Confesiones
30 de junio.
Han pasado ya casi dos meses desde que me besaste, desde que me tocaste, desde que entraste en mí y te adueñaste descaradamente de lo que ni yo sabía podía sentir, desde que me marcaste sin dejarme ni la huella dactilar, desde que abriste por completo mi apetito por ti, desde que le diste un vuelco a mis emociones y sentimientos, desde que me sacudiste el corazón. La primera vez que te vi, te escogí, y te sigo escogiendo, ya me he dejado de preguntar el porqué. ¿Que no está claro? Eres un gran partido, y lo sabes. Sabes tanto sobre ti, y yo sé muchas cosas sobre ti, desde que nos acercamos hace dos meses y medio, y tú no sabes casi nada sobre mí, pero me sorprendo al sentir que lo que sabes sobre mí no se te olvida, te importa... ¿Realmente te importa? Porque yo quisiera que te importara, así como a mí me importa todo sobre ti.
El amor es inevitable, inexplicable y aleatorio.
Recuerdo que para ti fue algo momentáneo, algo fugaz, algo que sólo pasó, aun dejando la incógnita abierta de si querríamos que volviera a ocurrir o no. Por mi parte es más que claro que deseo, anhelo, me muero por sentir tu piel fundirse con la mía. Me muero por besarte, tocarte, impregnar mi nariz de ese aroma tuyo tan particular que me persigue por toda la ciudad. Nadie podría jamás besarme como tú, y nadie jamás va a besarte con tanto afecto como yo.
Podría observarte por horas, contemplar tu sonrisa natural y amplia que hace que tus ojos se achinen de una forma tan graciosa y particular.
Quería decirte que hoy casi me desbordo al verte. Te extraño. Extraño verte contonearte por los pasillos. Extraño que me vayas a saludar con un beso de mejilla y que dejes tu perfume en mi cercanía. Me sentí tan feliz y llena de amor al verte, con tu aura limpia y clara, con tu sonrisa perfecta, con tu apariencia de hombre interesante. Quería abrazarte, creo que esperabas que lo hiciera, lo siento, fui cobarde al respecto. No me sienta bien tocarte y tener que limitar y reprimir mis impulsos, mis deseos, mis anhelos, me da pavor tocarte y que tú no lo quieras, o peor, que no te haga sentir nada. Respeto tu espacio y cuerpo, respeto tus emociones y sentimientos, tocarte sería atreverme a violar esa puerta que sigue cerrada con llave. Por eso es que reprimo mucho mi tacto, aun deseándote tan apasionadamente.
Desearía poder expresarte todo y ser correspondida.
Te quiero. Y te quiero tanto.
9 de julio.
Anoche salimos. Una de las salidas en las que más feliz me he sentido a tu lado. Ni siquiera supe cómo expresártelo, ansío llegue el día en que me arme de todo el valor necesario para decirte lo que siento.
Me divertí muchísimo, me reí de cada una de tus payasadas, te reíste de algunas mías y las complementabas, tu sonrisa es algo a lo que me encantaría acostumbrarme a ver diariamente. Tu cabello estaba alborotado, me atreví a tocarlo y me lo permitiste. Quería tocarte tantísimo, y buscaba cualquier mínima excusa o movimiento para tropezar contigo, para sentir tu cuerpo cerca del mío. Y me llamaste "guapa", me halagaste sin saber que mi corazón se me pudo haber salido por la boca. Coincidimos en un perfume que nos gusta a ambos, y me tomaré el atrevimiento de usar eso a mí favor para deleitar tu sentido olfativo. Me sentí muy segura, cómoda y feliz a tu lado. Me hablaste mucho sobre tu nuevo empleo, me explicaste tantas cosas, y yo traté de escucharte atentamente, pero hubo momentos en los que tus labios no me permitían mantener la concentración en otra cosa que no fuera querer volver a probarlos. Puedo olvidar las cosas fácilmente, pero tus besos los tengo tatuados en mis labios y corazón, no podría borrarlos, así como así. Te sorprendería la cantidad de veces que imaginé saltando por encima de la mesa y llegando a ti para besarte apasionadamente. También me imaginaba rozando mis piernas con las tuyas, era una lucha constante dentro de mí para no dejar que mis sentidos se desequilibraran. Estoy asombrada por el gran autocontrol que he aprendido a desarrollar cada vez que te tengo en frente. Lo único que me preocupa es que reprimir tantas cosas solo hace que se me acumulen. No sé hasta cuándo más podré sostenerlas.
Ir en la moto contigo me dio tanta confianza y seguridad en ti, eres muy bueno manejando y eso me generó una libertad tremenda. He viajado en moto como un millón de veces, y ninguna vez me he sentido tan segura como cuando voy contigo. Definitivamente viajar de noche por la ciudad es de las cosas más fascinantes que me ha pasado contigo. Y saber que tú también lo disfrutaste, me llena de emoción. Gracias por regalarme esa experiencia tan de película. Admito que el frío me dio una ansiedad increíble, esperaba que te dieras cuenta y me calmaras, supongo que no podías soltar ninguna mano del volante. Yo deseaba tanto ser libre de rodear mis brazos por tu torso y apegarme a ti, sentir tu calor y calmar los temblores que tenía. Lo intenté muchas veces, pero aún me daba miedo a que me rechazaras. No quería dañar el momento que ya de por sí iba muy bien. Gracias por traerme. Gracias por cuidarme.
Volví a entrar a tu casa, y llegué hasta la puerta de tu cuarto. Mi cabeza no dejaba de reproducir lo que ya había vivido en ese lugar la primera vez que estuvimos ahí. Y yo traté de distraerme con cualquier pequeña cosa para dispersar mis pensamientos, fue imposible. Me atreví a ser libre de seguir cada uno de tus movimientos con la mirada, hasta me atrapé a mí misma mordiéndome el labio mientras te observaba y trataba de reprimir las inmensas ganas que tenía de lanzarme sobre ti. Mi corazón fue incrementando cada latido más y más, estaba a la expectativa de que al fin sucediera algo otra vez entre tú y yo, aunque sea una pizca que me dejara más embobada de lo que ya estoy. Cuando apagaste la luz podría jurar que seguía viéndote, aunque todo estuviera en una densa penumbra, sentía la tensión cómplice entre nosotros, tragué saliva, me dejé llevar por mis tonterías momentáneas, pero logré tocarte bajo aquella oscuridad. Sentí mis pies de piedra, me costó moverlos, mi cuerpo estaba inmóvil esperando tu tacto. Y entonces cobardemente hui. Me habías invitado indirectamente a quedarme, sé que sabías lo que pudo haber pasado de haberme quedado. Fue osado de tu parte. Yo insistí en dejarte el chance de invitarme a quedarme. Pero lo sé, no era el momento, aunque ambos quisiéramos que lo fuera. Se me quedaron atoradas en el corazón las ganas de sentirnos uno solo, otra vez.
11 de julio.
He descubierto que todas las canciones que acostumbro a escuchar desde hace tanto tiempo, ahora tienen un sentido muchísimo más literal para mí. No hace falta que te preguntes por qué, asumo que puedes intuir la razón principal, hasta incluso puedes ver esa razón cada que miras tu reflejo en el espejo. Y a mí me parece increíble y un poco preocupante como me he conformado con tan poco de ti. No quiero perderme en un sentimiento del que me costará salir, es totalmente innecesario. Se supone que estaba bien, tranquila, cuidando de mí. Ahora me cuido de ti, de lo que procuras en mí, de no salir afectada por lo que pudiera suceder. Tu dirás que solo son cosas en mi cabeza, bueno... También están en mi corazón. Y no, no eres el malo, no podrías serlo, yo he permitido que me trates como lo haces, permito siempre que me des poco, permito estar ahí para ti aun sabiendo que no sientes lo mismo que yo. Tal vez debería olvidarme de todo esto. ¿Seguir conociendo a otras personas? Es definitivamente algo que no he dejado de hacer. La cuestión es que sigo eligiéndote a ti. Y lo hago desde la paciencia, desde esas charlas que tenemos dónde me cuentas todo sobre ti, desde el escucharte y prestarte atención, desde el principio, desde el día uno.
24 de julio.
Al fin descubrí qué me pasa. Estoy enamorada. Pero estoy enamorada del anhelo de estar enamorada. Soy la romántica anhelante. Aquella que desea conocer el amor y vivirlo a intensidad, en su bella inmensidad, la que sueña con ser correspondida, la que ama y teme amar porque idealiza el amor que recibirá y al más mínimo detalle en contraste podría decepcionarse de forma radical. Y ahora que sé qué me pasa, entiendo que debo aprender a amar sin temer, a entregarme al amor como un ave se entrega al viento, y sobrevolar a través de mis sentimientos más extensos. Me la paso reviviendo amores una y otra vez, reviviendo la idea de lo que pudo ser, y lamentando que no fue. Y a esos... Ellos, mis amores... Les pido perdón; perdón porque no supe entenderlos ni verlos como realmente eran. Sí, los quise. Y los quise con mucho de mí. Pero en mi cabeza los tornaba en algo que no podían ser, empezando por el simple hecho de que nunca iban a ser capaces de entender cómo funcionan mis emociones, mis deseos, mis anhelos. Y no los culpo, ustedes no tenían por qué entenderlo. Ninguno estuvo mal, todo estuvo muy bien, solo que quisimos unir ideas y caminos que no podían unirse. Y eso está bien, no todos los caminos pueden unirse. Creo que debo tomarme tiempo para comprender esto que me sucede. Me la vivo imaginando lo que anhelo que sea, y me pierdo de lo que es.
5 de agosto.
Una de las cosas que más disfruto de prestarte atención, es que cuando estamos en un grupo de personas, y comenzamos a reír, tú siempre volteas a verme a mí en primer lugar, buscas inconscientemente mi cara sonriente en complicidad contigo. Y siempre te acercas mucho a mí para decirme una pequeña tontería que sabes me hará estallar en carcajadas. Y es cuando siento nuestra magia.
He decidido confesarte lo que siento. Con la esperanza principal de aclarar mis sentimientos y horizontes. Con el profundo anhelo de que me correspondas. Si no lo haces, que ingenuamente es hacia donde podría intuir se inclina la balanza, está bien, disfrutaré tu entera amistad y la valoraré por lo que es. Pero si entonces tú me correspondes, desaparecería el mundo a mi alrededor y serías tú quien quedaría a mi lado sonriendo. Deséame suerte.
10 de agosto.
No lo hice. No fui capaz. He entendido que tú no me vez como yo a ti. Y he decidido superarte sola. ¿Amigos?
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