Otra vez sola en casa. Imaginando en tantas posibilidades de conseguir saciar mi hambre humana, mi deseo por su piel. 

Y en medio de esto me encuentro caminando hacia el baño. Necesitada de una ducha para despejar mi mente, me despojo de toda mi ropa y me ubico bajo la regadera sintiendo cómo cada gota se va deslizando por mi piel, evito pensar en él pero es imposible, lo deseo aquí, tanto que mi temperatura ha comenzado a elevarse. 

El sonido de la puerta me sobresalta y pregunto confusa e ingenuamente.

—¿Quién está ahí? —esperando una respuesta solo se escucha su respiración—. Me estoy bañando —espeto. 

—Ya lo sé —responde la voz que logra romper mi equilibrio total y antes de que pueda decir algo, ya está a mi lado mirándome con lujuria y pasión. 

Mis neuronas colapsan y mis hormonas se elevan. El dulce sabor de sus labios me atrapa, sus brazos me envuelven. Me siento inundada en su olor corporal, sumergidos entre suspiros y gemidos que hacen de esto lo más excitante que he vivido. Insisto en su boca que no pare. Como en una nube envueltos en solo placer. Sin preocupación alguna, clavando mis uñas en su espalda, estirando hasta el más mínimo músculo de mi cuerpo. Sus dedos recorriendo mi piel; erizándome, complaciéndome, sofocándome, inhalándome, sintiéndome, embistiéndome. 

En lo más alto de una montaña, al borde del clímax... Me despierto, otra vez, sola en casa.