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Toda persona tiene algún hobby oculto, quizás por vergüenza, quizá por miedo, o tal vez un poco de ambas. Hoseok no era la excepción. Antes de dedicarle tiempo a su pasatiempo secreto, se aseguraba de que no hubiera nadie en casa. Cerraba su habitación con llave y se refugiaba en el baño, también asegurándose de que la puerta estuviera cerrada con llave... por si acaso.

Nadie podía saber lo que estaba a punto de hacer.

Una vez se aseguraba de que estaba protegido, se relajaba y comenzaba a sacar cosas de su vieja y desgastada mochila negra.

Su mayor tesoro.

Primero sacaba una peluca rubia maltratada, que ya no tenía muchas hebras, pero aún así cumplía su función. Luego sacaba una cartuchera con maquillaje dentro; poco a poco, se había estado apropiando del maquillaje de su hermana. Luego abría la cartuchera para sacar un pintalabios.

A veces, la emoción lo dominaba y se colocaba la peluca antes de sacar todas las cosas. Observaba su reflejo en el pequeño espejo y sonreía con coquetería, sintiéndose pleno, fantaseando con ser una de esas chicas que bailaban en clubes nocturnos en busca de algún hombre que les hiciera pasar una noche inolvidable. Era ahí donde se pintaba los labios con ese rojo intenso al que estaba tan acostumbrado, volvía a mirarse en el espejo. Así se sentía más hermosa.

Hermoso.

Eliminó ese fugaz pensamiento al instante. Hoy no.

Volvió su mirada hacia la mochila para sacar el resto de cosas. Algunas pulseras y collares que compraba ocasionalmente, donde las vendedoras solían preguntarle si eran para su novia. A continuación, sacó una pequeña falda rosa que ya no le cerraba, pero eso era lo de menos.

Una vez que todo estuvo listo, tomó su celular para reproducir sus canciones favoritas. Variaba en algunas ocasiones, pero casi siempre escuchaba música instrumental para dejarse envolver por el atractivo y sensual ritmo. Luego, cerró los ojos y se dejó llevar por la música. Ese era su momento.

—¡Oppa~! ¿Adivina a quién me encontré en la puerta?

La voz de su hermana menor rompió su burbuja de felicidad, y un escalofrío recorrió todo el cuerpo de Hoseok.

¿Qué estaba haciendo?

Se quitó la peluca rápidamente y la guardó en la mochila sin mucho cuidado.

Tiró de la falda con fuerza, provocando otra pequeña rotura.

De la misma manera, el collar de perlas de fantasía regresó a su caja junto con las pulseras de caritas felices y corazones.

Se observó en el espejo una vez más. Esta vez, viendo a un completo payaso mal maquillado en su lugar.

Abrió el grifo, dejando que el agua cayera sobre su rostro, ansioso por eliminar el maquillaje rápidamente.

Había regresado a la cruda realidad, y como siempre, sentía ese desagradable cosquilleo de desprecio hacia sí mismo, hacia sus acciones, hacia lo que anhelaba en secreto.

—¡Oppa~! Mamá te dijo que no cerraras la puerta con llave, ¿qué estás haciendo?

La misma pregunta que Hoseok se hacía a sí mismo.

—¡Salgo enseguida! —Gritó desde el baño, secándose el rostro con una toalla húmeda.

Escuchó risas y susurros en el pasillo, llenando el aire con un atisbo de complicidad.

—¡Estaremos con Unnie en mi cuarto!

Hoseok suspiró con cansancio mientras veía su rostro irritado una vez más en el espejo antes de salir del baño y ocultar la mochila en un rincón detrás del armario. Se dejó caer en la cama, cubriendo su rostro con ambas manos. Había ido demasiado lejos esta vez, no debía repetirlo.

Debería deshacerse de esa mochila y lo que representaba, dejar de pensar en estupideces, y tendría que...

¿Qué le estaba ocurriendo? ¿Qué estaba mal? ¿Por qué esos pensamientos tan anormales lo invadían y lo repelían? Hoseok no podía dejar de culparse por esos deseos tan extraños y repulsivos que lo atormentaban.

No podía ser un fenómeno; él era el orgullo de mamá, el héroe de su hermana. El hombre de la casa.

Su madre siempre hablaba sobre la felicidad que experimentó el día en que Hoseok nació, el inmenso alivio que sintió cuando los doctores le anunciaron que su primogénito era un niño sano.

Una noticia luminosa en medio de la oscuridad.

Cuando su padre la abandonó durante su embarazo, ella pensó que todo estaba perdido. Sin embargo, la vida le recompensó con un hijo varón.

Hoseok salió de su habitación y se dirigió a la de su hermana, donde ella estaba reproduciendo música en su laptop mientras trataba de explicarle la historia detrás del videoclip a su amiga, ambas sentadas en la cama. JiYeon apartó la vista hacia él y le dedicó una sonrisa tierna; él respondió con una sonrisa vaga antes de entrar en la habitación.

—Hasta que el señorito decide deleitarnos con su presencia —bromeó Jisoo, su hermana, deteniendo el video.

—Era mi deber salvar a mi chica de tu fanatismo extremo —respondió Hoseok, extendiendo la mano para que su novia se levantara de la cama.

—Parecía muy feliz. Acepta que tu chica me quiere más a mí que a ti.

—¿Yeonnie? —preguntó Hoseok, esperando la respuesta de su novia.

Ella no respondió de inmediato.

La chica de sonrisa amable dirigió su mirada hacia los hermanos.

—Los quiero a ambos por igual. —Terminó diciendo, escondiendo su rostro contra el pecho de Hoseok.

—Tampoco es necesario mentir para complacernos, Unnie —bromeó Jisoo, soltando una pequeña risa.

Luego, volvió su atención hacia la pantalla mientras la pareja salía de la habitación y cerraba la puerta.

Juntos se dirigieron a la planta baja, directamente a la cocina. Hoseok abrió el refrigerador y tomó una porción del postre que su mamá había hecho, mientras JiYeon preparaba café para los dos. Una vez listos, se recostaron en el sofá.

—Pensé que tendrías clases de refuerzo hasta las cinco —comentó Hoseok, dando un sorbo a su café.

—El profesor nos envió un correo temprano diciendo que no podría asistir. Te envié un mensaje antes de llegar.

—Debo haberlo pasado por alto. ¿Esperaste mucho tiempo afuera?

—No, justo llegaba Jisoo y me dejó entrar. ¿Estabas ocupado? No era mi intención interrumpirte.

Gracias por hacerlo.

—Solo estaba tomando una siesta, aprovechando que mi mamá y Jisoo habían salido. Hacen mucho ruido y es imposible descansar cuando ellas están aquí.

—Entiendo... Debes de estar cansado de las trasnochadas del trabajo.

Hoseok asintió lentamente, tomando otro sorbo de café para ocultar su rubor.

JiYeon apretó los labios, pensando si debería aprovechar la falta de tema de conversación.

—Un profesor nos habló sobre la falta de oportunidades laborales por aquí, y en clase estábamos debatiendo si sería una buena idea intentar suerte en Seúl... —comenzó a decir.

—¿Estás pensando en mudarte a la capital?

JiYeon lo miró con seriedad, mientras Hoseok tragaba saliva.

Habían discutido superficialmente ese tema en el pasado, él no le había dado mucha importancia. Después de todo, dejar atrás el lugar donde había crecido era algo muy difícil, al menos para él.

Sin embargo, JiYeon parecía insatisfecha con la vida que llevaban en ese lugar. Ella quería seguir su carrera, buscar algo mejor de lo que tenían... Avanzar juntos como pareja.

Ese era otro tema del cual no hablaban, a pesar de llevar más de dos años juntos. Para Hoseok, todavía eran muy jóvenes como para pensar en formalizar su relación, mientras que para JiYeon, sentía que estaban perdiendo el tiempo jugando a ser novios. Conocían a la perfección sus vidas desde que eran niños, por lo que no podían decir que estaban avanzando demasiado rápido o que tenían miedo al compromiso.

JiYeon no lo expresaba directamente, pero Hoseok sabía que esperaba más de él, y no quería defraudarla. Sin embargo, tampoco quería precipitarse en tomar decisiones importantes sin estar completamente seguro. El matrimonio no era un juego, y él tenía dudas.

Él...

Ella...

¿Estaba sobreanalizando las cosas? Incluso su madre le preguntaba cuándo tenían planeado casarse.

Hoseok dejó su taza de café a medio terminar en la mesita, tratando de encontrar las palabras adecuadas. JiYeon observaba sus gestos en silencio, manteniendo su serenidad característica. Siempre era dulce y comprensiva, pero también sabía ser firme cuando era necesario; no se dejaba pisotear por los demás.

—En todas partes hay oportunidades para un contador...

—Aquí solo puedo aspirar a revisar las cuentas de esas discotecas de mala muerte. No sé, Hobi, siento que puedo hacer más que eso... Solo necesito una oportunidad.

Hoseok asintió, jugando nerviosamente con sus dedos.

—Seúl está saturada, miles de personas viajan allá en busca de lo mismo.

JiYeon detuvo los movimientos nerviosos de Hoseok tomando sus manos y entrelazando sus dedos, mirándolo fijamente.

—Ya lo sé, pero todo comienza en algún lugar, ¿no es así? Si no funciona, siempre podemos considerar otros países. La idea es actuar en lugar de conformarnos.

—Supongo...

JiYeon soltó su mano.

—Hobi, te quiero mucho —le aseguró—. Y si creyera que quedarnos aquí te hace realmente feliz, intentaría encontrar una forma de buscar mi propio camino aquí, pero te veo, y sé que en el fondo también te sientes abrumado por la rutina que nos rodea. Entiendo que te asuste el cambio; a mí también me aterra alejarme de mi familia, pero merecemos encontrar nuestro propio camino y descubrir lo que nos hace felices, ¿no crees?

Hoseok era feliz. Era feliz con su madre, su ruidosa hermana y su trabajo rutinario.

—¿Tenemos que tomar una decisión ahora? —se quejó en un tono infantil fingido.

—Sería lo más conveniente.

—Yeonnie, no estoy seguro. Nos va bien aquí, rodeados de personas que nos quieren, y estamos juntos que es lo más importante.

JiYeon negó con la cabeza, haciendo un puchero adorable.

Hoseok sonrió.

—Prometo pensarlo, lo consultaré con mi almohada y con mi mamá... aunque dudo que ella esté de acuerdo.

—Hobi...

—Te daré una respuesta antes de que termine el mes —le aseguró, dándole un breve beso en los labios—. Te lo prometo —repitió.

Se produjo un breve silencio entre ambos antes de que la chica por fin asintiera no muy convencida. Hoseok la abrazó con fuerza. JiYeon le comentó que tenía un compromiso dentro de unas horas y tuvo que marcharse.

—Yo que tú no lo pensaría mucho y aceptaría —dijo Jisoo más tarde después de que su hermano le contara la conversación que había tenido con JiYeon.

—¿Entonces no te importaría que me vaya y los deje a ti y a mamá? —preguntó Hoseok.

—No es eso, Oppa. Pero Unnie tiene razón, aquí no hay futuro para ella, ni para ti. Imagino que debe ser frustrante conformarse con la rutina que ofrece este lugar —Jisoo soltó un largo suspiro con dramatismo—. De todos modos, no creo que a mamá le haga mucha gracia la idea de que te vayas a la capital.

—Eso es lo que más me preocupa. Además, tengo una responsabilidad con ustedes dos. No puedo simplemente irme y dejarlas a la deriva para jugar a la casita con JiYeon.

Jisoo no respondió de inmediato, entendiendo la posición de su hermano. Tal vez para ella era más fácil tomar una decisión porque no tenía a nadie a su cargo, pero para Hoseok era diferente. Se había convertido en el principal proveedor de su hogar desde que cumplió la mayoría de edad.

—Sea cual sea la decisión que tomes, prometo que te apoyaré en todo lo que pueda —le aseguró, estirando su dedo meñique para entrelazarlo con el de su hermano.

Hoseok acarició el cabello de su hermana sin mucho cuidado.

Al menos sabía que siempre podría contar con ella.

—¡Jisoo, ayúdame a guardar las compras! —La voz autoritaria de su madre resonó por toda la casa.

Los hermanos intercambiaron una mirada antes de levantarse de la cama y dirigirse a la cocina.

—¡Jisoo!

—Ya voy, ya voy —respondió la chica, un poco molesta.

Odiaba cuando su mamá la llamaba solo a ella para pedirle ayuda, pero no quería iniciar una discusión que solo reafirmaría el estereotipo de "mujercita de la casa" y todas esas ideas anticuadas.

—¿Terminaste de limpiar las habitaciones? —preguntó la señora Jung en cuanto vio a su hija entrar a la cocina.

Jisoo rodó los ojos.

—Hoy JiYeon vino a ponerse al día —respondió Hoseok antes de que su hermana perdiera la paciencia.

Jisoo abrió la bolsa de verduras con un gesto brusco.

—¿JiYeon? ¿Cómo está? Hace días que no la veo. Hoy me encontré con su mamá en el supermercado y me dijo que está a punto de graduarse. ¿Han pensado en fijar la fecha de su boda?

—Mamá...

—¿Qué? ¿Todavía no piensan casarse? Están en la mejor edad para tener hijos, después será más difícil para ella.

—Tengo la misma edad que Unnie, mamá —le recordó Jisoo mientras guardaba los huevos.

—No es lo mismo, y ni se te ocurra salir embarazada, porque no pienso avalar ese tipo de comportamientos.

—Sí, mamá.

—En fin, ¿Hoseok?

—Vamos a casarnos, por supuesto. Solo que a ella le gustaría encontrar trabajo antes de eso —explicó con torpeza.

—Ella no podrá cuidar de sus hijos y trabajar al mismo tiempo.

—Tal vez ella no quiera tener hijos —dijo Jisoo en un tono frío.

O quizás el que no quería era otro...

—No digas tonterías, es obvio que quiere tener hijos; todas las mujeres desean convertirse en madres.

Jisoo optó por no responder a eso.

—JiYeon quiere que nos mudemos a la capital —soltó Hoseok, viendo cómo cambiaba la expresión de su madre—. Dice que allí encontraremos mejores oportunidades laborales para asegurarnos un futuro mejor y eso, ya sabes... —intentó explicar sin éxito.

La señora Jung parecía no saber qué decir, y Jisoo aprovechó el momento para salir de la cocina.

—¿Y tú qué piensas, Hobi? —preguntó su madre después de un rato.

—Sé que tengo una responsabilidad con ustedes, y no me gustaría dejarlas solas...

Son todo lo que conozco.

—Pero conozco a Yeonnie, y sé que ha tomado una decisión y se irá conmigo o sin mí.

Vio cómo su madre se tensaba, mientras Hoseok empezaba a recoger las bolsas vacías que habían quedado.

—¿Vas a permitir que ella te chantajee de esa manera? Si no quieres ir, entonces ninguno de los dos debería hacerlo, punto.

Ese tipo de razonamiento asustaba a Hoseok.

—No la voy a obligar a quedarse si no quiere —respondió, intentando sonar firme.

La señora Jung negó con la cabeza en desacuerdo.

Después de eso, ninguno de los dos pronunció una palabra. Hoseok subió a su habitación mientras su madre se quedaba en la cocina para preparar la cena.

Sabía que su madre no iba a reaccionar bien ante la noticia, pero no esperaba que le ordenara forzar a su novia a quedarse.

—Tal vez JiYeon tiene razón —suspiró Hoseok, tumbándose en su cama—, no hay un futuro para ninguno de los dos en este lugar.

[...]

—¿Quieres que nos casemos? ¿Ahora? ¿Por qué? —Esas habían sido las preguntas que JiYeon le hizo a Hoseok en cuanto él le hizo aquella proposición en la puerta de su casa. No es como si ella no quisiera, todo lo contrario, pero...

—Creo que es la única manera en la que nuestros padres no pondrán tantos peros al momento de decirles que vamos a mudarnos a Seúl —explicó la Luna con simpleza.

—¿Vas a venir conmigo a Seúl? —preguntó una vez más JiYeon con evidente sorpresa, mientras una sonrisa se formaba en su rostro.

Hoseok asintió, tratando de verse seguro.

—Sí, pero primero tenemos que casarnos...

—Existían miles de formas de hacer una proposición romántica, ¿sabes? ¿Al menos trajiste un anillo? —la Estrella se cruzó de brazos fingiendo molestia.

—Uhm, el anillo, ¡Sí! —la Luna sacó un pequeño anillo color dorado del bolsillo de su pantalón y se lo extendió a JiYeon— Si te soy sincero, no sé si te quedará bien. Uno de los clientes lo dejó en la barra mientras maldecía a una tal Jennie —confesó.

—Encantador... —ironizó la chica, intentando colocarse el anillo en el dedo anular. Al quedarle muy pequeño, optó por ponerlo en el dedo meñique y luego extendió su mano observando cómo quedaba.

Toda esa situación era tan surrealista.

—Entonces, ¿es oficial? —preguntó Hoseok con una sonrisa nerviosa.

JiYeon soltó una pequeña risa antes de lanzarse a los brazos de su novio para sellar el momento con un tierno beso. La Estrella no dudó en corresponder al contacto, aunque con torpeza. No importaba cuántas veces lo hubiesen hecho ya; seguía sintiendo una especie de incomodidad cada vez que sus labios entraban en contacto. Como si algo estuviera mal, su cuerpo la rechazaba por alguna razón.

Él la quería, ¿por qué le molestaba tanto tocarla?

Hoseok se separó de ella, tratando de mantener su sonrisa.

No debía pensar en eso; ellos se amaban, se casarían y viajarían a Seúl a vivir felices para siempre. Eso era lo que el destino había preparado para él; lo demás no importaba.

—Tenemos que preparar una comida para que nuestros padres se enteren —comenzó a decir JiYeon, encerrada en su burbuja de felicidad—. Le diremos que me lo propusiste en el parque, flores, chocolates, una canción, palabras bonitas y muchas lágrimas.

La Luna asentía a todo. Una breve sensación de culpabilidad lo embargó. Quizás debió haber preparado mejor su propuesta, pero la verdad era que no tenía ganas de jugar al romanticismo.

—¿Quieres que te ayude a organizar la comida? —preguntó por compromiso, aunque sabía que la respuesta sería negativa. A JiYeon no le gustaba molestarlo con "cosas de mujeres".

—Oh, no, no te preocupes. —¡Bingo!— le pediré ayuda a mis hermanas, te enviaré un mensaje para que avises a Jisoo y a tu mamá.

—¿Estás segura? —insistió en vano.

—Sí, Hobi. Tú solo tienes que preocuparte por venir guapo. Aunque eso es fácil para ti. — después de decir aquello, JiYeon soltó una corta risa.

—Está bien. —suspiró la Luna, una vez más no estaba involucrado en la preparación de la celebración—, ya casi es hora de ir al trabajo, así que me tengo que ir. Cualquier cosa, mándame un mensaje... —se rascó la nuca un poco incómodo—. Te quiero.

—Te quiero. —Respondió la Estrella viendo cómo su novio se alejaba.

A pesar de no ejercer su carrera, a Hoseok realmente le gustaba su trabajo. Era bartender en una discoteca muy reconocida en aquel pueblo, y había sido su primer y único empleo hasta el momento. Siendo sincero, sería lo que más extrañaría de aquel lugar... Tal vez por razones equivocadas, la verdad era que no había hecho ningún amigo en aquel lugar.

—Buenas tardes.

—Jung. —lo saludó Mark, uno de los supervisores del lugar—. Soobin no va a venir hoy, tal vez necesite que me apoyes en otras áreas.

Hoseok asintió antes de ir a cambiarse. Una de las bailarinas lo saludó mientras se maquillaba.

Llevaba una peluca verde, y se veía tan hermosa...

—¿Crees que puedas prepararme algo fuerte? Necesito entrar en calor antes de ponerme el vestuario de esta noche —le pidió aquella chica una vez que la Luna estuvo listo para empezar a trabajar.

Su perfecto delineado la hacía ver tan sensual.

Se preguntaba si sería tan difícil hacerse uno igual.

La bailarina sonrió un poco incómoda ante la intensa mirada de Hoseok.

—¿Está todo bien?

—¿Eh? Sí, disculpa. Solo estaba un poco distraído. ¿Lo mismo de siempre? —preguntó la Luna con torpeza, sintiendo sus mejillas enrojecer.

—Sí, por favor. Parece que el invierno se está adelantando, el frío es cada vez más insoportable por aquí.

—Enseguida te lo traigo.

—Gracias.

Hoseok salió apresurado del vestidor.

Sentía su corazón latir con fuerza, y el saber que no era porque la chica le atrajera lo asustaba aún más.

—No es nada, todo está bien —se repitió en voz baja, como un mantra.

¿Hasta cuándo lo vas a seguir reprimiendo?

—Hoseok, Mark quiere que terminemos de limpiar las mesas de una vez. Ya casi va a ser hora de abrir —alguien le dijo desde el fondo.

—Una de las bailarinas me pidió un Orgasmo de la casa —explicó automáticamente.

—Olvida eso y ponte a limpiar las mesas antes de que Mark se enoje de verdad.

La Luna asintió y se dirigió hacia las mesas.

—Estás actuando de manera extraña hoy, ¿todo está bien?

—Me voy a casar.

Hoseok comenzó a limpiar mientras escuchaba a su compañero toser con fuerza.

—Me voy a casar y luego me mudaré a Seúl con JiYeon —explicó en detalle.

Decírselo a alguien más lo hizo sentir más real, sin vuelta atrás. Hoseok necesitaba eso, necesitaba afirmar su realidad.

—Mierda, Hoseok... Felicidades, supongo.

—Gracias.

—Si te soy sincero, pensé que esa chica terminaría por dejarte y encontraría algo mejor, pero supongo que el amor es así.

—Así es.

—Termina aquí, yo me encargaré de más mesas del segundo nivel.

—El amor es así... —murmuró la Luna en voz baja, solo para sí mismo.

El chico lo dejó para limpiar las otras mesas mientras Hoseok se quedaba en su lugar, aún reflexionando sobre las palabras de su compañero. ¿Merecía JiYeon algo mejor? La respuesta le cayó como un balde de agua fría, porque sabía que no merecía todo el amor que la Estrella le daba, no cuando no podía corresponder de la misma manera. La quería mucho y sería su compañera de vida, pero, ¿la amaba?

—¡Hoseok, deja de perder el tiempo! —la voz molesta de Mark lo sacó de sus pensamientos.

Hoseok se apresuró a limpiar las mesas con más determinación. No podía estar reflexionando en horario laboral. A fin de cuentas, la decisión ya estaba tomada; se casaría con JiYeon y se mudaría a Seúl.

—¡Voy a verificar que todo esté bien con las luces! —avisó una vez terminó de limpiar.

Escuchó un grito de confirmación desde algún lugar.

—Todo está bien. —se dijo una vez más antes de meterse de lleno en el trabajo.

El trabajo en la discoteca continuó durante la noche, con la música a todo volumen, las bailarinas haciendo su espectáculo y las luces parpadeantes. Hoseok mezclaba cócteles, servía bebidas y hacía lo que fuera necesario para mantener a los clientes satisfechos.

Y a pesar de todo el trabajo, Hoseok no pudo evitar pensar una y otra vez en el mismo tema.

—Hoseok, ¿estás bien? Has estado actuando extraño toda la noche —preguntó la misma bailarina de antes mientras se quitaba la ropa del trabajo.

Ninguno de los dos parecía incómodo, acostumbrados ya a tener que cambiarse frente al otro cuando estaban cortos de tiempo.

Hoseok suspiró con cansancio. ¿Por qué todos le estaban haciendo esa pregunta? Ya tenía suficiente con sus propios pensamientos.

—Me voy a casar —explicó una vez más, forzando una sonrisa—, siento que aún tengo mariposas en el estómago, como si en cualquier momento mi novia apareciera para decirme que cambió de opinión.

—Oh, entiendo. Felicidades... —Respondió la chica con una sonrisa incómoda—, no sabía que tenías novia.

—Desde hace dos años —la Luna comenzó a jugar con sus dedos, nervioso— aunque nos conocemos desde que éramos niños.

—Un amor de infancia, qué hermoso.

—Sí...

Hoseok solo quería desaparecer de allí. ¿Realmente necesitaban seguir con la conversación? ¿Qué más podían decirse? No eran tan cercanos; apenas se saludaban por educación al entrar y salir del trabajo.

—Bueno... —comenzó a decir la bailarina, poniéndose de pie para tomar su bolso—. Te deseo suerte en esta nueva etapa, y ojalá pueda conocer a tu novia más adelante.

—Sí, claro, si se presenta la oportunidad, te la presentaré.

—Por favor... —una última sonrisa incómoda—. Nos vemos mañana entonces.

—Ah, sí. Cuídate en tu camino de regreso a casa.

La chica asintió y finalmente dejó el vestidor. Hoseok exhaló todo el aire que no sabía que estaba reteniendo antes de terminar de guardar sus propias pertenencias. Apenas eran las seis de la mañana, y hacer turnos nocturnos siempre resultaba agotador.

—Nos vemos —se despidió del resto del personal antes de salir del establecimiento.

El cielo apenas se estaba iluminando, y las calles estaban casi desiertas, salvo por un par de borrachos que orinaban en las esquinas. La Luna caminó directo hacia su casa, resistiendo el sueño lo mejor que pudo.

—¡Ey, chico! —escuchó una voz detrás de él, que decidió ignorar—. ¡Chico! —se escuchó nuevamente, y luego alguien le tocó el hombro.

—Estoy un poco apura- —Hoseok no pudo terminar la frase cuando, al voltear, reconoció a uno de los vagabundos que siempre rondaba por esa zona.

—¿Tienes fuego? —preguntó el vagabundo, aprovechando el silencio del joven.

—N-No, no tengo, señor. Disculpe, me tengo que ir —respondió rápidamente La Luna, acelerando el paso y dejando atrás al extraño.

Este hombre apareció un día de repente, llamó la atención de todo el pueblo, pero nadie sabía de dónde venía. No solía molestar a nadie, pero todos le tenían miedo. Usaba ropa de mujer, tenía ganchos de colores en el cabello y fingía su voz para hacerla más aguda. Era todo un enigma, y nadie se atrevía a meterse con él. ¿Ella? Las señoras del pueblo decían que tal vez se había escapado de un psiquiátrico, o quizás era un drogadicto. Como sea, ese hombre estaba loco.

—Como si no tuviera suficientes problemas... —suspiró Hoseok sin desacelerar sus pasos.

La Luna solo había visto al vagabundo de lejos hasta ese momento. Siempre fumaba, coqueteaba con otros vagabundos y dormía en las calles, aferrado a un cuchillo que nunca usaba. Nunca dejaba de sonreír; era extraño.

—¡Mamá, ya llegué!

Hoseok fue directo a la cocina y se sentó a la mesa, apoyando su cabeza en la madera mientras esperaba a que su madre bajara a calentar el desayuno. Si fuera por él, lo haría él mismo, pero a su madre no le gustaba que lo hiciera, y La Luna se había cansado de insistir.

—Oppa, ¿llegaste hace rato? — preguntó Jisoo, somnolienta, entrando a la cocina mientras se frotaba los ojos sin dejar de bostezar—. Anoche mamá me pidió que te sirviera el desayuno porque ella está un poco resfriada, al parecer.

—Apenas llegué. Me hubieras mandado un mensaje. No quería despertarte.

—Nah, mamá se daría cuenta, y ahí sí que nos ganaríamos un problemón —Jisoo se sentó frente al lugar de Hoseok, mientras él se ponía de pie para prender la cocina.

La Luna calentó el agua y sacó un par de panes que untó con mermelada antes de volver a sentarse.

Solo entonces Jisoo pudo regresar a su habitación.

Hoseok recordaría darle una generosa mesada.

Desayunó con rapidez para correr hacia su habitación a dormir lo que pudiera. Pasaron un par de horas antes de que unos molestos golpes en su puerta lo despertaran.

—Hobi, cariño. Voy al mercado, cualquier cosa, tu hermana está en la lavandería.

—Sí, mamá —balbuceó el chico sin haber entendido lo que su madre dijo.

Enseguida volvió a quedarse dormido. Un rato después, abrió los ojos por sí mismo y estiró su mano hacia su celular para ver la hora.

—Ya casi es mediodía —murmuró todavía con sueño.

Aún así, decidió levantarse e ir hacia el baño.

Después de una larga y relajante ducha, se puso ropa cómoda y fue hacia la azotea.

Jisoo se encontraba colgando la ropa mojada mientras una canción popular sonaba desde su laptop. La Luna se cruzó de brazos con una sonrisa, viendo lo concentrada que se veía su hermana con esa tarea. La mirada de ambos se cruzó en algún momento, y la chica suspiró con alivio antes de sacudir sus manos e ir hacia su laptop para pausar la música.

Hoseok se acercó a ella.

—Me hubieras avisado apenas terminaste de lavar la ropa.

Jisoo sonrió antes de sentarse en un banco y colocar la laptop entre sus piernas. Hoseok retomó la labor de colgar la ropa. Había un acuerdo no dicho entre ambos: él realizaría las labores domésticas mientras su madre no los estuviera vigilando.

A la Luna no le gustaba ver cómo su progenitora responsabilizaba todos los deberes a su hermana, mucho menos si solo lo hacía porque "era lo que le correspondía". Era más que consciente de lo frustrada que Jisoo debía de sentirse, pero hablar con su madre era inútil, lo habían intentado tantas veces...

—¿Oppa, tomaste una decisión sobre ir a Seúl con Unnie? —preguntó la chica sin despegar su vista de la pantalla.

—Ayer le pedí matrimonio —respondió sin rodeos y dio un pequeño salto para colgar un abrigo grueso y pesado—. Nos vamos a casar.

Por un momento, ninguno de los dos se movió; la mirada de Jisoo se encontró con la del mayor, y solo entonces esbozó una pequeña sonrisa.

—Estoy muy orgullosa de ti, Hobi Oppa. —le dijo alzando el pulgar a modo de felicitación.

Hoseok también quería sentirse orgulloso. Pero no podía, dentro de él solo había dudas.

La sensación de que algo iba mal seguía ahí.

Una vez más, decidió no darle importancia, sacudió la cabeza para seguir colgando la ropa. Su hermana otra vez comenzó a reproducir música popular de la cual no se sabía la mayoría de títulos a pesar de escucharlas a menudo. Hasta que sucedió; fue cuando terminó de colgar la última prenda, los primeros segundos de una canción que conocía a la perfección comenzaron a sonar.

"Noches Ardientes" de Álex Viento. Esa canción... Esa maldita canción que lo hizo pecar por primera vez. El mundo de Hoseok comenzó a dar vueltas, abrumado, sentía que no podía respirar, la Luna se puso de cuclillas en el suelo tapando sus oídos con el fin de dejar de escuchar aquella canción, pero no servía de nada, seguía en su cabeza, en su ser.

Sintió una presencia cerca de él y luego pudo vislumbrar la lejana silueta de su hermana con una expresión preocupada. Parecía decirle algo, parecía gritar, pero Hoseok no escuchaba nada, solo esa canción, aquella canción y miles de risas desconocidas. ¿A quién tratas de engañar? ¿Acaso no robaste la ropa interior de tu novia para usarla a escondidas? La Luna cerró los ojos para contener el llanto, su hermana seguía gritándole cosas que no entendía y él solo no podía, no podía...

Hoseok recordaba a la perfección la primera vez que sintió que no era normal.

Fue a los ocho años, se encontraba viendo televisión al lado de su hermana, quien no dejaba de golpear en el piso a su bebé de juguete. Entonces, los noticieros interrumpieron su programa favorito.

Un grupo de personas vestidas de manera extravagante sostenía varios carteles en las manos mientras gritaban cosas que Hoseok no entendía, pero se dio cuenta de que algunos de esos hombres tenían el cabello largo, maquillaje de mujer, ropa de mujer, ellos se veían como una mujer, ellos decían ser una mujer, ¿eso era posible? La Luna nunca lo contempló, observó a su hermana que seguía torturando a aquel bebé de juguete.

Y se dio cuenta, notó que no había gran diferencia entre ellos, ¿entonces él también podría ponerse la bonita ropa de Jisoo en lugar de los aburridos vestuarios que su mamá le compraba?

¿Él también podría jugar con las muñecas de su hermana? ¿Podría dejar de intentar relacionarse con esos niños bravucones que le pegaban y empezar a juntarse con las niñas? Miles de preguntas surgieron en su infantil mente, creyó que sería una buena idea preguntárselo a su madre. Porque si lo que decían esos hombres...

No, hombres no. Si lo que esas mujeres decían era cierto, entonces él podría ser una linda niña en lugar de un hombre, como todos decían. Podría, al fin, hacer muchas de las cosas que su mamá le prohibía porque "eran cosas de señoritas".

Hoseok también recuerda la risa que su madre soltó cuando le preguntó sobre lo que había visto. No dejó de reírse por un buen rato. Y por alguna razón, la Luna sentía que se estaba riendo de él, se sentía humillado, aunque no entendía el porqué. Su madre se limitó a decirle que aquellas personas estaban enfermas, locas, que nunca debía de escuchar nada de lo que dijeran, mucho menos acercarse a ellos, que podía ser contagioso.

Quiso olvidarlo, hacerle caso a su madre, y sin embargo, no pudo aguantar las ganas de probarse la ropa de su hermana menor tan solo días después. Solo quería saber cómo se vería, solo quería ponerse ropa bonita, solo quería ser bonita. Y ahí estaba, con un vestido de volantes azul y una vincha de princesas, con las mejillas sonrojadas y una sonrisa deslumbrante. Perfecto. Tal vez si su madre lo veía así de bonita lo dejaría ser una niña, tal vez se daría cuenta de que así tenía que ser.

Las veces en las que su madre lo había golpeado eran muy pocas, por lo que sabía que había hecho algo muy malo como para que lo azotara con aquella fusta con tanto enojo, mientras le gritaba que ella no había parido a un fenómeno, que prefería verlo muerto antes de pasar por esa vergüenza. Hoseok lloró tanto ese día, suplicó perdón, prometió que no lo volvería a hacer. Se había equivocado, no estaba bien, no era normal.

Y sin embargo, fue a la edad de diecinueve años, hace tres años, que rompió su promesa. Lo había reprimido lo mejor que pudo y luego esa canción...

Sintió un frío líquido en su cabeza.

Abrió los ojos con lentitud, viendo a su hermana con un vaso vacío en las manos.

¿Qué había sucedido?

Por un momento, sintió que moriría en ese lugar.

—Oppa, por favor, dime algo —suplicó Jisoo con la voz ronca de tanto gritar.

—Estoy bien... Solo fue un mareo.

—¿Un mareo? ¡Parecías a punto de ahogarte! Vamos al hospital a que te revisen, puede ser algo grave —dijo la chica tomando de la mano a su hermano para jalarlo.

Hoseok no se movió.

—Ya te dije que estoy bien.

—¡Pero estabas-!

La Luna se incorporó tambaleándose un poco.

—No voy a ir al hospital por un estúpido mareo. —declaró en un tono firme que dejó sin palabras a su hermana.

Jisoo le soltó la mano, y Hoseok suavizó su mirada.

—Hey, estoy bien, ¿De acuerdo? No quiero preocupar a mamá por las puras —explicó más calmado.

—Sí, entiendo. Haz lo que creas más conveniente.

Hoseok supo que había lastimado a su hermana.

—Pequeña, no-

—Tengo otras cosas que hacer, disculpa —lo cortó Jisoo para después tomar su laptop y comenzar a caminar hacia las escaleras.

—¿No prefieres que lo haga por ti?

—Déjalo así, lo menos que quiero es tener problemas con mamá.

La chica comenzó a bajar las escaleras, dejando a Hoseok sintiéndose culpable.

Había arruinado su relación con Jisoo.

—No debí haberle respondido así —suspiró mientras recogía las cubetas para guardarlas.

No era normal que tuvieran problemas entre ellos. Después de todo, eran los únicos que se entendían a la perfección.

—¡Hobi, cariño! —la voz de su madre resonó por toda la casa.

Hoseok se dirigió hacia donde estaba su madre.

—¿Apenas llegaste?

—Sí, lávate las manos para almorzar de una vez los dos; tu hermana tiene que terminar de limpiar las habitaciones antes de almorzar.

Hoseok asintió sin ánimo, se preguntó si podía hacer algo más.

—Por cierto, me encontré a tu novia en el supermercado. Quería hablarle sobre lo inconforme que me sentía al saber que te estaba chantajeando, pero me dijo que estaba ocupada. ¿Qué otra cosa es más importante que hablar con la madre de su novio?

—Por favor, no te metas en ese asunto. Nosotros ya llegamos a un acuerdo —le aseguró Hoseok, esperando que su madre no hubiera conseguido colmar la paciencia de JiYeon.

La señora Jung asintió, no muy conforme con esa respuesta, pero optó por el silencio. Hoseok fue a lavarse las manos, sintiendo cómo su celular vibraba en el bolsillo de su pantalón. Al revisarlo, notó que era un mensaje de JiYeon con la fecha de la reunión familiar.

Las cosas estaban a punto de cambiar para siempre, una nueva etapa en la vida de Hoseok, un nuevo destino. En ese momento, aún no podía preverlo, pero aquel fue el primer paso de su nuevo despertar, de descubrir lo que realmente era, aquello que por tanto tiempo lo asustó y de lo que ya no podría seguir huyendo.

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¡Aquí Lu!

Quiero aclarar que está historia en realidad no es de un shipp en específico, es más la historia de una persona que no entiende sus pensamientos, no sabe qué hacer con sus sentimientos y se siente culpable porque vivió toda su vida cumpliendo las expectativas de los demás. Es la historia de ESA PERSONA, lo digo porque si bien la relación que posteriormente va a tener con Namjoon (spoilers de Tiktok jajaja) es importante, no es el eje central de esta historia y posiblemente el final feliz de Hobi no sea a su lado, o tal vez si, a lo que voy es que no se concentren en eso porque pueden terminar decepcionados.

Tuve que empaparme de mucha información de diferentes fuentes ya sean escritas o de personas que pertenecen a esta comunidad, y aún así no sé si habré hecho un buen trabajo, lo menos que busco es herir a alguien, así que si llega a hacer el caso tengan toda la confianza de expresarlo tomando en cuenta de que por mucho que intente plasmar una idea hay cosas que no sé y probablemente nunca llegue a entender al cien por ciento porque no lo he vivido.

Dicho todo esto espero que disfruten está historia.

¡Nos leemos!

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