Capítulo 4

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Noah
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Faltaban dos horas para salir de la escuela y Belinda no había llegado, no sé por qué me preocupaba tanto, a cualquiera se le podía presentar un problema. Tal vez estaba enferma, tal vez tenía planes importantes, tal vez... debería preguntarle a uno de sus amigos.

Francisco se encontraba sentado escribiendo algo en un cuaderno, me acerqué un poco, apenado. Toda la semana me había dedicado a ignorar a Bela y ahora iba a preguntar por ella. Comencé a caminar en dirección al moreno para investigar.

—¿Qué tal, Francisco?

—Hola, ¿qué necesitas? Ando un poco retrasado con los deberes.

Me rasqué la cabeza sin saber cómo proseguir.

—Sólo quería preguntarte por Belinda, hoy no la he visto.

—Pues le envió un mensaje a Valeria, al parecer le surgió un imprevisto —dijo Fran sin levantar la vista de su cuaderno.

—¿Imprevisto? —pregunté.

—No lo sé, me parece extraño.

El chico me miró y pude ver la preocupación en su mirada. Dejó a un lado lo que tenía y me prestó más atención.

—¿Crees que le sucedió algo malo? —cuestioné.

—Espero que no.

Decidí dejar a Francisco para que continuara con lo suyo, no quería causarle más molestias.

—Bueno, nos vemos —me despedí.

La clase de ciencias estaba a punto de comenzar, era una de las asignaturas que más odiaba, también odiaba a la profesora que la impartía; en fin, iba a ser un largo día.

Caminé por los pasillos en busca de mis amigos, pero a quien encontré fue a Andy. Si alguien pensaba que yo era raro, definitivamente no conocía a este chico. Se rumoreaba que fue dado en adopción a los pocos meses de nacido, desde ese entonces, había pasado por familias de acogida de todo tipo; aunque todas terminaban haciendo lo mismo que sus padres verdaderos: abandonándolo.

—Andy, ¿has visto a Jhon o a Poul?

—No he visto a nadie, ¿algo más?

—Eso es todo —hablar con él era lo peor del mundo, no existía la manera de entablar conversación. A mí no me importaba mucho, pues no estaba interesado en relacionarme con más personas de las que ya lo hacía.

Faltaban exactamente cinco minutos para el inicio de la clase, así que me dirigí al salón.

Cuando sonó la campana que daba fin al turno, todos nos dirigimos a la salida. Estaba en el umbral de la puerta cuando me llamaron.

—Noah, me gustaría hablar contigo —dijo la señorita Margareth, la profesora.

—Claro —agregué con tono cansado.

Caminé unos pasos hasta estar frente a ella y me crucé de brazos, esperando para escuchar sus siguientes palabras.

—No te he visto del todo presente hoy, ¿algo que quieras compartir?

—Tengo cosas en mi cabeza, eso es todo. ¿Me puedo ir? —pregunté realmente agobiado.

Era verdad que no había estado centrado en la clase. Mi mente estaba lo suficientemente ocupada con Belinda como para prestar atención a las ciencias. Ni siquiera sabía qué me pasaba, no debería distraerme así por ella, pero no podía evitarlo.

—Sí, pero en la próxima quiero que prestes atención, ni siquiera terminaste el trabajo.

—Así será.

Me despedí y luego salí del aula.

...

Estaba acostado en mi cama escuchando música. Someone You Loved de Lewis Capaldi era una canción que me relajaba y entristecía al mismo tiempo. Un mensaje llegó a mi celular, interrumpiendo mis pensamientos.

"Me dijo Francisco que preguntaste por mí, ya sé que no quieres que te escriba, pero mencionó que lucías preocupado y tal vez quieres saber lo que me sucede."

Era Belinda, después de todo lo que le dije y lo mal que la traté, ella tenía la confianza de contarme lo que le había pasado. Comencé a escribir una respuesta, pero lo pensé mejor y guardé nuevamente el móvil.

Tomé las llaves de mi auto en un impulso y me dirigí a él.

—¿A dónde vas? —Christian, como siempre, metiéndose en todo. Ignoré su pregunta y seguí mi camino.

Cuando estuve dentro del coche, me dirigí a la casa de Belinda. Al llegar, me estacioné y comencé a subir las escaleras. Mi cerebro empezó a funcionar en cuanto toqué su puerta. ¿Por qué estaba ahí? No era tiempo de arrepentirse.

—¿Quién es? —escuché la voz de Belinda del otro lado.

—Soy Noah —la puerta se abrió al instante.

—¿Qué haces aquí? —preguntó sorprendida.

Estaba usando un pijama de color morado y unas chanclas blancas. Sus ojos estaban hinchados, por lo que supuse que había estado llorando.

—Dijiste que me contarás lo que te sucedió —proseguí.

—Pero no respondiste mi mensaje, pensé que no te importaba.

—Claro que me importa —dije rápidamente, arrepintiéndome al instante. Era obvio que Belinda sentía algo por mí y no quería hacerle ilusiones. Siempre notaba que me estaba observando en la escuela, y cuando yo le devolvía la mirada, apartaba la vista, sonrojada—. Eres una compañera de clases, todos mis compañeros me importan —arreglé.

—Oh, claro —algo de tristeza se notaba en su voz—, deberías entrar.

Al llegar al interior de su departamento, pude ver un terrible desorden: los muebles estaban desubicados, adornos se encontraban en el suelo y varios cuadros estaban de lado.

—Perdón, la policía revolcó todo —comentó mientras recogía un poco.

—¿Policía? —no estaba entendiendo nada.

Nos sentamos en el sofá y Bela me contó con detalle todo lo que le había sucedido, era algo espantoso lo que le estaba pasando. ¿Quién podía hacerle eso?

—Tal vez es alguien del secuestro —le dije.

—No lo sé, de todas formas, no podemos hablar de lo sucedido.

—Hay que hacerlo.

—Dijeron que te secuestrarán nuevamente, también a tu hermano. No le podemos avisar a las autoridades.

Me asustaba lo que aquellas personas pudieran hacerle a mi familia o a mí, pero no podía permitir que comenzaran a perturbar a Belinda. Aún me sentía responsable por lo que ella pasó conmigo, tenía que ayudar de alguna manera.

—No importa, tendré precauciones. Por cierto, nunca hablamos de lo que te hicieron —después de lo del secuestro, traté de alejarme de Belinda para no traerle más problemas, por lo que nunca supe lo que le pasó realmente cuando se la llevaron.

—No llegaron a hacerme nada, sólo me golpearon y humillaron, pero ya no importa. Creo que lo que me sucede ahora es mucho peor.

—Mañana iremos a la comisaría —dije con seguridad.

—Hay escuela, yo no tengo planeado ir esta semana, pero tú no deberías faltar.

—Un día sin ir no hará la diferencia, créeme, he faltado a la escuela por cosas estúpidas. Esta es una situación realmente importante.

—Bueno, está bien —comentó Bela, colocando un mechón de cabello detrás de su oreja.

—Entonces nos vemos ahí a las nueve de la mañana, ¿te parece? —propuse.

—¿Nos vemos? —la voz de mi acompañante se notaba nerviosa.

De un momento a otro, estaba completamente diferente, como si le hubiera dicho lo peor del mundo.

—Sí, tienes auto, ¿cierto?

—Sí, pero... preferiría que pasaras por mí —sonaba cada vez más tensa.

—Está bien, aquí estaré. Bueno, creo que me debería ir.

—No —me detuvo—. Si quieres te puedes quedar un rato más.

Es verdad que había decidido alejarme, pero no podía simplemente dejarla mientras se sentía tan vulnerable. Ella estaba confiando en mí, pidiendo mi ayuda en una situación que no era para nada afortunada.

—Como quieras —la verdad no tenía planes, así que no había problemas en permanecer ahí.

—¿Te gusta Supernatural? —preguntó Bela, entusiasmada.

—¿Bromeas? Es mi serie favorita.

Pasamos aproximadamente tres horas viendo Supernatural, charlando y conociéndonos. Tuve la oportunidad de saber más cosas acerca de su vida, era una persona un poco reservada; sin embargo, cuando decidía abrirse con algún tema, lo hacía de corazón.

Todo estaba bien, hasta que un grupo de mensajes llegó al celular de Bela, el sonido de las notificaciones era imparable. Ella pausó la serie y cogió el móvil. Su rostro se transformó de un momento a otro.

—Es él —comentó para luego lanzar su teléfono a la pared.

—¿Qué sucede? No hagas eso —dije, recogiendo el celular del suelo.

Una gran cantidad de mensajes de un número privado se veían a través de la recientemente rota pantalla.

"Veo que tienes compañía"

"Eso no me gusta"

"Quiero que se vaya"

"Habrá consecuencias"

—¿Por qué me pasa esto a mí? —habló Belinda, entre lágrimas—. Lo mejor es que te vayas, me quedaré en casa de mi vecina.

Sentía la necesidad de darle un abrazo y hacerle saber que todo estaría bien, mas intenté contenerme y reprimir mis impulsos.

—Te acompaño —fue lo único que dije.

Bela se cambió de ropa y nos dirigimos a casa de Elena, en la cual pasaría la noche. Luego de dejarla y despedirnos, caminé hacia mi auto. Un chico estaba cómodamente apoyado en él. Pude reconocerlo al instante que me acerqué.

—¿Qué haces aquí? —pregunté confuso.

—Soy yo, Noah. Soy el que le ha estado enviando las cosas a Bela. Tú no eras parte de mis planes, pero te estás metiendo en donde no te llaman. Dime, ¿estás enamorado de ella? Porque de ser así, estás perdiendo el tiempo.

No lo podía creer, me balanceé sobre él; iba a golpearlo hasta que muriera, pero de pronto todo se detuvo.

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