Capítulo 28

La relación con Aeryn fue de maravilla. Eran amigas que intercambiaban miradas cómplices y roces no accidentales durante las reuniones de trabajo. Lo pasaban muy bien cuando salían juntas. Ambas deseaban dar un paso más allá. O eso creía Hermione. Hasta que Aeryn intentó besarla en medio de Trafalgar Square y ella se echó a llorar. Era como una maldición. No sentía nada, absolutamente nada. "¡Soy tuya, soy tuya! Solo tuya..." resonaban en su cabeza ecos lejanos de su propia voz como si de un juramento inquebrantable se tratase. La rubia sintió que aquel súbito rechazo no iba a ser temporal. La relación se enfrió. Pasaron a ser solo compañeras de trabajo. Hermione deseaba poder retomar la amistad más adelante pero no estaba segura de que fuese a ser posible...

La gryffindor se obsesionó. Realizó un análisis de daños. ¿Por qué había fracasado si la chica era perfecta? No era lo suficientemente guapa... O igual fallaba su inteligencia... Quizá necesitaba estar con alguien más gracioso. En ningún momento se planteó que la culpable pudiera ser ella. Dejó a un lado la simpatía y la bondad que había buscado hasta ahora. Lo intentó con chicas más guapas y más inteligentes. El problema era que o no estaban interesadas en salir con mujeres o, específicamente, en salir con Hermione; otras solían tener un compromiso serio con su trabajo y no resultaban encuentros muy entretenidos. Y lo peor eran las que solo querían vivir la experiencia de salir con "la chica dorada" y reflejar algo de su fama. La joven había desarrollado un radar con el que analizar a cualquier posible candidata a ser la mujer de su vida. Tras otro par de citas desastrosas , se sentía abatida, nadie le llamaba ya la atención. Empezaba a creer que era culpa suya, que no era lo suficientemente guapa ni divertida y que estaría sola para siempre. No creía en el amor a primera vista -al menos no dos veces en una vida- hasta aquel día.

Aquel día volvía de una reunión con el jefe del Ministerio de Educación. Camino a su despacho, pasó por el puesto central de información. El mago encargado le estaba explicando a una bruja cómo llegar a una sección determinada del Departamento de Seguridad Mágica. La melena lisa y oscura con mechas azules de la bruja caía sobre un sencillo vestido rosa pálido que se atisbaba bajo una túnica gris. Su piel bronceada unida a la forma en que pronunciaba el inglés y gesticulaba denotaban su probable origen italiano. Parecía tímida e indecisa al intentar entender las indicaciones del hombre. Hermione vio su oportunidad y decidió ayudarla.

-No te preocupes, Steve -dijo la chica al encargado acercándose al mostrador- yo la acompaño.

-¡Oh, no quiero ser molestia! -replicó con un acento que a Hermione le pareció adorable.

-En absoluto -sentenció la gryffindor-, tengo que ir para allá de todas formas.

La bruja asintió nerviosa sin apenas mirarla. Tenía los ojos verdes y los rasgos poco marcados. Era preciosa. Mientras caminaban juntas en silencio, Hermione sintió esas mariposas en el estómago que tanto tiempo llevaban en letargo. Una parte de ella se emocionó al comprobar que otro ser humano tenía la capacidad de ponerla nerviosa. Otra parte se preocupó de que aquello fuese una obsesión por sustituir lo perdido: aquella chica era casi la versión italiana de Bellatrix, al menos físicamente. O eso le pareció a ella, igual no era así; llevaba meses comparando con la duelista a todas las mujeres que conocía. Sabía que no era sano, pero no lograba evitarlo. Todas suspendían el examen.

-¿Y qué vienes a hacer aquí? -preguntó alegremente mientras subían al ascensor.

-Buscar a mi hermano. Lleva unos días aquí, tiene muchas ganas de verme y quería darle sorpresa -explicó lentamente intentando no cometer errores gramaticales.

-Seguro que se alegra de verte.

-Eso espero... -respondió su compañera.

En cuanto salieron del ascensor, Hermione comprobó el número de despacho que buscaban y comenzó a recorrer pasillos. La distribución de aquella planta resultaba muy intrincada, pero era en la que trabajaban sus amigos y la conocía bien a fuerza de perderse, así que andaba con seguridad mientras la italiana la seguía.

-Qué bien que estés aquí, si no me he perdido... me habría perdido -se corrigió ella misma.

-Es normal, yo me he perdido bastantes veces -contestó Hermione sonriendo.

Maldijo al hermano que iba a acaparar a aquella bruja tan mona, si no podría haber intentado reunir valor para invitarla a comer, ofrecerse a enseñarle la ciudad o algo así. La mujer debía tener unos treinta años, pero era evidente que a la chica le gustaban mayores, así que no había problema. Al fin, llegaron a la sala que buscaban.

-Es aquí -explicó la castaña saludando al recepcionista-, entrégale la nota a él y ya está. Imagino que no necesitarás ayuda para volver si estás con tu hermano... -comentó ella sin atreverse a mirarla.

-Oh, gracias. No creo que él pueda venir conmigo, tiene cosas... Solo puedo verle cinco minutos.

-Entonces tranquila, te espero aquí para que no te pierdas al salir -dijo la chica evitando mirarla para esconder su sonrojo.

-Oh, grazie! Molte grazie!

Hermione se giró para buscar un asiento donde esperar a la bruja y ralentizar los latidos de su corazón. Vio como le entregaba el papel al encargado.

-¡Oh, madame! La estábamos esperando -exclamó de inmediato- Puede entrar sola si lo desea, pero deje la puerta abierta por seguridad.

La visitante asintió. El hombre abrió la puerta con una llave y un código especial y le indicó que podía pasar. Hermione miró con curiosidad, esa indicación sonaba extraña. La bruja le daba la espalda al entrar y no vio el interior de la habitación. Durante unos segundos, tampoco se oyó nada. Hasta que al rato, escuchó una voz masculina débil, apenas un susurro:

-¿Y usted que quiere?

Estaba segura de conocer aquella voz sin embargo no lograba recordar de qué. Pensó en los últimos trabajadores que se habían incorporado al Ministerio pero no caía en quién podía ser. Tenía mucha curiosidad por cualquier cosa relacionada con su nueva amiga. Entonces la oyó hablar.

-Pensé que te alegrarías más de verme...

El tono era infantil, burlón, en un perfecto inglés sin ningún acento. A Hermione le dio un vuelco el corazón. Durante otros pocos segundos, no hubo sonido alguno. Luego se escuchó que la bruja murmuraba un hechizo y seguidamente un golpe seco.

-¡TÚ! -exclamó la voz ahora perfectamente reconocible de Lucius Malfoy- ¡Maldita zorra, traidora, asquerosa...!

Se escuchó lo que parecía ser el hombre recién liberado abalanzándose sobre la bruja. Al segundo, se vio un destello de luz roja y los gritos de dolor de Lucius Malfoy rebotaron en cada pared. El vigilante debía estar advertido de la situación porque no movió un músculo.

-Ten cuidado, Lucy, te he dejado así varios meses y puedo volver a hacerlo en un segundo.

Hizo una pausa por si el hombre era tan estúpido como para provocarla de nuevo. Tras meses de permanecer petrificado en una suerte de red eléctrica alimentado únicamente con pociones, no lo fue.

-Vas a ser un buen chico y vas a pedirme perdón por hablarme así. Luego firmarás esto y habremos terminado. Podrás irte a la cárcel hasta el fin de tus días y descuida que ahí no me verás.

-¿Qué es eso? -preguntó el hombre con rabia.

-Los papeles de tu divorcio, mi querido cuñado.

-¡No pienso...!

No se atrevió a terminar la frase. Resultó que sí era un cobarde. Bufó, resopló y firmó el documento bajo la amenazante mirada de la bruja.

-Ya está. Lárgate.

-No, no. Falta algo, discúlpate -insistió ella con voz infantil.

Silencio tenso.

-¡Discúlpate! -el tono pasó a ser amenazador.

Silencio durante cinco segundos.

-Lo siento, Bellatrix -masculló entre dientes completamente derrotado.

-¡Muy bien! -lo felicitó la bruja- Hasta siempre, Lucy. Pídeles que te encierren en mi celda, tenía unas vistas maravillosas.

Dicho esto, salió de la habitación. Hizo un gesto al vigilante que cerró la puerta y mandó un mensaje al Ministro informando de que el preso estaba listo para el traslado. Hermione miró con ojos desorbitados el pelo liso con mechas azules, los rasgos suaves, la piel morena y el sencillo vestido de la bruja. Por supuesto que era Bellatrix. Evidentemente había usado hechizos para modificar su apariencia, pero seguía poseyendo ese magnetismo que nadie más tenía. El cerebro de la chica había registrado el parecido pero no había sido capaz de procesar a Bellatrix Black sin su piel pálida, con un discreto vestido rosa suave y con una capa ocultando sus curvas. Hermione quería chillar, lanzar hechizos como una loca y chillar otra vez. La bruja la había engañado, pero eso era secundario. Lo que de verdad le molestaba era que cuando por fin encontraba a alguien que prometía ser especial, resulta que se trataba de la persona por la que necesitaba a ese alguien especial. "Ahora que la había olvidado..." maldijo internamente intentando convencerse de que realmente había sido así.

-¿Me ayudas a salir de aquí? -preguntó la bruja fingiendo inocencia pero ya no el acento.

Hermione volvió en sí y la contempló. Quería dedicarle una mirada de odio, pero el sentimiento chocó contra el profundo amor que aún sentía y se quedó en una mirada tensa. Agarró a Bellatrix del brazo para encararse con ella en algún lugar donde aquel hombre no pudiera oírlas. Mala idea. En cuanto tocó su brazo sintió una electricidad tan intensa como la que Lucius había experimentado durante meses, solo que bastante más gratificante. La soltó al instante. Se alejaron de la sala unos metros y la gryffindor no aguantó más:

-¡¿Pero tú de qué vas?! ¡¿Qué demonios haces fingiendo ser otra persona y engañándome para que te ayude?! ¿Se puede saber que problema tienes...?

En ese momento su cerebro le lanzó una advertencia. La última vez que se había indignado así, Narcissa Malfoy le había causado una especie de trauma con su respuesta. Además, veía en los ojos de Bellatrix que seguía sin recordar su pasado juntas. En realidad, solo se habían visto una hora aquella tarde; era posible incluso que no lo recordase. Suavizó su expresión y esperó la respuesta.

-No podía venir con mi aspecto normal porque todo el mundo me conoce. La gente me pide autógrafos, fotos y citas. Otros huyen corriendo y gritando. Es la segunda vez que salgo de casa y durante la primera, la gente me agobió, me entró mucha ansiedad y empecé a lanzar maldiciones a todo el mundo; Cissy me tuvo que sacar de ahí. Esta vez no podía venir conmigo porque no quiere estar a menos de cien kilómetros de ese idiota y juntas somos mucho más reconocibles. Estaba muy nerviosa: la última vez que vine al Ministerio fue para mi propio juicio y acabó conmigo en Azkaban. Así que he usado un par de hechizos para suavizar mis rasgos, oscurecer la piel y modificar el color de mis ojos. Duran poco tiempo, pero no pensaba demorarme mucho. La mayoría de gente ni siquiera sabe que Lucius está aquí, ni lo del hechizo paralizante. Y aunque lo supieran, nadie suele mirarme a la cara; si me tapo el escote, nadie se interesa por mí. Y yo no te he pedido ayuda, te has ofrecido tú.

-Pero me has mentido -rebatió la chica escondiendo la tristeza y la rabia que sentía porque la gente acosara a su bruja.

-No es verdad. Hasta que ha firmado, ese idiota era mi hermano político. Y desde luego que lleva aquí unos cuantos días, que tenía ganas de verme para que le liberara, que le he dado una sorpresa, que no podía venir conmigo y que tiene compromisos que cumplir (con la Justicia, para ser exactos).

"¡Mierda!" masculló el sentido común de Hermione que reconocía que no le había mentido en nada. "¿No querías a alguien inteligente y divertido?" se burló esa voz cruel de su cerebro que nunca permanecía mucho tiempo en silencio.

-Podías haberme dicho que eras tú... -comenzó la chica emprendiendo el camino de vuelta.

-Podría haberlo hecho, sí. Pero estoy enfadada porque no has vuelto a visitarme -respondió con tono ofendido- ¡Compartí mis galletas contigo!

-Ya sabes que era solo trabajo y ya no estoy en San Mungo -respondió la chica con frialdad al recordar que Bellatrix la había olvidado por petición propia.

Al instante se arrepintió. La bruja parecía dolida y antes de que pudiera disculparse, respondió:

-Puedo encontrar la salida yo sola, gracias por tu ayuda.

Bellatrix se separó de ella y avanzó con rapidez por los pasillos de la segunda planta buscando el ascensor. Hermione la siguió intentando esquivar a los trabajadores que a esa hora salían a comer.

-¡Bellatrix! ¡Bellatrix, espera! - la llamó a gritos.

Otra mala idea. Al instante, todas las cabezas de la planta se giraron hacia la bruja que no lograba encontrar la salida.

-¿Bellatrix? ¿Bellatrix Black? -preguntó un hombre abriendo la veda.

-¡Bellatrix! ¡Hazte una foto conmigo por favor! -suplicó una mujer.

-¿Quieres casarte conmigo? ¡Soy de sangre pura! -exclamó un chico.

-¿Es verdad que fuiste amante de Voldemort?

-¡Un autógrafo por favor!

-¡Decían que estabas muerta!

Los gritos se superponían entre sí. Unos le pedían citas mientras otros hacían preguntas estúpidas, algunos llamaban a más compañeros para que pudieran conocer a la mayor heroína del siglo y otros simplemente gritaban. Hermione vio que los ojos de la bruja -que ya habían recuperado su color oscuro habitual- buscaban desesperados una salida. No estaba segura de si se iba a echar a llorar o si iba a empezar a arrojar crucios a todos. En cualquier caso, sacó su propia varita y empezó a apartar con hechizos aturdidores a todas las personas que le bloqueaban el camino. En cuanto alcanzó a la ex mortífaga, la agarró por la espalda y la condujo a una escalera de servicio. Bloqueó la puerta para que no pudieran seguirlas y bajaron a la primera planta donde estaba su despacho. La hizo entrar y protegió también su puerta.

-En cuanto pase la hora de comer, volverán a sus despachos y podrás irte por la red flu de la planta principal sin problemas -explicó Hermione.

La chica, una vez más, se sentía tremendamente culpable. Bellatrix se había quedado en un rincón de su pequeña oficina mirándose las uñas.

-Lo siento, Bellatrix, lo he dicho sin pensar -se disculpó refiriéndose a lo de gritar su nombre y a la contestación de que solo había sido trabajo- Esa gente es imbécil. Me aseguraré de informar al Shacklebolt y de que reciban una sanción disciplinar.

La bruja oscura siguió sin mirarla. La chica tuvo una idea y agradeció haberse gastado tanto dinero en aquel nuevo placer culpable. Abrió un cajón de su escritorio y le dijo a la morena:

-Tengo algo para ti, para que me perdones por no haber ido a verte.

Bellatrix levantó la cabeza con una mezcla de desconfianza y curiosidad. Hermione se acercó a la bruja y le dio la caja de galletas. Le había costado poco descubrir qué marca era la que tanto le gustaba a la slytherin: la más cara y exclusiva del mercado. Cuando compró la primera tanda se prometió que solo sería una vez. Se volvió adicta al segundo mordisco. Ahora gastaba cincuenta galeones semanales en galletas porque no era capaz de concentrarse en el trabajo sin mordisquearlas. Pero dio gracias porque la bruja cogió el envase rápidamente y volvió con él a su rincón. Podía sentarse en la silla frente al escritorio de Hermione, pero por lo que fuese, prefería sentarse en el suelo sobre su capa.

-Bueno, te perdono, pero esta vez no te voy a dar ninguna -refunfuñó mientras las abría.

La chica la miró. Sus rasgos y su piel se habían restablecido por completo, menos su pelo que seguía liso y con mechas azules. Debía haberlo hecho manualmente y no con magia. Deseaba hablar con ella de lo que fuese, pasar un rato juntas. Sabía que era mala idea, que se arrepentiría y tendría que empezar de nuevo el proceso de olvidarla. Pero no pudo evitarlo.

-Tu pelo sigue liso -comentó.

-Por desgracia, desde el hospital, Cissy encontró en mi pelo una gran fuente de entretenimiento -gruñó la bruja- Al parecer, cuando eran pequeñas, jugaba a eso con Andrómeda.

La chica entendió que después de todo lo que su hermana la había cuidado, no podía negarle nada (aunque de pequeña no la hubiesen invitado a jugar con ellas). Quería preguntarle por la relación con su otra hermana, pero no se atrevía. Optó por algo más inocuo.

-¿Y por qué has fingido ser italiana y no francesa? Lo hablas perfectamente y te pega más.

-Lo pensé pero era demasiado obvio y como también sé algo de italiano... -entonces levantó la vista dándose cuenta de algo- ¿Cómo sabes que hablo francés?

"¡Mierda!" se maldijo internamente la chica por aquel fallo tan estúpido, "Anda, que hoy estás en racha, Hermione...". La desconfianza volvió a adueñarse de la duelista que había dejado de comer. La chica quería respetar su decisión aunque no la compartiera: si para Bellatrix (y sobre todo para su salud) era mejor no recordarla, pretendía que siguiese siendo así. O que por lo menos no se diera cuenta por su culpa. Intentó salir como pudo y responder rápido para que no utilizara la legilimancia para solucionarlo, jamás lo había hecho pero ahora que no la conocía...

-Andy me contó que vuestra madre era francesa, así que supongo que las tres lo hablaréis perfectamente... Y más siendo de sangre pura.

La bruja asintió despacio. Aceptaba la respuesta pero era evidente que no se fiaba de ella. Aún así volvió a sus galletas.

-Ven a sentarte aquí -la invitó Hermione señalando la silla enfrente de su escritorio- estarás mejor que en el suelo.

Bellatrix la miró indecisa estudiando su cara por si tramaba algo.

-Prometo no robarte ninguna de tus galletas -añadió sonriente.

Despacio, se levantó del suelo, se sentó en la silla y siguió comiendo mientras investigaba los papeles y objetos de la mesa y lo llenaba todo de migas. Hermione recordó aquella memoria en la que Snape le advertía que no tocara lo que no era suyo. Ella no se atrevió y la dejó curiosear.

-Trabajo para que se reconozcan los derechos de los elfos domésticos...-la bruja la miró extrañada, no entendía a quién podía preocuparle eso- y de otras criaturas como los centauros -eso le pareció mejor- Estoy desarrollando un programa de educación completo para que...

-¿Qué es esto? -la cortó la duelista.

"Genial, intento explicarle mi programa con el que llevo meses de trabajo y se interesa por un boli" pensó la chica sacudiendo la cabeza.

-Un bolígrafo. Es un objeto para escribir con tinta líquida. Como una pluma pero más cómodo y limpio. Mira, pruébalo -la animó extendiéndole un papel.

A la bruja pareció interesarle el invento muggle y pasó un rato escribiendo su nombre con diferentes caligrafías. Hermione aprovechó que estaba entretenida para ordenar todo lo que la bruja había movido de sitio en su mesa. Cuando terminó y levantó la vista, vio que su acompañante había abandonado el papel y estaba pintando sobre su propia piel. Sacudió la cabeza de nuevo. La duelista no la quería de novia, igual prefería ser su hija si prometía comprarle galletas y bolígrafos de colores...

-¿Qué haces? -le preguntó.

-Me estoy haciendo un tatuaje -informó muy concentrada en su muñeca.

Hermione asintió aunque no lograba ver el diseño. Al poco, al ver la zona donde estaba pintando, tuvo un mal presentimiento y se levantó de un salto. Sus sospechas se confirmaron con horror al ver la serpiente surgiendo de la calavera.

-¿Te gusta? -preguntó la bruja orgullosa de lo bien que había replicado la marca tenebrosa- Puedo hacerte una a ti también.

-¡No! -exclamó la chica asustada- ¡Me da escalofríos!

-¿Por qué? -preguntó ofendida la mujer – Me ha quedado bonito. Y es solo tinta, se irá, ¿no?

-Sí, dibujas muy bien -la informó buscando un frasco de alcohol en su botiquín- Y sí, se va a ir ahora mismo.

La bruja puso una mueca enfadada. Hermione cogió un algodón y decidió que el mundo mágico ya se había llevado suficientes sobresaltos. No eran necesarios los rumores de que Bellatrix Black intentaba resucitar a los mortífagos con un bolígrafo muggle. Empapó el algodón y antes de que la bruja pudiese preguntar, se lo explicó:

-Es alcohol, es lo que mejor hace que salga la tinta.

-¿Me lo puedo beber?

-No es esa clase de alcohol.

-Los muggles sois muy raros.

Hermione no pudo evitar sonreír. ¡Echaba tanto de menos las conversaciones absurdas con Bellatrix! Le cogió la muñeca con suavidad y empezó a frotar. Sentía escalofríos y esta vez no se debían a aquel tatuaje que pensó que jamás volvería a ver. La piel de la slytherin estaba tan fría y suave como la recordaba. No quería soltarla nunca. A los cinco minutos, ya no quedaba rastro del dibujo y le tuvo que devolver su mano. No parecía muy contenta de que hubiese eliminado su obra de arte, pero al menos se había dejado.

-Ya son las tres -comprobó la joven-, todos habrán vuelto al trabajo. Vamos, te acompaño a la entrada.

Intentó no parecer triste, pero volver a despedirse de aquella mujer era algo por lo que creyó que nunca más tendría que pasar. La bruja se colocó bien la capa, guardó las galletas que le habían sobrado en su bolso, robó también el bolígrafo por si acaso y siguió a la chica. Hermione tenía razón, el camino estaba despejado. Mientras caminaban en silencio, decidió hacerle la pregunta sobre su hermana, quizá podía hacerle ver que Andrómeda era buena persona. Era lo menos que podía hacer dado que Andy había dado la cara por ella ante Narcissa.

-¿Y con Andrómeda qué tal? -preguntó nerviosa.

La mujer se encogió de hombros y respondió con tranquilidad:

-Tengo una hermana y es Cissy.

-Pero Andrómeda se preocupa por ti, aunque en el pasado no actuara de la forma correcta, te quiere igual -respondió ella intentando buscar argumentos sólidos sin enfadar a la bruja.

-Es tarde. Dejó de ser familia mía hace años.

-Pero sigues teniendo un cuadro con ellas en el recibidor de tu casa.

Bellatrix le dirigió una mirada de reproche por haber cotilleado en su mansión.

-No lo puedo quitar. Tiene un encantamiento fijador, como el de tía Walburga en Grimmauld Place.

-Bueno, aún así...

Hermione se giró para mirar a la ex mortífaga a los ojos. Ya habían llegado a la planta baja y se quedaba sin tiempo. Sabía que Bella no tenía motivo alguno para confiar en la bondad humana, pero necesitaba a alguien, no podía estar sola para siempre.

-Entiendo que no se portaron bien contigo cuando eras pequeña, ni cuando eras joven, ni... bueno, hasta hace dos días. Pero siempre serán tus hermanas y estarán ahí para ti. En esa imagen Andy y tu parecíais gemelas...

-Hace muchos años de eso.

-Sigues teniendo la misma expresión.

-No, ahora somos mucho más mayores y ambas llevaremos siempre encima todos los errores que hemos cometido. Por mucho que en esa imagen nunca envejezca, yo...

La bruja se frenó en seco. "El cuadro no envejecerá, yo sí. Ojalá fuera al revés. Todos mis malos actos se reflejarían en esa pintura y no en mí. Algún tipo de magia oscura podría hacer eso... ¿Dónde he oído esa historia?" Los pensamientos se agolpaban en su cabeza y daban vueltas en espiral intentando buscar la solución. "No me lo ha podido contar nadie porque nadie me cuenta nada... Lo habré leído, ¿dónde lo he leído?"

A la castaña no le hizo falta que dijera nada. Sus ojos oscuros casi negros hablaron por ella: primero duda, incertidumbre, desesperación; luego angustia; sorpresa; un atisbo de miedo después; finalmente, rabia y dolor. La bruja se dirigió hacia las chimeneas de salida lo más rápido posible. Lo irónico era que ni siquiera sabía cómo terminaba esa historia: Hermione nunca llegó a leerle el final. La chica corrió tras ella y la agarró del brazo.

-Bella, por favor...

-Suéltame -respondió ella con firmeza.

-¡Por favor, por favor, Bella! No quiero una vida en la que tú no estés, te echo de menos cada día.

Hermione se escuchaba a sí misma y recordaba, una vez más, los culebrones que veía con su madre. Nunca creyó que llegaría a protagonizar uno. Pero si lo hacía, sería con toda su energía y su valor, como cada uno de sus actos.

-Sé que te he fallado probablemente más veces que nadie, pero déjame por lo menos hablar contigo, dame diez minutos.

-Estoy muy harta de hablar y no creo que quede nada por decir. Suéltame -contestó la duelista intentando mantener a raya su temperamento.

-¡Por favor, solo cinco minutos!

-Quiero irme a mi casa ya. He tenido mal día y estoy muy cansada.

-Vale, claro. Puedo ir a verte el fin de semana, puedo ir a tu casa para que no tengas que ir a ningún sitio. Y si quieres podemos cenar y hablar o lo que tu prefieras, pero por favor...

-No. Esto nunca tuvo sentido. Te lo repito: suéltame.

Hermione le soltó el brazo y contempló, una vez más, como se alejaba de ella. Y esta vez recordándola. ¿Cómo podía hacerle comprender lo importante que era para su felicidad? La bruja no entendía esos términos, no estaba familiarizada con el mundo de los afectos.

-¡Obtuve "Extraordinarios" en todos mis exámenes! -gritó la chica a la desesperada.

Bellatrix siguió caminando hacia la chimenea de espaldas a ella.

-¡Menos en Defensa contra las Artes Oscuras, no fui capaz de invocar un patronus!

La bruja, ya junto a la red flu, se detuvo. Tras cinco segundos, se giró.

-Ven el sábado por la tarde. Hablas lo que sea y te vas.

La chica asintió al instante mientras Bellatrix desaparecía elegantemente entre el humo verde de la chimenea.

Volvió a su despacho con una sonrisa. ¡La había invitado a ir a verla! Vale, a regañadientes y para que la dejara en paz, pero era un gran paso. Hermione siempre luchaba hasta el final por las causas en las que creía y nunca había deseado tanto algo. Haría todo lo posible por seguir en la vida de Bellatrix. Y si al final salía mal y no lo conseguía, al menos había vuelto a recordarla. No podía evitar sonreír ante esa idea. Lo que la ex mortífaga sentía -o había sentido- por ella había vencido al hechizo desmemorizante. Pensó que igual debería advertir a sus hermanas, le dio miedo que quisiera volver a intentar suicidarse. Pero ya hacía meses de eso, ahora se la veía mejor y era evidente que seguía tomando antidepresivos o sucedáneos. Optó por dejarla decidir si quería contárselo a Narcissa y a Andrómeda o no.

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