Epílogo

Narrador Omnisciente:

"UN MES DESPUÉS"


Las cosas habían cambiado bastante en el último mes. Por fin se respiraba paz en la vida de Belinda, Noah, su familia y amigos. Una etapa llena de misterios, suspenso y lágrimas había terminado, dando inicio a otra donde el amor reinaba.

Pero no todos estaban pasando por un buen momento: Christian residía en el interior de la asegurada celda, consciente de que no iba a salir de ahí por arte de magia. Después de varias cirugías y tratamientos, logró superar todos los daños físicos; sin embargo, había algo que seguía doliéndole incesantemente: su consciencia. No se podía perdonar lo que le había hecho a su familia, sabía que estaba mal y que, por más que su madre le dijera que todo quedaría en el pasado, no existía forma de limpiar las manchas oscuras que tapaban los momentos felices de su pasado. Podían perdonarlo muchas personas, pero él no lo hacía, y no hay peor castigo que ser torturado por tu propia mente. Quería enmendar las cosas, lo había intentado todo: pedía disculpas siempre que recibía una visita de sus padres, buscaba motivos para justificar su error, pasaba día y noche convenciéndose de que las cosas se arreglarían y tendría una familia feliz de nuevo. Pero él era realista, y, llegado un punto, confesaba en voz alta que no había solución.

Los padres de Belinda habían retomado los viajes de trabajo. Los señores Hudson se habían adaptado bastante bien al departamento de Cornelia ahora que estaban solos, pues Noah decidió mudarse junto a Bela luego de que se quedara sola nuevamente.

Era sábado y hacía un día hermoso: el sol alumbraba con fuerza, el cielo estaba despejado y en cada rincón, por la cantidad de personas, se notaba que las vacaciones estaban por terminar.

Noah, Belinda, Valeria, Fransisco, Jhon, Poul, Héctor y Mike habían decidido aprovechar para ir a un parque de diversiones. Las atracciones estaban llenas y los niños, jóvenes y hasta adultos, disfrutaban de todo lo que el parque ofrecía.

—De verdad necesito subir a esa montaña rusa —confesó Jhon.

—Lo mismo digo —apoyó Mike, mirando la atracción.

—No sé, chicos. Está un poco... peligrosa —añadió Bela, a la cual le asustaba el tamaño y los interminables giros que daba el carrito a través de las vías.

—¿La chica que ha superado secuestros, acoso y millones de cosas más está asustada? Irónico, ¿no? —bromeó Héctor.

—Tienes razón, pero, después de pasar por tanto, no puedo morir en una montaña rusa. Me quedo aquí —habló Belinda.

—Yo te acompaño —le dijo Noah.

Ambos chicos se sentaron en un banco mientras el resto corría para hacer la fila.

Bela no hacía más que jugar con sus dedos y lanzarle una que otra mirada a su acompañante. Actuaba ansiosa e intranquila.

—Anda, suéltalo —le comentó Noah, el cual ya conocía lo que se escondía detrás de cada actitud y movimiento de su novia.

—De acuerdo —prosiguió ella—. Sé que este no es el momento adecuado, pero... creo que deberías visitar a tu hermano.

El comentario incomodó un poco al ojiazul. Él no había ido a visitar a Christian ni una sola vez, pues le guardaba un gran rencor por todo lo que hizo. Siempre que era posible, evitaba el tema.

—Yo no creo que esté preparado para enfrentarlo. No podría mirarlo a los ojos y comportarme de una manera normal. ¿Qué le voy a decir? ¿Qué se supone que haga cuando lo tenga enfrente? No lo he perdonado, no tengo nada que hacer ahí.

—Y no es necesario que lo perdones, pero deben verse. ¿Sabes cuánto me gustaría poder hablar con mi hermana una vez más? Pero no puedo. Tú sí —dijo Belinda, con un aire de tristeza en su voz.

—Tal vez tengas razón —repondió Noah, después de vacilar por unos segundos.

Ella le dio una sonrisa de boca cerrada y le tomó la mano, él hizo lo mismo.

Belinda dirigió su mirada hacia la fila de la montaña rusa, sus amigos estaban a pocos pasos de entrar.

—Vamos, ya casi nos toca —añadió Bela.

—¿En serio? —preguntó Noah.

—Claro.

Se pusieron de pie y corrieron hasta donde estaban los demás. Todos sonrieron ampliamente en cuanto la pareja llegó.

—Sabía que no me fallarías, despeinada —al parecer Valeria nunca iba a perder la costumbre de insultar a su mejor amiga, aún así, la quería mucho y estaba orgullosa de ella.

Luego de subir a casi todas las atracciones, todos volvieron a su casa.

...

—No sé si esto sea lo correcto —dijo Noah nervioso.

—Solo relájate, todo va a salir bien —le aseguró Belinda.

Noah asintió, le dio un beso a su novia y salió del departamento.

Manejó su Ferrari en dirección a la cárcel. Por el camino iba pensando en qué decirle a su hermano cuando lo viera. Con cada milla recorrida, sentía que se arrepentía de lo que haría. Aunque ya no había vuelta atrás, o sí la había, pero a veces era necesario avanzar y afrontar las cosas.

Llegó y bajó del auto después de estacionarlo. Estaba nervioso, nunca imaginó que ver a Christian le afectaría de esa forma. Entró y pidió la cita en el buró. Un oficial lo guío hasta una habitación en la cual había una mesa y dos sillas, una de ellas estaba ocupada por un hombre de espaldas. Noah caminó, con paso inseguro, hasta quedar frente a su hermano.

Le impactó notar las grandes quemaduras que tenía Christian. Estaba irreconocible. Ninguno de los dos era capaz de articular palabra, como si se tratara de dos extraño. Aunque después de lo sucedido, Noah sentía que no lo conocía.

—Siéntate —Christian rompió el silencio. Su hermano le hizo caso y tomó asiento—. Yo... no sé qué decir, lo siento.

Las lágrimas emergieron de los azules ojos de Christian. No era capaz de sostener la mirada que su hermano menor le lanzaba con tanto odio, rabia, rencor y... tristeza. Porque a pesar de cualquier sentimiento, el de tristeza se hacía más fuerte cuando estaba tan cerca de la persona que destruyó su familia con sus acciones de vanidad y ansias de poder. ¿Acaso el dinero era más importante que sus padres y hermano? ¿Existían motivos capaces de justificar lo que hizo?

—No me das pena, ni tú, ni tus falsas lágrimas —espetó Noah.

—No son falsas, te lo juro. De verdad me arrepiento de cada una de las cosas que hice, pero me he dado cuenta de que no puedo hacer nada al respecto. No habías venido a verme, entiendo por qué. No sé por qué nuestros padres aún lo hacen, no merezco nada, absolutamente nada.

—Tienes razón —afirmó Noah a la vez que ponía sus codos sobre la mesa—. No eres merecedor de un perdón, por eso quiero aclarar que si estoy aquí es simplemente para cerrar este capítulo. Nos hiciste mucho daño y ni siquiera vacilaste. Tú, Martha y todos los demás son unos desgraciados que no merecen nada. ¿Cómo fue que llevaste a nuestra empleada a formar parte de tu plan?

—No la llevé a ningún lugar, ella me llevó a mí —confesó, dejando a Noah con muchas preguntas—. Un día le conté lo que pensaba de ustedes, le dije que yo estaba obligado a trabajar en el negocio familiar, que papá se la pasaba agrediendo a mamá mientras ella actuaba como una sumisa, también le expliqué que tú eras un loco enfermo mentalmente y terminarías igual que nuestro padre. En aquel momento me consideraba el único cuerdo de la familia, y mírame ahora, soy el único que no aprendió a superarse para mejorar —rió con ironía y negó con la cabeza—. Martha me dijo que podíamos hacer algo, buscó una solución que no parecía tan descabellada en aquel momento: robarles todo el dinero e irnos a Francia, mi país favorito. Al principio dudé, pero con cada día que pasaba en esa casa de locos me convencía de que debía huir. Buscamos personas que necesitan dinero, conocidos de ella, conocidos de sus conocidos. Fue así como terminamos de esta manera, ellos muertos y yo aquí. Debería estar muerto, al igual que ellos. ¿Por qué me salvé? ¿Por qué?

Noah estaba asqueado y sorprendido. Trataba de comprender, pero le era imposible. No se puede salir de los problemas causándoselos a otros.

Al notar el silencio, Christian volvió a hablar.

—Cuando decidiste estudiar psicóloga me sentí muy celoso. Tú podías ser un psicólogo, ser lo que te gustaba. Pero yo estaba absorto en un destino del cual no era autor. Sé que son solo palabras, palabras que no arreglarán nada. Simplemente espero que algún día me puedas perdonar, tú y todos los demás, porque sé que nadie lo ha hecho.

—Tal vez algún día —fue lo único que respondió el menor de los hermanos y luego se puso de pie, listo para irse.

—Noah...

—¿Qué? —cuestionó el que estaba en el umbral de la puerta.

—Te quiero.

Noah rió, pero no de felicidad. Se volteó y vió a su hermano de pie, mirándolo con arrepentimiento. Sabía que sus palabras habían sido sinceras en cuanto hizo contacto con sus ojos, pero lo hecho, hecho está.

—Lo hubieras pensado antes. —respondió y se fue.

Volvió al departamento y Belinda lo estaba esperando en el sofá. En cuanto lo vió, se puso de pie.

—¿Cómo te fue? —cuestionó.

—Creo que bien.

—Me alegra mucho.

Belinda se abalanzó sobre él y lo abrazó, estaba muy feliz de que hubiera decidido hablar con su hermano.

—¿Recuerdas que me debes una cita? —reprochó Bela.

Noah recordó la conversación que habían tenido una vez:

Por cierto, deberíamos ir a algún lugar. Hace tiempo no tenemos una cita.

Es verdad. ¿Tienes idea de a dónde ir?

Realmente no.

—Yo tengo una opción —comentó divertida.

Te escucho —indiqué con una sonrisa.

Debemos ir al parque. No se, pero creo que se ha convertido en un buen lugar para mí.

El parque es perfecto.

Por fin había tiempo para ir, sin preocupaciones ni presiones. Simplemente una cita tranquila, como dos personas normales.

—Anda, el coche está aparcado abajo —le dijo él.

—Ni pienses que iré así. Voy a cambiarme —añadió y se dirigió a la habitación.

Pasó un rato hasta que Belinda salió. Se veía realmente increíble: su cabello estaba recogido en una coleta baja sobre su hombro derecho, tenía un maquillaje suave en tonos rosa y un vestido de flores veraniego que llegaba hasta sus rodillas y hacía perfecto juego con los zapatos de tacón cuadrado que usaba.

—Estás hermosa —alagó Noah, mirándola embobado.

—Gracias, Valeria me ha dado algunos consejos bastante interesantes.

—Vamos. —dijo él, extendiendo su mano.

Bajaron las escaleras y subieron al auto. En el camino, Belinda recordó algo: el poema que le había escrito a Noah cuando estaban de camino a Nueva York. Sonrió un poco y su acompañante la miró por un momento, luego volvió su vista a la carretera.

—¿En qué piensas? —preguntó él.

Bela dudó en decirle, solía ser una chica reservada; sin embargo, sentía la confianza suficiente para contarle a Noah.

—Espera a llegar.

—¿En serio? ¿Qué es eso que tienes que decirme? ¿Me propondrás matrimonio?

—¡Noah! —exclamó y ambos comenzaron a reír.

Al llegar, bajaron del auto y notaron que todos los bancos del parque estaban llenos. Al parecer no eran los únicos fanáticos de ese pequeño lugar.

—Ven —comentó Noah, caminando junto a Belinda al césped.

Se sentaron en un lugar apartado de la multitud, debajo de un frondoso árbol. La brisa fresca corría, dando un ambiente romántico.

Belinda sacó su celular y buscó el poema entre las notas. Se lo entregó a Noah, un poco nerviosa. Éste la miro y tomó el móvil. Estaba un poco preocupado, pues el rostro de la chica estaba serio. Comenzó a leer y fue ensanchando su sonrisa a medida que avanzaba. Cuando terminó, levantó la vista y observó a Bela, la cual estaba roja como la alfombra de una premiación.

—Es muy bonito, me ha encantado —le dijo, ahuecando su mejilla con el pulgar.

—No sabía si mostrártelo, me daba un poco de vergüenza —confesó bajando la vista.

Noah volvió a sonreír, le parecía muy gracioso el hecho de que su novia se pusiera tan nerviosa y tímida en ocasiones.

—No debes avergonzarte, en realidad me gustó mucho. Casi tanto como tú —prosiguió él.

Conectaron sus miradas e instintivamente dejaron ver una tierna sonrisa, como dos niños que se enamoran por primera vez. Se acercaron lentamente y se sumieron en un delicado beso lleno de sentimientos, uno que transmitía tranquilidad y mucho amor.

Después de pasar por tantas cosas, se dieron cuenta de que no existe una vida perfecta, existen momentos perfectos. Momentos que te sacan una sonrisa de vez en cuando y llenan los espacios vacíos en el corazón.

Juntos superaron cosas muy difíciles, y juntos superarían todo lo que el incierto futuro les tuviera preparado. Pero, por alguna razón, sentían que lo peor había pasado y que únicamente llegarían cosas mejores.

Estaba anocheciendo y ellos ni siquiera lo habían notado. Es increíble lo rápido que pasa el tiempo en compañía de la persona adecuada.

—Creo que deberíamos irnos —dijo Noah, mirando hacia donde el sol comenzaba a ocultarse.

—De acuerdo.

Se pusieron de pie y caminaron hasta el Ferrari. Noah abrió la puerta del conductor y estaba a punto de entrar cuando lo jalaron del brazo.

Belinda lo miraba con una expresión indescifrable en su ojos café.

—Yo manejo —añadió ella sonriendo complacida. El chico, en cambio, estaba un poco extrañado.

Subieron al auto y Bela sujetó el volante con ambas manos, luego de ponerse el cinturón.

—¿Segura? —interrogó él.

—Más que nunca —respondió ella.

Comenzaron a avanzar, demostrando así que las cosas son posibles siempre y cuando existan las ganas necesarias para seguir adelante sin perder de vista el destino.

"Alguien en quien confiar"
Rosaine Díaz Martell
2020-2021

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top