Capítulo 34
Noah:
Até la corbata gris y me eché una última mirada en el espejo. Clavé mi vista en el cabello perfectamente peinado e hice una mueca de duda, realmente no me quedaba muy bien. Pasé mi mano derecha por él hasta que quedó más despeinado.
Ahora está mejor.
Sonreí en cuanto la puerta de mi habitación se abrió y dejó ver a mi mamá, la cual llevaba un vestido largo color morado claro, unos tacones plateados y el cabello hecho una alta coleta con ondulaciones. Se posicionó al lado mío y quedamos viéndonos mediante el espejo.
—Es tan emocionante que sea tu graduación —comentó.
—Sí, no puedo creer que haya terminado la escuela —dije—. ¿Aún no llega la respuesta de la universidad? —pregunté, volteándome hacia ella.
—No, pero seguro lo hiciste increíble —aseguró.
Tras terminar mis estudios, decidí presentarme a Harvard, una de las mejores universidades privadas de los Estados Unidos. Quise estudiar psicología para poder ayudar a personas como Mike, como mi padre, como... yo. Estaba feliz de que me sintiera identificado con una carrera después de pensar en tantas opciones.
El timbre sonó y corrí rápidamente hasta el piso de abajo con mucha emoción. Ya Martha iba a abrir la puerta cuando la detuve.
—Yo abro —informé.
Giré el manubrio y mi sonrisa se convirtió en una mezcla de impresión y felicidad.
Belinda estaba del otro lado con un vestido por las rodillas de un color azul cielo. Los tacones blancos la hacían parecer más alta de lo normal y su cabello suelto y lacio estaba perfecto. Un maquillaje sutil le daba un toque formal y sencillo. A su lado estaba Valeria, la cual le tomaba la mano a Fransisco. Habían combinado la corbata de él con el vestido rosado de ella, me alegraba que se decidieran a dar un paso más en su relación.
—¿Nos vamos? —cuestioné animado.
—Nos vamos —dijeron al unísono.
Ofrecí mi brazo y Belinda lo entrelazó con el suyo. Subimos a un auto blanco, el cual nos llevaría a la graduación.
Cuando llegamos, bajamos del auto y pudimos ver la increíble decoración del exterior: globos blancos, dorados y plateados formaban un increíble arco a la entrada, el cual daba paso a la extensa alfombra roja. Unos focos encandecentes iluminaban la zona con luces amarillentas. Los fotógrafos capturaban cada momento sin excepción y la música se escuchaba desde el interior.
Nos adentramos al lugar en el cual estaba la mayoría de alumnos, acompañados por familiares y profesores del instituto. Los colores se mantenían en el mismo rango que los globos de afuera. Nos colocamos el uniforme de graduación, el cual estaba en un local improvisado a un lado de la puerta. La señora Smith se acercó a nosotros con su seriedad característica, pero de pronto esa fue sustituida por una sonrisa.
—Felicidades en su día —añadió y fue con otro grupo de estudiantes.
—Wow, ¿esa era la directora siendo amable? —interrogó Valeria y todos soltamos una carcajada.
—¡Chicos! —escuché la voz de Héctor, el cual se acercaba a nosotros.
—Hola, Héctor. ¿Qué tal tu noche? —le preguntó Belinda.
—Está fantástica, pienso disfrutar cada segundo. Es triste que algunos de nosotros tomemos caminos distintos, pero siempre perdurará nuestra amistad, ¿cierto? —prosiguió el rubio.
—Por supuesto —respondió Bela.
—Uno, dos, tres... probando, probando —dijo la directora, quien estaba en la tarima—. Quiero felicitarlos a todos y agradecer a los invitados por asistir a la graduación. Estoy muy orgullosa de todos mis alumnos. Bueno, sin más, vamos a comenzar.
La ceremonia comenzó y cada uno de los estudiantes pasó a recoger su diploma. Por fin llegó la hora en la que todos lanzaban sus sombreros al aire, esa que tanto había visto en las películas. Nos tomamos fotos, bailamos y disfrutamos de un tiempo juntos. Estábamos felices y a la vez angustiados, pues sabíamos que iba a ser la despedida para varios.
...
—¡Noah! ¡Rápido! —gritó mi madre desde el primer piso.
—¿Qué sucede? —cuestioné desde el umbral de la escalera.
Mi mamá se acercó a mí con un sobre entre las manos y una sonrisa un poco nerviosa. Me lo extendió y se quedó observándome expectante.
—Esto es... —pronuncié.
—Sí, es de Harvard.
Observé detenidamente el sobre con gran nerviosismo. Estaba ansioso y asustado a la vez. Realmente quería entrar a esa universidad.
—Bien, ¿qué esperas? —interrogó.
Con cuidado, abrí el sobre hasta que pude ver en su interior una gran hoja blanca. La saqué y comencé a leer mientras mi sonrisa se iba incrementando.
—¡Estoy dentro! —exclamé y nos abrazamos con fuerza.
—¿Abrazo familiar sin mi? ¿Por qué el alboroto? —comentó Christian detrás de nosotros.
—Tu hermano ha sido admitido en la universidad. ¿No es maravilloso? —dijo ella notablemente orgullosa.
—Fabuloso, Nohita —añadió Chris y me propició unas palmadas en el hombro—. Le diré a Martha que nos sirva algo para celebrar. ¡Oye, Martha! Prepara dos Gin Tonics —ordenó, acercándose a la cocina junto a mí.
Tomé asiento en una de las banquetas de la isla y esperé a que las bebidas estuvieran listas. Mi hermano comenzó a buscar algo en Google que no pude ver bien. Parecía muy centrado y no pude evitar preguntar.
—¿Qué haces?
—Estoy buscando un buen lugar para pasar las vacaciones. ¿Las Vegas o New York?
—No lo sé. Creo que New York suena bien.
—Opino lo mismo. Hay hoteles increíbles ahí —añadió mientras observaba fotos del lugar.
—Aquí tienen —dijo Martha ofreciéndonos las bebidas.
—Gracias —proseguí.
La puerta de la entrada se abrió, sabía que era mi padre y realmente no estaba de humor para verlo. Últimamente nuestra relación se había vuelto tan monótona y tensa que prefería evitarlo rotundamente. Me puse de pie y me dispuse a dirigirme a mi habitación.
—Noah —pronunció.
Permanecí dándole la espalda por unos segundos y luego me volteé. Traía varias carpetas con documentos del trabajo y se notaba agotado.
—Tu mamá me envió un mensaje, dice que te admitieron en la universidad —comentó.
—Sí —espeté.
—Estoy feliz por tí.
—Claro —ironicé rodando los ojos.
Dio unos pasos hasta que estuvo un poco más cerca de mí. Su expresión se suavizó y mostró un rostro totalmente diferentes para mí.
—Sé que he sido duro, lo siento. A veces no puedo controlarme, pero eres mi hijo y eres muy importante para mí —argumentó.
—No quiero hablar ahora —lo corté.
—Vacaciones en New York, father. ¿Qué crees? —cuestionó Christian incorporándose.
—Está bien —dijo.
Un tono de llamada nos interrumpió. Mi hermano sacó su celular del bolsillo e hizo una mueca de asco al ver la pantalla.
—Vuelvo en un segundo —añadió y se alejó—. Dime, imbécil. ¿Acaso no puedes memorizar nada? El plan estaba claro —susurró.
—Bueno, volviendo al tema... creo que puedes llevar a Belinda a las vacaciones —informó mi papá.
—¿Qué? —interrogué estupefacto.
No podía creer que esas palabras hubieran salido de su boca. Belinda nunca fue de su agrado y ese cambio repentino era bastante raro.
—Quiero arreglar las cosas. Tal vez sea tarde, pero al menos me gustaría intentarlo —prosiguió.
—Eso espero. Ojalá tus actos coincidan con tus palabras —hablé y luego me marché.
...
Cerré el grifo de la ducha cuando me pareció escuchar un extraño ruido desde mi cuarto. Caminé lentamente con la toalla rodeando mis caderas y entreabrí la puerta del baño. Por la rendija divisé a Christian registrando mi gaveta. Parecía desesperado y sobresaltado. Pasó las manos por su cabeza y las dejó en el cuello mientras caminaba en círculos. Su celular sonó nuevamente haciendo que él pegara un salto. Salió rápidamente, por lo que solo pude escuchar que decía "No encontré nada."
¿Qué estaba buscando? ¿Con quién hablaba cada dos segundos?
Cerré la puerta y continué duchándome. Le resté importancia al asunto de mi hermano, luego le preguntaría qué era eso que no podía encontrar.
Al terminar de bañarme, me tiré en la cama y cogí mi móvil para llamar a Belinda. Contestó en el primer timbre, por lo que supuse que lo estaba utilizando.
—Hola —dijo alegre.
—Hola. ¿Cómo te va?
—Bien, un poco aburrida, pero bien.
—¿Tienes planes para las vacaciones? —pregunté.
—No, creo que nos quedaremos en casa —informó.
—Pues no será así. Vendrás con nosotros a Nueva York.
Hubo un pequeño silencio que fue contado por su dulce voz.
—No, no creo. Sabes que tu padre y yo...
—¡No! —me precipité a decir— El fue quien me dijo que te invitara. Al parecer quiere ser una mejor persona y se dio cuenta de que tú mereces una oportunidad.
—Vaya, no esperaba eso —pronunció en voz baja.
—Tampoco yo, aún lo estoy procesando —admití—. Por cierto, deberíamos ir a algún lugar. Hace tiempo no tenemos una cita.
—Es verdad. ¿Tienes idea de a dónde ir?
—Realmente no.
—Yo tengo una opción —comentó divertida.
—Te escucho —indiqué con una sonrisa.
—Debemos ir al parque. No sé, pero creo que se ha convertido en un buen lugar para mí.
—El parque es perfecto.
—Entonces ya tenemos sitio —dijo.
—¡Esperen! ¡No! —escuché a mi madre a lo lejos.
—Luego te llamo —le dije a Bela y corté la llamada al instante.
Salí a toda velocidad de mi habitación y bajé las escaleras corriendo. No veía a nadie en ninguna parte. Seguí mi camino hasta la oficina de mi padre, y ahí estaban mi madre, mi papá, hermano y... tres hombres con máscaras blancas.
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