Luz de luna y estrellas
—Recuerdo que, aquella noche, la luna y las estrellas brillaron tanto como el sol. En ese entonces no lo imaginé, pero sin duda fue la forma de los astros de alborozarse con la llegada de nuestros nuevos hermanos a este mundo, y una señal de la luz que representarían en nuestra comunidad... Aunque dudo si fue cortés describirlos como una luz, dado el poco aprecio que le tienen.
Brotó un murmullo de risas entre el gentío, celebrando la broma.
El Señor de los Elfos posó su mirada en las criaturas a quienes rendía honor. Estos iban cubiertos por túnicas y capuchas negras, pero ni así consiguieron ocultar su magnífica belleza y elegancia natural.
—Las nuevas amistades siempre serán motivo para celebrar —les dijo—. En nombre de todas las razas, les doy la bienvenida a nuestro círculo, confiando en que serán importantes y estimados miembros de este. —Alzó una de sus manos y paseó su vista entre el resto de los asistentes a aquel Concilio de los Ocultos—. Mis señoras, mis señores. Por favor.
Todos levantaron las copas que traían en sus manos, sonriendo complacidos.
—¡Por los demonios! —aclamó el elfo.
—¡Por los demonios! —vitorearon los demás.
Los aplausos no tardaron después del brindis, ni tampoco los agradecimientos de los nuevos miembros de la comunidad mágica de aquel mundo.
De repente, el Señor de los Elfos pidió la palabra de nuevo.
—No solo me regocija contar con nuevos amigos. También me complace anunciar que mi amado hijo ha encontrado el amor, y se ha comprometido con nada menos que una de nuestras invitadas de honor. Acércate, querida.
Una diablesa, tímida pero notablemente feliz, se abrió paso entre los de su raza. Tomó la mano que le ofreció su futuro suegro, y él a su vez tomó la mano de un joven y gallardo elfo; su hijo.
Los enamorados se miraron a los ojos, los cuales casi desaparecieron entre sus mejillas por las sonrisas que esbozaron al saberse de nuevo en brazos del otro.
Y así, entre felicitaciones, risas, música y un excelente banquete, el Concilio de los Ocultos celebró dos grandes acontecimientos que auguraban un maravilloso futuro.
—Vida mía, debemos regresar. Ya nos hemos ausentado por mucho tiempo —dijo el joven elfo a su preciosa prometida.
—¡Solo unos momentos más! No hemos estado a solas en toda la noche.
La diablesa tiraba del brazo de su querido para incitarlo a caminar entre intrincados corredores. No pararon hasta llegar a un salón amplio y ostentoso, donde los amantes, entre risas y besos efímeros, improvisaron una danza ágil y graciosa.
Hubieran continuado su baile, de no ser porque las dulces risas de la diablesa comenzaron a despedir vaho, y con cada movimiento ella parecía querer acurrucarse más en su prometido, pero no precisamente para demostrarle su necesidad de acariciarlo.
—¿Tienes frío? —preguntó el elfo, angustiado.
Tomó la mano de su pareja para depositar un tierno beso. Aquellos dedos se sintieron fríos contra sus labios.
—Vaya pregunta necia acabo de hacer. Discúlpame —añadió con pesar—. Después de todo, se trata de un palacio bajo una montaña de hielo. Pero creí que era una buena idea; es un bello lugar.
Su compañera se encogió de hombros, y aun tiritando de pies a cabeza, supo esbozar una sonrisa pícara.
—No me importa. Es cierto que no tolero bien el frío por lo que soy. Pero mientras esté contigo, cualquier lugar es ideal, y más si es tan hermoso como este.
—Yo siento lo mismo, mi amor. Pero no quiero ser el causante de tu incomodidad. Es mejor que volvamos.
Tras esa súplica, la diablesa dejó caer su buen ánimo. Aún así, asintió con la cabeza.
—Tranquilo —murmuró—, soy yo la que es necia. Sé que solo te preocupas por mí, ¿y cómo te lo agradezco? Desoyendo tus inquietudes. Perdóname.
Se abrazó a sí misma a la par que dejó escapar un gimoteo. Su amado estuvo a punto de consolarla y regalarle el mundo si así sonreía de nuevo, mas ella se le adelantó.
—Es solo que esta noche es muy especial para mi raza, y quiero que sea perfecta —confesó—. Fue devastador haber sido expulsados de nuestro antiguo mundo, solo porque se cansaron de intentar comprender nuestra conexión con la oscuridad. Es algo irremediable y que a veces detesto. Cuando llegamos aquí, nos recibieron con tanta calidez, que sentí que por fin habíamos encontrado nuestro hogar... Pero son las nimiedades como no soportar una ligera corriente de aire frío, o los rayos del sol quemándonos lo que me recuerda que somos intrusos.
Frunció su boca hasta dejar ver su dentadura, y desde lo profundo de su pecho emitió un gruñido que le recordó a ambos los orígenes de la fémina.
—¡Incluso la luna y las estrellas están confabulando para echarnos! —bramó—. Su intensa luz no es una bendición como ha dicho tu padre. ¡Nos lastiman! ¡Y es porque saben lo que somos y no nos quieren aquí!
La diablesa se echó a llorar, histérica. El elfo no tardó en rodearla con sus brazos y susurrarle palabras amorosas para calmarla.
—Lamento tanto esas atrocidades que me cuentas —dijo—. Por favor, dime qué puedo hacer para ayudarlos.
El llanto paró al instante. Ella lo miró a los ojos fijamente, cautelosa.
—Hay un ritual que nos aceptaría como parte de tu mundo. ¿Lo harías? ¿Así juguemos con mi magia oscura?
—Cualquier cosa para aliviar tu dolor.
La mirada de su prometida se tornó maliciosa. Tomó la mano del elfo, y con una uña hizo un corte poco profundo en la palma. Con la sangre que emanó de la herida fue trazando símbolos alrededor, y después la diablesa hizo lo mismo en su propia mano.
Al final ambas extremidades ensangrentadas se entrelazaron, condenando al elfo con el ritual.
Y al mundo.
—Te lo agradezco —susurró ella entre repentina oscuridad—. Si no pudimos quedarnos en mi otro mundo... es porque nadie era tan crédulo.
Y la luna y estrellas se cansaron de advertir.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top