Capítulo 28
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Noah
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Abandoné el hospital y me dirigí a mi Ferrari. Conduje hasta mi casa con muchas preguntas en la cabeza, pero había una que destacaba entre todas las demás: "¿Quién puede hacerle algo así a Belinda?"
Detuve el auto y me adentré en la casa. En su interior me esperaba mi hermano sentado en una butaca, rodeado de millones de papeles. Levantó la vista y sonrió al verme.
—Al fin estás aquí, hombre. Te necesitaba —dijo notablemente relajado.
—No seas tan dramático. ¿Qué sucede? ¿No puedes manejar dos o tres papelitos? —cuestioné.
—Esto es terrible. Mis padres creen que yo lo puedo hacer solo, pero no es así —comentó y bajó la cabeza.
En ese momento me llegó un recuerdo. Debía preguntarle sobre Martha y por qué la trató así de mal en la fiesta. Esa mujer siempre había sido muy buena con todos, diariamente con una sonrisa y dispuesta a ayudar en lo que fuera necesario, así que me tendría que dar una muy buena explicación.
—Por cierto —comencé a hablar—, quiero que me digas por qué le dijiste todo eso a Martha.
—¿De qué hablas? —interrogó nervioso.
—Sabes de lo que hablo, Christian. Los escuché en la cocina —espeté serio.
Mi hermano suspiró y se mantuvo callado un rato, hasta que se dignó y me dio una explicación.
—Verás, ella y yo... tenemos una especie de relación, pero es complicado.
—¿Y porque sea complicado le tienes que llamar "perra"? —vociferé, ya comenzaba a irritarme.
—No te metas, Nohita. Todos no tenemos un ángel caído como tú —prosiguió, haciendo referencia a Bela con sus últimas palabras.
Decidí cerrar mi boca, pues sabía que discutir con él era en vano. Siempre encontraba la forma de evadir todo y sinceramente no estaba con ánimos para obligarlo a hablar.
—Bueno, ¿cómo está la madre de tu novia? —preguntó sin mirarme.
—Está en coma, espero que se despierte pronto.
Volvimos a estar en silencio, sólo nos abstuvimos a hacer el trabajo que mis padres habían dado.
Cuando terminamos todo, me fui a duchar. Decidí no comer nada ya que no me sentía del todo bien emocionalmente. Tomé mi celular y marqué el número de Belinda, hablamos un rato y luego intenté dormir.
Un tono de llamada irrumpió mi sueño, era Bela. Contesté preocupado de que le hubiera pasado algo malo.
—¿Hola?
—Hola —saludó con un hilo de voz y algo llorosa.
—¿Estás bien? —cuestioné.
—Claro que no —respondió en tono bajo.
—Son las... —hice una pausa para verificar la hora en mi reloj de mesa—, tres de la mañana.
—Lo sé, disculpa por llamarte.
—No pasa nada, siempre estaré cuando me necesites.
Al ver que ella no respondió,decidí volver a hablar.
—Sé que ahora mismo lo estás pasando mal, pero ya verás como todo se arregla.
—¿Sabes cuántas veces he escuchado eso? —preguntó.
—Entiendo. Pero verás como es cierto. ¿Sabes? La vida es como un libro: a veces hay malos capítulos, otras veces pasa todo tan rápido que tienes que repasar el mismo párrafo, pero al final todo toma su lugar.
Del otro lado de la línea sólo escuché el llanto de la chica, y me dolía mucho no poder estar ahí para abrazarla.
—Voy para allá —indiqué.
—No es necesario, tú tienes que descansar —comentó.
—¿De verdad piensas que puedo descansar sabiendo que estás mal? Espérame ahí, ya voy en camino —informé y colgué sin darle tiempo a reclamar.
Una vez más me encontré detrás del volante de mi Ferrari. Mi hermano estaba durmiendo al igual que mis padres. Como ya había hecho antes, les dejé una nota para que no se preocuparan en caso de no encontrarme.
Las calles estaban desoladas a excepción de algunos adolescentes que bebían y charlaban en los parques o esquinas. El fuerte viento azotaba los árboles, provocando un sonido que pude escuchar mejor al bajar la ventanilla. Toqué mi bolsillo para confirmar que el regalo de Belinda estuviera ahí.
No tardé tanto en llegar al departamento de la chica. Como ya era costumbre, estacioné el auto y subí las escaleras. Con mis nudillos golpeé la puerta y en breve la imagen de mi novia totalmente devastada me dio la bienvenida.
Fue cuestión de segundos lo que transcurrió para tenerla entre mis brazos. Estaba llorando nuevamente, pero esta vez la pude abrazar y, con mi silencio, decirle que no la dejaría sola.
—Gracias por venir —soltó entre lágrimas—. Para ser sincera, necesitaba la compañía de alguien.
—¿Hay noticias de tu mamá? —pregunté.
Bela se alejó de mí y se adentró en la sala conmigo siguiéndole los pasos. Se sentó en el sofá y me hizo seña de que le hiciera compañía.
—No se sabe nada —informó.
—Lo siento —comenté por lo bajo—. Oh, tengo que darte algo.
El rostro curioso de Belinda tomó lugar, dejando por un momento atrás el de dolor y tristeza.
Saqué de mi bolsillo la cajita larga y negra. La miré a los ojos y se la entregué, esperando ansioso por su reacción. La abrió lentamente hasta que por fin se dejó ver la cadena dorada con un pequeño corazón.
—Olvidé dártela en la fiesta, pero nunca es tarde, ¿verdad? —inquirí.
—Es hermosa, gracias —habló con una sonrisa—. ¿Me la pones?
Tomé la prenda ente mis manos y se la coloqué alrededor de su cuello.
—Si quieres podemos ver alguna película. ¿Te parece bien una comedia de Adam Sandler? —interrogué y ella asintió.
—Me parece perfecto —confirmó.
Entramos a su habitación y buscamos en la laptop una que nos gustara. Finalmente optamos por Vacaciones en Familia. Nos sentamos cómodamente en la cama y comenzamos a ver la comedia romántica. Sólo bastaron diez minutos para que la chica a mi lado se durmiera profundamente con su cabeza en mi hombro. Sonreí ante lo sucedido, me estaba volviendo un cursi.
...
Unos toques en la puerta me despertaron. Estábamos en la misma posición que antes y mi columna comenzaba a notarlo. Acomodé a Belinda en la cama y puse la laptop sobre el escritorio, ya había amanecido. Fui hasta la sala para abrir, posiblemente era el señor Regins que había vuelto del hospital.
Me llevé una sorpresa cuando el rostro malhumorado de Andy apareció frente a mí. Como siempre, llevaba ropa negra, y definitivamente no estaba ni un poquito feliz de verme ahí.
—Buenos días —intenté sonar casual.
—¿Qué demonios haces tú aquí? —preguntó, evadiendo por completo mi saludo.
—Mi novia me necesitaba —contesté en un tono neutro.
—¿Dónde está? —lanzó otra interrogante.
—¿Quién?
—No seas estúpido, Noah —rugió.
—Andy, ¿que haces por aquí? —interrumpió Bela.
El chico se abrió paso hasta estar frente a ella. Le propició un cálido abrazo y supe que lo hacía para molestarme, por lo que fingí indiferencia y me senté a revisar los mensajes en mi celular. Tanto Christian como mi madre me habían escrito.
—Quiero decirte que me puedes avisar cuando necesites compañía —susurró el recién llegado en un tono empático.
—Es muy amable de tu parte, lo tendré en cuenta —agregó Bela—. Voy a desayunar algo, ¿quieren?
Ambos negamos con la cabeza y luego quedamos solos. Divisé de reojo cómo él tomaba asiento a mi lado y clavaba sus ojos en mí. ¿Acaso trataba de intimidarme?
—Viniste para acostarte con ella, ¿no es así? —empezó a hablar—. Te estás aprovechando de que está vulnerable para tener sexo con ella.
Dejé mi celular a un lado y le sostuve la mirada. Comenzaba a tener ganas de golpearlo, ¿quién se creía para decirme eso en mi propia cara?
—Yo no soy ese tipo de persona, y ahora, si no te importa, voy a fingir que no escuché eso —contesté, mandando las ganas de matarlo a lo más recóndito de mi ser.
—Oh, claro. Tú eres un héroe, el que siempre estará ahí para ella, ¿cierto? —continuó y yo me puse de pie.
—Me caías mejor cuando no hablabas —espeté.
—Pero a veces tengo que decir ciertas cosas, como lo mucho que me estorbas, por ejemplo —indicó, colocándose a mi altura.
Sí, definitivamente lo iba a golpear. Pero el rostro de Belinda se hizo presente y traté de recobrar la compostura.
—¿Todo bien por aquí? —cuestionó ella con el ceño fruncido.
—Perfectamente, pequeña —dijo Andy con una sonrisa de superioridad.
Bela se puso un poco incómoda ante la mención de la palabra "pequeña", pero, tanto ella como yo, decidimos ignorarla.
—Me disculpo con ambos, pero debería ir al hospital y... —comentó ella.
—Sí, me imagino, ya me voy. Adiós, amigos —se despidió Andy.
Cuando estuvimos solos, me relajé notablemente. ¿Qué le pasaba a ese imbécil? Estaba claro que le gustaba mi chica, aunque eso lo iba a tener difícil, para no decir imposible.
Si algo tenía claro era que nunca me iba a separar de ella. A veces hay personas que quieren robarte algo o alguien importante para ti, pero no hay que rendirse. Belinda me enseñó a amar de una forma diferente, y eso no me lo arrebataría nadie. La quería más de lo que había querido a alguien, porque persiste y no tira la toalla, porque es única, y eso vale más que cualquier cosa. Sabía que no me alejaría de ella, pero, más que nada, sabía que ella tampoco se alejaría de mí.
📝Nota de autora:
¡Hola a todos!
Les traigo algunas preguntas que me dan curiosidad 😁
¿Quién creen que le está haciendo esto a Belinda?
¿Qué les va pareciendo la historia?
¿Cómo creen que termine?
Eso es todo.
No olviden votar y comentar.❤️
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