Siempre le había gustado el arte, le encantaba hacer extravagantes dibujos en algo tan simple como una hoja de papel con sus crayolas o pinturas; tocar melodías con su metalófono o su guitarra como si fuera uno de esos grandes músicos antiguos que su tío Earth solía escuchar mientras leía le fascinaba; adoraba bailar junto a su madre cada vez que ponía música para limpiar un poco más a gusto; incluso con su cámara de juguete amaba tomar fotos de todo lo que veía y creía hermoso.

Él amaba el arte, en serio lo hacía.

Aunque los dibujos que hacía de todo corazón para su padre, siempre los rompía y tiraba a la basura, solía decirle que no tenía tiempo para distraerse con cosas tan malas como esas; las canciones que escribía jamás eran escuchadas, cada vez que quería enseñarlas, su padre le gritaba que mejor fuera a su cuarto y su madre solía estar muy cansada para hacerle caso, además Aidan le había golpeado la cara hasta hacerle salir sangre para quitarle todos sus instrumentos; cuando bailaba siempre terminaba siendo el centro de las de todos sus primos, en especial de Aidan; y las fotos que algunas vez tomo, se perdieron cuando Aidan, junto a su primo Akira, rompieron su cámara antes de encerrarlo por dos días en un armario...

Él amaba el arte, lo amaba tanto que siguió tratando de ser feliz haciéndolo a pesar de todo... incluso después de que casi toda su familia lo desanimara en eso. Su madre siempre le dijo que siguiera sus sueños, que hiciera lo que ponía una sonrisa en su rostro...

Ese mismo día hizo un dibujo de él y su madre juntos, como siempre ha sido...

Esa misma tarde, encontró su dibujo en la basura junto a todos sus materiales de arte. Su padre simplemente le dijo que se dejara de tonterías, que esas estupideces del dibujo, la música y demás no eran más que una pérdida de tiempo.

Porque él jamás tendría el talento para hacerlos de forma mínimamente decente, simplemente porque era él y ya.

Ese mismo día, dejó de lado lo que más amaba, dejó de lado el arte.