Capítulo 2

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Noah
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Bajé del auto, no sin antes meter una pistola en la parte trasera de mi pantalón. Estaba nervioso, pero no dejé que se notara; siempre había sido bueno ocultando mis emociones.

—¿Quiénes son? —pregunté enfurecido a tres tipos vestidos de negro con máscaras blancas.

—Eso no es de tu incumbencia —habló uno de ellos, dando un paso al frente.

—¿Todo está bien? —escuché la voz de Belinda, la cual había salido del auto.

Volteé y vi a la chica, se notaba muy asustada y estaba a punto de llorar nuevamente. Debió hacerme caso y permanecer en el interior del auto. ¿Acaso pensaba que iba a solucionar algo actuando así?

—¿Qué haces aquí? Entra al auto —ordené alterado.

De pronto, uno de los hombres me agarró fuertemente y colocó un paño en mi boca y nariz, cuyo olor, poco a poco, me fue adormeciendo. Lo último que escuche fue "¿Qué hacemos con ella?"

...

Desperté con cierto mareo y lo primero que vi fue a uno de los tipos de antes. Estaba sentado frente a mí en una silla de madera. Yo me encontraba atado completamente en una esquina del suelo, por más que intenté levantarme, se me hizo imposible.

El lugar estaba oscuro y sucio, parecía abandonado. Tal vez era una industria en ruinas o algún almacén. Fuera lo que fuera, posiblemente nadie nos encontraría.

—¿Dormiste bien? —comentó el enmascarado mientras caminaba en mi dirección.

No podía decir nada debido a la cinta adhesiva que tapaba mi boca, por lo que sólo se escuchaban ruidos raros de mi parte.

—Perdón, pero no te logro entender —volvió a hablar el hombre de negro ente risas.

Éste se acercó un poco más a mí y sacó la cinta de mi boca, provocando cierto ardor en la zona.

—¿Dónde está ella? —fue lo primero que dije.

Belinda no estaba por ningún lado. Temía que le hubieran hecho daño, podría estar herida, o aún peor... muerta.

—¿Quién? ¿Tu amiguita sexy? Alguien se está... encargando de ella.

—¡Si le sucede algo juro que los mataré a todos!

—Tranquilo, ella estará bien. Espero —luego de decir la última palabra, comenzó a reír sin parar; era un completo psicópata.

—¡Déjenla en paz! ¿Qué quieren? ¿Dinero? Porque tengo bastante, dime cuánto.

—Pues sí, queremos dinero, pero ya tus padres se están encargando de eso. Muy pronto estarás libre, al igual que tu amiga. A menos que mis hombres se encariñen demasiado con ella —otra vez risas, carcajadas incontrolables, como si realmente disfrutara la situación.

Recordé que había metido la pistola en mi pantalón, siempre llevaba una en mi auto por si se presentaba una situación como esta. Podía defenderme de alguna manera, así que comencé a buscar, pero no había rastro de ella.

—¿Necesitas esto? —habló el tipo con mi pistola en su mano izquierda— Es bonita, creo que me la voy a quedar.

—Estúpido —comenté en un tono bajo.

Sentí la puerta abrirse y de ella salió otro hombre, traía a Belinda.

Gracias a Dios.

Sentí un gran alivio al verla viva. Tenía varios moretones en su rostro y sus muñecas estaban rojas; no paraba de llorar, lo cual me destruyó.

—Vaya, pero mira quién nos vino a visitar —dijo el que se había mantenido vigilándome—. ¿Cómo te fue con ella?

—No tan mal, aunque la chica es un poco tímida, por eso tuve que golpearla —habló el recién llegado.

Comenzaron a amarrarla para luego lanzarla bruscamente junto a mí a la esquina del oscuro y maloliente lugar. No pude evitar mirarla, se veía tan frágil, vulnerable; esa pobre chica no merecía esto. Los dos hombres comenzaron a hablar un poco alejados de nosotros sobre algo que no podía descifrar.

—¿Qué te hicieron? —pregunté preocupado.

Belinda sólo me miró y soltó una lágrima para luego agregar: "Ya pasó."

—Tu familia pagó tu rescate, Noah, ahora podrás acompañarnos —comentó uno de los hombres.

—Ella se irá conmigo, ¿verdad? —agregué.

—Puede irse, de todas formas, no estaba en nuestros planes secuestrarla, pero aprovechamos ya que te acompañaba. A veces se necesita algo de diversión —habló el otro enmascarado.

Luego entraron más hombres con la misma vestimenta que los anteriores y nos sacaron de ahí. Afuera estaban mis padres custodiados por otros cuatro.

—Hijo, ¿cómo estás? —preguntó mi madre con lágrimas recorriendo todo su rostro.

—Estoy bien, mamá, no me pasó nada —dije con tono tranquilizante.

—Recuerden, ni una palabra a las autoridades o el próximo secuestro será a sus dos hijos —agregó uno de los secuestradores para luego marcharse.

Nos dirigimos al auto. Belinda no paraba de llorar, eran las tres de la mañana y habíamos tenido una noche para nada agradable. Quería decirle algo, pero cada cosa que se me ocurría era más estúpida que la anterior. ¿Cómo se suponía que actuara? No la conocía mucho, sólo sabía que compartíamos algunas clases y que era buena alumna.

—Deja de llorar, lo peor ya pasó —intenté animarla, algo para lo que era realmente malo.

—Nunca me había sucedido algo así, esto es terrible —dijo sin parar de llorar.

—Lo siento, tal vez debí dejar que te fueras a casa con tu amiga, nada de esto hubiera sucedido —me disculpé, sintiéndome realmente apenado. Había llevado a esa chica a una situación espantosa.

—No fue tu culpa, sólo querías sacarme de la fiesta lo más rápido posible para que estuviera segura.

—Como sea, me siento mal por todo.

—¿Tienes idea de quiénes fueron?

—No, aunque pudo ser cualquiera, todos saben que mi familia tiene bastante dinero.

—¿Y no llamarán a la policía?

—Ya escuchaste lo que dijeron, no quiero que se repita lo de hoy; además, lo más probable es que no haya rastro de ellos en aquel lugar.

—Tienes razón.

—¿Vives aquí? —mi padre se dirigió a Belinda.

—Sí, señor. Gracias por traerme —dijo ella para luego bajarse del auto—. Nos vemos, Noah.

...

Al llegar a casa, fui directo a mi habitación, quería ducharme y olvidar lo que había pasado. Por suerte nadie había salido grave. Alguien comenzó a golpear la puerta de mi cuarto.

—Adelante —ordené estresado. Lo último que quería era hablar, necesitaba estar solo.

—¡Oh, por Dios, Noah! ¿Cómo estás? —mi hermano Christian entró y me abrazó fuertemente.

—Me encuentro bien. Si no te importa, querría ducharme y dormir un poco.

—Por supuesto, hablamos cuando amanezca. Descansa —cerró la puerta y volví a estar relajado, la soledad me hacía sentir bien.

Luego de bañarme, me acosté en la cama y dejé que el sueño se adueñara por completo de mí.

Varias notificaciones me despertaron a las ocho de la mañana. Revisé mi celular y vi mensajes de un número desconocido.

"Buenos días, te escribo para saber cómo estás."

"Creo que deberíamos ir a tomar algo."

"Saludos, Belinda."

No respondí ninguno de sus mensajes, tal vez era un poco cruel de mi parte, pero ya le había traído bastantes problemas la última vez que hablamos. La mejor opción era alejarme de ella y dejarla continuar con su vida. Lo único que se me daba bien era arrastrar a las personas a situaciones desagradables, no era bueno para nadie acercarse más de lo debido a mí.

—¡Buenos días! —mi madre había entrado a mi habitación con una bandeja llena de comida.

—Mamá, ¿acaso no te dije que toques la puerta?

—Perdón, quería darte algo de comer personalmente. Martha ha preparado todo esto para ti —Martha era nuestra empleada, ella se encargaba de prácticamente todo lo del hogar.

—Déjalo ahí —dije, señalando la mesa que se encontraba al lado de mi cama.

—Está bien, pero cómetelo todo, necesitas reponer fuerzas, y recuerda que hoy es la cena en casa de tu tía.

—No lo he olvidado —mentí. La verdad, sí lo había olvidado por completo. No tenía ganas de ir, visitar a mi tía era lo peor del mundo.

Otro mensaje llegó a mi celular:

"¿Noah?"

Era Belinda, otra vez. Qué persistente, lo mejor sería contestarle y dejar las cosas claras.

"Hola, espero que te encuentres mejor, tal vez deberías dejar de escribirme."

Apagué mi celular, no estaba de humor para hablar con nadie. Luego de desayunar y alistarme, bajé. Lo primero que vi fue a mi hermano coqueteando con Martha, algo muy normal.

—Deja de acosar a nuestra empleada —bromeé.

—Hola, hermanito —saludó Christian.

—Buenos días, señor Noah —dijo Martha.

—Voy a salir, díselo a mamá —pedí a mi hermano.

—Por supuesto, bro.

Tomé las llaves de mi auto y salí de la casa. El día estaba soleado y hacía un poco de calor. En cuanto puse un pie fuera, vi a Jhon.

—Me enteré de lo que pasó —habló mi mejor amigo con un aire de preocupación en sus ojos verdes.

—No quiero hablar más de eso.

—Está bien, cuéntame sobre Belinda, ¿comenzarán a conocerse ahora?

Mi amigo se veía entusiasmado. Siempre tenía la esperanza de que me volviera una persona más abierta e interactuara con los demás. Estaba realmente equivocado.

—No lo creo, que nos hayan secuestrado juntos no quiere decir que vamos a ser amigos. Todo seguirá igual.

—Esa chica es muy guapa, si yo fuera tú comenzaba a relacionarme un poco. No puedes vivir toda tu vida en una burbuja. ¿Cuántos amigos tienes? ¿Dos?

—Déjalo así. Estaba a punto de ir al McDonald, ¿te apuntas?

—Seguro, men. Pero no creas que esta conversación acaba aquí.

Estaba consciente de que Belinda era una muchacha muy bonita: cabello castaño oscuro, ojos café llenos de brillo, un buen cuerpo, sin ser exagerado. También tenía esa personalidad agradable que daba buenas vibras con tan sólo acercarse un poco. Pero yo no estaba interesado en entrar a la vida de alguien para arruinarla, por eso era preferible dejar pasar el suceso y que cada cual siguiera por su camino.

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