mal. No me gusta tratarlo así.

—¿Qué hice? Estás enojada, ¿verdad?—insistió en hablarme. Llamarlo por su nombre completo era sinónimo de eso—. Mírame si quiera, ¿no? En serio eres complicada.

—Pensá lo que quieras—respondí quitándole la importancia que internamente sí le daba. Odio pelear con Nico—. Necesito estar sola un rato y pensar algunas cosas, ¿podés irte?—intenté pedirle de buena manera.

—Si te hace sentir mejor…—asintió tras un pesado suspiro pues él tampoco le agradaba discutir conmigo—. Te quiero, no lo olvides. Incluso cuando estás de mal humor, enojada también eres bonita—me sacó una sonrisa inconscientemente y a sí mismo, igual. Mierda, ahora quiero que se quede—. ¿Un abrazo antes? No desearía irme peleado contigo.

—Vos hacés que me ponga difícil—admití sin ocultar el efecto surgido de sus palabras. Lo abracé a pedido suyo y mío, Nicolás es demasiado tierno en ciertas ocasiones—. Te quiero…—confesé dudosa. Dudaba si decirlo era correcto, no me debatía sobre sentir realmente—. Tal vez hace falta que lo diga más seguido.

—Sí, amo oír eso—afirmó todavía teniendo sus manos rodeando mi cintura, sin intenciones de soltarla y yo no queriendo dejarlo ir—. Te ves linda cuando me lo dices—susurró haciendo rozar aquellos labio que pruebo muy seguido, con mi oreja.

—O sea, ¿soy horrible si no lo hago?—planteé para hacerlo reír un poco—. Decime la verdad, Nicolás.

—Llámame Nico, suena feo decirlo completo—protestó, a lo cual rodé los ojos. Él beso mi mejilla y apoyó su rostro contra el mío—. Siempre, en cualquier estado, serás hermosa. Jamás te vería horrible, eres alguien incapaz de ser descrita con mis palabras.

Entonces volví a ponerme mal: ¿De verdad esto vale la pena? Porque saldrá a la luz mi secreto algún día y, ¿a qué chico no le parecería horrible una chica sin cabello ni cejas? Cuando sepa sobre el cáncer, esa maldita leucemia que padecí, todas sus frases tiernas caerán al mar y desaparecerán tras cruzar la mangata. Aquel camino luminoso que deja una luna llena reflejada en el agua.

—Quedate, Nico—él no supo el motivo de mi repentino cambio emocional, sin embargo asintió dejándome un beso en la frente y no me soltó.

—Estás conmigo, aquí estoy.

Es momentáneo, lo sé. Pero disfrutaré mientras dure, porque es tan efímero como el amor que jura tenerme. Sólo puedo abrazarlo este tiempo, luego será una historia doliente y agria, que no querré contar nunca.

Nicolás es mi imposible.

El camino se me empezó a hacer eterno, quizás por la culpa que sentía o porque sabía bien que cada minuto contaba. Daimon estuvo a mi costado sin decir ni una palabra. Llegué a preguntarme si estará molesto conmigo, no obstante, elegí callar. Su semblante era serio, preocupado y tenso, jamás lo había visto así antes. Mantenía las manos en los bolsillos y sus ojos, fijos observando hacia la ventana. Pensé pedirle al taxista que acelerara un poco más, pues ambos llevábamos prisa, pero lo consideré algo desubicado. Además, el aeropuerto queda a sólo unas cuadras de donde ya nos encontramos.

Bajamos del taxi cuando tuvimos nuestro destino frente a nosotros. Daimon le pagó al conductor, dado que yo salí corriendo y entré dejándolo atrás.

—¿Me esperás si quiera?—preguntó detrás mío, cruzando la puerta de ingreso. No había pasado mucho tiempo y estábamos aquí otra vez, listos para volver a partir—. ¿Sabés dónde se compran los boletos?

—Pues no… es justo lo que quiero averiguar—seguí mi marcha rumbo al interior. Allí se situaban muchos stands pertenecientes a las empresas que venden sus pasajes, comencé a leer los letreros buscando la ciudad de Caracas—. ¿Has visto algo?—quise saber sin mirar atrás.

Silencio. No escuché nada más y volvió el sentimiento del cual difícilmente logré distraerme un corto rato. Culpa, yo soy responsable de todo este mal trecho. Si tan sólo me hubiera quedado cuidando, él nunca habría escapado. Eché a perder todo aquel esfuerzo que pusimos. La fuerza puesta por Valentina no sirve ahora, y me corresponde a mí cargar con este remordimiento.

—¿Daimon? ¿Estás vos ahí?—ningún sonido contestó. Entonces volteé para toparme una mismísima nada. Estaba sola, como odiaba estarlo. ¿Ahora qué? Necesitaba encontrar unos boletos de avión a Venezuela. O iría caminando, montada en burro, tren, autobús, bicicleta, a caballo, lo que sea.

—¡Gala!—me llamó él, quien hablaba con una señorita bastante sonriente y ni cuenta se daba de eso. Al parecer le fue mejor que a mí. Me acerqué aliviada cuando vi el cartel diciendo "Caracas" y así supe que no decepcionaría a nadie más—. Dale tus documentos, ya conseguí los dos pasajes. Saldremos mañana, somos las últimas personas que iremos en el avión.

—¿Y cuánto cuesta todo esto?—cuestioné dudosa. ¿Últimos boletos vendidos a nosotros? Algo me dice que eso no saldrá barato.

—Dos mil pesos argentinos—sonrió falsamente, acomodando el DNI que acabo de entregarle. Faltaba más… esta me odia también—. Cada uno, por cierto—sentí como casi muero atragantada por mi propia saliva. Sin embargo, elegí no quejarme y asentir.

—¿Mañana a qué hora?—interrogué haciéndome idea, acostumbrándome y asimilando el precio. Ni bien llegara al hotel, haría las maletas. Odio tener que hacer todo bajo presión por lo cual, no empacaré mis cosas recién ese día.

—Seis en punto…—rogué que fueran de la tarde—. Primera hora del día, espero que disfruten su viaje.

Cuánta falsedad estoy viendo ahora…

Sí, claro. Disfrutaré mucho atrapando una energía que salió libre por mi culpa.

—Gracias, nos vemos mañana entonces—agradeció Daimon, quien no se había dado cuenta de los, para nada laborales, intereses que tenía con él esa chica—. ¿Falta algo más por entregar o firmar?

—No, esta todo en orden—acomodó los boletos de avión sobre la mesa y posteriormente, le entregó a Daimon tocando "accidentalmente" su mano, aquellos pasajes—. Si necesitás algo, podés decírmelo sin ningún problema—empezó a jugar con el lapicero haciéndose la desinteresada y él pareció percatarse.

—Ahora necesito un taxi, ¿sabés? Mi novia y yo estamos aquí desde hace un largo rato—abrí en grande los ojos, ¿cómo acababa de llamarme? ¡Eso es sólo en el hotel o frente a Joaquín!—. Tenemos que ir a hacer las maletas, si pudieras pedir uno te lo agradecería muchísimo porque me estoy quedando sin batería—agregó observando su teléfono.

—Por supuesto…—sentí sus ojos cafés posados en mí, fijamente. Lo voy a matar, ¿cuál novia? Soy su amiga, ¿qué se cree?—. Pueden esperar allí—nos señaló una banca algo distante.

Apretando los dientes enojada, tiré de su brazo para hacerlo caminar más rápido. Una vez sentados ahí, pensé cómo dejarle las cosas claras. Nosotros no somos novios ni tenemos una relación, así que sí, me molesta mucho que diga algo como eso.

—¿Vos y yo? ¿Novios? Mirá, aquí no está Joaquín ni Maia—puntualicé enojada. Daimon rió no tomándole importancia.

—Ya sé pero, ¿qué querías que hiciera si una chica empieza a coquetearme?—replicó, sin duda la situación lo avergonzaba, incomodaba y no estaba acostumbrado a ese tipo de momentos.

—Pues le decís que sos gay—palmeé su rostro frunciendo el entrecejo—. ¿Tan difícil es?

—Estás así de irritable porque él escapó, ¿cierto?—quizás, sigo echándome la culpa por eso. Aunque no dejaría que me viera de ese modo.

—No…—negué. Punto en contra mío pues olvidé pensar en un argumento creíble—. Tal vez, mi yo adolescente salió y tomó posesión de mí. Fue una estupidez lo que hice, me comporté como de catorce años.

—Recordá lo que dijo Iris, igual podría haber escapado, es muy poderoso—sus palabras consiguieron calmarme un poco, casi nada. No obstante, lo agradecí bastante viniendo de él—. Viéndole el lado bueno, viajaremos juntos como los viejos tiempos.

—¿Viejos? Nuestro último viaje fue hace un año—le recordé yo ahora. Nuestro paseo por calles barcelonesas hizo lo propio y subió mi estado emocional todavía más—. Y… bueno, volviendo al tema de tu pretendiente, no está mal. Deberías conseguirte una novia cuando todo esto termine y tenga agallas para decir la verdad.

—Mientras tanto hay que aprovechar el taxi que nos pidió la rubia teñida—señaló a la chica. Si las miradas matarán… no, Maia sería mi asesina. Ella habría llegado tarde, ya estaría yo muerta—. Vamos, quizás llamó uno.

Y así lo hizo, aunque se notaba a leguas su enfado. Daimon tomó mi mano, quise resistirme pero no quise dejarlo en ridículo por lo cual, guardé silencio. Salimos del aeropuerto más… ¿tranquilos? No, ¿qué digo? ¡Tenemos menos de veinticuatro horas para empacar!

***
¡Hola!

Weno, espero que el capítulo haya sido de su agrado 😁 se han hecho muchas revelaciones que quería perfeccionar bien (sorry por la tardanza) dejando el tema a un lado…

Según el Flashforward se pueden sacar 2 conclusiones:

1.- Nicolás le está siendo infiel a alguien con Celeste.

2.- Nicolás está siéndole infiel a Celeste con otra chica. Porque Celes 💙 jamás haría algo así, ha sufrido mucho y jamás le haría eso a alguien más. Por lo tanto, se trata de otra persona que ha tenido cáncer.

¿Quién es la chica con quien está siendo infiel y a quién le está poniendo el cuerno? ¿Qué pasará en el viaje a Venezuela? ¿Gala se puso celosa de la chica? ¿La consideran así? ¿A quiénes les gustaría ver el siguiente capítulo?

¿Y ustedes qué opinan de la infidelidad, amigos? —les pone el micrófono como Lizbeth Rodríguez—

Quiero aprovechar este espacio y justo los capítulos próximos para manifestar mi apoyo al hermoso pueblo venezolano que hoy lucha por su libertad. Llevo pidiéndole a Dios durante años (desde que me enteré de su situación) porque esas personas que suben a los autobuses vendiendo dulces puedan regresar a su hogar. Sería horrible dormir en la calle, lejos de tu familia, perder todo lo que conseguiste, desesperarte al no conseguir trabajo, etc. ESPERO Y PIDO DE TODO CORAZÓN ❤ POR ESAS PERSONAS, muchos venezolanos han venido a mi Perú 🇵🇪 y a pesar de muchos comentarios xenofóbicos, les deseo lo mejor. Sí, hay delincuentes entre los inmigrantes pero, ¿por algunos juzgaremos a todos? No, eso no es lo mío.

Vamos, Venezuela 🇻🇪  hermosa, quisiera ir y conocer las maravillas que me han contado sobre ti. Albergaste a mis compatriotas también así que aquí nos tienes.

Tengo algunos lectores venezolanos, he leído también un libro sobre vivencias de esas personas con la crisis y sentí mi corazón romperse. Perú 🇵🇪 tuvo una época así y ahora nos toca darle la mano a los demás. Ojalá puedan reencontrarse, y que Venezuela 🇻🇪 pueda ser poblada nuevamente. Que el aeropuerto no sea sitio de lágrimas y despedidas.

No pensé que pasaría esto justo ahora, ¡pero el próximo capítulo va como tributo a esa fuerte nación!

Gracias a todos por leer hasta aquí. Si hay algún venezolan@ pues estoy contigo, de esta se sale 💛💙

¡Hasta el próximo capítulo! 👋 (Ese o el siguiente en la bella Caracas)

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