Capítulo 37

Belinda:

Abrí poco a poco los ojos debido a la luz que entraba por la rendija que filtraba los primeros rayos de sol. La mano de Noah aún descansaba en mi cintura, por lo que sonreí levemente. Miré a mi lado y vi a mi novio profundamente dormido, sus gruesos labios estaban levemente abiertos y su cabello, más largo de lo usual, le caía por la frente. Me alejé un poco y tomé mi celular, lo abrí y puse la cámara. Le tomé varias fotos a Noah, pues se veía extremadamente hermoso dormido, y mucho más con la luz solar. Nunca había dormido junto a él, era una sensación nueva para mí. Es probable que mi padre lo hubiera asesinado al saber que había pasado la noche conmigo en una misma cama, pero eso me había ayudado a conciliar el sueño que perdí luego de la terrible pesadilla que me atormentó.

Visualicé mi alrededor y encontré a Christian, quien estaba muy similar a Noah, parecían hermanos gemelos. Eran como una misma persona, sólo que uno de ellos tenía unos años más.

Miré la hora, eran las seis de la mañana. Aún así, me acerque a la cortina y la abrí completamente, permitiendo que el sol terminara de filtrarse por completo en la habitación. Me deleité con la vista, aunque la había visto ya, me volví a impresionar al notar la perfección en la ciudad. Taxis amarillos atravesaban la congestionada calle a pesar de la temprana hora, por algo decían que es "la ciudad que nunca duerme", los edificios cobraban vida con las luces de los mismos, se percibía moda, arte y entretenimiento en cada rincón.

A mis espaldas escuché varios gruñidos y quejidos por parte de los dos hombres que descansaban tan plácidamente como la bella durmiente. Volteé y les dediqué una amplia sonrisa a la cual reaccionaron con maldiciones y almohadas en los rostros.

—Chicos, miren que bella ciudad —dije señalando el cristal—. ¿Creen que deberían estar todo el tiempo en la cama?

—Tienes razón, cuñada querida, hay que disfrutar. Ya deben ser las nueve de la mañana.

—No, son las seis, lo que es aún mejor —corregí con tono maldito.

—¡¿Qué?! —exclamaron ambos al unísono.

Empecé a reír sin parar, sus rostros deberían estar en la portada de una revista.

—Ahora eres una cuñada odiada —expresó Christian.

Me acerqué a la cama y Noah me jaló bruscamente hasta caer boca arriba sobre ella, luego comenzó a hacerme cosquillas en venganza, provocando que me faltara el aire. Reíamos y yo suplicaba por el oxígeno ausente.

—Bueno, iré al baño, ustedes pueden seguir así toda la vida. Pero les digo algo, de aquí percibo el desagradable aliento de ambos —comentó Chris y se encerró en el baño.

Noah tuvo un poco de consideración y dejó que mis costillas descansaran. Las lágrimas de risa corrían por mis mejillas y estaba segura de que estaba roja, una escena realmente vergonzosa.

—¿Estás llorando? —preguntó.

—Pues sí, me haz hecho llorar —afirmé supuestamente ofendida.

—Espero hacerte llorar por el resto de tu vida, pero siempre de risa, nunca de tristeza. Creo que si alguien te hace derramar lágrimas de risa no lo debes dejar nunca.

—¿Forma indirecta de decirme que no te deje? —cuestioné cruzando los brazos.

—No, es una forma directa de decirte que siempre te haré sonreír —aclaró y besó la punta de mi nariz.

...

—Hoy es un día maravilloso para ir a la estatua de la libertad —sugirió Christian.

—¡Sería estupendo! Siempre he querido ir, es el monumento más famoso de Nueva York. He leído que fue un regalo de los franceses para conmemorar la independencia americana. En su diseño participó el creador de la Torre Eiffel —añadí con entusiasmo.

—Si queremos acceder al interior vamos a tener que madrugar, pues las plazas son limitadas y las colas bastante largas —explicó Noah con un tono triste, seguramente estaba tan emocionado por ir como nosotros, pero obviamente nadie madrugaría.

Analicé una vez más las cartas que se hallaban en mis manos. Nos encontrábamos sentados en el piso de la habitación jugando póker, llevábamos seis partidas y no había ganado ni una sola vez. Ese juego no estaba diseñado para mí.

—¿Vas a jugar o simplemente te deleitarás con el diseño de las cartas? —bromeó Chris y todos reímos.

Un tono de celular nos interrumpió y nos percatamos de que se trataba del móvil de mi cuñado. Éste se levantó con rapidez y le echó una mirada a la pantalla, luego volteó los ojos y se alejó un poco para contestar.

—Salvada por la campana. ¿Quién diablos inventó este juego? Debió pensar en mí, no es justo que...

No pude terminar de hablar, pues el dedo índice de Noah se posicionó en mis labios. En su mirada había una mezcla de duda y curiosidad. Estaba mirando en dirección a su hermano, el cual decía cosas sin sentido, o al menos no lo tenían para mí.

—Aún me quedan unos cuantos días aquí, tú encárgate de lo acordado. ¿Es que no se te puede asignar ni una jodida tarea? No se por qué mierda confío en tí.

A pesar de que Christian usaba un tono bajo, se notaba, en las palabras que empleaba, mucha alteración. Sentía curiosidad de saber quién estaba al otro lado de la línea recibiendo tal sermón.

—Perdón, un inconveniente —dijo en cuanto colgó.

—¿Quién era? —preguntó Noah sin vacilar.

—Era Martha. Le pedí antes de irme que ordenara mi closet y resulta que ha hecho un desastre en la habitación, en fin, cosas tontas.

—No sonaban tontas cuando hablaste —volvió a hablar mi novio.

—Nohita, no te preocupes, ya todo está arreglado. Voy a la habitación de mamá, tal vez planeó algún viaje para hoy.

Luego de decir eso, Chris se fue a la velocidad de un rayo. Tal vez estaba mintiendo y se quería alejar para que no le sacaran la verdad, o simplemente quería aprovechar al máximo estas vacaciones e ir a un interesante sitio.

—He pensado que puedo tomar clases online de psicología en las vacaciones, así estaré más preparado para después —comentó.

—Es una gran idea, serás un estupendo psicólogo —le dije alegre.

—Tú serás una exelente abogada —mencionó—. Estoy feliz de que por fin nos identificáramos con una carrera.

—Miren a quienes me encontré en el corredor. Se iban a desayunar sin nosotros, ¿pueden creerlo? —habló Christian en cuanto entró.

—Claro que no iríamos sin ustedes —añadió la señora Hudson.

Mi celular comenzó a sonar, era una videollamada de mi padre.

—Hola, papá.

—¿Qué tal Nueva York, querida?

—Es increíble, espero venir algún día con ustedes. ¿Dónde está mamá? —pregunté al notar que no se había incorporado a la videollamada.

—Ella está atendiendo a una visita —dijo y volteó el celular.

En la pantalla dejó de estar el rostro de mi padre, pues había sido sustituido por la imagen de mi madre y Martha, la empleada de los Hudson. Me sorprendió verla ya que ella no era amiga de mi familia, sin embargo estaba sentada en la sala de mi departamento con una taza de lo que parecía ser café o té. Miró hacia mí y sonrió.

—Un gusto verte otra vez, Belinda —comentó.

—¿Esa es la voz de Martha? —interrogó Noah.

Todos los que estaban en la habitación se ubicaron detrás de mí para formar parte de la videollamada. Los rostros de cada uno de ellos eran de duda, el mío estaba igual. Noté que mis padres trataban de ocultar su cara de preocupación, lo cual me asustó al pensar que algo malo podía estar pasando.

—Ella ha venido porque ocurrió algo inesperado —prosiguió mi mamá.

—Es cierto —afirmó Martha a la vez que se colocaba un mechón de su cabello negro detrás de la oreja—. Estaba en el baño cuando escuché un alboroto afuera, salí y... —la voz de la chica se rompió y sus ojos miel se llenaron de lágrimas— eran ellos. Temo decirles que no han ido para robar, la mansión, ¡ellos la han incendiado!

Billie se llevó la mano a la boca para amortiguar un grito de horror, su esposo le pasó el brazo por los hombros e intentó calmarla un poco, aunque él también estaba notablemente afectado. Tanto Christian como Noah permanecieron tranquilos, pero en sus ojos, más abiertos que antes, había mucho más que un intento de verse invencibles.

—Eso es algo espantoso, siento mucho lo que les ha sucedido —les dije a mis acompañantes y ellos asintieron en respuesta.

—Gracias por avisar, Martha. ¿Dónde te quedarás? —preguntó Edward.

—No se preocupe por mí, señor, iré a casa de unos amigos —respondió.

Los Hudson estuvieron un rato más hablando con su empleada. Estaban devastados y lo entendía, deberían cambiar su hogar y su modo de vida porque alguien había decidido jugar con fuego.

...

Noah y yo decidimos dar un recorrido por las calles de Nueva York, muy pronto nos marcharíamos y queríamos aprovechar el poco tiempo que ahí nos quedaba.

—Creo que es hora de llamar a la policía, ellos se deben encargar de esta situación —comentó.

—Será lo mejor. Realmente no se por qué han esperado tanto tiempo —admití.

Noah se detuvo y me miró fijamente, aún tenía su mano enlazada a la mía. Algo en su expresión se llenó de dudas y yo no sabía por qué se había puesto así.

—Mi famila no es la más adecuada para relacionarse con la policía. Eso y que los enmascarados amenazaron con secuestrar a Christian también —prosiguió.

—Lo de tu hermano lo entiendo, pero ¿qué tiene tu familia que no se puede involucrar con las autoridades?

—Mi padre ha hecho algunos negocios ilegales —confesó luego de un largo suspiro.

Me quedé realmente sorprendida, nunca hubiera imaginado que detrás de tanto hubieran negocios sucios. El chico frente a mí evitaba hacer contacto visual conmigo. Estaba consciente de por qué lo hacía, pero no debía avergonzarse por las cosas que su padre había hecho.

—No es tu culpa —añadí.

—Lo sé, pero tal vez debí evitarlo en su momento. ¿Y si las personas que están en nuestra contra son parte de los trámites ilegales de mi padre? Puede que alguien busque venganza por alguna razón.

—Es posible, pero lo mejor es que los profesionales hagan su trabajo. Llamen a la policía, ¿tal vez un detective privado? —sugerí.

—Está bien, no te preocupes, arreglaré esto cuando llegue al hotel. Ahora disfrutaré de mi lugar favorito.

—Es verdad, New York es un lugar precioso- comenté a la vez que miraba a mi alrededor.

—Sí, New York está bien, pero yo me refería a tí —dijo y lo sentí sonreír.

Paseamos un rato más y conocí nuevos lugares, no me iría de la ciudad insatisfecha. Llegamos al hotel con la noche sobre nosotros y me quedé dormida rápidamente, terminado así con un día lleno de emociones.

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