Capítulo --

La primera vez que entendió que era un juguete fue a los cinco años.

Era un hombre que trabajaba con él y ellos… no recuerda mucho de ese hombre  más que que usaba lentes redondos y era de pelo verde.

Ese hombre era diferente… ese hombre había sido bueno…

No era como él, que siempre le dejaba manchas moradas en su carita, espaldita o brazitos por lo que fuera, una vez él le causó tanto dolor en la cara que sintió como su pequeña boca ardía y un líquido descendía de ella ¿Por que tenía que ser tan mal niño como para observarlo un segundo en más de una ocasión?

No era como ellos, que cuando lo veían lo ignoraban el mayor tiempo posible… o le gritaban que se callara cuando quería preguntar algo y si no obedecía, ellos lo llamaban a él… y eso nunca era bueno.

Ese hombre no era como él y ellos, no, ese hombre había sido bueno… ese hombre no le golpeaba, ese hombre no le gritaba con esa extraña voz que tanto le aterraba… ese hombre era bueno.

Le enseñaba ciertos juegos extraños y a veces le daba algunos dulces, ese hombre le agradaba.

Un día estaba todo oscuro, él le había ordenado que se fuera a dormir, que estaría ocupado y no quería verlo el resto de la noche… le fue extraño que le gritara sólo a él y a sus… hermanos… les dijera algo en un tono que no comprendía.

Ese hombre estaba ese día, junto a ellos, todos se quedaron en el comedor juntos a unos papeles con muchos números y palabras que no entendía en su momento.

En algún momento ese hombre entró a su cuarto, dijo que había terminado de trabajar pero le preguntó si quería jugar un nuevo juego…

Había aceptado por la curiosidad, las reglas eran que debía ser silencioso y jamás decirle a alguien sobre ese juego nuevo… que era su secreto.

No le gustó ese juego.

Él nunca lo había lastimado de ese modo… al menos no hasta el punto de hacerlo sentirse tan asqueado. Sentía asco de aquella cosa blanca entre sus piernas junto a esas manchas rojizas, sentía asco de la saliva en su pecho y cuello, sentía asco… de sí mismo.

Ese hombre le dio un beso en su mejilla mientras le limpiaba con su pantalón y le ponía otro.

Ese hombre se rió de sus lágrimas, dijo que no debía llorar… que él lo había tentado con su actitud… con su olor… con el simple hecho de aparecerse y acercarse sabiendo que los omegas no deben estar con los alfas a menos que deseen eso; pero también le dijo que no importaba… le dijo que recordará su promesa de no decir nada a nadie… porque si no le diría a él lo que hicieron y estaría en muchos problemas.

Mantuvo su promesa, jamás le dijo a alguien lo de esa noche… tampoco como se repitió en otras tres ocasiones diferentes…

Todo se detuvo cuando una persona se descuido sobre su auto y ese hombre voló en el suyo… lo llamaron “accidente automovilístico”.

Recordaba que llamaron de un modo parecido a lo que ocurrió con su madre… realmente la extrañaba.

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