♦17♦ El templo de Belyan

Alia

Sentí cómo caía sobre un suelo duro, y al levantarme pude ver que había caído sobre césped. Me acaricié la cabeza levemente intentando recuperar la compostura, y después de hacer algunos esfuerzos logré levantarme sin caerme.

Decidí quitarme los zapatos, para prevenir caídas por el suelo empedrado que me tocaba recorrer, y con ellos en la mano avancé en una dirección indefinida. Todo me decía que esa era la dirección correcta, y cuando divisé un bonito cartel que señalaba en mi misma dirección estuve totalmente segura de lo que hacía.

Momentos después de encontrarme el cartel, y después de haber recorrido unos metros, comencé a distinguir un extraño edificio a lo lejos.

Los nervios comenzaron a inundar mi cuerpo, y como si estuviera atraída hacia ese lugar avancé a más velocidad; esquivando obstáculos y viendo como la imponente fachada del edificio se imponía ante mí.

Me paré y observé la fachada del "edificio", pues este no tenía nada que ver con algún edificio que hubiera visto en toda mi vida.

Este parecía estar compuesto por numerosos pisos, y su fachada; esculpida en mármol blanco, estaba decorada con finas vetas doradas que lo hacían brillar con la luz del cielo despejado. Tres pulcros escalones daban paso a la entrada, desde la que se podía ver una sala vacía y repleta de delgadas columnas, gracias a la ausencia de puerta.

Avancé sin vacilar hasta el recibidor plagado de columnas, mientras mis pies se enfriaban a cada paso y una extraña brisa hacía volar mi vestido; proveniente del interior.

Observé dudosa la procedencia de esas ráfagas de aire, y continué mi marcha por todo el monumento.

Salas de hermosos jardines de rosas blancas, pasillos alumbrados por la luz del día y numerosas esculturas de ángeles adornaban los rincones de la gran estructura. Parecía que había recorrido todo cuando unas escaleras se cruzaron en mi camino. No podía distinguir el final de estas, y tampoco parecían dar a ningún lugar.

"Es por ahí". Una voz suave y melódica rebotó en mi cabeza, haciéndome retroceder y tomar el camino de las escaleras. Al principio no tenía la intención de subir por ellas, pero esa voz me inspiraba tal tranquilidad que lo que pudiera haber arriba no debía ser malo.

Diez, once, doce... Y en el décimo-tercer escalón alcancé a ver lo que había al final de la escalera.

Una sala totalmente alumbrada con los rayos naturales de la mañana, con telas semitransparentes de tonos blancos y dorados como paredes; y un gran diván de color nieve en el centro. Frente a este habían colocados varios cojines de los mismos tonos que las telas, haciendo que la redonda sala pareciera más grande.

Me acerqué al diván y rocé con los dedos la suave tela con la que estaba hecho, manteniendo toda mi atención en el ornamentado mueble.

-Hola querida. -Salté en mi sitio al oír esa voz tras de mí, e intentando no parecer asustada me giré para ver a quien me había saludado.

Una mujer algo más alta que yo y sonrisa blanca como la nieve se mantenía elegante a una unos pasos de mí. Sus ojos dorados refulgían como el oro, y sus cabellos blancos se ondulaban a medida que pasaban a un celeste similar al cielo.

-¿Be... ly... an? -La diosa asintió ligeramente y me invitó a sentarme en el diván junto a ella. <Nunca habría pensado que alguien podría imponer tanto; ni siquiera siendo un dios...>

-¿Estás bien? Te veo algo tensa. -No quería reírme en su cara pues sería descortés, pero esa pregunta me pareció tan tonta que no pude evitar soltar una débil risa-. Creo que esa pregunta no tuvo ningún sentido, ¿cierto?

Solo acerté a asentir algo avergonzada, evitando la mirada de la diosa y posándola en lo primero que encontré; una muy interesante pluma que se balanceaba con la leve brisa que entraba a la sala.

-Lo siento, sé que debería aprovechar el momento y comportarme diferente; pero es que no lo entiendo. No logro comprender por qué yo... -Toda mi vida cambió por esto, y aunque adore mi vida actual no puedo añorar la que antes tenía; sin tantos problemas ni responsabilidades.

-Cariño, yo no te di este don para hacerte daño; te lo di porque era una oportunidad, y porque eras la indicada. Naciste siendo una de las más puras criaturas, y tu alma era perfecta para albergar mi magia; además de que naciste pocos minutos después de que Cyril... Bueno, preferiría no recordarlo; he sufrido mucho con cada una de las muertes de mis hijos... Es como si una parte de mi muriera-. La sinceridad que transmitía al hablar te inspiraba a seguir a su lado, sin importar lo que ello conllevara.

-Lo comprendo, la impotencia debe ser devastadora; y más cuando has estado viendo a esa persona desde que nació. -La diosa asintió de acuerdo a mis palabras; y antes de que dijera algo logré adelantarme-. Y por ello quiero ser diferente, que esto no sea otro intento. Que hagamos algo diferente, que lo logremos...

Belyan me observaba por encima del hombro, pero sin dejar atrás su expresión agradable y la calidez que irradiaba a su alrededor. De repente, la diosa se levantó y comenzó a avanzar hacia la salida; por lo que la seguí a una distancia aceptable.

Volvimos al lugar del que llegué, y andamos por algunos pasillos conocidos y otros totalmente nuevos para mí. A medida que avanzábamos las salas poseían menos luz, por lo que parecía que nos adentrábamos en las profundidades del templo.

-Te quiero llevar a una sala en la que seguramente podrás aprender más sobre la leyenda que lo que yo misma te pueda explicar. -Recorrimos unas salas más, hasta que nos paramos frente a una puerta decorada con runas de color dorado-. Este es un lugar muy especial y protegido por mí; espero que en el puedas encontrar las respuestas a todas tus preguntas. -Empujó la puerta y esta se abrió sin producir sonido alguno.

La sala a la que nos adentramos estaba completamente oscura, pero a medida que nos acercábamos al centro unas pequeñas luces iluminaban el espacio con un brillo blanco. Y estaba repleta de pedestales, en los que reposaban, bajo unas pulcras campanas de cristal transparente, todo tipo de varitas: con piedras preciosas, metales y texturas.

-¿Son tuyas? -Me acerqué lentamente a una que me llamó la atención: la varita tenía un gran zafiro en el mango, y la punta estaba enroscada, como los cuernos de unicornio.

-Que va querida; son de mis hijos. -El asombro me inundó al segundo, y me dispuse a contar el número de varitas de la sala.

-Pero, solo hay veintitrés... -La mirada de la diosa se oscureció y observó a la nada mientras sus ojos se comenzaban a anegar de pequeñas lágrimas-. Lo siento, no debí haber preguntado.

-No te disculpes, pero tampoco puedo contarte el porqué; es algo que no me gusta rememorar. -Asentí de acuerdo a sus palabras, y me posicioné a su lado brindándole mi apoyo-.Además, vinimos a responder preguntas no ha contarnos penurias; espera un segundo.

La diosa alzó ambos brazos y todas las luces que nos rodeaban comenzaron a agolparse junto los pedestales, traspasando las campanas e internándose en las varitas; las que comenzaron a brillar, todas en el mismo momento. Me tapé los ojos protegiéndome de la cegadora luz, y cuando esta disminuyó los abrí para conocer a los nuevos invitados.

Frente a los pedestales, cuyas varitas ya no brillaban, había diferentes chicos y chicas. Todos avanzaron; algunos corriendo y otros más tranquilos, hacia Belyan, quien los parecía esperar con los brazos abiertos.

Observe asombrada a todos los chicos mientras estos conversaban animadamente entre ellos, hasta que una de ellas me llamó la atención: cabellos blancos con las puntas celestes, ojos zafiro y las mismas ropas que en el sueño. Fue ella, ella fue la chica cuya muerte recordé...

Sin darme cuenta había avanzado hasta colocarme frente a ella, y ante su mirada interrogante coloqué mi mano en el lugar que el demonio la desgarró. Su mirada pasó de desconcierto a dulzura y no dudó un segundo en abrazarme; dejándome llorar por ella en su hombro.

-He de suponer que eres nuestra nueva maga, ¿cierto? -Asentí limpiando las pocas lágrimas que quedaban acumuladas en mis ojos y me alejé de la chica, la que pude comprobar que superaría mi edad por unos pocos años únicamente.

-¿Donde? ¿Donde está? -Una chica de grandes rizos dorados y blancos comenzó a correr hacia mí después de ser señalada por varios chicos de mi alrededor-. Oh, eres muy bonita y seguro que también eres muy fuerte. Me presento; soy Micaela, séptima maga de Belyan -Después de esa rápida presentación <En la que no logré encontrar un momento en el que se parara a respirar>, se agachó en una muy exagerada reverencia.

-Encantada Micaela, soy Alia. -Sonreí a la chica con alegría y poco a poco varios chicos comenzaron a agolparse a mi alrededor.

-Por favor, de uno en uno. Alia esta aquí hoy para recibir consejos de vuestra parte; así que necesita nuestra total atención hasta la finalización del Eius. -Todos los chicos se comenzaron a colocar en filas diferenciadas, con una velocidad y seguridad propias de alguien que había practicado aquello durante mucho tiempo.

-Bien, Alia; es tu turno de preguntar lo que te plazca. -Tragué saliva sabiendo la presión y la cantidad de miradas que habían sobre mí en aquel momento, y sin mirar a nadie en particular formulé una de mis preguntas.

-¿Alguno de ustedes sabe asesinar demonios? -Tras mi pregunta un pesado silencio inundó la sala, provocando en los rostros de algunos magos ira y tristeza; rememorando malos recuerdos.

-Yo, -Un chico alzó el brazo rompiendo el incómodo silencio. Este mismo avanzó varios pasos, esquivando a los que tenía frente a él y posicionándose frente a mí en unos segundos-, me presento; soy Cyril, tu antecesor.

El chico extendió su mano amigable, y yo la recibí con gusto sin separar la mirada de sus ojos dorados. Su voz, profunda y calma, transmitía seguridad con cada letra que pronunciaba. Y su sonrisa, brillante como el más potente sol, me hacía sentir inferior en su presencia.

-Y... ¿cómo lo conseguiste? -Cyril negó levemente con un gesto de cabeza, provocando que sus rubios rizos se balancearan.

-Lo conseguimos. Necesité de la ayuda del mago de Venthus para eliminar a ese monstruo; pero se necesita tal gasto de energía que es mejor encerrarlos. Por culpa de mi estupidez provoqué nuestra muerte, sé prudente y no cometas mi mismo error. -La sonrisa ladeada del chico provocó un pequeño dolor en mi pecho; pues no desprendía buenos recuerdos.

-¿Y cómo conseguisteis encerrarlos? A nosotros ya se nos han escapado dos, y uno de ellos estuvo a punto de matarme... -Mi voz se quebró un segundo, y por inercia posé la vista sobre la chica que recordé. Señalé la zona en la que la atacaron y no dudó un segundo en posicionarse al lado de Cyril.

En cuanto esta se coloco a su lado el chico no dudo en reverenciarla, de forma solemne y educada, recibiendo como respuesta una sonrisa de la maga.

-Hola Alia, mi nombre es Eveline; la primera maga de Belyan. -Petrificada. Esa fue mi reacción tras escuchar el nombre de la chica. <¿Y yo me acerqué a ella como si nada? ¡Qué vergüenza!>-. Por favor no me mires así; se siente extraño y no pretendo sentirme superior a nadie. -Eveline rió nerviosa y comenzó a limpiar una mancha inexistente en su vestido; evitando así la mirada de todos.

-Yo no quería incomodarte ni mucho menos -Sonreí avergonzada y logré que la maga me mirara de nuevo-, pero esto es bastante extraño para mí; dado el hecho que la tuya fue la primera que recordé. -No quería mencionar la palabra en sí, mas creo que la dejé suponer perfectamente en la frase.

Un leve murmullo se hizo presente en la sala, y mientras Eveline me observaba con una cálida y a la vez triste sonrisa los demás comentaban el hecho de que ella fuera mi primer recuerdo.

-Eso es extraño, ninguno de ellos me había recordado la primera; salvo obviamente mi sucesora... -La carcajada de Eveline se hizo presente callando las conversaciones de los demás y centrando de nuevo la atención en nosotros; pues Cyril se mantuvo a mi lado en todo momento-. Venga vosotros; los que solo parecéis servir para cuchichear. Alguno de ustedes puede ayudar a Alia con su problema. ¿Algún voluntario? -A diferencia de como me hablaba a mí la voz de Eveline sonó más autoritaria y potente de lo que me esperaba; tanto que tuve que disimular mi leve respingo.

-Sorprendida, ¿cierto? -El aliento cálido de Cyril rozó mi oreja, a la vez que formulaba esa pregunta evitando que la primera maga se percatara-. Ella es así; parece frágil, pero hasta el más frágil de los cristales puede hacer daño. ¿O me equivoco? Mas debemos recordar que fue la primera elegida por Belyan, es tan altruista que todos la amaban; y esta misma cualidad la hizo morir... Una pena, pues desde su intento nadie ha estado tan cerca de lograrlo.

-¿Estuvieron a punto de lograrlo en el primer intento? -No podía creer que eso fuera posible; llevamos tantos años sin resultado que saber eso era desalentador.

-Así es Alia, solo les faltó encontrar al mago de Ytzal. Pero tuvieron problemas antes de ello, y ninguno de los magos vivió más de veinte años. Es lo malo de este poder, te hace morir pronto... -Asentí de acuerdo y observé a los demás magos, fijándome en Eveline y otra chica. Ambas discutían con la diosa un tema importante, por la atención que ponían a las palabras de la chica y la seriedad en el rostro de la diosa.

Eveline alzó la mirada y esta se cruzó con la mía, provocando que la chica me instara a acercarme a ella. Cosa que hice al segundo. Avancé rápidamente hasta colocarme a su lado, y esta me presento a la otra chica: Irene, la vigésima maga de Belyan y según me contó Eveline la primera en descubrir la forma de encerrar demonios.

-Es más sencillo de lo que parece; mas no he podido hablar con apenas magos posteriores a mí para extender la práctica. -La chica se detuvo un segundo y observó a los demás magos, que parecían pensar entre ellos cosas que pudieran hacerme falta-. Descubrí la forma junto al mago de Machinna, un gran amigo y el más agudo de todos nosotros con diferencia. Después de numerosos experimentos con una planta infectada por una sombra logramos descubrir que la luz las destruye; pero que debía ser una luz pura, pues la luz que usaba el mago de Ré no les afectaba. Debía ser nuestra luz. A partir de ese momento comenzamos a mejorar mi magia, y creando una trampa con cristales que hacían reflejar la luz logramos encerrar a un demonio que nos perseguía a ambos.

-Pues eso parece bastante complejo... -Me encogí de hombros y Eveline asintió con la mirada, de acuerdo a mi pensamiento.

-Pero eso es porque en aquel momento yo apenas sabía de magia, y mis tores eran tan endebles que no servían para realizar magia; mucho menos para capturar demonios. -Hizo una breve pausa y continuó hablando, captando así toda nuestra atención-. Si combinas tu magia con la ayuda del mago de Machinna podéis hacer grandes cosas; su magia intensifica la tuya, y si además te apoyas en el mago de Venthus mejor. Nunca te vendrá mal la ayuda de tu compañero.

Asentí agradecida a la chica y esta se despidió, comenzando a desaparecer poco a poco. Comenzó a desvanecerse, dejando ver tras de ella, hasta que su figura se hizo invisible a los ojos de todos los presentes.

-¡¿Irene?! -Mi grito se pudo escuchar en toda la sala, provocando que la mirada aterrada de más de uno se posara sobre mí.

-No te preocupes Alia, su tiempo terminó. Se ve que no pudo aguantar más tiempo en este estado. -Mi mente no lograba entender todo lo sucedido, mas cuando recordé que ellos habían perecido hacía años las piezas comenzaron a encajar. <Se parece a hablar con muertos... Espeluznante>.

-Esto es muy extraño, no sé si lograré asimilarlo todo a tanta velocidad. Temo desvanecerme antes de lograr responder a mis preguntas. -Y es cierto que a medida que el tiempo pasaba mi cuerpo se sentía sin energía, como me iba agotando poco a poco y mi cuerpo se volvía más pesado.

-No te preocupes, ya queda poco. -Belyan me sonrió desde donde se encontraba, y sus ánimos me ayudaron a continuar. Andé junto a Eveline hasta el primer grupo de magos y ambas esperamos a que me dieran sus consejos:

-Nunca confíes en un demonio, no te dejes engañar y por mucho que lo necesites; no hagas tratos con ellos. -Fue el primer consejo que me dio el portavoz del grupo, un chico de complexión delgada y cabellera azabache-. Intenta que todos los del grupo trabajen en equipo, y que no haya enemistades; pues eso solo os convertirá en blanco fácil para sombras y demonios.

-Gracias, lo recordaré. -Me postré ante los cinco chicos que formaban el grupo y junto a Eveline recorrimos los demás, recogiendo numerosos consejos en cuanto a lucha, magia, magos y demás cosas de interés. Hasta que todos hubieron puerto su grano de arena para ayudarme, tanto los que desaparecieron como los que aún se mantenían en la sala.

-Alia, espero que esto te haya servido. Te deseo un cómodo regreso y un largo futuro. -Me despedí de Belyan y los pocos magos que quedaban en la sala, entre ellos Eveline y Cyril; con los que tuve una pequeña conversación.

-Sé fuerte cariño, tienes madera para ser la maga de la leyenda. Lo veo en tu mirada, lucha y lógralo. -Me separé de ella y abracé a Cyril antes de marcharme, pues le veía como un hermano mayor.

-Espero verte en lo alto, cuídate pequeña. -Me revolvió el cabello, deshaciendo todo el peinado que llevaba y enredándolo <Tampoco puedo decir que lo había mantenido bien, pues creo que en la caída ya se deshizo; pero al menos estaba peinado>.

Me separé de él y me situé junto a la diosa para despedirme en conjunto y que ella me regresara-: Adiós a todos, espero verlos en el próximo Eius.

Y tras esas palabras mi vista comenzó a nublarse, dejándome ver únicamente el rostro de Belyan formulando un "Adiós" con los labios antes de que me desmayara totalmente.

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