Capítulo 26
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Noah
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—Esta vez esperaré hasta que entres —dije cuando detuve mi auto frente al departamento de Belinda.
No quería que pasara lo de la otra noche. Si hubiera esperado a que ella entrara, no la hubieran secuestrado y... en fin, quería hacer las cosas correctamente.
—Está bien —comentó ella con una sonrisa.
Luego la chica salió del Ferrari y comenzó a caminar hacia las escaleras, pero de pronto se detuvo.
—¿Y si entras conmigo? —ofreció, volviéndose a mí.
—Sí, claro —afirmé, saliendo también del carro.
Caminamos juntos hasta estar dentro de su casa. Ambos nos llevamos una sorpresa cuando hayamos a varios compañeros de clase sentados cómodamente en la sala. Entre los presentes estaban Jhon y Poul, lo cual me sorprendió un poco y también me alegró, otras de las personas que se encontraban eran Valeria, Francisco y Héctor. ¿Qué hacía ahí tanta gente?
—Hija, los muchachos vinieron a ver cómo te encuentras —informó la señora Regins y todos los presentes pasaron a saludar.
—Oh, no esperaba verlos aquí —indicó Bela.
—Sólo estábamos preocupados por ti, perdón por caerte en manada —bromeó Valeria.
—No se preocupen —añadió Belinda con esa sonrisa que tanto me encanta.
—¿Y bien? ¿Qué tal estás? —cuestionó Francisco.
—Bastante bien, por desgracia no pudieron atrapar a mi secuestrador, pero ya lo harán —contó Bela—. ¿Alguien quiere jugos?
—¡Sí! —soltaron todos al unísono.
Cada uno de ellos se dirigió a la cocina para buscar sus jugos, yo me quedé en la sala, al igual que Héctor.
—¿No irás con los demás? —pregunté.
—Sí, pero antes me gustaría preguntarte algo —respondió en tono serio.
—Está bien.
—¿Belinda y tú son novios? —interrogó.
De todas las preguntas del mundo, esa no era la que esperaba escuchar. ¿Por qué me preguntó eso? ¿Acaso estaba interesado en ella? No sabía qué responder, pues realmente no estaba muy seguro de qué éramos Bela y yo. ¿Amigos? ¿Enamorados? ¿Novios? No, definitivamente no éramos novios.
—Nosotros... somos amigos —comenté.
Una extensa sonrisa se dibujó en sus labios. Supe al instante que eso era justo lo que quería escuchar. Me comencé a sentir un poco mal, a él le gustaba esa chica.
—¿Vienen? —interrogó Poul desde la cocina.
Le dediqué una última mirada a Héctor y me fui con los demás. De pronto empecé a sentir odio hacia él, bueno, no era odio en sí, eran celos. Estaba celoso.
Unos toques en la puerta se hicieron presentes. Poco después, Andy apareció en la cocina. Iba a empezar a pensar que ese muchacho nos perseguía: primero nos lo encontramos en el cementerio y ahora llegaba a casa de Belinda.
—Me enteré de que los chicos habían venido a apoyarte —le comentó a Bela—. Sé que nos vimos hace poco, pero quiero estar aquí y que sepas que cuentas conmigo para todo. Por cierto, hoy te ves muy bonita —halagó y ella simplemente le dedicó una sonrisa de boca cerrada.
¡Genial! Todos se sentían atraídos por ella. Solo faltaba que Jhon y Poul se le confesaran, o aún mejor, Francisco.
Relájate, Noah.
—Oye, ¿qué te pasa? —me preguntó Valeria—. Estás rojo.
—Nada, el calor —defendí.
—¿Calor? Estás loco —espetó el recién llegado, dedicándome una mirada de desagrado.
Después de un rato charlando, los invitados se fueron, quedando sólo Belinda y yo. Agradecí mentalmente que se marcharan, ya no podía soportar las miradas sugerentes que recibía Bela por parte de Héctor y Andy.
—Linda, ¿qué quieres hacer por tu cumpleaños? —comentó Bler.
—No sé, mamá.
—¿Cumpleaños? ¿Cuándo? —pregunté sorprendido.
—Pasado mañana mi hermosa hija cumplirá diesiocho años —informó la señora Regins con una sonrisa orgullosa.
—Eso es genial —añadí.
—Sí, sí, genial —ironizó Belinda—. Voy a comer algo, ¿quieren?
—No —respondí a la vez que Bler.
Cuando la chica se fue, me dispuse a hablar.
—Yo me encargaré de los preparativos del cumpleaños.
—¿En serio? Gracias —agradeció la mujer.
—No hay de qué.
Belinda apareció con un sándwich y Bler y yo intercambiamos una mirada cómplice.
—¿Qué pasa aquí? —indagó Bela.
—Nada —dije con una sonrisa—. Debo irme —añadí y me despedí, ofreciéndole un beso en la mejilla a ambas.
...
Había llegado el primer examen y se notaban los nervios en cada rincón de la escuela. Algunos alumnos leían repetidas veces sus apuntes, otros (los cerebritos) simplemente charlaban relajados como si el día fuera perfecto.
Vi a Jhon y Poul con unas caras de nervios terribles. Habíamos estudiado bastante, pero seamos sinceros, ¿quién está completamente listo para un examen de matemática?
—Tranquilos, vamos a salir bien —comenté lo más calmado que pude.
—Nadie se va a tranquilizar, ¿de acuerdo? —espetó Jhon.
Nunca había visto a mis amigos tan tensos, pero era el último año y no se podía esperar menos. Todos querían entrar en buenas universidades y para eso había que tener buenas notas. Finalmente la campana sonó y ya no había vuelta atrás, las pruebas habían comenzado.
El profesor nos entregó las hojas y, cuando todos tuvimos una, mandó a voltearla. Números, problemas, ecuaciones... ¡Demonios!
Terminé de responder todas las preguntas un poco antes de que recogieran. Realmente me fue mejor de lo que pensé.
—¿Y bien? —interrogó Poul cuando salimos del salón.
—Creo que lo hice bien —informé.
—¡Aprobé! Repito ¡A-pro-bé! —la voz escandalosa de Jhon se hizo presente en el pasillo.
—Felicidades, bro —añadió Poul.
—Gracias, gracias —dijo el pelirrojo haciendo reverencias—. Joder, soy un maldito Einstein.
Volteé los ojos ante el ocurrente comentario del chico. Nunca lo había visto tan feliz por un examen, tal vez estaba comenzando a madurar... bueno, eso no era cierto.
A lo lejos estaba Belinda acompañada por Valeria y Fransisco, los tres estaban sonrientes, seguro lo habían hecho genial.
—¿Cómo salieron? —gritó la rubia.
—¡Súper! —volvió a hablar Jhon.
Cuando estuvimos todos juntos, a Francisco se le ocurrió una gran idea: ir a celebrar a una cafetería. Yo negué la invitación de la manera menos sospechosa, dije que iba a una reunión familiar, pero la verdadera razón era que tenía que organizar la fiesta de Bela. Todos intentaron convencerme, hasta que decidieron ir sin mí.
...
Globos de muchos colores, luces, música agradable con un DJ que se encargaría de poner un ambiente alegre, y mi factor sorpresa. Le había mandado una invitación por correo a todos los chicos con los que, según yo, Belinda se llevaba. Pedí mantenerlo en secreto. Valeria era la que estaba al mando de hacer llegar a la cumpleañera al sitio de la fiesta: mi casa.
Algunos invitados comenzaban a llegar y tomaban las bebidas que Martha ofrecía. Mi hermano no dejaba de mirar a la empleada, le gustaba y se notaba a mil kilómetros, pero ¿qué pasaba entonces con Valeria? Ese hombre no tenía remedio.
A medida que las horas pasaban, el lugar se llenaba más, y yo no podía esperar para ver a la anfitriona. ¿Le gustaría? ¿No le gustaría? Estaba nervioso, tal vez una fiesta no era lo que ella necesitaba, pero ya estaba listo.
Escuché que alguien dijo "ahí viene" y eso bastó para que las luces se apagaran y todo se volviera silencio.
—¿Por qué está tan oscuro? —escuché la voz de Bela desde la otra habitación.
—Se habrá ido la electricidad —añadió Valeria.
La puerta se abrió y dejó ver a las dos chicas. En ese momento las luces se encendieron y todos gritamos un efusivo "¡Sorpresa!"
Belinda dibujó una sonrisa en su rostro y me sentí relajado, le había gustado, o al menos eso parecía. Analicé cada detalle de ella: llevaba un maquillaje más abundante de lo normal, usaba un vestido rojo, ni tan largo, ni tan corto, bastante adecuado para una fiesta de cumpleaños, también tenía un moño alto que le daba un toque bastante elegante. Comenzó a caminar hacia mí y sentí mi corazón acelerarse.
—Feliz cumpleaños —dije, brindándole un abrazo cuando estuvimos juntos.
—Gracias —añadió y se separó de mí—. También gracias por la fiesta, está muy bonita.
—No tanto como tú —me atreví a decir.
Belinda sonrió levemente y noté que se sonrojó.
—En ese caso, felicita a Valeria, se encargó de todo —comentó.
—¿También se encargó ella de esa hermosa sonrisa?
—Creo que no —susurró, bajando la vista.
—¡Felicidades! —exclamó mi hermano.
—Oh, gracias —dijo Bela.
—Nohita tiene un hermoso corazón, ¿no crees? —preguntó y ella asintió—. Bueno, ya me voy. ¿Dónde está tu amiga?
Luego de decir eso, se marchó sin siquiera dar tiempo a responderle. Quedamos nuevamente Belinda y yo. Varias personas comenzaron a felicitarla, hasta que llegó un punto en el que ni siquiera pude verla por la multitud que se aglomeraba a su alrededor.
Comencé a caminar en busca de Martha, quería tomar algo. Salí del salón de fiestas al darme cuenta de que no estaba. En la cocina me pareció escuchar su voz, así que me acerqué un poco a la puerta cerrada.
—¡Tú no entiendes! Todo lo que haces me duele, también soy una persona, ¿sabes? Las personas suelen tener sentimientos —espetó la empleada.
—Cállate ya, no se por qué sigues con tu discurso de perra herida —dijo Christian de una forma muy cruel.
¿De qué me había estado perdiendo? Esos dos parecían estar más involucrados de lo que pensé.
—Me utilizas para lo que te conviene, pero no aprecias que yo siempre he estado contigo en las buenas, en las malas y en las peores —volvió a hablar la mujer.
—Por favor, no hagas que esto luzca como un matrimonio —vociferó mi hermano.
—Hola, vine a buscar algo de tomar —interrumpí de forma casual.
Martha se secó rápidamente las lágrimas y me ofreció un vaso con ponche. Su sonrisa, obviamente fingida, daba mucha lástima. No me gustaba que Christian la tratara así, después debía hablar con él.
Salí de la cocina y noté a un chico delgado vestido de traje. Se encontraba algo desubicado, sabía quien era.
—¿Listo? —interrogué.
—Listo —afirmó.
Ya no había vuelta atrás. La noche iba a terminar o muy bien o muy mal, pero ya era hora de que todos lo supieran, de que Belinda lo supiera.
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