01 (reescrito)

Las cortinas de mi cuarto estaban abiertas de par en par, la luz entraba directa hacía mi cara deslumbrándome y levantándome de mi hermoso sueño. Esto no era como en las películas en las que te levantas de buen humor, para nada era eso.

Me moví a un lado y al otro de mi cama intentando que la luz dejara de existir, o eso intentaba. Mis deseos no fueron cumplidos y mi madre vino a mi cuarto a levantarme, no de muy buena manera que digamos.

—Arriba, que son las siete de la mañana —entró en mi cuarto sin llamar siquiera, se fue directa a las cortinas para abrirlas más si se podía.

Me tapé lo que sobresalía de mi cabeza con la manta. Mi intento de no ser descubierta se fue a la mierda cuando mi madre tiró de mi hermoso escudo lleno de calor, para que me invada el frío. Era principios de Octubre, y el frío empezaba a notarse, un poco.

—Ya me levanto —gruñí incorporándome y quedando sentada con unos pelos de loca y una cara de muerta.

Estaba recién levantada que querían, que fuera la más hermosa.

Pues perdonen por desilusionarle, esto no es un libro o una película, es la vida real y en ella la gente normal nos despertamos como auténticos orcos del bosque.

Mi madre salió de mi cuarto dejándome sola con la odiosa luz del día. Hoy era un día como cualquier otro en el mundo, salvo que hoy hacía diecisiete años que, yo, este palo con pelo y un pijama de conejos, nació.

Sí, así es, llevo un pijama de conejos de colores muy adorables, eso es lo único interesante de hoy.

Revisé mi móvil y millones de notificaciones felicitándome llenan mi pantalla. Apago el móvil y me voy al baño para pegarme una ducha larga y relajante. Aseada, me vestí, tome mi mochila y baje a desayunar.

Mi madre se encontraba de espaldas a mí, así que tomé una manzana y salí por la puerta no sin antes despedirme. No era mucho de socializar con mis padres, cosas que nadie, absolutamente nadie, sabe por qué, salvo yo, claro.

—Wen, por aquí —Susana agita su mano indicándome su posición.

Me había alejado unos metros de mi casa y como siempre me encontraba con Susana, mi amiga del instituto. No era casualidad que nos encontráramos, siempre quedamos para ir a clase juntas. Era una rutina indispensable.

—Buenos días a la cumpleañera —me dijo nada más llevar dos minutos sentadas y de camino a clases.

—Gracias, no sabes lo que me alegra saber que soy un año más vieja —claramente no estaba contenta con que hoy fuera mi cumpleaños. Nunca me ha gustado celebrar el día de mi nacimiento, nunca.

—Tampoco es como para ponerse de humor de perros, venga que seguro que hoy te pasa algo interesante.

Aunque Susana intentara arreglar las cosas en mi era muy difícil, ella mejor que nadie lo sabe. No soy de esas chicas duras ni rebeldes, es solo que tengo algo que se llama dignidad y quiero seguir manteniéndola intacta.

Llegamos al aparcamiento del insti y bajamos corriendo cuando vemos que una de las profesoras estaba en la entrada. Algunos alumnos, al igual que nosotras, corrían para llegar antes de que la puerta se cerrada y nos castigaran sin el receso. No me parecía justo que nos dejaran sin nuestra hora de descanso.

—Nos vamos en clase, Wen. —Susana se va hacía la clase que le toca mientras yo voy a mi taquilla para guardar algunas cosas. No me gusta ir con libros que no necesito durante todo el día.

Ya con todo en orden voy a mi clase de lengua. Las horas pasan más lento de lo que me imaginaba y, cuando suena el último timbre del día salgo casi corriendo del aula. Susana, junto con unos cuantos chicos más, están sentados sobre los coches con cigarrillos en las manos. Me aguanto las ganas de toser porque algunos de estos chicos se piensan que fumo.

—Hey, Wen, ven a fumarte uno —me propone uno de los del grupo.

Yo niego enseguida su oferta.

—Tengo que irme pronto a casa, sorry.

—Está bien, tía, mañana nos vemos. —Lily me da una sonrisa algo seca y se recuenta sobre el mismo chico que me ha ofrecido un cigarro.

Me ajusto la mochila al hombro y me despido de Susana. Emprendo el camino a casa con algunas miradas penetrantes detrás de mí. Suspiró aliviada al por fin llegar a mi casa. Subo las escaleras y dejo la mochila para después bajar de nuevo. La luz de la cocina se va encendiendo poco a poco y cuando se enciende encuentro a mis padres sentados en la mesa.

—Joder, que susto —me llevo la mano al pecho controlando mi agitado corazón.

—Controla esa boa señorita —me regaña mi madre levantándose.

—Wendy, —cuando empiezan con mi nombre nunca es nada bueno. —Hay algo que tenemos que decirte y no te puedes negar.

Ya no em gusta en la situación en la que me estoy metiendo.

Los miro a los dos sine entender nada de la situación. Mi padre habla en ese momento y sus palabras me dejan en blanco.

—Vamos a enviarte a un internado.

Mi boca cayó al suelo ante sus palabras.

—No, ni loca voy a ir a un lugar como ese, estáis locos. ¿Cómo podéis pensar en enviarme a un lugar así? —mis palabras salieron de golpe sin que me diera siquiera tiempo a recapacitar la noticia.

—Vas a aceptarlo y no hay más que decir. Somos los que te mantenemos y somos los que decidimos que hacer contigo.

La respuesta dura de mi padre me puso más enfada de lo que ya estaba al principio.

—Vosotros no sois mis padres. Te lo tengo que recordar.

Mis palabras fueron directas y dolorosas, más para mí que para ellos. Yo ya sabía que ellos no eran mis verdaderos padres, lo supe al ver mi partida de nacimiento a los diez años. Ese día cambio mi punto de vista de ellos. No sé por qué no me lo dijeron desde un principio, y a decir verdad ya no me importa. Estaban decidiendo algo que a ellos no les convenía siquiera.

Si me querían lejos me podrían a ver mandado con la tía que ella seguro que me daría más amor que ellos, pero, ¿un internado? Que querían, ¿qué me reformara? Eso es algo innecesario, no voy a cometer ningún delito, pero me estoy replanteando seriamente el ser la chica buena. 

Gracias por el 1K Javii_foreverhoney

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