Capítulo 38

Noah:

Regresamos muy cansados del viaje. Aún no podíamos creer que nuestra casa hubiera sido incendiada mientras estábamos ausentes. Todavía no sabíamos dónde quedarnos, pues cada vez quedaba menos dinero y con el poco que teníamos no era suficiente para un hotel o alquilarnos en alguna casa.

—Sabes que se pueden quedar aquí —dijo Belinda.

—No, pero gracias. Somos cuatro y en tu depa no vamos a caber —respondí.

Todos estábamos en la pequeña sala del departamento de los Regins buscando alguna solución al problema que nos había llegado de un momento a otro.

—Tal vez tenga la solución —añadió la mamá de Bela—. Tengo una amiga que alquila un departamento, no es muy espacioso, pero al menos podrán estar ahí durante unos días. Hablaré con ella y a lo mejor rebaje los precios por su situación.

—Muchas gracias, señora. Nos haría un gran favor —comentó mi papá.

La mujer se alejó con el celular y comenzó a hablar algo que no podíamos entender muy bien. Pasaron unos minutos y regresó.

—Dice que puede ajustar un precio considerable, anotaré su dirección aquí —añadió y empezó a escribir en una hoja.

—Maravilloso —dijo Chris.

...

Llegamos a una casa amarilla con una decoración muy colorida: flores de diferentes formas y tamaños adornaban el jardín, pequeñas estatuas de gnomos y flamencos estaban por todas partes y una pequeña fuente. Se veía que la persona que ahí residía era, al igual que su hogar, alguien muy alegre.

Di unos toques en la puerta y abrió una señora de unos cincuenta años, un poco obesa y con baja estatura. Sonrió  ampliamente y limpió sus grasientas manos en el delantal.

—Ustedes deben ser los Hudson, la noticia del incendio corrió terriblemente rápido. Esta es la llave del departamento, es el de al lado —habló con simpatía.

—En cuanto al precio...

—No se preocupe, lo hablamos luego —le contestó a mi madre antes de que pudiera terminar—. Mi nombre es Cornelia, si les hace falta algo, me avisan.

Nos despedimos y entramos al que sería nuestro nuevo hogar, al menos temporalmente. La verdad es que era un lugar muy poco espacioso, y aunque todos cabíamos, era difícil adaptarse ya que toda nuestra vida la pasamos en una mansión.

—Voy a extrañar la sala de juegos —comentó Christian—. Ya no podré darte una paliza, Nohita.

Reí y comenzamos a instalarnos. Por suerte teníamos bastantes cosas del viaje. En cuanto terminamos, fui a ver la televisión, salíamos en las noticias.

"La increíble mansión Hudson ha sido incendiada en ausencia de sus residentes."

—Genial, ahora somos más famosos —dijo mi hermano—. Voy a salir, este espacio tan reducido me empieza a dar claustrofobia- bromeó y se largó.

Las horas pasaban y mi aburrimiento aumentaba cada vez más. Christian todavía no llegaba, por lo que era más difícil para mí estar ahí. Entré a la habitación que compartía con mi hermano y me tiré en la pequeña e incómoda cama. Saqué mi celular del bolsillo e inicié una videollamada grupal con Jhon y Poul, hacía bastante tiempo que no veía sus rostros.

—Hey, brodijo Jhon con asento de maleante.

—Había olvidado lo estresante que eres —comenté—. ¿Por qué Poul no habrá contestado a la llamada?

—No lo sé, ese anda raro últimamente. Puede que esté enamorado, o simplemente se introdujo en el negocio de las drogas- añadió y empezó a reír.

Intenté mantenerme serio, pero era imposible hacer eso cuando el inmaduro de mi compañero estaba presente.

—Por cierto, es horrible lo que le pasó a tu casa- volvió a hablar, esta vez más serio.

—Ya sé.

Me levanté de la cama, me acerqué a la ventana y la abrí para que entrara un poco de fresco. Hacía bastante calor en ese lugar. Volví a sentarme sobre el colchón y bajé la mirada. En el suelo había una tarjeta azul con un avión plasmado en ella. Me agaché para cogerla y leí lo que decía.

"AGENCIA ROBINSON: VIAJES EN AVIÓN PRIVADO"

La Agencia Robinson era bastante útil para mi familia. Mi padre daba muchos viajes y siempre recurría a los aviones privados para ello, pues le gustaba mantener las cosas alejadas de los medios públicos.

—¿Noah? —escuché la voz de Jhon.

—Perdón, me distraje. Iré a dar un paseo, nos vemos luego.

Colgué y fui hasta la puerta de salida, la abrí y apareció frente a mí Cornelia. Traía muchos recipientes con comida que se veía deliciosa.

—Mira lo que les traje —dijo sonriente.

—Gracias, es usted muy amable. No era necesario.

—Claro que sí, desde que vivo sola me dedico a cocinar, ya sea para mí o para los vecinos.

Mi madre se incorporó en la escena y ayudó a entrar la comida.

—Debería quedarse y hacernos compañía, esto es mucho para nosotros cuatro —comentó mi mamá.

—¿Sabes dónde está Christian? —pregunté.

—No, hijo, deberías llamarlo.

Volví a sacar mi teléfono y lo llamé, pero al parecer lo había apagado o se le había agotado la batería.

Decidí salir a buscarlo, a lo mejor no había ido tan lejos.

—Lo iré a buscar —avisé y salí.

Ya había oscurecido, por suerte las calles estaban alumbradas por los segadores focos de luz. No era un barrio totalmente conocido, por lo que iba con cuidado de no perderme.

Luego de recorrer un buen tramo, decidí que era mejor regresar. Me dolían los pies, y todo había sido en vano.

Debí haber traído el auto.

Una notificación de mensaje me llegó al celular, lo revisé y me di cuenta de que era Christian. Me había enviado un mensaje realmente raro, no entendía a qué se refería. Simplemente ponía: "Llegó." Seguro se equivocó al escribir, así que volví a la casa con el pensamiento de que él había hecho lo mismo.

Al llegar, encontré a mis padres sentados a la mesa, ambos mirándose de una forma extraña. Me uni a ellos, sentándome en un asiento vacío.

—¿Competencia de miradas? —bromeé, aunque, según sus expresiones, ellos no estaban para juegos— ¿Todo bien? ¿Ya llegó mi hermano?

—No, tu hermano no ha llegado. Pero sí nos llegaron unos mensajes de él —habló mi papá y me mostró su celular para que comprobara sus palabras.

"A su fin."

—¿Qué quiere decir eso? A mí también me puso algo extraño —añadí.

—Esto es lo que dice el mío: "El juego." —intervino mi mamá.

Por un momento llegué a pensar que Christian se había vuelto completamente loco, pero después organicé todo.

—El juego llegó a su fin —murmuré con la vista fija en la mesa. Así me mantuve unos segundos, hasta que decidí mostrarles mi mensaje a mis padres.

Ellos se miraron y encajaron las piezas del rompecabezas. Fue fácil encajar las primeras fichas, pero había algo más, detrás de todo eso, que no estábamos entendiendo.

Mi mente dejó de funcionar, y cuando lo volvió a hacer, pude ver algo muy claro: fue él.

—Él es el que nos estuvo robando —dije sin rodeos, alternando la vista entre mi madre y mi padre.

—¿Qué dices, Noah? Sabes que tu hermano es un bromista, seguro se está divirtiendo ahora mismo —defendió ella.

—Sí, se está divirtiendo, porque ya logró lo que quería —solté alterado.

—¡No voy a permitir que digas eso de tu propio hermano! —vociferó mi mamá.

—¡Pero él lo hizo! —espeté poniéndome de pie.

—¡Ya cállense! —interrumpió mi papá— Sea o no el culpable, estamos perdiendo mucho tiempo aquí, discutiendo.

Guardamos silencio, pues él tenía razón. No podíamos estar un cien porciento seguros, realmente esperaba que fuera una equivocación, pero algo dentro de mí me decía que no estaba en lo incorrecto.

Alguien dió unos toques en la puerta y me precipité a abrir con la esperanza de que fuera Christian.

Abrí y, por primera vez, odié que fuera Belinda. Se veía feliz y traía algo en la mano.

—He traído unas películas, podemos hacer noche de cine —comentó.

—No va a ser necesario, pues nosotros ya parecemos parte de un set de grabación —respondí.

—No parece alegrarte mi visita, ¿quieres hablar de eso?

—No eres tú, simplemente estamos en un momento... difícil. Mi hermano puede ser quien nos estaba robando —le expliqué y quedó anonadada—. Pasa.

Le explicamos a Bela lo que había sucedido y ella se veía incrédula. No entendía como su cuñado podía hacerle algo así a su propia familia, nosotros tampoco entendíamos.

—¿Dónde puede estar? Espero que no sea tarde para detenerlo —dijo mi padre.

—Se debe haber ido lejos, a un lugar donde no lo encontremos, a... —me detuve en cuanto una idea totalmente terrible se cruzó por mi cabeza. Si estaba en lo correcto, sería casi imposible hallarlo.

—¿En qué piensas? —cuestionó Belinda.

—La tarjeta, había una tarjeta en el suelo de nuestra habitación, era de la Agencia Robinson.

—¿Es de viajes, verdad? —interrogó mi novia.

—Sí —respondí.

Mi mamá se puso a llorar al darse cuenta de que la situación podía ser más real que ficticia. No sabía a dónde se podía ir Christian. La agencia era conocida por dar viajes a todas partes, dentro o fuera del país, por lo que las opciones eran más que múltiples.

—Francia —expuso Belinda—. Estoy casi segura de se fue a Francia. Un día estábamos en el auto y él me dijo que ese país le gustaba y queria ir.

—No podemos seguir hablando en el sofá como si fuera una noche normal. Hay que ir a buscarlo —dijo mi papá rápidamente.

Salimos y subimos a mi auto. En los asientos delanteros íbamos mi padre y yo, en los traseros, Bela y mi madre. Conduje peligrosamente rápido, saltándome semáforos con luz roja y esquivando otros vehículos que se interponían en mi camino. Mis manos agarraban el volante más fuerte de lo normal, incluso podía ver las venas sobresalir. No tenía miedo, sino rabia. Mi hermano era de los pocos apoyos que tuve cuando mi vida era un desastre, siempre me sacaba una sonrisa y hacía de mí alguien mejor. Sabía que me estaban hablando, pero, cegado por la molestia, ignoré todos los comentarios.

Frené bruscamente provocando un chillido de las llantas del auto. Todos nos bajamos y nos introducimos en la extensa zona de vuelo, donde el viento soplaba más fuerte.

A lo lejos vi un avión no muy grande. Corrí, con los demás pisándome los talones. Cuando estuve más cerca, noté a unas personas subiendo equipaje, no distinguía bien los rostros, pero de seguro uno era Christian.

La sirena de la policía comenzó a sonar muy cerca. Volteé y ví millones de carros patrulla. No entendía de dónde habían salido, tampoco me importaba. Solo tenía una cosa en mente y era acabar con el desgraciado de mi hermano.

Por fin estuve a centímetros de las personas que parecían nerviosas y apuradas debido a la policía. Nadie me hacía caso, como si fuera un fantasma. Los rostros no se me hacían familiares, por lo que pensé que tal vez nos habíamos equivocado o habíamos llegado tarde.

Miré hacia atrás y me di cuenta de que todos con los que había venido estaban demasiado lejos y llamándome. Un oficial me pidió, a través del megáfono, que me apartara del avión.

Cuando caminé hacia ellos, sentí algo en la parte de atrás de mi cabeza. Voltee lentamente, pues sabía de qué se trataba.

—Hola, Nohita —saludó mi hermano, el cual me apuntaba con una pistola.

Me quedé en silencio, procesando lo que sucedía a mi alrededor y la situación en la que me encontraba.

—Ahora es cuando dices: "Hola, Christi Chris" —volvió a hablar.

—Te vas a arrepentir. Ya no tienes salida, la policía está aquí. Tú y tus cómplices van a ir presos —le dije.

—No lo creo. Verás, yo soy una persona inteligente y no me podrán derrotar, ¿entiendes? Soy invencible. Estoy donde debería, y tú no lo puedes impedir, ni tú, ni la manada de inútiles que trajiste —su seguridad me daba un poco de miedo, parecía convencido de lo que haría.

—Baje el arma —escuché a uno de los oficiales—. Repito, baje el arma.

Christian soltó una risa cínica y, de un momento a otro, me volteó y sujetó fuertemente, con la pistola en mi sien.

Vi como mi mamá corría y le arrebataba el megáfono al policía.

—Christian, cariño, se que te están obligando a hacer esto. No tengas miedo, ya nadie te puede hacer daño, suelta a tu hermano —dijo entre lágrimas.

—¿Escuchas eso? Suena a desesperación y sufrimiento —susurró en mi oído.

Christian comenzó a caminar conmigo hacía el interior del avión. Con cada paso que daba, sentía que el final estaba más cerca. Algunos policías comenzaron a caminar lentamente hacia nosotros.

—¡No se acerquen o lo mato! —gritó mi hermano.

—Chris...

—Cállate, imbécil —me interrumpió.

Subimos los escalones hasta estar en el interior del avión. Pude ver como tres de las personas que más amaba, se hacían pequeñas a medida que me alejaba, y otra me apuntaba con un arma, dispuesto a matarme.

—¡Vamos, rápido! —ordenó Christian.

La puerta se cerró y Christian guardó el arma para agarrarse y no caer. Sentí que nos poníamos en movimiento y, de pronto, estaba volando por los aires. Pensaba que íbamos a caer. Miré atrás y ví a las personas que trabajaban para mi hermano, todos eran repugnantes.

—¿Qué demonios? —dije por lo bajo al ver algo que me sorprendió.

Martha estaba cómodamente sentada en un asiento con su cinturón puesto y una emocionada sonrisa. Me miraba a los ojos sin vergüenza alguna, como si nunca hubiera trabajado en mi casa, como si nunca hubiera vivido del sueldo que mi familia le pagaba.

Mi hermano me soltó y tomó asiento. Me miró y palmeó al lado de él para que también me sentara.

Tenía que salir de ahí de alguna forma. Aún no estábamos muy lejos del suelo, así que abrí la puerta en un acto desesperado y miré abajo. Estaba más alto de lo que creía, pero tampoco a una altura exagerada.

Me sentí mareado, oía que todos me decían que cerrara, pero ya no sabía bien lo que hacía. Cerré los ojos y caí inconscientemente.

Sentí un dolor extremo y solo sabía que había impactado en el piso. Caí sobre mis rodillas y brazos, así que el dolor era más fuerte ahí. Gracias a eso  el golpe en mi cabeza no fue tan fuerte, aunque dolía bastante.

Mi familia se acercó a mí, todos estaban muy afectados. Pronto llegaron los paramédicos y me ayudaron hasta llevarme a la ambulancia.

...

Abrí los ojos y me encandilé con la luz. No sabía con exactitud donde estaba o que había pasado. A mi lado estaba Belinda completamente dormida en una butaca. Miré a mi alrededor y estaba en una habitación de hospital. Sentía mi cuerpo adolorido, pero no tanto como cuando caí.

—Belinda —la llamé.

Ella despertó y caminó hasta mí.

—Que bueno que despiertas. Empiezo a pensar que eres un imán para los hospitales —bromeó—. Tuviste varias fracturas por la caída, pero ya estarás mejor, lo importante es que estás vivo. Sentí un miedo terrible cuando caiste, y luego te desmayaste apenas llegamos al hospital. Debes dejar de asustarme así —dijo y me abrazó, provocando que el dolor se agudizara, pero eso no me impidió devolverle el abrazo.

—¿Qué hay de Christian? ¿Qué pasó con todos ellos? —pregunté rápidamente.

—El avión se estrelló y se incendió a pocos kilómetros. Eres una persona con muchísima suerte. Solo hubo tres sobrevivientes —comentó.

—¿Quiénes?

—Un tal Kanda, Martha y Christian. Aún no es seguro que sobrevivan, pero los médicos lo están intentando todo.

Sentí un sabor agridulce al enterarme. Estaba conforme con que no pudieran escapar, pero no quería que le pasara nada a mi hermano.

—¿Cuándo puedo irme? —interrogé.

—Debes ser paciente, caíste de un avión, no de una bicicleta —dijo y sonreí ante su comentario—. Traje la laptop, veamos una película.

—No se si estoy de humor para eso —añadí por lo bajo.

—Oh, tienes razón, lo siento. Estás pasándola muy mal y yo...

—No te preocupes —le dije. Tomé su mano y la miré con una sonrisa.

La puerta se abrió y por ella entraron mis padres. Se notaban cansados y llorosos, no era fácil afrontar que su propio hijo les estuviera llevando a la quiebra durante tanto tiempo.

—Noah, que bueno que estás bien. Tu hermano... —habló mi mamá y comenzó a llorar.

—Billie, relájate —le susurraba mi padre a la vez que la envolvía en un abrazo.

Yo me sentía cada vez más ansioso por saber lo que había pasado, pero por la reacción de ellos, no estaba seguro de que fueran buenas noticias. Por fin me miraron y decidieron hablar.

—Hijo, Christian está realmente delicado, no sabemos lo que le sucederá. Los otros dos sobrevivientes no lo lograron —informó mi papá.

📝Nota de autora:

¡Hola a todos!

Este ha sido el último capítulo de la historia. Ya tienen todo claro, ¿verdad? Bueno, casi todo.

Aún falta el epílogo para darle un cierre más adecuado, así que estén atentos a las actualizaciones.

No olviden votar y comentar.❤️

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