Capítulo 11

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Belinda
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La canción Love Me Now de Jhon Legend fue lo primero que escuché, cada vez la podía oír con mayor claridad. Abrí los ojos lentamente y me di cuenta de que me encontraba en la casa de campaña. Miré a todos lados, pero no había rastro de la persona que se encontraba conmigo anteriormente. Cuidadosamente, salí con temor. No sabía lo que me podría suceder. Cuando estuve en el exterior, no había nadie. Comencé a caminar dudosa y con el corazón a mil por hora. Todo estaba igual que antes, excepto por un mantel que estaba en el suelo, sobre él había algo de comida y bebidas.

—Me tenías preocupado —dijo una voz que salía de entre los árboles.

—¿Qué tenía mi vino? —pregunté alterada.

—¿A qué te refieres? —cuestionó el que aún llevaba el verdugo.

—Me desmayé justo después de que me dieras el vino.

—Escucha esto y grábatelo muy bien: yo nunca te haría daño. No sé por qué te desmayaste, tal vez fueron los nervios, el miedo... dime, ¿me temes? Porque, si es así, no tienes por qué hacerlo —habló con un tono bajo.

—Yo no... no te tengo miedo —logré decir.

—Entonces vamos a comer algo. ¿Te gusta la decoración? —comentó.

—Sí.

—Y eso que no has probado la comida, acompáñame —pidió, señalando el mantel—. Toma, prueba este delicioso pollo —dijo a la vez que acercaba a mí un plato con pollo.

—Sí.

—¿Dejarás los monosílabos?

Estaba cegada por el nervio y no me había dado cuenta de que no lograba decir más que palabras de una sílaba en cada respuesta.

—Creo que no me siento muy bien, ¿puedes llevarme a casa? —pregunté, temiendo lo que podía escuchar.

No escuché nada. El hombre frente a mí guardó total silencio y luego empezó a acercarse. Con cada centímetro que acortaba, más se aceleraba mi corazón. Su respiración se volvió agitada, la mía se cortó por un instante. Acarició mi rostro con su mano, provocando que mis ojos se cristalizaran.

—Yo puedo hacer que te sientas mejor —me informó.

—Lo único que me podría hacer sentir mejor ahora mismo es ir a mi casa. Por favor, llévame —le rogué.

—Come —ordenó serio, yo no respondí, ni siquiera me moví—. ¡Come, he dicho!

Pegué un salto en el lugar y comencé a llorar, él pasó su dedo por mis lágrimas y yo lo aparté.

—Come, tengamos una cita decente. Luego te llevo —sugirió.

Sin decir más, comencé a comer, todo estaba sorprendentemente delicioso. Por un momento, me imaginé a Noah ahí sentado conmigo, en lugar del psicópata descerebrado que se ubicaba más cerca que antes.

—Él no es digno de ti. Noah nunca te amará como yo —comentó de repente, dejándome atónita. ¿Acaso me leyó el pensamiento?—. Cuando intenté matarlo no resultó bien, la suerte es que se olvidó de mí —rió—. ¿Y si lo intento de nuevo?

—¡No! —dije inmediatamente—. No vale la pena, él no es importante.

—Tienes razón, él no es mejor que yo, ¿cierto?

—Muy cierto —sonreí falsamente.

Pasamos un rato más comiendo y charlando "amistosamente". El amanecer ya estaba llegando, los primeros rayos de sol comenzaban a mezclarse con el hermoso brillo de luna llena. Una brisa fresca acariciaba mi piel, transmitiéndome un poco de paz. Las hojas y ramas de los árboles se movían de un lado a otro, emitiendo un sonido que, en cualquiera otra circunstancia, hubiera provocado que me durmiera, pero no en esta, no con un asesino y acosador a escasos milímetros de mi descubierto cuerpo. Me sentía prácticamente desnuda con aquel descarado vestido, lo iba a quemar tan solo llegara a mi casa.

—¿Podemos irnos ya? —pregunté. El chico a mi derecha se encogió de hombros, luego ladeó la cabeza y finalmente asintió.

Nos dirigimos al auto y cuando tuve la venda en mis ojos, nos marchamos. En el camino experimenté una mezcla de felicidad y tristeza extraña. Estaba feliz de que por fin pudiera irme, de volver a mi casa con mis padres, pero triste a la vez, pues sabía que esto se iba a repetir. Estaba segura de que, en cualquier inesperado momento, una persona se metería en mi habitación y me secuestraría. Tal vez se aparecía en la escuela, en el parque, en cualquier lugar, no sólo en mi casa, y me llevaba nuevamente a una "cita." Era espantoso lo que una persona obsesionada era capaz de hacer. Él se había metido en mi casa, había forzado la cerradura, algo que se le daba muy bien, y me había sacado a la fuerza.

—Te dejaré en este parque, tu departamento debe estar hasta el borde de polis y... no queremos eso, ¿no? —comentó.

—Por supuesto —dije y me bajé.

Él se despidió con la mano y arrancó el coche. Cuando dobló la esquina, sentí que un peso gigante desalojaba mi cuerpo.

Por fin.

Busqué mi celular para llamar a mis padres, pero... no lo había llevado conmigo. Lo único que podía hacer en ese momento era caminar, sola, con frío y miedo, hasta mi casa. Sabía que no iba a volver, que el auto rojo con el degenerado no volvería a por mí, pero, a pesar de eso, estaba asustada. Mis manos temblaban y no paraba de llorar. Algunas personas caminaban por las calles tranquilamente, posiblemente eran las seis de la mañana y ya se iban al trabajo. Cada una de ellas me miraba de pies a cabeza, algunas miradas decían "pobre chica", otras "¿¡Qué es esto!?" Nadie se imaginaba el infierno del que había salido.

—¿Estás bien? —se dirigió a mí un hombre de aproximadamente treinta años. Llevaba un esmoquin y se veía serio y maduro.

—Sí, no se preocupe —fingí normalidad.

—¿Te llevo a algún lado? Mi coche está estacionado...

—No, gracias, en verdad me encuentro bien —lo menos que quería era subirme nuevamente al carro de un extraño.

El hombre siguió su camino con una expresión dudosa en su rostro.

—Mira, mamá, es un fantasma —comentó un pequeño niño rubio. La madre me miró como se mira a un muerto y apresuró el paso.

El comentario del infante me resultó gracioso, por lo que seguí caminando con una sonrisa, casi imperceptible, pero ahí estaba, entre todo mi sufrimiento.

Faltaban tres cuadras para llegar a mi casa, mis pies dolían terriblemente, hasta se puede decir que los oí gritar. Tomé asiento en una esquina del suelo para descansar, ya que no había bancos cerca. Una señora mayor se posicionó frente a mí y, con una expresión de pena, me ofreció un billete de cinco dólares.

—Pero... no, señora, no es lo que cree —la mujer no me hizo caso, simplemente me dio el dinero y se marchó.

Inmediatamente me levanté de mi sitio, no quería causar más malos entendidos. El lugar se llenaba cada vez con más personas y yo me avergonzaba con cada paso que daba, no sólo por mi aspecto de niña maltratada, sino por el vestido, que, como ya había pensado antes, quemaría tan sólo poner un pie en mi departamento.

En pocos minutos me encontré frente a las escaleras que tanto deseaba ver. Sin pensarlo dos veces, subí corriendo y abrí la puerta. Me sorprendió ver tanta gente en la sala: mi mamá se hallaba en el sofá con una taza de té, sus ojos estaban rojos, probablemente de tanto llorar, también tenía unas ojeras espantosas. Mi padre se encontraba con el cabello alborotado, estaba recostado a la pared sin dejar de mover el pie, ese gesto lo hacía cada vez que estaba nervioso; lo había visto hacer lo mismo cuando... bueno, ya no hay que pensar en eso, aunque a veces era inevitable. En las butacas pude ver a Valeria y Francisco, ambos con la preocupación visible en sus rostros, me alegré mucho de que estuvieran ahí. Todos corrieron a abrazarme y yo correspondí felizmente.

—Hija, que bueno verte. ¿A dónde rayos te llevaron? —preguntó mi mamá.

—Me tenías preocupada, loca —dijo Val.

—Casi muero de un infarto —habló Fran.

—Siéntate —ordenó mi papá.

Tomé asiento en el taburete vacío que había junto al televisor y me dispuse a contar todo lo que pasó, entonces la puerta del baño se abrió, de ella salió un chico. Mi sonrisa fue inevitable, también la de él. Instantáneamente me levanté de mi lugar, Noah se acercó a mí y cuando estuvimos uno en frente del otro, me jaló del brazo y me abrazó. Un abrazo cálido y reconfortante, justo lo que necesitaba.

—Enviaremos a ese desgraciado a su sitio —susurró en mi oído, de forma que sólo lo escuchara yo.

Se despegó de mí, dejándome con una especie de vacío, luego tomó mi mano y me dijo "conmigo todo estará bien". Cuatro palabras que se guardaron dentro de mí. Cuatro palabras que sabía que eran ciertas. Cuatro palabras que ensancharon mi sonrisa y, por alguna extraña razón, votaron mi corazón del pecho.

📝Nota de autora:

¡Hola a todos!

Nunca dejo ninguna nota, así que hoy lo voy a hacer.

Espero que les esté gustando mi historia, si es así, deja tu "⭐" y comenta en cada parte para saber que me apoyas.

¿Qué les parece esta obra?

¿Ya van sacando sus conclusiones?

No se pierdan ningún capítulo, cada vez se pondrá más interesante😜

¡Hasta pronto!❤️

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