Capítulo 36

-Peque, ¡despierta! -susurró Bellatrix.

-Pff... -protestó la chica ocultándose bajo las mantas y hundiendo la cara en el cuello de la bruja.

-Son las ocho menos veinte, vas a llegar tarde al trabajo.

Esa escena llevaba repitiéndose casi a diario. Desde que dormía acompañada, las ganas de Hermione de ir a trabajar se habían reducido de manera drástica. La duelista había accedido incluso a conectar la chimenea de su habitación con la red flu del Ministerio para que le costase menos llegar; por supuesto había añadido una decena de maleficios para que cualquier otro humano que intentase usarla ardiese en llamas. Pero pese a que esa medida les garantizaba más tiempo para dormir juntas, la chica no lo estimaba suficiente y menos cuando las actividades de la noche previa las mantenían en vela hasta altas horas.

-Hay reunión a primera hora y entregué mi parte hace semanas, puedo llegar más tarde -murmuró la joven.

Bellatrix se encogió de hombros y se tumbó de nuevo acariciando la melena de Hermione. La gryffindor se reacomodó en el cuello de su novia. Le encantaba la sensación de sus rizos oscuros haciéndole cosquillas en la cara. Aquel pensamiento pareció hacerle olvidar el sueño y recordar la velada anterior. Se separó de su cuerpo y comprobó con alegría que la slytherin volvía a tener su melena rizada, los ojos negros, los rasgos aristocráticos y la piel pálida. Acarició sus mejillas y su mentón como si llevara meses sin verla. No sabía ni cómo empezar a darle las gracias.

-Bella, lo de anoche... -empezó casi avergonzada.

-Estuvo bien, ¿no? -preguntó sonriente.

A Hermione le parecía ridículamente pobre decir simplemente que "estuvo bien" que su novia dedujera cuál era su mayor fantasía erótica, pocas horas después la llevara a cabo, se colara en el Ministerio siendo que era uno de los lugares que más odiaba, cambiara de aspecto por ella, actuase y vistiese de forma totalmente contraria a su carácter y deseo y la hiciese llorar de risa y correrse hasta que perdió el sentido. A pesar de que siempre le había costado cerrar la boca, no encontraba palabras para resumir su gratitud.

-Hermione, me asusto mucho cuando te quedas callada y no respondes a una pregunta -comentó con gravedad-, es como si yo dijera que me veo fea. ¿No te gustó? Creí que era lo que querías, me esforcé todo lo que pude, pero...

-¡Qué! -exclamó la chica atónita- ¡Claro que me gustó, me encantó, me volvió loca, me..., me...! ¡Es lo más genial que alguien ha hecho por mí jamás! Disfruté muchísimo, no sé cómo he tenido la suerte de encontrar a alguien tan absolutamente alucinante como tú, pero ojalá nunca te des cuenta de que podrías estar con alguien mucho mejor que yo...

La duelista volvió a animarse y la atrajo hacia sí para besarla. A pesar de que habían pasado toda la noche sin apenas separar sus bocas, volvieron a devorarse durante varios minutos. Bellatrix estrechó fuertemente a Hermione entre sus brazos y le recordó la conversación que tuvieron al reconciliarse: "Me alegro de que te gustara. Te prometí que si lo nuestro termina será porque tú quieres. Y siempre cumplo mis promesas". La castaña asintió satisfecha y pensó que entonces iban a estar juntas hasta el fin de los tiempos. Al poco no pudo aguantar más y le preguntó cómo había adivinado lo que deseaba.

-Bueno, me costó un poco. Cuando te pregunté si tu fantasía era conmigo y me dijiste que no pero sí, no lo entendí. Creí que simplemente no me deseabas a mí. Entonces empecé a pensar en la gente con la que saliste cuando estuve enferma y me acordé de que me contaste que te gustó cuando me hice pasar por una italiana inocente, adorable y todas esas cosas que no soy. Así que quise creer que era eso.

-Claro que era eso. Ojalá pudiera decirte que hay un solo ser humano más en este mundo que me atrae para ponerte celosa. Pero siempre has sido tú y solo tú.

La bruja la besó en la frente. A pesar de su sonrisa, seguía sin parecer tranquila del todo. Decidió finalmente hacer la pregunta que la carcomía por dentro desde que vio sus reacciones la noche anterior.

-¿Pero soy yo de verdad? ¿Preferirías que fuese como ella? Osea, como yo... como Isabella, ya me entiendes. Calmada, dulce, amable, inocente...

Hermione maldijo internamente a los padres de sangre pura. Estaba segura de que fueron ellos y su terrible forma de maltratar a Bellatrix los culpables de que ella pensase que nadie iba a quererla tal y como era. Probablemente si alguien le hubiese mostrado un mínimo de cariño cuando era pequeña ahora no desconfiaría de cualquier declaración de afecto.

-Bella, te quiero a ti, tal y como eres. Adoro que seas fuerte, salvaje, arrogante, impredecible, apasionada... Me encanta el miedo que inspiras a todo el mundo y lo loca que estás. Haces que me sienta segura y protegida. Llevo enamorada de tu personalidad extrema y trastornada desde que entraste por la puerta en quinto a la primera clase con un vestido de seda verde oscuro estampado con pequeñas calaveras plateadas.

La bruja se rió. "Aún tengo ese vestido, dediqué más horas a elegir mi vestuario que el temario". Hermione soltó también una carcajada y la volvió a besar. Parecía que la ex mortífaga se había tranquilizado y había comprendido que la quería tal cual era. Sabía que no valía con eso, que tendría que repetírselo constantemente porque sus traumas infantiles eran muy profundos, pero tenía toda la vida para intentar compensarlos. De momento se la veía más segura, así que la joven decidió probar suerte:

-Aunque te prefiero mil veces así, podemos repetir lo de Isabella cuando quieras...

-Ni de broma, peque. Olvídate de volver a ser Hermione Black, ministra y heredera de la casa más noble y antigua. Ceder el poder y el control me cuesta más que ceder mi sangre. Además, me entrego profundamente en todo lo que hago y lo viví mucho: sigo sintiendo lástima por mi pobre marido.

-Ah sí, ¿cómo se llamaba? ¿Fabio?

-¡Flavio! -protestó la bruja indignada- ¡Te estás tirando a su viuda, lo mínimo que puedes hacer es recordar su nombre!

Hermione se rió y sacudió la cabeza. Amaba muchísimo a esa mujer. Se abrazaron y dormitaron así durante varios minutos más. Hasta que al final, el diminuto sentido de responsabilidad que tenía la morena la obligó a recordarle a su amante que tenía que arreglarse para ir al trabajo. La chica gruñó y se enterró bajo las mantas sin separarse de ella. La bruja oscura intentó animarla con algún plan:

-Podemos hacer algo cuando salgas. Salir a cenar o lo que quieras...

-¿Lo que quiera? -preguntó Hermione emergiendo entre las sábanas.

El brillo en los ojos de la chica y la entonación de la pregunta la hizo sospechar. Bellatrix la miró sin fiarse.

-Claro, lo que quieras... Mientras a mí me parezca bien.

La sabelotodo refunfuñó al escuchar la acotación y se levantó para vestirse. La slytherin no entendía bien que había pasado, así que volvió a soterrarse entre las sábanas y cerró los ojos. Desde que estaba con Hermione dormía mucho mejor y los terrores nocturnos habían disminuido, así que estaba totalmente decidida a aprovechar la racha. Cuando la castaña terminó de vestirse y peinarse, volvió a la cama para despedirse de su novia. Lo único que distinguió fue una voluminosa maraña de rizos oscuros sobre la almohada. Se sentó junto a ella, le apartó el pelo de la cara y le acarició la mejilla. "Está bien" murmuró Bellatrix sin abrir los ojos, "No vayas al trabajo, quédate haciendo eso". La chica sonrió y siguió acariciándola.

-Me gustaría ir a cenar a algún sitio -propuso Hermione retomando el tema.

Recibió un gruñido suave de aquiescencia.

-Podríamos ir a Londres, ¿a la parte... muggle?

La ex mortífaga abrió los ojos de inmediato. Antes de escuchar la rotunda negación, la joven se adelantó:

-Por fa, me haría mucha ilusión ir contigo... Sé que odias todo lo referente al mundo muggle, ¿pero no podrías hacer un esfuerzo un par de horas? ¿Por mí? Además, ahí nadie te reconocerá ni te acosará. Yo fui a ese restaurante tan elegante solo para gente de sangre pura...

Se arrepintió en cuanto lo dijo.

-¿¡Me estás echando en cara que te llevé a cenar al restaurante más caro del país!? -exclamó la duelista incorporándose indignada- ¡Siento que fuese un sacrificio para ti! Tranquila que a partir de ahora volveré a ir sola.

Era noviembre. Contando desde aquel primer beso durante el baile de Navidad, llevaban casi un año saliendo juntas. La chica era perfectamente capaz de distinguir cuándo hablaba con la mujer que había sido su inteligente profesora y cuándo mutaba en la mortífaga que chillaba mientras hacía arder cosas. Era cuestión de micro segundos y cualquier bagatela podía actuar de detonante. La transformación acababa de obrarse ante ella.

-¡No, no! ¡Sabes que no, Bella! -respondió de inmediato sujetándola por los hombros para evitar que se moviese de la cama.

Bellatrix cada vez era más consciente de su propia transformación y, desde hacía casi un año, se esforzaba mucho por reprimirlo. Pero no siempre era capaz. Hermione vio como sus ojos lanzaban chispas y su respiración se volvía pesada y acelerada, como un colacuerno húngaro apunto de abrir las fauces para escupir fuego.

-Cada momento que vivo contigo es maravilloso. Por supuesto que esa cena fue la noche perfecta, pero para mí lo fue incluso cuando mataste a los tres mortífagos en el bosque para defenderme y me abrazaste. Porque estabas tú, ¿vale?, me da igual lo que hagamos, solo necesito que estés tú.

La bruja cerró los ojos y se concentró en calmar su respiración. Agarró con fuerza las sábanas para evitar apretar los puños y hacerse sangre. Hermione se arriesgó y le acarició de nuevo la mejilla. Consiguió que se calmara.

-Lo siento -susurró Bellatrix-. Vete al trabajo, no llegues tarde por mi culpa. Pensaré lo de la cena.

-¿Estarás bien?

-Sí, vete tranquila -aseguró la bruja con sinceridad.

La chica asintió con una sonrisa suave. Sabía que el esfuerzo que realizaba la ex mortífaga para reprimir sus brotes de ira era ímprobo. La besó en la frente y se despidieron hasta la tarde.

La mañana transcurrió sin novedades. Dedicó bastante rato a contemplar la foto de Bellatrix con Nagini. Sí, era la bruja oscura con un desagradable horrocrux, pero representaba perfectamente esa belleza oscura y amenazante que la caracterizaba. Además, así la gente se lo pensaría dos veces antes de molestarlas. Llegó la hora de comer. Hacía bastante que no coincidía con sus amigos en el comedor: al ser aurores en formación, la mayoría de días estaban fuera en alguna misión. Daba igual que llevasen solo unos meses: la falta de aurores seguía siendo preocupante y, al fin y al cabo, ellos llevaban muchos años entrenando para luchar contra el lado oscuro... Sin embargo aquel día en cuanto pisó la sala, Harry la llamó para que se sentase con ellos. Estaban él, Ron y Tonks junto a otros compañeros que no conocía. Hermione cogió la bandeja de comida que le ofrecía el elfo y se sentó junto a ellos.

-¡Hola, Mione! -saludó Harry alegremente.

-¡Hey, chicos, cuánto tiempo hace que no coincidimos! -empezó Hermione algo nerviosa de verlos a todos reunidos.

-Nos veríamos más si vinieses alguna noche a Las Tres Escobas con nosotros, pero supongo que prefieres quedarte en tu mansión -le recriminó Ron así para empezar.

-Está demasiado ocupada tirándose a mi tía la loca -comentó Tonks alegremente mientras devoraba un muslo de pollo.

Hermione iba a contestar algo en referencia a la injusticia que suponía aquel reproche. Cuando Ron había salido con Lavander habían pasado semanas sin saber de él. Y lo mismo cuando Tonks encontraba a alguien con quien tener un idilio salvaje, que tras la muerte de Lupin parecía ser su mayor interés. Además había asistido a alguno de aquellos encuentros de whisky con aurores: se juntaban todos los del departamento y se reían de los trabajadores del Ministerio por conformarse con simples puestos administrativos sin emoción alguna. La castaña había perdido varias horas de vida poniendo en valor su trabajo para proteger a las criaturas mágicas. Pero optó por otro enfoque. Ya no era la ratón de biblioteca inocente y cohibida de antes, ¡si hasta compartía cama con una mortífaga!

-Tenéis toda la razón, lo siento mucho -suspiró la chica mientras hincaba el diente a un filete de buey-. En esa mansión hay cieeentos de habitaciones y me gustaría haber follado en todas ellas antes de que acabe el año, así que apenas nos queda tiempo libre.

Harry la miró ojiplático, Ron se atragantó y Tonks se echó a reír. La metamorfomaga fue la primera en responder a aquella nueva versión de su amiga.

-Sois tal para cual -comentó sacudiendo la cabeza sonriente.

-Bueno, igual no tanto como tú y Pansy, pero hacemos lo que podemos... -replicó la castaña con alegría.

Que supiera lo de su aventura con su becaria sí que sorprendió a Nymphadora. No se lo había contado a nadie, aunque claro, tampoco estaban siendo especialmente discretas y por algo llamaban a Hermione "sabelotodo"... Cuando la discípula de Moody logró apartar sus húmedos recuerdos, escuchó que Harry intentaba desviar la conversación para echarle una mano a Hermione:

-De todas maneras tengo que darte las gracias: Kreacher está mucho más alegre desde que tiene permiso para visitar la Mansión Black. Ya no maldice entre dientes, o por lo menos no delante de mí. ¿Qué tal va tu tratado con los elfos domésticos?

Hermione se alegró sinceramente de la mejoría de la criatura. Ella no lo había visto por casa pero imaginó que cumplía las órdenes de la matriarca de los Black. Aprovechó el capote que le echaba Harry y estuvo un rato contando ante una audiencia no demasiado interesada los progresos de su trabajo. Por su parte ellos le explicaron que seguían buscando a los mortífagos fugados. Seguían diversas pistas pero con algunos como Dolohov se estaban desesperando.

-Decían que tenía un piso franco en París, pero los compañeros del Ministerio Francés aseguran que ni rastro -comentó Harry frustrado.

Hermione asintió. Decidió que tenía que preguntarle a Bellatrix sobre su compañero cuando la pillara calmada (osea, probablemente nunca). Le contaron también que la búsqueda de jefe de aurores seguía sin resultados. De momento iban tirando con candidatos provisionales. Terminada la charla y la comida, se despidió de sus amigos y quedó en salir con ellos alguna noche próxima. Finalizó las tareas y reuniones que tenía programadas para la tarde y pudo irse a casa media hora antes. En cuanto apareció en la chimenea de su habitación, la elfina doméstica surgió junto a ella, le había cogido mucho cariño. Hablaron un rato y le contó que Madame Black estaba en una de las salas de entrenamiento. Hermione la buscó y entró en la habitación intentando no hacer ruido para no molestarla. Las habitaciones de entrenamiento era muy amplias, con muchos metros y varias salas y antesalas para favorecer el desarrollo de cualquier actividad.

Esa estaba muy poco iluminada, casi a oscuras. La bruja estaba tranquila en el centro de la sala. Con un gesto de su varita, utilizó el encantamiento avis y una bandada de pájaros dorados salieron volando a toda velocidad cada uno en direcciones diferentes. Hermione no entendió la necesidad de practicar aquel encantamiento. Se trataba de un hechizo de transformación avanzada bastante complejo, pero la gryffindor llevaba años dominándolo así que le sorprendía que entrañara alguna dificultad para su compañera. Además, apenas podía verse a las aves con tan poca luz. Cuando iba a abrir la boca para hacerse notar, se dio cuenta de que no era con la varita con lo que estaba practicando la duelista. La bruja realizó una serie de movimientos rápidos y utilizando ambas manos, lanzó dagas y puñales de diversos tamaños en todas las direcciones. Al instante, se escuchó el ruido de los nueve pájaros cayendo al suelo cada uno con un arma clavada en el pecho. Ni falló ningún lanzamiento ni quedó un animal vivo. La joven tragó saliva. Bellatrix encendió la luz con un gesto de su varita. Entrenaba con poca luz para darle más emoción y dificultad.

-Peque -la saludó acercándose a ella- Has vuelto pronto.

-Justo para presenciar la masacre -contestó besándola.

Cuando unos minutos después terminó el saludo, la duelista le pidió que le contara qué tal había ido el día mientras hacía desaparecer los cadáveres y recogía sus armas del suelo. "Nada interesante, luego te cuento", contestó Hermione que seguía fascinada con el espectáculo, "¿Cuántos años llevas practicando con cuchillos?".

-Desde que me uní a los mortífagos, a los dieciocho. Había magos muy buenos y me di cuenta de que necesitaba alguna ventaja extra, nunca se sabe cuándo te van a desarmar. Además, al ser la única mujer, al principio no me tomaban en serio. Así que probé y me gustó, resulta muy relajante. Reconozco que, en el campo del armamento, los muggles tienen su utilidad.

Hermione sonrió ante la confesión.

-Ven aquí -le indicó la duelista cogiendo el puñal más pequeño.

Con un gesto de su mano, en la pared frente a ellas apareció una especie de diana.

-Bella, yo no creo que...

-No voy a salir con alguien que no sabe ni sujetar un puñal- la cortó- Además, me pone muchísimo usar estas cosas.

Hermione se sonrojó. La miró. No parecía que bromeara. Le indicó cómo sujetar bien el arma, en qué ángulo debía apuntar según la circunstancia, cuál era la postura correcta para optimizar la fuerza que tenía y cómo colocar la muñeca para lanzar. Tras veinte minutos, la chica había cogido bien la técnica y acertaba en la diana con relativa facilidad. A pesar de ser totalmente contraria a la violencia y a las armas, no pudo evitar sentirse orgullosa de seguir siendo tan buena alumna. Levitó el puñal hacia ella y lo cogió por la hoja para devolvérselo a Bellatrix.

-Aunque esa es la forma correcta de entregar un arma y con estos no pasa nada porque son de entrenamiento, nunca toques una de mis dagas por la hoja, ¿vale? He pasado muchos años buscando sustancias y conjuros para maldecirlas -explicó Bellatrix saliendo de la sala con la chica.

-¿Para qué? ¿Qué tipo de maldiciones?

-De todo tipo. Cuando le hago un corte a alguien, le escribo algún mensaje en la piel o lo apuñalo, me gusta que esas heridas no sanen ni cicatricen nunca. O que se infecten y provoquen la muerte -desarrolló alegremente.

-Bella... Ya no estamos en guerra, no tienes porqué vivir así, en continua alerta -contestó Hermione con suavidad pero asustada- ¿Has pensado en visitar a un sanador de almas? Igual te ayudaría...

La chica rezó porque su novia no se enfureciera por remarcar su necesidad de un psiquiatra.

-En absoluto. No lo necesito, te tengo a ti. Pero he pensado en visitar mugglelandia para cenar, ¿te vale con eso?

La castaña calibró la respuesta. Era evidente que Bellatrix jamás querría hablar con nadie de su pasado y sus traumas, o por lo menos no en un futuro próximo. Pero que aceptara visitar la zona muggle con ella era todo un milagro, así que decidió aferrarse a eso y alegrarse.

-¡Sí! Muchas gracias, Bella -exclamó pasándole los brazos por el cuello y besándola.

-Me ducho y nos vamos.

-Vale. Solo una cosa...

La mirada en los ojos de Hermione hizo que el estado de alerta de la bruja se activara de nuevo y la miró con gesto de desconfianza.

-En el mundo muggle la gente no viste con corsé, falda hasta el suelo y capa desde el siglo XIX. Te puedo dejar unos vaqueros y...

La chica comprobó que Bellatrix no necesitaba un cuchillo para matar gente, podía hacerlo solo con su mirada.

-Estás de broma, ¿verdad? ¡No me pienso poner eso!

-Solo los vaqueros. Puedes ponerte una de tus camisetas oscuras (sin corsé), las botas que quieras, un abrigo y ya está. Pero es que con tu apariencia gótica llamarás más la atención que en el mundo mágico, aunque nadie te conozca. Por favor...

La bruja iba a protestar, pero con un gesto de rendición, cogió los vaqueros que le ofrecía y se dirigió a su habitación. Se preguntó qué le había sucedido para derrotar a la mayor amenaza del mundo mágico y acabar rindiéndose ante una chica de diecinueve años. Hacía tiempo que no cedía tanto ante nadie y la sensación le traía malos recuerdos. "Espero que al menos me consideres tu mejor lugarteniente" musitó con sorna cerrando la puerta de su cuarto.

Hermione se quedó pasmada en el pasillo observando la puerta cerrada. Ese último comentario le había dolido. Igual tenía razón, igual la estaba forzando -con dulzura- a salir de su zona de confort más de lo que le gustaría (o de lo que le convendría a alguien con enfermedades mentales). Tendría que hablar con ella, buscarían el punto medio. Se duchó también y se cambió la ropa del trabajo por otra más abrigada. Cuando la slytherin apareció se había puesto los vaqueros, una camiseta negra bastante larga y un abrigo largo cerrado que impedía ver el conjunto. Ni siquiera se había maquillado. Para su novia, estaba incluso más preciosa, pero no parecía sentirse cómoda. "¿Nos vamos?" preguntó la bruja.

-Claro -dijo Hermione poniendo rumbo a la salida de la mansión.

La chica la cogió de la mano y bajaron juntas. Una vez en la puerta, la sujetó bien para aparecerse y la miró a los ojos.

-¿Estás segura de que quieres hacer esto?

-Sí, sí, claro. Vamos -la animó la slytherin.

Hermione se concentró y ambas aparecieron en un callejón junto a Trafalgar Square protegido para que los magos y brujas pudieran aparecerse sin alertar a los muggles. Sin soltarle la mano, la chica procedió a explicarle la historia de cada lugar emblemático por el que pasaban y las historias que había vivido ahí con sus padres. Bellatrix asentía y hacía lo posible por prestar atención, pero la cantidad de gente que había por la calle parecía distraerla bastante. Tras visitar la National Gallery, Hermione decidió cenar en un italiano al que solía ir con sus padres. Su acompañante no puso ninguna objeción y entraron.

Era el típico restaurante elegante, no muy grande y con fotos de los principales monumentos de Roma, Florencia y Venecia. El camarero las condujo a una mesa y con nerviosismo, Bellatrix se quitó el abrigo y se sentó. Hermione se dio cuenta de que estar en un restaurante muggle en vaqueros con su novia veinte años más joven la estaba haciendo sentir muy fuera de sitio. Le cogió la mano por encima de la mesa y se la acarició sonriendo para tranquilizarla. Parecía que funcionaba hasta que los matrimonios mayores que ocupaban las mesas contiguas comenzaron a mirarlas de reojo y a murmurar. Aquello no pasó inadvertido para la duelista que se revolvió en su asiento. En su mundo la miraban con miedo y respeto, no con desprecio y nadie le rechistaba. No entendía aquello.

-¿Por qué me miran? Me he vestido como me has dicho...

Hermione levantó la cabeza de la carta. Tenía razón. Supo inmediatamente que aunque Bellatrix siempre parecía más joven de lo que era, para la gente estirada del Londres conservador aquella relación resultaba obscena simplemente por tratarse de dos mujeres. Además, aunque se hubiese vestido para la ocasión, la caótica melena oscura casi hasta la cintura y su expresión que siempre denotaba cierta locura seguían llamando la atención notablemente.

-Eh... Porque son estúpidos. Ya sabes, solo son muggles y todo eso... -intentó convencerla la chica sonriendo.

La slytherin aceptó la respuesta en absoluto convencida y sintiendo que su novia le estaba mintiendo. Le morena añadió que pidiera lo que quisiera, confiaba en su criterio. La estudiante aceptó y cuando llegó el camarero para tomar nota, pidió varios platos para compartir. En cuanto el hombre se fue, Bellatrix habló de nuevo:

-Hermione -susurró la bruja- No quiero estropearlo ni asustarte, pero creo que estoy teniendo un ataque de ansiedad o algo así. Necesito ir al baño.

La estudiante abrió los ojos asustada pero se levantó de inmediato y la acompañó. En cuanto entraron, Bellatrix se sentó en el suelo con la espalda apoyada en la pared mientras Hermione bloqueaba la puerta e insonorizaba el cuarto. Cuando se giró, la bruja respiraba con dificultad, varios mechones le caían por la cara, se estaba haciendo sangre al moderse los labios y temblaba. Con cuidado, la castaña le colocó dos dedos en el cuello para comprobar su frecuencia cardíaca. Le bastaron cinco segundos para comprobar que tenía palpitaciones muy aceleradas. Notó que se estremecía, debían ser escalofríos. A Hermione no le quedó ninguna duda de que eran los síntomas de una crisis de ansiedad.

-¡Bellatrix! Bella, mírame, céntrate en mí -empezó a instruir la chica- Respira conmigo, respira despacio... Eso es, respiraciones profundas.

Transcurridos unos minutos y gracias a sus indicaciones, el ataque de pánico pareció remitir. Aún así, la chica decidió quedarse un rato más sentada en el suelo junto a ella cogiéndola de la mano mientras se tranquilizaba del todo. La bruja, que tenía los ojos cerrados, murmuró:

-Lo siento, siempre lo fastidio todo -murmuró- No quería montar otra escena patética.

-¿Qué? ¡No es verdad! No has fastidiado nada. Ha sido culpa mía, debería haber sabido que era demasiado pronto para esto... Llevas meses sin salir de casa y...

Su compañera ni siquiera parecía escucharla.

-Desde el principio... No tenía que haber permitido que te hicieras ilusiones conmigo, no soy capaz de mantener una relación normal. Te dejé en mi cuarto y me enfadé porque intentaste cotillear mis cosas, era culpa mía, es normal que sintieras curiosidad. Luego no supe lo de la maldición del banco y casi os matáis los tres por mi fallo; que mira, Weasley me da igual, pero tú y el crío de Sirius... ¿Y cómo me ibas a elegir a mí en lugar de a los aurores? Eres muy inteligente, nadie me elegiría a mí. Además lo de Dumbledore también fue culpa mía, seguro que si hubiese sabido proteger mejor a Draco eso no habría pasado... Tuviste que matar a Umbridge por mí y... Yo tenía que haber muerto y por mi culpa Severus está...

Bellatrix murmuraba para sí misma atropellando sus propias palabras. La chica la miraba horrorizada sin saber cómo cortar aquello. Nada de lo que decía tenía sentido.

-La guerra fue por mi culpa, si no hubiese estado enamorada de él podría haber hecho algo... Los aurores tienen razón, estoy loca. Mi Señor tiene razón, soy patética. La profecía se rompió por mi culpa, si yo hubiese estado... claro que merezco el castigo, es culpa mía.

"¡Bellatrix!" exclamó la chica poniéndole las manos en los hombros y obligándola a mirarla. La bruja dio un respingo sorprendida como un sonámbulo al que despiertan fuera de la cama. Miró a su alrededor intentando recordar dónde estaba.

-Bella -empezó Hermione con dulzura- lo que dices no tiene sentido, ¿vale? Has tenido un ataque de ansiedad y es normal que estés confundida. Pero estoy aquí, contigo, y todo va bien. No tienes la culpa de nada.

-¡Sí que la tengo! Y no me ayuda que intentes ocultármelo. No me castigas, entonces no puedo superarlo.

-¿Có... cómo? -preguntó la chica asustada.

-¡Ya sé! -exclamó la bruja con repentina ilusión- ¡Puedes castigarme como Él! Toma mi varita. Puedes usar crucio o lo que quieras. ¡Hazlo!

Hermione no supo cómo habían llegado a eso, a que su novia le suplicara que le lanzara una maldición imperdonable en el baño de un restaurante muggle. Igual era precisamente eso, igual en aquellas prácticas con Snape para soportar la maldición se había vuelto... loca de alguna forma. O simplemente no había sabido calibrar bien la influencia que Voldemort había tenido en su vida y en sus costumbres. Tal vez era algún síndrome post traumático.

-¿Hermione? -preguntó la bruja- Me vas a ayudar, ¿verdad?

-Claro, en lo que necesites, Bella, pero no así.

Hermione no aguantó más y comenzó a llorar angustiada. De inmediato, la bruja gateó hacia ella y la abrazó con fuerza mientras le acariciaba el pelo para intentar consolarla. La chica le devolvió el abrazo pero no fue capaz de parar. Sentía que la realidad la superaba, que no era capaz de encontrar la salida. Hundió el rostro en el cuello de su compañera y lloró durante cinco minutos más. La bruja le frotó la espalda con cariño y le susurró que todo iba a ir bien sin ni siquiera entender qué sucedía.

-¿Por qué te quieres tan poco, Bella? -preguntó al rato entre sollozos- Te consideras muy guapa y muy poderosa porque lo eres, ¡eres maravillosa! Pero en realidad te odias y no eres capaz de vivir contigo misma. No sé como ayudarte. Si pudieras verte como yo te veo...

La mujer no supo qué responder y siguió abrazándola con fuerza. Por mucho que fuese una persona mentalmente inestable que acababa de sufrir una crisis de ansiedad, si Hermione la necesitaba, estaba dispuesta a hacer lo inhumanamente posible por estar calmada para ella. La besó en la frente y la estrechó entre sus brazos.

-¿Hace cuanto tienes episodios así? -preguntó la chica más serena al comprobar que ahora era ella la que estaba peor.

-De pequeña me pasaba de vez en cuando de forma bastante espaciada. Pero desde que Él murió, desde que lo maté, me sucede con frecuencia. Y ver a todos esos muggles mirándome y escuchar cómo me juzgan por ser vieja y rara y estar contigo, pues...

-Nadie ha dicho eso... -contestó la chica débilmente.

-Lo pensaban todos tan alto que no he sido capaz de cerrar mi mente -sonrió con amargura.

Hermione tragó saliva angustiada.

-Pero... A ti siempre te da igual todo, ¿no? Lo que digan y piensan los demás... ¡Eres Bellatrix Black, la bruja más poderosa del mundo mágico!

-Exacto. Del mundo mágico. Este no es mi mundo y me siento muy incómoda. No sé cómo defenderme sin violencia y si saco la varita, los mataría a todos y te enfadarías conmigo. Y cuando se trata de ti y de gente pensando que no soy suficiente para ti, tiendo a creer que tienen razón. Se me hace muy raro haber pasado de aquella relación de castigo y recompensa a esto... A veces pienso que solo estás conmigo porque se lo prometiste a Dumbledore, que le juraste que me harías caso para intentar tenerme de vuestro lado o algo así...

-¿Pero no puedes entender que simplemente te quiero? ¿No crees que te habrías dado cuenta si se tratase de una farsa?

-Es que eso es muy raro, nadie me ha querido gratuitamente... Tardé quince años en comprender que Tom jamás podría amarme, así que podría no darme cuenta perfectamente.

Hermione cerró los ojos y se arrepintió previamente de lo que iba a decir, pero no podía ver a su novia así, tan frágil, sufriendo tanto. "Creo que aunque no tuviese la capacidad de amar, de alguna forma te quería... O al menos te apreciaba" murmuró. La bruja la miró sorprendida.

-Creo que si alguien te hubiese hecho daño, Voldemort habría gritado de dolor y de furia por perder a su más fiel lugarteniente y te habría vengado. Es imposible que alguien tenga en su vida a alguien como tú y no se enamore de ti de la forma que pueda.

Bellatrix sonrió profundamente agradecida; de alguna forma necesitaba aquello. Viendo que había logrado calmarla, Hermione se levantó, se lavó la cara y le tendió la mano a Bellatrix: "Venga, vámonos a casa". La duelista aceptó la mano que le ofrecía y se arregló un poco también. "No nos vamos", informó, "Me has traído a cenar a mugglelandia y yo no me voy de aquí sin cenar". La chica la miró desconcertada.

-Pero, Bella, no quiero que pases un mal rato...

-No va a ser así. Tienes razón: soy Bellatrix Black, no necesito la magia para traumatizar a nadie -aseguró cogiéndola de la mano- Ahora vamos, llevamos en el baño como media hora...

Retiró los encantamientos de la puerta y volvieron a su sitio. La pareja de la mesa de al lado, un elegante caballero con una mujer rubia platino teñido que las miraba por encima del hombro les dirigió un gesto de desprecio. Era evidente que habían pasado demasiado tiempo en el aseo.

-Siento incomodarla, señora -sonrió Bellatrix a la mujer- Tengo por costumbre follarme a mi novia en los servicios de todos los sitios a los que vamos, ya sabe, como entrante.

La mujer ahogó un grito escandalizada, su marido miró a otra parte porque ya se había ganado varias reprimendas por contemplar el escote de su vecina de mesa. Hermione se sonrojó y bajó la mirada avergonzada. Aún así, prefería a esa Bellatrix burlona: se asemejaba más a la mortífaga loca que quería. Y a pesar del miedo que había pasado, se quedó con la idea de que la slytherin había confiado en ella para contárselo y habían podido superarlo juntas. Iba aprendido como calmarla. Podrían conseguirlo, estaba segura.

A los pocos minutos, el camarero les trajo la pasta y las pizzas que Hermione había pedido. La bruja miró la comida con desconfianza, como hacía con todo lo que no era mágico.

-Vamos, valiente, creí que como fingidora experta de acentos italianos te gustaría la comida de tu tierra.

-He comido comida italiana en varias ciudades de Italia, peque, y te aseguro que no se parece a esto.

Aún así, lo probó. Resultó que le gustaban los espaguetis carbonara y la pizza barbacoa más de lo que estaba dispuesta a admitir. Hermione le pidió que le contara sus viajes por Italia. Lo hizo ofreciendo todo tipo de detalles sobre las criaturas mágicas que había conocido allí y la gente a la que había torturado. La chica nunca tenía claro qué parte de sus anécdotas era verdad y cuál fabulaciones suyas. De cualquier forma le encantaba oírla contar historias.

-Oye, respecto a eso, he hablado hoy con Shacklebolt.

La bruja soltó un bufido.

-¿Qué pasa con ese idiota? Cada poco me manda una lechuza para ver si he cambiado de opinión y quiero cangurear a sus malditos aurores.

-No es nada de eso. Llevo pensando hace meses que mi trabajo no me llena lo suficiente. Es decir, es el puesto de mis sueños y todo eso. Estoy haciendo mucho por los elfos y por las criaturas mágicas desprotegidas, pero quiero más. No he viajado ni conocido ninguno de los sitios que creí que a mi edad ya habría visitado. Después de todo lo que he pasado con Harry y Ron, necesito pensar en mí por una vez. Se lo he explicado al ministro. Como para fin de año habré terminado todos los proyectos que tengo programados, me ha dado permiso para coger un año sabático y volver a reincorporarme luego a mi puesto.

La bruja asintió sin entender bien a dónde iba aquello.

-Quiero hacer lo que dijimos, ir a todos los sitios de los que hablamos y a muchos más. Quiero dedicarme a viajar contigo, conocer el mundo, seguir conociéndote a ti y nada más.

-¿Estás segura? -preguntó la slytherin intentando no emocionarse antes de tiempo- ¿No echarás de menos tu trabajo y a tus amigos?

-Completamente segura, llevo tiempo pensándolo. Tengo toda la vida para trabajar y mis amigos... bueno, digamos que necesito unas vacaciones de ellos para cogerlos luego con más ganas.

La bruja asintió ilusionada.

-Entonces, en Navidad iremos a buscar a tus padres y después viajaremos a donde quieras.

La chica se emocionó pensando ya en diseñar una ruta por todo el mundo: "Quiero ir a Egipto, a la India, a Estados Unidos... Y a Atenas, a Barcelona. Y definitivamente quiero ir a Siena, en la Toscana, porque una de las mejores amantes que he tenido era de allí". Bellatrix sonrió al recordar a su alter ego Isabella y a su difunto marido Flavio que apostaba en carreras de trolls. Tras rememorar aquella noche épica de risas y sexo, la castaña siguió con su enumeración: "Y a Buenos Aires, y a París y a..." Esa última ciudad le recordó a algo.

-¿Eras amiga de Dolohov? -preguntó la gryffindor.

Recibió una mirada sorprendida por el cambio de tema. Pero Bellatrix decidió ser sincera.

-Sí. No sé si amigos es la palabra, pero teníamos una relación bastante estrecha. Él no es inglés, así que no era parte del sistema de matrimonios como los Lestrange o los Malfoy, cosa que se agradecía. Cuando volvíamos de alguna misión o cuando Él nos castigaba por fallar en alguna, a veces las heridas eran graves y no podíamos curarnos a nosotros mismos, así que nos ayudábamos mutuamente. Hasta en el infierno necesitas a alguien que cuide de ti... Siempre me decía que el día en que yo desbancara a Voldemort, él sería mi segundo de abordo -la bruja sonrió ante el recuerdo- lo cual es de apreciar porque los varones de sangre pura son muy machistas y la mayoría jamás aceptaría órdenes de una mujer.

La chica asintió. Una vez más, eligió no profundizar en el tema de la "relación estrecha". Si habían sido amantes, prefería no saberlo.

-¿Y sabes dónde esta?

Su interlocutora levantó la vista y la miró a los ojos. "A ti no puedo mentirte, peque" confesó. La sabelotodo se sintió agradecida y esperó la respuesta. No llegó nunca. Al parecer la respuesta había sido la previa: la bruja no iba a mentirle pero tampoco iba a delatar a su amigo. Fue evidente que el tema estaba cerrado para ella. Observó como la slytherin investigaba el coulant del postre mientras jugueteaba con su colgante.

-Ahora que sabes que no vas a ir a Azkaban ni a ningún sitio lejos de mí, ¿qué tendría que hacer para recuperarlo? -preguntó Hermione señalando con los ojos el diamante de hielo.

Su antigua profesora ladeó la cabeza y frunció los labios pensativa. "Regalarme uno que me guste más" sentenció al rato con su habitual sonrisa burlona. "Sospechaba que dirías eso..." suspiró la joven. "Entonces no necesitas conocerme más" aseguró su compañera. Hermione metió la mano en su bolso sin fondo, extrajo un pequeño paquete y lo colocó delante del plato de Bellatrix. Recibió una mirada de sorpresa e interrogación. Le indicó con un gesto que lo abriera. Se trataba de un colgante de plata. La bruja oscura lo acarició con fascinación.

-Es una calavera de cuervo. Sé que te gustaba mucho tu varita, la que habías tenido toda la vida, porque tenía forma de garra de ave y era como una extensión de tu manicura. Creo que te pega mucho.

De inmediato, la ex mortífaga soltó la cadena del diamante de sangre y se lo alargó a Hermione sin prestar atención, centrada en su nueva joya. "Me encanta, lo llevaré siempre" murmuró mientras apartaba su voluminosa melena para abrochárselo. Una vez estuvo satisfecha, se inclinó sobre la mesa y besó a su novia en los labios. La castaña acarició el colgante recién recuperado (con cuidado de no invocar al dragón) y sintió que su alma volvía a estar completa. Se lo colocó en el cuello y siguió brillando con destellos de colores. Suspiró aliviada de que no se apagara.

La mujer de la mesa de al lado, había llamado al camarero para denunciar la "conducta inapropiada" en cuanto Bellatrix besó a la joven. El hombre que las había atendido apareció de inmediato y escuchó las protestas de la mujer. En cuanto esta hubo terminado, con un gran tacto el hombre le indicó el protocolo a seguir:

-Me temo señora que si sigue usted molestando a estas damas tendré que invitarla a salir del local.

-¡Pero menuda vergüenza! -exclamó la rubia- ¡No solo permite este repugnante espectáculo sino que además...!

Su marido le suplicó que se callara. Como no sucedió, el encargado hizo un gesto al responsable de seguridad que acompañó al matrimonio a la puerta. Bellatrix le sopló un beso de despedida a la mujer. Al instante, el camarero volvió a su mesa, se disculpó ampliamente y les informó de que las invitaba la casa por las molestias ocasionadas. Hermione insistió en que quería pagar pero no hubo manera. En cuanto el hombre se retiró, la duelista comentó:

-¡Me encantan los restaurantes muggles!

-¿Le has hechizado para que actuara así? -preguntó la chica con desconfianza.

-Creo que sí, peque, pero no ha sido con magia... -contestó la bruja con mirada inocente mientras se inclinaba hacía delante para que la chica entendiera que igual era su escote lo que había animado al hombre a defenderlas.

Claro que la gryffindor se había dado cuenta de que el camarero -al igual que el resto de hombres del local- se había quedado hipnotizado con el generoso escote de Bellatrix, pero la chica intentaba ignorar esas miradas para no montar en cólera. Y eso no ayudó. Iba a quejarse indignada cuando su compañera la cortó:

-¿Te crees que yo no veo cómo todos los críos jóvenes andan locos detrás de la chica dorada? ¡Llevan fotos tuyas en sus carpetas! -exclamó con rabia y celos evidentes- ¿Crees que no pasé clases y clases deseando lanzarle un crucio tras otro al idiota de Weasley? Y no te puedo prometer que no lo hiciera y después le hiciera olvidar...

-Pero yo no tengo... encantos como tú para ir enseñando por ahí -se defendió la chica.

-¿Perdona? ¿Consideras que los malditos vaqueros muggles hacen que tu maravilloso trasero sea algo discreto e inocente? -se burló la bruja.

Hermione se ruborizó, ¡no era su intención, eran muy cómodos! Decidió contraatacar.

-Me he dado cuenta cuando te los he visto puestos a ti -sentenció.

-Por tu culpa... Yo jamás llevaría algo tan molesto ni te obligaría a llevarlo a ti... -se quejó con voz infantil.

-Es que yo no soy una cría y no hay nada dentro de lo decente que no llevaría -aseguró la chica con suficiencia. 

-¿Ah no? -preguntó la bruja con una sonrisa maligna -déjame tu brazo.

La chica extendió el brazo sobre la mesa con desconfianza sin saber a dónde iba aquello. De algún bolsillo de Bellatrix, apareció un bolígrafo negro de los que solía robarle y sin previo aviso, empezó a dibujar sobre su muñeca izquierda. "No, no..." murmuró horrorizada la chica. "¡Eso no es lo mismo!" protestó sin poder retirar la mano que la bruja tenía inmovilizada mientras trabajaba con rapidez.

-¡Claro que no! Esto es solo un garabato que en este mundo no significa nada. Sin embargo, los malditos vaqueros me hacen sentir incómoda y observada a cada paso que doy.

-Es la marca tenebrosa... con un realismo preocupante -expuso Hermione maldiciendo las dotes artísticas de su novia-, ¡la llevaban magos que odiaban a la gente como yo!

-Los diseñadores de vaqueros también odian a la gente como yo -replicó la bruja que ya casi había terminado el tatuaje.

-¿¡Quién demonios es la gente como tú!?

-La gente a la que no nos gusta que se nos marque el culo de una forma tan poco elegante y agradecemos que ninguna prenda nos corte el riego sanguíneo de las piernas.

La chica contuvo la risa y mantuvo el gesto indignado.

-Osea que enseñar el culo te va mal, pero con el pecho y los corsés no tienes ningún problema.

-Si quieres me tapo y no las vuelves a ver...-ronroneó la bruja poniendo morritos.

Hermione sacudió la cabeza, era una guerra perdida. Ella tenía que ser la adulta. Además, a pesar de haberse deshecho del matrimonio de la mesa vecina, las miradas que les dirigían el resto de comensales tampoco eran precisamente discretas. Se levantaron para salir del restaurante y la chica sintió rabia al ver que los muggles a los que siempre había defendido las miraban tan mal; en el restaurante para familias de sangre pura ella no recibió una sola mirada despectiva. Su compañera sin embargo había superado el odio y el pánico. Cuando se dirigían a la salida, agarró a Hermione por la cintura y en medio del restaurante, la besó como si no fuesen a verse nunca más. Por mucho que la gryffindor deseara a su novia a todas horas y en cualquier parte, dar un espectáculo público no entraba entre sus planes. Claro que tampoco tenía la fuerza de voluntad suficiente para separar su boca... Bellatrix aprovechó que la chica tenía una mano temblorosa en su espalda y se la bajó hasta el culo. La joven llevaba demasiado tiempo sin permiso para bajar más allá de la cintura, así que aprovechó la circunstancia ya completamente ajena al entorno. Cuando la bruja oscura juzgó que si la gente quería ver más, tendrían que pagar, se separaron y salieron finalmente del local.


¡Muchas gracias a todos los que leéis, comentáis o ponéis estrellita a esta historia, no tenéis idea de lo feliz que me hacéis y lo que os adoro! Solo quedan dos capítulos de este fic, así que mañana o pasado subiré el primer cap del siguiente. Iba a ser un Bellamione pero luego me di cuenta de que tenía más sentido de otra forma, aunque es lo primero hetero que escribo, pero bueno, ahí os lo explicaré. ¡Muchas gracias de nuevo, sois las mejores y que tengáis un día genial!

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