Capítulo 5
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Belinda
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Un disparo...
A los pocos minutos de cerrar la puerta, escuché un disparo.
Sin pensarlo dos veces, salí corriendo fuera de la casa. Elena intentó detenerme, pero no le hice el más mínimo caso.
Lo que vi me dejó paralizada: Noah estaba tirado en el suelo, frente a su coche. Inmediatamente, fui a donde éste se encontraba mientras le pedía a mi vecina que llamara a una ambulancia.
—¿Qué te sucedió? —le pregunté desesperada a Noah, el cual estaba empapado en sangre debido a la bala que yacía cerca de su estómago.
—Fue él... fue... —sus ojos comenzaron a cerrarse lentamente.
—¡Despierta! —grité desesperada.
—La ayuda viene en camino —informó Elena.
En breve, una ambulancia estaba llevando el cuerpo inconsciente de Noah hacia el hospital. Nerviosa y llorando, subí con él, no podía dejarlo solo en esto.
Un celular comenzó a sonar y me pude dar cuenta enseguida de que era el de Noah. Al parecer su madre.
—¿Hola? —contesté con la voz temblorosa.
—Perdón, ¿quién habla? —dijo la señora Hudson del otro lado del teléfono.
—Soy Belinda, su hijo está siendo trasladado al hospital, ha recibido un disparo.
—¡No puede ser! —respondió y comenzó a llorar frenéticamente.
Luego de informarle en qué hospital nos encontraríamos, finalicé la llamada.
Pronto nos encontrábamos en la sala de espera. Christian y sus padres tardaron quince minutos en llegar. Todos guardábamos silencio, el tiempo transcurría más lento de lo normal.
No paraba de pensar en lo que había pasado. Estábamos viviendo un infierno del cual no encontrábamos la salida.
...
—¿Familiares de Noah Hudson? —preguntó una doctora de aproximadamente cincuenta años.
—Sí, somos nosotros —respondió Billie, la madre de Noah.
—Siento decirles que su hijo no ha sobrevivido a la operación, la bala fue más profunda de lo que esperábamos...
Y en ese preciso momento todo a mi alrededor dejó de existir, no podía creer lo que escuchaba. Eso simplemente no podía ser cierto.
Noah había muerto.
¿Qué sucedería ahora?
Era la segunda muerte en los últimos días. Esto se estaba saliendo de control.
—Belinda, despierta —Christian estaba parado frente a mí.
—¡¿Ha muerto?! ¡No! —me levanté sobresaltada del incómodo asiento.
—Estabas soñando, relájate.
Suspiré con tranquilidad, había tenido un día agotador y mi cuerpo comenzaba a expresarlo.
—Voy a la cafetería, ¿quieren algo? —pregunté a mis tres acompañantes.
—Un café para todos —dijo esta vez el papá de Noah, el cual había permanecido en silencio absoluto.
Bajé en busca del café. Creo que lo íbamos a necesitar de verdad. Esta noche nadie tenía planeado dormir.
—Cuatro cafés, por favor —pedí amablemente a la dependienta.
—Enseguida.
Me senté en una mesa a esperar mi pedido cuando mi teléfono comenzó a sonar. Mi corazón empezó a latir con más fuerza de la normal, temía de quién podía ser la llamada. Por suerte, al mirar la pantalla de mi celular, ví que era mi madre.
—Hola, mamá —dije con voz soñolienta.
—Me enteré de todo, hija, Elena me contó. ¿Cómo está tu amigo?
—No lo sé, espero que se ponga bien —al terminar de decir eso, una lágrima bajó por mi mejilla hasta morir en mi boca.
—Ya verás como todo mejorará, cariño. La próxima semana tu padre y yo iremos.
—Eso es fantástico. Tengo que colgar, luego hablamos —me despedí para buscar los cafés y llevarlos arriba.
Ya habían pasado dos horas y aún no daban noticias. Intentamos preguntar cada vez que alguien salía de la sala, pero no daban respuesta. Odiaba tener esa incertidumbre en una situación tan delicada como la que experimentábamos. Cuando más respuestas necesitábamos, más dudas nos provocaban.
Recibí varios mensajes de Valeria y Francisco, también estaban muy preocupados.
—¿Familiares de Noah Hudson? —preguntó un doctor.
¿Era idea mía o ya había escuchado eso?
—Aquí —dijo Christian y todos nos pusimos de pie, expectantes.
—El paciente se encuentra estable, aún no despierta, pero pronto lo hará. Les avisaré cuando pueda recibir visita —concluyó para después marcharse.
Sentí un gran alivio al saber que estaba bien. Noah, en muy poco tiempo, se había convertido en alguien especial para mí y no podría soportar que le pasara algo. Por fin comenzaba a conocer mejor al chico que siempre había captado mi atención y no estaba preparada para perderlo.
—Puedes irte si quieres, es tarde —me dijo Billie.
—No se preocupe, quiero estar aquí —respondí con una sonrisa triste en mis labios.
—Eres muy buena chica, Noah es afortunado de tenerte como amiga —volvió a hablar Billie para luego marcharse.
Y yo soy muy afortunada de tenerlo también.
Vi a Christian sentado mientas hacía algo en el celular, parecía aburrido, por lo que fui a hacerle compañía.
—¿Cómo estás? —pregunté, tomando asiento a su lado. Noah y él eran bastante cercanos por lo que había visto, seguramente fue muy duro saber lo que había pasado.
—Un poco más relajado, no sabes cuánto me alegra que mi hermano se encuentre bien.
—Con permiso, ya pueden pasar a ver a Noah —comunicó una doctora—, preferiría que entraran de uno en uno.
Primero fueron los padres: Billie y seguidamente Edward. Ahora estaba esperando a que Christian saliera para pasar yo. Estaba nerviosa y ansiosa a la vez por verlo.
—Belinda, es tu turno —dijo el hermano de Noah al salir del salón.
Caminé lo más rápido posible y llegué en instantes a donde mi amigo descansaba.
—Hola, ¿cómo estás? —pregunté en tono bajo mientras me acercaba lentamente a la camilla.
—Hecho mierda —esbozó una sonrisa que terminó por convertirse en una mueca de dolor.
—Sé que no debería hacerte esta pregunta, pero... ¿recuerdas qué pasó? —necesitaba saber cada detalle, el causante de esto era posiblemente el mismo que me estaba acosando.
—Lo siento, Bela, pero lo único que sé es que salí de tu casa y... luego... creo que... tal vez un... —comenzó a ponerse nervioso.
—Tranquilo, no pasa nada —intenté relajarlo.
Sus ojos me miraron fijamente y sentí una punzada en mi pecho, era como si tuvieran electricidad. Al parecer quería decir algo, mas no salían las palabras de su boca.
—Quería disculparme por todo: por el secuestro, por ignorarte. Creo que te he traído bastantes complicaciones —dijo finalmente.
—Oye, nada ha sido tu culpa —me acerqué un poco más, fijando mi mirada en sus hermosos ojos azules, los cuales estaban más apagados de lo normal.
—Claro que sí, no debí haberte llevado en mi coche. Sé que eso no lo puedo arreglar, pero al menos me gustaría que comenzáramos a hablar más.
Luego de escuchar eso, algo dentro de mí se encendió de felicidad. Él, Noah Hudson, la persona a la que no podía dejar de mirar por los pasillos, estaba interesado en hablar más conmigo. No quería exagerar, yo no estaba enamorada de él, pero sentía algo. Siempre lo había sentido.
—Eso estaría perfecto —respondí verdaderamente entusiasmada. Me alegraba que él hubiera decidido por fin acercarse más a mí.
—Es muy tarde, ve a dormir, has estado aquí por bastante tiempo —dijo mientras acariciaba un mechón de mi cabello, algo que se sentía demaciado bien.
—Sí, no quiero tardar mucho, Elena debe estar esperándome —hablé mientras comenzaba a marcharme—. Nos vemos —cerré la puerta.
—¡Espera! —escuché a Noah del otro lado.
—¿Si? —pregunté, volviendo adentro.
—Por favor, dile a mi hermano que te lleve, no quiero que te suceda nada.
—Seguro, adiós —me fui, esta vez definitivamente.
Mientras caminaba hacia la sala de espera, no pude evitar pensar en el muchacho que acababa de dejar atrás; estaba diferente, ya no lo sentía tan distante como antes. Su forma de hablar, de mirarme, el modo en el que acarició mi cabello. Temía que al salir del hospital volviera a ser el chico frío y reservado de siempre.
—Christian, tu hermano pidió que me llevarás a casa, pero si no puedes no hay problema, tomaré un taxi —dije cuando llegué.
—Vamos, será un placer llevarte —habló Chris, tomando las llaves de su auto.
En el trayecto a mi casa, el silencio reinaba en el ambiente, hasta que decidí romper el hielo.
—¿Estudias? —fue lo primero que se me ocurrió.
—Terminé la universidad, estudié lengua francesa —dijo con una sonrisa orgullosa.
—Me parece muy bien. ¿Por qué francés?
—Nada específico, simplemente me atrajo. Y aquí está tu casa.
—Gracias, nos vemos —me despedí.
—Hasta pronto —habló Christian, poniendo su auto nuevamente en marcha.
...
Me quedé dormida en el instante que cerré los ojos, por suerte no tuve más pesadillas, había quedado bastante traumada con la de Noah.
Me desperté con un mensaje de Héctor.
"Buenos días, ¿quieres ir a tomar algo?"
Apreciaba la invitación de mi viejo amigo, tal vez salir un rato me ayudaría a despejar mi mente del desastre en el que se había transformado mi vida.
Respondí su mensaje afirmativamente y quedamos en vernos en la cafetería más cercana. Me arreglé un poco y me dispuse a salir.
—Elena, voy a salir, gracias por dejar que me quedara.
—Cuando quieras —respondió desde la cocina.
Me fui de casa de mi vecina y comencé a caminar hacia el lugar acordado, no era muy cerca, pero prefería caminar.
Las calles estaban bastante llenas, algo que me reconfortaba: no quería ir sola por un lugar vacío, mucho menos luego de las malas experiencias.
Llegué en menos tiempo del imaginado. Abrí la puerta y me adentré en el cálido lugar, en el cual había un delicioso olor a café. Héctor se encontraba en una mesa tomando un batido.
—Aquí estoy —dije con una sonrisa.
—Has llegado tres minutos tarde, eso no me gusta, habrá consecuencias —toda mi piel se erizó al escuchar eso. Sus palabras coincidían con dos de los mensajes que me envió mi acosador.
Me quedé parada delante de él, no podía moverme.
—Belinda, siéntate, ¿qué sucede? —preguntó Héctor—. Anda, yo no te voy a matar —dijo riendo.
—Perdón, pero recordé algo muy importante. Después hablamos.
Salí de ese lugar lo más rápido posible, necesitaba estar tranquila. Era verdad que me estaba comportando como una paranoica, me había obsesionado con todos los sucesos de mi vida y ahora estaba dejando a uno de mis amigos más confiables atrás, como si de un psicópata se tratara.
La casa de Valeria quedaba muy cerca, por lo que decidí visitarla.
Mi celular recibió una notificación, un mensaje estaba en la barra de notificaciones. De nuevo el número privado. No quería saber que decía; aun así, presioné el mensaje y lo leí completamente asustada.
"Lo que hiciste hoy fue muy feo. ¿Quién deja tirado a un amigo de esa forma?"
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