Capítulo 20
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Noah
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Mi hermano se había cambiado de ropa más de sesenta veces, realmente parecía una chica en su primera cita. Nunca pensé que Christian y Valeria pudieran salir juntos, se llevaban unos cuantos años, aunque tampoco eran tantos.
—Deja de mirarme así y dime si te gusta más el azul o el naranja —preguntó Chris preocupado.
—Por favor —suspiré cansado—. El azul —dije finalmente.
—Coincido.
—¿Alguien tiene una cita? —cuestionó mi mamá entrando a la habitación.
—Pues sí, a tu hijo mayor le gusta una chica de mi grado —informé.
—Oh —fue lo único que pronunció mi mamá.
Mi hermano terminó de vestirse y nos miró a ambos.
—¿Y? ¿Cómo estoy? —habló Christian nervioso.
—Muy bien —me sinceré.
—Espectacular, hijo.
Chris se miró una vez más en el espejo, arregló su camisa azul y sacudió su pantalón negro. Luego fue en busca de su auto para pasar a buscar a Valeria.
Quiero saber cómo termina esto.
Pasé por la cocina para pedirle a Martha que me hiciera uno de sus deliciosos batidos de mango. Al llegar, la encontré sentada en una de las banquetas con los codos apoyados en la isla y su cabeza sobre sus puños.
—¿Qué ocurre? —cuestioné acercándome.
La chica se levantó de golpe y me miró para luego decir:
—Dolor de cabeza.
Sus ojos tenían un poco de lágrimas y me permití pensar que eran por la cita de mi hermano, pero decidí no decir nada, lo menos que quería era empeorar su estado.
—Sólo quería un batido de mango —pedí con una sonrisa amable.
Cuando tuve lo que quería, le dije a Martha que podía tomar un descanso, a lo que esta asintió y se fue rápidamente.
Mi padre entró a la cocina y me observó de pies a cabeza, yo intenté ignorarlo lo más que pude. La verdad era que desde nuestra última discusión sólo nos habíamos dirigido las palabras necesarias, y con eso me parecía más que suficiente. No me gustaba estar peleado con él, pero era lo mejor. A veces tenía que hacerle ver todo lo que se podía poner en riesgo con uno de sus ataques de agresividad.
—¿Dónde se fue nuestra empleada? —se dirigió a mí.
—A reposar su dolor de cabeza —respondí seco y sin mirarlo.
Ahí culminó nuestra primera y posiblemente última charla del día.
...
—Cuéntame —le ordené a Christian, quien recién llegaba del cine.
—Pues todo fue muy bien. Valeria tenía un hermoso vestido verde que quedaba genial con sus ojos y pude conocerla mejor, es una gran persona. Vimos I Still Believe mientras comíamos rositas de maíz —hizo una pausa para sonreír—. Después caminamos de la mano por el parque y finalmente la dejé en su casa.
—Vaya, eso parece increíble —comenté entusiasmado.
—Lo es.
—¿Y qué hay con Martha? —no pude evitar preguntar.
—Ella... es otra cosa —suspiró con cansancio—. Voy a dormir un poco.
Me dirigí a la habitación de juegos para distraerme un poco. Al estar dentro, comencé a buscar entre los diversos juegos para finalmente elegir GTA. Mi teléfono comenzó a sonar antes de que pudiera empezar la partida, la llamada era de Belinda.
—Hola —contesté.
—Hola, Noah.
—¿Pasa algo? —cuestioné preocupado.
—No, solamente quería decirte que voy a estudiar con mis amigos en mi casa, tal vez quieras venir con nosotros.
Sonreí ampliamente al escucharla decir eso. Tenía muchas ganas de verla.
—Sí, claro, estaré ahí en cinco minutos.
—Aquí te esperamos.
Dejé lo que iba a hacer y me fui a casa de mi amiga. Sería una buena idea estudiar con ella. Era muy buena alumna, al igual que sus amigos y entre todos podíamos aprender mejor. Los exámenes estaban por llegar y debía ponerme para las cosas si no quería salir mal.
Estacioné mi auto y subí las escaleras que daban a casa de Belinda, cuando estuve frente a la puerta, toqué y sentí que me ponía un poco nervioso. La señora Regins me recibió con una cálida sonrisa y me indicó con su mano derecha que pasara. Dentro estaba Belinda, Valeria y Francisco. Los saludé a todos y me senté junto a ellos en el suelo de la sala.
—Estamos estudiando cálculo —informó Fran.
Saqué mi cuaderno y un lápiz para comenzar a resolver lo que el profesor de esa materia nos había mandado. Luego de aproximadamente una hora, terminamos todo, quedando con una cara de cansancio extremada.
—Vaya caras, ¿quieren refrescos? —ofreció Bler.
Todos asintieron a excepción de mí, aún no tenía mucha confianza con la madre de Belinda y me daba algo de pena decir que sí.
—¿Noah? —mencionó la mujer mirándome fijamente.
—Claro que quiere —respondió Bela por mí—. No tienes por qué tener pena —me dijo cuando su mamá ya se había ido.
Yo sólo sonreí y la miré, sus ojos café conectando con mis azules. Por un momento creí que se había detenido el tiempo, hasta que la tosecita de Valeria nos sacó del limbo.
—Perdón por interrumpir su intensa guerra de miradas, pero hay que continuar con los deberes —comentó la rubia.
—¿Estás loca? Yo no voy a estudiar más —dijo Francisco de una forma graciosa.
—Ni yo —afirmó Belinda.
—Traigo refrescos —informó la señora Regins con una voz melodiosa.
Todos agarramos lo que nos ofreció y lo tomamos hasta que no quedó ni una gota, los estudios nos habían dejado deshidratados.
Pasamos toda la tarde bromeando y riendo, la verdad fue muy divertido, sobre todo la parte en la que hablamos sobre mi hermano y Valeria, tema que no le agradó mucho a Francisco. Fue realmente chistoso ver cómo Val se sonrojaba con tan sólo la mención de Christian. ¿Yo me ponía así cuando me hablaban de Belinda?
Los amigos de Bela se marcharon, dejándome a solas con ella. Si cuando entré estaba nervioso, en ese momento lo estaba aún más. El ambiente se volvió un poco incómodo y la verdad no sabía que hacer para relajarlo. Me senté con mi compañera en el sofá y ésta prendió la televisión. Lo primero que mostró la pantalla fue la película Cincuenta Sombras de Grey, la cual estaba en una de sus más calientes escenas. Belinda cambió rápidamente el canal, no sin antes ponerse roja como un tomate, supuse que yo estaba igual.
—¿Y tu hermano? —la voz de Peter me sacó de mis pensamientos.
—Señor, ¿cómo está? Mi hermano se encuentra bien.
—¿No más problemas por causa de las drogas?
—No, señor —sonreí tímidamente.
Peter abandonó la sala y sentí la mirada fulminante de Belinda a mi lado. Volteé a verla y parecía desconcertada, como si no entendiera absolutamente nada de lo que estaba pasando, y era justo, teniendo en cuenta que había engañado a su padre.
—No me veas así, tuve que decirlo —dije.
—¿Por qué?
—Para encubrir una llamada —confesé.
—¿Llamada? ¿De quién? ¿Cuándo? —soltó ella.
Una explicación llevó a la otra y terminé contándole toda la verdad: que alguien me llamó pidiendo dinero para su supuesto rescate y yo tuve que decirle a su padre que había sido mi hermano drogadicto.
—¿Me estás diciendo que gastaste veinte mil dólares por gusto? —cuestionó incrédula.
—Sí, fue un momento de desesperación, disculpa por no contártelo antes —bajé la cabeza.
Hubo un silencio momentáneo y luego mi compañera tomó la palabra.
—Gracias, lo que hiciste por mí fue realmente apreciable. Nunca lo olvidaré —sonrió.
—De nada. Lo volvería a hacer todas las veces que fueran necesarias —le devolví la sonrisa—. Debo irme, ya es tarde.
—Claro, te acompaño.
Nos levantamos y fuimos hasta la puerta, luego de despedirnos me fui.
...
Una nueva semana de clases comenzaba y ya se notaba la tensión en la escuela debido a los próximos exámenes. La directora Smith estaba parada en la entrada pasando sus ojos miel de alumno en alumno, a su lado estaba Henry, el de seguridad. Me acerqué a ellos y los saludé educadamente para luego continuar con mi recorrido. Vi a Jhon y a Poul sentados en uno de los bancos y caminé hacia ellos.
—Hola —dije para luego sentarme junto a ellos.
—Le estaba diciendo a Poul que hay que hacer una noche de juegos en tu casa —me informó el pelirrojo.
—Oh, claro —accedí—. ¿Este sábado? —propuse.
—Claro que no, este sábado es la fiesta de disfraces por el cumpleaños de Hansel, el chico de segundo —comentó Jhon.
—¿Cómo se enteran de todo? —pregunté.
—Tenemos nuestros medios —alardeó Poul.
—Bueno, ¿a qué hora es? —cuestioné.
—A las diez —respondieron ambos a la vez.
El timbre sonó y todos comenzaron a entrar. Mi primera clase era arte y no me desagradaba del todo, tampoco se me daba tan mal.
...
La semana pasó volando y en menos de lo que canta un gallo era sábado nuevamente. No tenía ni la menor idea de qué ponerme para la fiesta. El único disfraz que tenía era de payaso y definitivamente no lo iba a usar en frente de casi toda la preparatoria.
—¿Qué buscas? —preguntó Christian entrando a mi cuarto.
—Un disfraz.
—¿Para qué? —levantó la ceja.
—Será mi nuevo atuendo para la escuela —solté sarcásticamente.
—Tal vez te puedo ayudar, por eso pregunto —comentó y comenzó a alejarse.
—Una fiesta de disfraces —informé.
—Ven conmigo —habló Chris.
Cuando entré en la habitación de mi hermano, éste sacó un disfraz de su closet, era de... ¿De qué diablos era eso?
—Aquí está mi preciado traje de duende.
Hice una mueca ante el comentario de Christian, eso parecía todo menos un duende. Tenía que decidir: ¿Payaso o duende?
Finalmente me alisté y fui en busca de mis amigos en mi Ferrari. Ambos estaban esperando en el parque cercano a la escuela. Jhon llevaba un uniforme de policía y Poul uno de ladrón, creo.
—¿Payaso? ¿En serio? —dijo divertido Jhon.
Yo sólo volteé los ojos y puse el auto en marcha. Normalmente no hubiera asistido a esa fiesta, pero posiblemente Belinda estuviera ahí y quería pasar más tiempo con ella. Era increíble como era capaz de ponerme en ridículo por el simple hecho de encontrarme con ella otra vez.
Al llegar a la casa del cumpleañero, pude ver un montón de luces, un DJ y más de cuatrocientas personas bailando. Entré y no pude reconocer a nadie. Me abrí paso entre la muchedumbre para ir a pedir algo a la barra. Sin darme cuenta, choqué con alguien.
—Perdón —reconocí la voz de Belinda debajo del antifaz negro y dorado.
—Bela, hola —saludé y mi sonrisa fue inevitable.
—¿Noah? —abrió la boca con sorpresa.
—-El mismo que viste y calza.
La mirada de la chica recorrió todo mi cuerpo y se detuvo en mi pintado rostro para luego comenzar a reír sin parar. Un poco avergonzado por mi selección de disfraz, le seguí la risa.
—No había muchas opciones —informé.
—Te queda bien —comentó.
—Claro que no. ¿Has venido sola? —interrogué.
—No, vine con Valeria, pero no la encuentro —dijo preocupada.
—Te ayudaré a buscarla.
Me volteé para decirle a mis amigos que seguiría sin ellos, pero ya no estaban. Esos dos me iban a volver loco.
Tomé a Bela de la mano para no perdernos entre el bulto de chicos. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo en cuanto hicimos contacto. Ignoré todo y comencé a buscar una cabellera rubia. De pronto, un hombre de unos treinta años jaló a Belinda y pronunció un arrastrado "vamos a bailar." El rostro de mi compañera se transformó en una expresión de pánico.
—Aléjate de ella —ordené en tono seco.
El alcoholizado señor frunció el ceño y me observó fijamente para luego decir:
—Yo me alejo de quien quiera.
Sujetó la mano de Belinda y comenzó a moverse con ella en lo que se suponía era un baile, yo tomé al barbudo por el hombro y le pegué una bofetada que dejó su nariz sangrando. Luego yo recibí un golpe, otro y otro hasta quedar en el suelo. Las personas a nuestro alrededor parecieron percatarse de lo sucedido y comenzaron a formar un círculo para apreciar el espectáculo. Volví a golpear al tipo hasta que quedé sobre él, le pegué varias veces más hasta dejarlo prácticamente inconsciente. Tomé a Belinda de la mano nuevamente y continuamos caminando.
—Gracias —dijo Bela mirándome a los ojos.
—De nada —sonreí y me dolió un poco el labio—. Vamos arriba, ahí hay menos ruido.
Subimos unas escaleras que daban a la azotea y sentí la brisa fresca de la noche recorrer mi cuerpo. Belinda soltó mi agarre, dejándome con una sensación de vacío en el momento en que lo hizo, después se dirigió al barandal y se apoyó en él. Yo caminé y me estacioné detrás de ella.
—Esto es hermoso —comentó mirando el exterior.
—No, tú eres hermosa —susurré cerca de su oído.
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